La
novela histórica de Nataniel Aguirre contiene formas de hablar, insultos, locales
e introducidos del siglo XIX, que han logrado resistir los golpes del olvido. Así
como el rochear es un cochabambinismo introducido por el escritor en la
voz de Juanito, existen otras imágenes verbales, que han ayudado a construir la
lengua popular del valle.
Modismos
Juan de la Rosa se
halla atravesado de modismos vallunos, “cochabambinismos”, muchos de los cuales
perviven en el habla popular. Algunos son “quechuañol”, expresión del
mestizamiento temprano del valle cochabambino. Señalo algunos.
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Los carniceros, matarifes, como hoy, son
“llamados mañazos” (pp. 264).
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Carmencita se queja a Juanito del criollo que,
al saludar, besa de manera erótica, pues anda “chenqueando a todos” (pp.
307). Chunquear tiene el sentido de acariciar, decir requiebros
(Fernández Naranjo, 1975:57).
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Como parte de su rutina diaria, el joven
clérigo independentista, don Juan Bautista Oquendo, en sus visitas diarias, “se
acercaba a todas las pulperías y a
los puestos de la recova” (pp. 68).
Mientras, la pulpería es una tienda donde se venden
artículos de uso cotidiano, principalmente comestibles (RAE), la recova,
cuyos puestos eran considerados “feísimos” por Aguirre (pp. 136); es un mercado popular (Fernández Naranjo, 1975:12), y el
mercado de la ciudad era denominado así hasta la década del 60’. En la
revolución del 14 de septiembre, Juanito observa, “un grupo bullicioso de
mujeres de la recova (que) discurría por allí repartiéndoles (a los
revolucionarios), además, cuchillos, dagas y machetes que ellos se apresuraban
a arrebatarles de las manos” (pp. 78). Hasta hoy, las comerciantes del mercado/recova
constituyen uno de los principales grupos de presión en momentos de crisis en
la ciudad de Cochabamba.
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En su destierro en Las Higueras/Sipe-Sipe,
Mariquita invita a comer a Juanito exclamando: “—Comamos, niño, harto y a
gusto, como Dios manda, cuando no es viernes de cuaresma (pp. 151).
Hasta hace pocos años se utilizaba en el habla este sentido de asociar la
celebración religiosa con la abstinencia, hecho relevante en la rica cultura
gastronómica valluna.
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Un bolivianismo clásico es ch’askañawi,
entendido como una persona con ojos con pestañas largas y arqueadas (Fernández
Naranjo, 1975:215). Esta relación, es retratada por la abuela, ciega, quien al reconocer por el tacto el rostro de
Juanito, dice, “tu cara es suave y delicada; tus cabellos finos, sedosos y
rizados; tus pestañas largas me dicen que tienes ojos de chasca …” (pp. 212).
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Una frase frecuente del herrero Alejo es “bueno… ¡ahí está!” (pp. 61); modismo,
con variantes aun escuchado en el lenguaje urbano popular: “ahí está, pues”,
“ya está”. El sentido es el mismo, evitar la confrontación. Como Alejo, quien
“no se obstinaba en sostener sus juicios u opiniones, cuando alguna persona
querida los refutaba con calma y dulzura” (pp. 61), y emitía la expresión.
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Doña Teresa había
enviado con su criada un mensaje al Gral. Goyeneche. Esta, retornando le
informa que repitió exactamente su recado: “le dije solamente lo que vuestra
merced me hizo estudiar desde ayer: “que es al vencedor de los alzados; a mi chunco;
que ahí va ese granadero a saludar al invencible general…” (183). Chunco
viene de Chuncu, bolivianismo que significa más o menos “prenda mía” (Fernández
Naranjo, 1975:57).
Insultos
Juanito, ya
maduro, mientras escribe sus memorias, en un momento de embriaguez patriótica
recordando la victoria de Aroma, intenta abrazar a su esposa Merceditas, quien fingiendo
cólera le dice “—¡Espantoso vestiglo! ¡Última carroña de los tiempos de la
Independencia!” (pp. 51). Vestiglo es una palabra que hace referencia a
un monstruo fantástico horrible, aunque ya no utilizada en nuestro medio.
El 14 de
septiembre de 1810, la gente en revuelta gritaba “—¡Viva Fernando VII! ¡Mueran
los chapetones!” (pp. 73). Efectivamente, como Nataniel Aguirre nos
recuerda, a los españoles, en el argot popular los denominaban “chapetones”,
expresión de la “repugnancia que el pueblo sentía por (ellos)” (pp. 63). También
les llamaban guampos, como cuando la Abuela le dice a Juanito “yo sé que
no puedes ser dichoso… ¿quién puede serlo en este mundo con los guampos?
“ (pp. 211).
Por su parte, al
ejército de Goyeneche también les decían tablas,
“por las largas y tiesas casacas que vestían y que realmente parecían de tabla”
(pp. 233). Pero la imaginación popular valluna, iba más allá; según Gustavo
García, autor de un estudio introductorio del libro, en el valle de Cliza “los
designaban, también con el nombre de sarracenos, a causa de que Esteban Arze
dijo en una de sus proclamas “que los americanos debíamos luchar sin término
con los españoles, así como estos habían luchado contra sus conquistadores
sarracenos” (pp. 233).
El odio y envidia
que tenía doña Teresa hacia Rosita, desde niña, provocaba que vea “pálida” y
“mordiéndose sus delgados labios” cuando todas la saludaban “afectuosamente,
antes que a ella, a esa miserable botada” (pp. 315). Se decían botados a los
niños abandonados por sus padres en la casa de alguna persona (Salazar
Carreño, 2020:s/p); otra palabra que
hemos dejado de utilizar.
Carmencita, hija de doña Teresa, la mejor amiga de Juanito en la casa,
“tenía hermosos cabellos rubios” (127), por ello, para evitar más preguntas
sobre una caja de su madre, exclama: “—Cierto, no hay cómo engañarte …;
es una caja para ti… ¿a quién podía yo dársela, gringa zalamera?” (308). Gringa,
por el color del pelo y zalamera, entendida como demostración de cariño
afectada y empalagosa (RAE).
Carmencita hablando sobre Pedro Vicente Cañete, secretario de Goyeneche, un
fiel lacayo “medio zorra y medio culebra” (250), que intentó besarla, afirma
enojada: ¡Huy!, ¡qué feo, ¡qué malo, qué chinche es el tal Cañete!” (308). Según
la RAE, el chinche es un “insecto hemíptero, de color rojo oscuro, cuerpo muy aplastado, casi elíptico, de cuatro o cinco
milímetros de largo, antenas cortas y cabeza inclinada hacia abajo, que segrega una sustancia maloliente y chupa sangre taladrando la piel con picaduras irritantes”. En el lenguaje popular boliviano,
se hace referencia más bien a una persona molesta y pesada (Fernández Naranjo,
1975:53).
El día de la
revolución del 14 de septiembre, el Overo, amigo de Juanito, capitaneando “la
turba de sus compañeros armados de palos y cañas de carrizo” (73), le invita a
unirse a la tropa, gritando: “¿Qué haces ahí, don Papa-Moscas? Vente
con nosotros, o te tomo de recluta. Palabra que aún es utilizada localmente. Según
la RAE, papa-moscas es similar a papanatas, una persona simple y
crédula o demasiado cándida y fácil de engañar (RAE).
Su amigo Luis, le
dice a Juanito, imitando a Goyeneche, gobernador del
Gran Paititi”:
“mira a
este que parece una mosca muerta, calladito como un santo de estuco, y que es
más valiente que nosotros y ya se ha hecho traspasar el pecho por una peladilla.
No, mil veces no, ¡cuerno del demonio!, yo no consentiré que en otra se vaya
sin mí a verle la cara a mi amigo el gobernador del Cuzco, caballero del hábito
de Santiago, etcétera y etcétera” (226).
Acá encontramos
más de un insulto; el primero, bolivianismo aún vigente, “mosca muerta”, es un adjetivo
para referirse a una persona “hipócrita,,,, que procede con disimulo y picardía”
(Fernández Naranjo, 1975:98-99). El segundo, “santo de estuco”: como se sabe,
el estuco es la masa de yeso blanco y agua de cola, con la cual se hacen y preparan objetos que después se doran o pintan,
como es el caso de los santos tallados; estos quedan en actitud silenciosa.
Como Juanito, que se hace al silencioso. Finalmente, “peladilla”, probablemente
venga del cruceñismo “pelada”, para referirse a mujer, principalmente manceba
(Fernández Naranjo, 1975:109); en este caso, la niña Carmencita, la hermosa
hija de doña Teresa, parece tener un sentimiento amoroso infantil hacia nuestro
héroe.
Doña Teresa, furiosa porque el general Goyeneche había afirmado “este país
de incorregibles mestizos” (183), exclama: “—¡Yo me muero! Pero ¿qué quiere
decir su señoría con eso de mestizos? ¿No sabe que yo soy Zagardua y Altamira,
sin gota de india y purita española desde el mismo Adán?” (183)… ¡Estamos
frescos, si yo le llamo a él también “el cholo mocontullo de Arequipa!” (184).
Hermoso insulto de origen arequipeño, ciudad de donde era oriundo el “conde de
Huaqui”. Mocontullo “proviene del quechua (muqu: rodilla, articulación y
tullo: hueso) Los antiguos arequipeños, llamaban mocontullo a un
hueso que luego de cocinado era guardado cerca al fogón y nuevamente utilizado
para darle sustancia al caldo”.
Sin duda, doña Teresa está mentando al origen plebeyo y ordinario de Goyeneche.
El Maleso, un “hombre …degradado por la embriaguez y el vicio de la
coca, mendigo, ratero” estaba siendo atacado por el grupo de niños, en la
calle; le decían también el Pallaco, desde cuando Goyeneche, arrojaba
dinero de sus balcones…, aquel infeliz había ido el primero a recoger con
gritos de júbilo las monedas que caían sobre el empedrado, siguiéndole otros de
su laya, que desde entonces merecieron el nombre infamante de pallacos”
(220). Es un término proveniente del quechua, pallakuy, significa
“recoger para sí”.
Aguirre, con la
voz de Juanito contra los políticos bolivianos: “¡Lástima y muy grande es, por el
contrario, que mi pueblo valeroso no haya arrancado después los calzones a los
viles logreros de la política, a los capituleros y otros bichos que
deshonran la democracia!” (220). En América Latina, logrero se refiere a
una persona que procura lucrarse por cualquier medio (RAE). En este caso para
referirse a aquellos que lucran con la política. Mientras que capitulero es
aquella persona que hace propaganda de determinado líder o partido para ganarle
votos. (http://www.enciclonet.com/articulo/capitulero/).
Llámanse también a los que dirigen las intrigas en las elecciones, con más o
menos maña.
Hoy se los llamaría operadores políticos.
Cuando Juanito y
sus amigos se dedican a “rochear”, tales incursiones incluían “el robo de frutas
maduras e incitantes en los huertos y jardines de las orillas del Rocha” (225)…,
a tal punto que era mirado como un animal muy raro, como un monstruo abominable.
El labrador o hacendado que trataba de impedirlos y azuzaba sus perros contra
los pobres carachupas, pilluelos en castellano y gamins en buen
gabacho -nombre despectivo a los franceses”. Carachupa es el nombre
quechua para la zarigüeya o comadreja, y que ha sido incorporado al argot
popular valluno (Fernández Naranjo, 1975:37). Mientras que gamins es el
apelativo francés para niños, críos. Finalmente, gabacho solía ser
utilizado como nombre despectivo a los franceses (RAE).
Francisco de
Viedma en una de sus visitas furtivas a Rosita, esta le informa que Juanito “sabe ya leer casi de corrido” (58). Viedma exclama: “—¡Oiga! …, con que ese
perillán promete ser un hombre de provecho?” (58). Perillán refiere a
una persona pícara y astuta (RAE), en este caso el anciano elogia la
inteligencia del niño.
Comparando la
pobreza de su hogar y de los indios y mestizos, con los españoles, Aguirre, con
la voz de Juanito, señala que “los únicos felices, a su manera, debieron ser
los españoles y algunos criollos, que se contentaban con vegetar en la
indolencia, durante “los buenos tiempos del rey nuestro señor”. (62). Una frase
para referirse a la bonanza del imperio; recuerda al poema petrarquista de
Hernando Acuña (1518 - 1580), Al
Rey Nuestro Señor, un homenaje al Emperador Felipe II, como una monarquía universal:
Ya
se acerca, Señor, o ya es llegada
|
la edad gloriosa en que promete el
cielo
|
un grey y un pastor solo en el suelo
|
por suerte a vuestros tiempos
reservada”
(Acuña, s/f)
|
|
Fray Justo
recriminando al herrero Alejo, por venirse tan rápido de la batalla de Aroma: “¡Me
gusta la pachorra!” ¡Que siguieses con los otros,
bendito hombre de Dios! (114). Pachorra, olvidada en nuestro léxico, es flema, tardanza,
indolencia (RAE). También referido a pereza, que no
tiene ganas de hacer nada.
Bibliografía
Aguirre, Nataniel (2016) Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de
la Independencia. La Paz: Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, 2016.
Fernández Naranjo,
Nicolás (1975) Diccionario de Bolivianismos. La Paz: Editorial Los
Amigos del Libro. 247 pp.
Salazar Carreño,
Robinson (2020) Familias de esclavos en la villa de San Gil (Nuevo Reino de
Granada), 1700-1799. Parentesco,
supervivencia e integración social. Bogotá: Universidad del Rosario.
Por
ejemplo, cuando Luis, el amigo de Juanito, un día se cuela en su cuarto, al
grito de “—¡Viva la patria!, ¡mueran los tablas!” (pp. 233).
O
cuando Juanito afirma que el destierro y sus dramas familiares habían hecho que
madure rápidamente, por tanto, ya era “otra persona distinta del pobre botado
que entró llorando en la casa” (pp. 191).
Similar a papanatas. Persona simple y crédula o demasiado cándida y
fácil de engañar (RAE)
Juan
Espinosa, Diccionario republicano (Nota del editor; en Aguirre, 2016:
221).