jueves, 23 de abril de 2020

VIGILANCIA Y CONTROL EN LA BOLIVIA DEL MAS Y LA ESPAÑA DEL PSOE-PODEMAS -Carlos Crespo Flores


En una carta de Augusto Céspedes a su tío, el también escritor Man Césped, le decía “España es la Bolivia de Europa”. Realizando seguimiento al comportamiento de la alianza social comunista entre el PSOE y PODEMAS, hoy en el gobierno de España, y comparando con el felizmente extinto régimen del MAS-IPSP, se verifica que la observación del Chueco estaba atinada. Veamos algunos estambres de conexión entre ambos, relacionados con el control y vigilancia del país.

En primer lugar, aprovechan una situación de shock, creada o no, para dividir el país y fortalecerse. En Bolivia, el montaje plurinacional durante situaciones críticas, que generaron convulsión social, de la cual el MAS y su líder salieron con todos los poderes posibles. En la España de Sánchez e Iglesias, hoy están aprovechando la pandemia para confrontar al país, dividirlo, al mismo tiempo limitando libertades democráticas y concentrando poder como nunca antes.

Implementan un sistema de inteligencia que organiza la política del país alrededor del control, vigilancia de la sociedad y la represión, criminalización de disidentes. Como en los países del “Socialismo del siglo XXI”, es el criterio para administrar el país.

Despliegan una estrategia de control de los medios de comunicación. Hoy, RTVE se ha convertido en un abierto operador comunicacional del gobierno izquierdista español. El guion oficial de la crisis es reproducido acríticamente. Recuerda a la BTV plurinacional, definitivamente. Paralelamente, se ha desplegado un dispositivo para prostituir a los medios privados; en Bolivia se instrumentalizaba la propaganda oficial, compraban medios de comunicación, o el estado los financiaba directamente, en España se acaba de aprobar un presupuesto multimillonario a la televisión privada para “compensar sus pérdidas” por el coronavirus, un mecanismo de cooptación. La tercera pata de esta estrategia, como en Bolivia, es perseguir a periodistas independientes, de aquellos que tienen voz propia, son críticos del régimen.

El control de la opinión pública, particularmente de las redes sociales. Para ello crean ministerios de la Verdad, que buscan regular el acceso y uso de lo que la gente dice en el internet. Asimismo, se observa la criminalización, represión, ilegalización de disidentes; la persecución se amplía a todo aquel que piense y actúe de manera diferente a lo establecido por el régimen autoritario, calificado como la “derecha”.

Pero, ya en el terreno, la capacidad y competencia de ambos gobiernos “progresistas” deja mucho que desear. El manejo gubernamental plurinacional del primer deslizamiento en la cuenca Taquiña fue pésimo, desde el uso político electoral y corrupción de la ayuda humanitaria, los ofrecimientos populistas (el vicepresidente ofreciendo terrenos y viviendas a los afectados), pasando por no tomar medidas previsorias/precautorias frente a una nueva eventualidad. Como efectivamente sucedió.

La España social comunista frente al coronavirus no ha sido mejor. Por el contrario. Tanto que se halla entre los países con más contagios y fallecidos en el mundo. Como en Bolivia, vemos mucha grandilocuencia verbal, ideologizada, y menos actuación efectiva, centralización de la toma de decisiones en el manejo de la pandemia, aplicar el principio de “no aceptaremos presiones” frente a cualquier crítica. Convocan a una marcha feminista –como en nuestro país, movimiento hoy manipulado por los comunistas- cuando ya no se debían realizar concentraciones de gente. Tampoco se observa capacidad de autocrítica en el régimen Sánchez-Iglesias, frente a las metidas de pata; echar la culpa al otro es lugar común: compran kits de medición truchos de China, y lo atribuyen a los chinos; el gran número de sanitarios contagiados no lo atribuyen a las deficientes condiciones laborales, sino que “se contagian cuando van a sus casas”.

En fin, la cultura política patrimonialista autoritaria española se reproduce en aquel país y en Bolivia acabamos de sufrirlo en su forma descarnada estos catorce años. Es parte de una cuenta larga que nos conecta.