lunes, 23 de enero de 2012

El documento de Gaona y las quimeras autoritarias


Rafael Uzcátegui

El anarquismo, como posibilidad, tiene muchos enemigos y enemigos. Sin embargo, uno de sus más encarnizados contrarios han sido los regímenes autoritarios que, falsificando todas las nociones de socialismo, históricamente se han promovido a sí mismos como la verdadera cristalización de los valores de libertad, igualdad y fraternidad. En cada una de las situaciones, los gobiernos capitalistas de Estado, en sintonía con la secularización del pensamiento religioso construida en la modernidad, han infantilizado y dividido el conflicto entre “fieles” –quienes los apoyan- y “herejes” –quienes los adversan. En esta supuesta confrontación de dos modelos civilizatorios, en términos religiosos la lucha del “bien” contra el “mal”, los autoritarios necesitan afirmar, aunque no sea cierto, que todos y todas las revolucionarias del mundo están con ellos, y por tanto, enfrentados a las fuerzas que los adversan.

Como bien sabemos ahora, desde la Revolución Rusa de 1917 las izquierdas autoritarias y nacionalistas que han gobernado han desarrollado diferentes estrategias para desarticular, cooptar y fragmentar al resto de organizaciones revolucionarias que pudieran, precisamente, constituir una opción de izquierda a su proyecto, y que realizaran diferentes denuncias de las contradicciones y abusos al proceso progresivo de centralización del poder. En el caso del anarquismo, actitud y cuerpo de pensamiento más refractario al reordenamiento burocrático del poder y la autoridad, sobran ejemplos trágicos. En Rusia –y posteriormente la Unión Soviética-, China, España y decenas de ejemplos, los anarquistas han sido sistemáticamente perseguidos y exterminados por los estatistas. El homicidio, no obstante, ha sido acompañado por la mentira, la tergiversación y la creación de apoyos fantasmas para confundir e inmovilizar al movimiento anarquista internacional.

Cuba 1961Cualquiera que conozca la historia del anarquismo en América Latina sabe que en Cuba se desarrolló, junto a países como Argentina, Chile, Perú y Uruguay, un movimiento anarcosindicalista importante y con incidencia en los conflictos obreros de su tiempo. Como bien ha documentado el libro “El anarquismo en Cuba” de Frank Fernández (http://bit.ly/kEkeac), el movimiento ácrata isleño poseía protagonismo en diferentes sindicatos, producía periódicos y revistas de discusión, propaganda y agitación, así como diferentes locales que servían de puntos de encuentro e intercambio. El anarquismo y los anarquistas cubanos, como podrán corroborarlo los interesados, se sumo a la lucha popular contra el dictador Fulgencio Batista y, el derrocamiento de este en 1959, despertó en los militantes las mismas expectativas sobre el futuro de la isla que al resto de sociedad. Como relata Fernández, las publicaciones libertarias de esos días, Solidaridad Gastronómica y El Libertario, reflejaron en sus ediciones una actitud al mismo tiempo favorable, cautelosa y esperanzadora con relación al nuevo gobierno. Rápidamente, a finales de 1959, las críticas al gobierno, no importa donde vinieran, comenzaron a calificarse como “contrarevolucionarias” por la nueva nomenclatura en el poder. El castrismo comenzó a invitar a la isla a representantes de todas las tendencias revolucionarias mundiales para convencerlos de las bondades de su régimen. Es por ello que en el verano de 1960 visita La Habana el libertario Agustín Souchy para conocer la experiencia de reforma agraria. El resultado de la visita sería la publicación oficial de un extenso artículo en donde el alemán contara al mundo lo que había visto. El resultado fue un folleto titulado “Testimonios sobre la Revolución Cubana” (http://bit.ly/xCSeZy), sin pasar por la censura oficial, con un tono diferente al esperado por las autoridades, en donde se advertía el giro autoritario de la nueva administración. El libelo fue recogido por el Partido Comunista Cubano (PCC), sin embargo pudo ser conocido gracias a una edición de la editorial Reconstruir de Buenos Aires. Los anarquistas no eran fácilmente impresionables, hacía falta una nueva estrategia.

Una buena parte de los anarquistas cubanos de la época estaban organizados en la Asociación Libertaria de Cuba (ALC). Para 1961 su Secretariado de Relaciones era ocupado por Manuel Gaona Sousa, controlando los contactos de la orgánica con el mundo anarquista internacional. Gaona, sin embargo, había mostrado un temprano entusiasmo tanto por el Movimiento 26 de Julio (M26J) como por Fidel Castro. Su prestigio y su historial en el anarquismo, su rol clave dentro de las comunicaciones con el exterior y su deseo de colaborar con un gobierno al que apoyaba fueron aprovechados al máximo por las autoridades cubanas. Gaona redactó un comunicado, titulado “Una aclaración y una declaración de los libertarios cubanos” (que puede leerse íntegro en http://bit.ly/AtRLVI) en el que afirmaba que “la casi totalidad de la militancia libertaria, se encuentra integrada en los distintos organismos de la Revolución Cubana”, negando paralelamente la existencia de presos por su activismo libertario, situación que era denunciada insistentemente por las publicaciones anarquistas de la isla.

El manifiesto de Gaona, que fue enviado a todas las publicaciones libertarias de la época, contenía cinco ideas clave: La primera que no existía ningún anarquista detenido por sus convicciones; dos, no existía persecución política o religiosa en Cuba; tres, los anarquistas apoyaban al gobierno castrista; cuatro, el castrismo representaba los ideales por los cuales peleaban los libertarios y, la quinta parte era una burda y literal copia de la propaganda del régimen acerca de sus pretendidos beneficios sociales, políticos y económicos. Finalmente, el documento expresaba: “queremos alertar a los compañeros del Movimiento Libertario de México, de América Latina y del Mundo y a los compañeros españoles exilados en América, para que no sean sorprendidos por las mal intencionadas y mentirosas informaciones que reciban de quién o quienes, al servicio, conscientes o inconscientes, de la contra-revolución cubana”. El texto, para ser representativo del anarquismo cubano, apenas estaba firmado por 25 nombres, y después se conoció que algunas firmas fueron conseguidas por engaño de Gaona. Algunos libertarios consultados por este y que se negaron a firmar lo que significaba renunciar a los principios básicos del anarquismo, como el conocido compañero Marcelo Salinas y López, posteriormente fueron perseguidos de tal manera que fueron obligados a irse al exilio.

La orfandad de los anarquistas
El documento de Gaona generó varias terribles consecuencias para el anarquismo de la isla. Por un lado los dividió, a los ojos de las autoridades cubanas, en “buenos” –el reducido grupo que apoyaba la postura Gaona- y “malos”, el resto. En segundo lugar sembró la confusión en las organizaciones anarquistas internacionales, especialmente en las latinoamericanas. En tiempos de la ofensiva de Estados Unidos contra Cuba, el prestigio de la lucha guerrillera en el continente que tenía a los barbudos del M26J como referentes y la escasa comunicación con los militantes dentro de la isla, literalmente paralizaron las críticas y cuestionamientos anarquistas sobre el nuevo régimen. Y en los hechos, la orfandad de los anarquistas cubanos favoreció su persecución y exterminio. Algunos nombres: Augusto Sánchez, prisionero y asesinado; Rolando Tamargo y Ventura Suárez, fusilados; Sebastián Aguilar hijo, asesinado a balazos; Eusebio Otero, muerto en su habitación; Raúl Negrín, quemado vivo. Detenidos y condenados a penas de prisión: Casto Moscú, Modesto Piñeiro, Floreal Barrera, Suria Linsuaín, Manuel González, José Aceña, Isidro Moscú, Norberto Torres, Sicinio Torres, José Mandado Marcos, Plácido Méndez y Luis Linsuaín. Algunos compañeros no resistieron las torturas infligidas en prisión: Francisco Aguirre, muerto en la celda; Victoriano Hernández, enfermo y ciego por los maltratos, se suicida; y José Álvarez Micheltorena, fallecido a las pocas semanas de salir del cautiverio.

Manuel Gaona fue promotor activo de la persecución activa de sus viejos compañeros. A pesar que las acusaciones contra los verdaderos libertarios eran adjetivos típicos del stalinismo –“miembro de la CIA” entre el más común-no dejaron de ser eficaces. En opinión de Fernández “La información, o mejor, la confusión internacional en el caso cubano dentro del campo anarquista, la inicia el aparato propagandístico del régimen cubano con enormes recursos, talento, imaginación y mucha habilidad política”. Incluso los intentos de agrupamiento de los anarquistas cubanos en el exilio, como el caso del Movimiento Libertario Cubano en el Exilio (MLCE), fueron acusados por los propios anarquistas y antiautoritarios de ser “contrarevolucionarios”, como fue el caso de Daniel Cohn Bendith, quien en el Congreso Internacional Anarquista de Carrara, en 1968, acusó al MLCE de “estar financiado por la CIA”. El abandono del anarquismo cubano por parte de sus pares constituye uno de los peores errores en la historia del movimiento anarquista. No fue sino hasta 1978, con la publicación del libro “La revolución cubana: Un enfoque crítico” de Sam Dolgoff que el mundo libertario comenzó a entender lo que verdaderamente había pasado en la isla. Pero ya era demasiado tarde.

Medio siglo después, la comedia
50 años después del “manifiesto de Gaona” la estrategia intenta repetirse. En tiempos en que en el continente han llegado al poder varios gobiernos autodenominados de izquierda y progresistas, las nuevas burocracias intentan difundir que todos los revolucionarios, incluyendo a los anarquistas, están de su parte. De la mano de algunos conversos, e inventando organizaciones e iniciativas fantasmagóricas, se difunde por internet que los “verdaderos anarquistas” apoyan a los gobiernos de Rafael Correa, Evo Morales, Cristina Kirchner y Hugo Chávez, entre otros, y que los “anarquistas falsos” los critican, y por tanto están “lejos de las luchas populares”. Uno de los intentos más extravagantes lo constituye una efervescente “Federación Anarquista Revolucionaria de Venezuela”, cuya primera declaración expresa su apoyo al gobierno bolivariano de Hugo Chávez (http://bit.ly/A2UG4M) y afirma la necesidad de integrar su coalición electoral, el “Gran Polo Patriótico” de cara a los próximos sufragios presidenciales (http://bit.ly/y8ZTJM). Sin embargo, hay una gran diferencia con la época de Manuel Gaona. Las tecnologías de la información hacen casi imposible la incomunicación que permitió dudar sobre la naturaleza del gobierno de Fidel Castro. Para cualquier interesado e interesada es posible conocer a las diferentes opiniones e iniciativas, que del campo popular y revolucionario, evidencian las contradicciones de estos gobiernos y su progresivo acoplamiento al capitalismo globalizado de nuestros días, la criminalización de los luchadores sociales y el amparo de nuevas burguesías por el capitalismo de Estado. La historia se repite, primero como tragedia y después como comedia.

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