lunes, 8 de julio de 2013

EL LIBERTARIO No 70


A  continuación, se reproduce el Editorial de esta nueva edición:

«A estas alturas, seguir hablando sobre el conflicto en Venezuela como un enfrentamiento entre “chavistas” y “opositores” es repetir el lenguaje del Poder que permite el mantenimiento de un proyecto de dominación en base, entre otras cosas, a una falsa polarización. Rojos y azules son solo matices de las mismas cadenas, cada uno con una cúpula cuyos espejismos y pirotecnias permiten disciplinar a un grueso sector de la población, chavistas y opositores, oprimidos por igual, detrás de cada uno de sus patrones. En primer lugar, hoy, denominarse chavista” u “opositor” remite a categorías vaciadas de contenido, ausentes de cualquier proyecto realmente transformador y de ruptura con las tradiciones económicas, políticas y sociales del país. En segundo lugar porque ambas expresan, apenas con matices, la continuación de un modelo de desarrollo basado en el control de la renta energética y la profundización del extractivismo, a espaldas de las consecuencias sociales y ambientales que genera, y ambas apostando por una mayor militarización de los territorios y los cuerpos que hagan posible, sin traumas, los flujos de capitales hacia el mercado mundial. Y, como demostraron ayer los acuerdos Chávez-Cisneros y más recientemente la junta Maduro-Mendoza, con capacidad y flexibilidad para lograr acuerdos y pactos  que mantengan la gobernabilidad y hagan recaer el peso de cualquier crisis económica en las espaldas de asalariados y asalariadas. Desechando las ilusiones, hay que denunciar a ambas oligarquías como representantes de una falsa alternativa.

El gobierno de Nicolás Maduro ha aumentado la militarización social para esconder la fragilidad de su liderazgo, la ausencia de proyecto, las consecuencias de la devaluación de la moneda y el alto e insostenible gasto estatal para la compra de lealtades. En una huida hacia adelante, intentan llevar la estatización de la vida cotidiana hasta sus últimas consecuencias. La militarización de la seguridad ciudadana, acompañado de la aplicación de una Ley Antiterrorista aprobada para asegurar los flujos del capitalismo global, intentan disuadir cualquier disidencia expresada en el espacio público. El anuncio de la creación de “milicias obreras” tiene como objetivo enfrentar las huelgas y manifestaciones de trabajadores mediante esquiroles uniformados, enfrentando a pobres contra pobres, mientras los Maduro y los Mendoza puedan seguir haciendo acuerdos que garanticen sus privilegios. La corrupción generalizada del régimen ha llegado a un punto tal que han tenido que montar el circo mediático de la captura de algunos peces chicos del desfalco del erario público, mientras los peces gordos florecen a la sombra del Estado petrolero, mientras riquezas súbitas son hechas en minutos en la especulación del dólar paralelo. El acceso a los dólares oficiales de Cadivi y el Banco Central de Venezuela han engordado a una nueva burguesía, mientras el gobierno neutraliza a sus falsos críticos otorgando selectivamente divisas extranjeras a sectores de la oposición, ganando tiempo político en aras de una nueva contienda electoral que le permita recuperar tanto la legitimidad como el espacio perdido.

El chavismo y la oposición coinciden en el doble movimiento de incluir a las mayorías en sus discursos y excluirlas de cualquier posibilidad real de incidir en las decisiones sobre sus vidas. Estos administradores de la pasividad intentan canalizar permanentemente cualquier movilización popular que desborde sus canales partidistas e institucionales. Mientras algunos sectores están comenzando a recordar cómo era movilizarse por sus derechos, con todas las posibilidades que hay cuando los oprimidos comienzan a reconocerse en la calle, los políticos rojos y azules coinciden, y no casualmente, en promover una vez más la electoralización de las agendas de los de abajo, intentando hipotecar las aspiraciones de la gente a después del momento electoral. ¿Lo permitiremos una vez más?

Nuestra propuesta, ahora más que nunca, es romper la falsa polarización impuesta y comenzar a reconocer quienes son los opresores y los victimarios, cuáles son las fuerzas y actores que impiden la realización plena de hombres y mujeres en este territorio llamado Venezuela. Entre Mendoza y Cabello hay más coincidencias que las que hay entre Maduro o Capriles y quien lee está publicación. Insistimos que no se puede combatir la alienación de manera alienada. No es posible reproducir en nuestras relaciones y prácticas las mismas dinámicas de dominación a las que estamos enfrentados. Es por ello que estamos por la autoorganización de las luchas, por seguir reconociéndonos peleando por lo que es nuestro y no abandonar la calle ahora que la crisis económica y política nos ha obligado a retomar el espíritu de lucha que habíamos abandonado, delegándolo en nuevos o viejos mesías. Turquía y Brasil nos han recordado el camino, es hora de retomarlo.»

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