jueves, 13 de junio de 2013

Programa Prisma: El Internet como nuevo encierro de los Comunes

Tal vez usted ha leído sobre el recientemente revelado programa Prisma, a través del cual la Agencia de Seguridad Nacional (NSA) de EE.UU. ha estado recolectando datos de Microsoft, Google, Facebook, Apple y otras grandes empresas de Internet.

Recuerde, esta es la punta del iceberg. No podemos saber cuántos proyectos similares están enterrados en el aparato de vigilancia del estado, no revelados por denunciantes atrevidos. Sabemos que la NSA intercepta miles de millones de correos electrónicos, llamadas telefónicas y otras formas de comunicación todos los días. Lo que ellos pueden controlar también pueden censurar, a lo China o Mubarak.

Muchos han defendido el Internet como una oportunidad para crear nuevos comunes, recursos que pueden ser compartidos en lugar de propiedad privada. Pero ante el creciente poder de los estados y las corporaciones sobre las estructuras a través de las cuales interactuamos en línea, tenemos que considerar la posibilidad distópica que el Internet representa un nuevo encierro de los bienes comunes: la canalización de la comunicación en los formatos que se pueden ser mapeados, vigilados y controlados.

Uno de los acontecimientos fundamentales en la transición al capitalismo fue el original “encierro de los bienes comunes”,  por la que la tierra, utilizada libremente por todos, fue capturada y convertida en propiedad privada. De hecho, este proceso se ha repetido una y otra vez a lo largo del desarrollo del capitalismo.

Es probable que no podamos reconocer los "comunes" hasta que se les amenace con el encierro. Nadie piensa en la canción "Happy Birthday to You" como un bien común, ya que Time Warner (que reivindica la posesión de los derechos de autor) no ha tenido éxito en lucrar por cantarla en las fiestas de cumpleaños. Los campesinos y los pueblos indígenas originalmente no consideran la tierra como propiedad común, o más bien, la idea de que la tierra pueda tener propiedad la consideraban absurda.

Hace sólo un par de generaciones habría sido igualmente difícil imaginar que un día fuera posible mostrar anuncios de personas cada vez que conversamos juntos, o mapear sus gustos y relaciones sociales de un vistazo, o seguir sus procesos de pensamiento en tiempo real mediante el control de sus búsquedas de Google.

Siempre hemos tenido redes sociales, pero nadie podía usarlos para vender anuncios –tampoco eran tan fácilmente mapeados. Ahora reaparecen como algo que nos ofrecen las empresas, algo externo que tenemos que consultar. Aspectos de nuestras vidas que nunca habían sido privatizadas antes son ahora prácticamente inaccesibles sin los últimos productos de Apple. La computación en nube y la vigilancia del gobierno omnipresente sólo enfatizan nuestra dependencia y vulnerabilidad.

En lugar de la vanguardia del progreso inevitable de la libertad, el Internet es el último campo de batalla en una disputa de siglos con aquellos que privatizaran y dominaran no solo la tierra, sino también todas las facetas de nuestra individualidad. La prueba que aún ofrece una frontera de la libertad descansa en aquellos que esperan defenderla. En el curso de esta lucha, puede que sea evidente que la libertad digital, como todas las formas significativas de libertad, no es compatible con el capitalismo y el estado.



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