miércoles, 17 de agosto de 2016

Las universidades deben estudiarse así mismas para transformarse

Guido de la Zerda Vega

Las universidades recuerdan sus orígenes, sus hitos más importantes, pero no siempre alcanzan a comprenderse así mismas, en la profundidad de sus procesos. Las instituciones normalmente no se preguntan, cómo y por qué se transformaron en el tiempo, o dónde deben situarse frente a los cambios externos, son demasiado dependientes de lo que ocurre en su entorno, y muy difícilmente se anticipan a los contextos cambiantes, para finalmente reproducirse inercialmente.

Históricamente es comprobable que la universidad es una de las instituciones más polítizadas de la sociedad (Brunner, 1990; Luna Díaz, 1985; Ordorika, 1999; Perkin, 1984, 1997). La conflictividad política de las instituciones de educación superior se vuelve cada vez más relevante dada la centralidad de estos espacios educativos en el mundo globalizado (Gonzáles Casanova, 2001). La comprensión y percepción sobre el carácter político de estas luchas y conflictos pueden ayudar a reflexionar la gestión y el gobierno universitario. [Sin embargo], son pocos los estudios clásicos sobre los problemas políticos de la educación superior (Kogan, 1984).

No obstante de que en las universidades latinoamericanas han existido tradiciones más políticas “en sus dinámicas internas y en los estudios sobre la universidad, las investigaciones tienden a seguir los patrones establecidos en los países anglosajones y omiten la dimensión política de la vida universitaria” (Levy, 2000).

La complejidad de las confrontaciones, el manejo discrecional del sistema de toma de decisiones, las discrepancias con la gestión, el carácter estacionario que ha tomado la cultura universitaria frente a los cambios de la sociedad; las tensiones frecuentes entre el gobierno central y las instituciones de educación superior por temas de financiamiento, los conflictos de inoperatividad y contradicciones en las nuevas dinámicas políticas de los órganos de gobierno, los cambios en el tejido social (externos e internos), el contexto global, los desafíos tecno-económicos, informacionales y las competencias y exigencias del mercado, son algunos de los hechos más relevantes que necesitan ser estudiados para enfrentar la crisis institucional actual.

El statu quo en la gestión y el carácter corporativo perverso que compromete al gobierno universitario, parecen ser nodulares y los más problemáticos, y a la vez inevitables para impulsar el debate en esta época de reformas, sobre todo dentro de un contexto de transición de una universidad de elite hacia una universidad de masas.

A esto se suma un contexto global, donde, “el principal objetivo de este proceso es adecuar las universidades e instituciones de educación superior a la nueva economía cultural y del conocimiento” (Gamport, 2000). En este nuevo contexto, el aprendizaje tiende a alejarse de la vieja cultura humanística y convertirse en sinónimo de una habilidad técnica.

En este escenario, -consolidado sobre todo como capitalismo académico en el primer mundo-, las universidades bolivianas todavía se ven como meras instituciones receptoras, adaptativas y con problemas serios de gobernabilidad y de gestión. La gestión y el gobierno de la universidad pública se propusieron a finales de los ’90, desplazarse a las lógicas del mundo del mercado, de los negocios y de la productividad, con un sistema de gobierno que suplantase a los cuerpos colegiados por la experticia. La gestión sustentada en cierto gerencialismo que corrigiese la ineficacia, alcance el éxito de sus metas, medido por su productividad, tampoco calo en la cultura universitaria boliviana. El experimento se fue desvirtuando en la medida que las universidades fueron constatando que sus culturas organizacionales no funcionan como una empresa. “Las instituciones de educación superior no son empresas y por tanto no pueden ser gobernadas bajo las premisas de la calidad total (TQM) ni evaluadas por su productividad, como si ‘producir’ graduados fuese igual que hacer calzados” (Rodríguez, 2002).  [Las] universidades son, como dicen algunos que las han estudiado, instituciones de base pesada, anarquías organizadas o sistemas débilmente acoplados. En estas condiciones, es importante comenzar a ponernos de acuerdo que la salida no es elaborar un modelo de universidad, ni tampoco sólo un modelo de gestión. Por eso todas estas complejidades deben ser investigadas a detalle para abrir potenciales soluciones a la crisis universitaria.

El autor es profesor de la UMSS.



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