sábado, 13 de marzo de 2021

Edmundo Camargo, un poeta bioregional de Cochabamba -Carlos Crespo Flores-

 Edmundo Camargo (1936-1964), poeta si bien nacido en Sucre, se vino niño a Cochabamba. Es un escritor universal, pero escribe desde el valle. En sus versos encontramos una profunda sensibilidad bioregional valluna, como en este poema, Clave de verde en doce campanadas.

 Había vivido en Francia, por tanto, conocía la ciudad moderna, la que “se olvida de sus manos”, y donde “bocinas y frenos atrozmente se encrespan”. Frente a este paisaje se halla “el verde/ borroso como un sueño/con sus enormes dedos de agua y de verano”; es el valle que está pintando el poeta, sin duda, donde “el viento solo escribe palomas en el aire”. Y cuando pide a una mujer que lo recoja (“en pestañas insomnes como lunas”) “cuando la noche cierra los párpados del río”, sospecho que está pensando en el Rocha, o en los innumerables ríos menores que bajan de la cordillera del Tunari, como el rio Tacata, cerca de la hacienda de Paukarpata, donde solía pasar estancias con su amigo, el poeta cochabambino Jaime Canelas. Y cuando el escritor promete esperarla “en la lluvia de trigo bullicioso”, en su imagen se halla los campos de trigo de El Paso, por donde seguramente circulaba. 

El final del poema es musical y erótico, pues la espera a la amada es “hasta morir guitarras en la hierba”; luego le pide “desnúdate mujer en mi charango/ entrégame las cifras profundas de tu sexo/y el beso será estrella feroz de eternidades”. Guitarra y charango son instrumentos musicales de la cultura valluna, y Edmundo Camargo lo sabía. 

Este rasgo bioregional de la escritura de Camargo, esta conciencia de su ser valluno coexistiendo con la universalidad de su poesía, fuertemente influida por el surrealismo, lo emparenta con otros escritores cochabambinos, locales, que al mismo tiempo son universales, como Claudio Ferrufino, Jorge Zabala, Adela Zamudio.


 Clave de verde en doce campanadas 

A Mario Lara Lopez

1

La ciudad se olvida de sus manos
bocinas y frenos atrozmente se encrespan.
Salta la cal en extensiones agudas de sonido.
Los relojes se evaden hacia el norte
salvaje de paredes
y sol frenético de pájaros.
De pronto llega el verde
borroso como un sueño
con sus enormes dedos de agua y de verano,
el verde que acaricia el cráneo del bullicio
y es un color fluyendo por ojos por esperas
y por los doce estambres de la rosa del día.
 

2

El viento sólo escribe palomas en el aire
y estoy como sin fecha despojando
los lunes de silencio.
Mujer en verde pensativo
recógeme en pestañas insomnes como lunas
cuando la noche cierra los párpados del río.
Un día sin anillos
perdido en los espejos de una ciudad de dientes
te esperaré en la lluvia de trigo bullicioso
hasta morir guitarras en la hierba
y devanar mis pómulos en sombra.
 

3

Escucha:
es el amor que llega con mejillas huyendo
con palabras partidas en su seno.
Desnúdate mujer en mi charango
entrégame las cifras profundas de tu sexo
y el beso será estrella feroz de eternidades.

 

Fuente: EDMUNDO CAMARGO. Obras Completas (2002). Pp. 133-134.


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