“El
futbol es el arte de comprimir la historia universal en 90 minutos” -George
Bernard Shaw-
“La
pelota es como una mujer, ama las caricias” -Eric Cantona-
“Cada
vez que un chico patea algo en una calle, allí empieza la historia del futbol” -Jorge Luis Borges-
Una
religión en busca de un dios, esta definición que puede desorientar a moros
y a cristianos, no puede lograrlo con los chicos nacidos después de la llegada
de la tele: pero una larga mirada hacia atrás nos conduce en la China del XI
siglo antes de Cristo, durante la dinastía Han, con el nombre Tsu-chu se practicaba un deporte con una
pelota rellenada de plumas o de cabellos de mujer, el juego consistía en meter solamente
con el uso de los pies la pelota adentro de una arco hecho de cañas de bambú:
durante la dinastía Han era considerada una actividad física fundamental. Todas
las grandes civilizaciones empezaron a popularizar el deporte jugado con la pelota.
Seiscientos años más tarde que en la China, en Japón se jugaba un deporte similar,
llamado Kemari, la mayor diferencia con
el futbol moderno es que la pelota no debía tocar el suelo. Los aztecas, por
ejemplo, se dice que practicaban el Tlachtli,
una mezcla entre tenis, fútbol y baloncesto en el que se prohibía el uso de las
manos y los pies y el capitán del equipo derrotado era sacrificado. Para el
pueblo azteca, el Tlachtli era una
actividad de gran importancia y lo demuestra principalmente la localización del
terreno de juego, normalmente situado en el terreno sagrado, ya que el juego
tenía una finalidad religiosa. Además de ser un ritual, su importancia se
ampliaba al terreno político y el económico. Noticias de una actividad lúdica
ejercida con una pelota nos conduce a los poemas homéricos, los griegos
practicaban un juego llamado Sferomachia,
deporte que con el tiempo fue adoptado por los legionarios romanos,
transformándolo en un método de entrenamiento para los guerreros: el Harpastum, literalmente rasgar con fuerza,
se jugaba en canchas arenosas, por dos equipos con igual número de jugadores,
con una pelota rellenada de pieles o de trapos, el fin era llevar la pelota más
alla del borde de la cancha adversaria. Este deporte tuvo un gran suceso entre
los legionarios que lo difundieron en varias zonas del Imperio Romano. En
Florencia se jugaba lo que hoy conocemos como el Calcio Storico Fiorentino: en
una cancha rectangular rellenada de arena, durante cincuenta minutos
veintisiete “carcianti” por cada equipo se desafiaban como antecesores de un deporte
de caballeros jugado por hooligans. El prototipo del futbol, como lo conocemos
hoy, nació el 24 de octubre del 1857 con la fundación del Sheffield Football
Club, el club de futbol más antiguo que aún participa en la Northern Premier
League Division One South, de Inglaterra. Pero fue John Alexander Brodie, un
ingeniero civil, a darle en el 1889 el toque futbolístico, eliminando su matriz
rugbística. Su visión modernizadora, le permitió la introducción de las mallas,
y cambió para siempre el sabor de anotar
un gol, absolutamente normal hoy pero profundamente revolucionario a la
época. Desde aquella final de la FA Cup del 21 marzo del 1891, juagada en el Oval
de Londres, el futbol inició su irrefrenable trayectoria de una religión en
busca de un dios.
Y aunque al horizonte
no veamos ningún Olimpo digno de una poesía, a veces fanática y a veces
inocente, a veces codiciosa y a veces parsimoniosa, muchos profetas rebeldes y
libertarios han entusiasmado, han hecho delirar, reír y llorar a millones de
fieles del deporte más popular en el mundo.
No sé imaginar un
jugador excéntrico de Tsu-chu, uno lleno
de fantasía que jugara Kemari o Tlachtli,
un griego armonioso que jugaba a la Sferomachia
o un legionario que deliciaba el público que asistía a los interminable
partidos de Harpastum…hasta donde la
memoria alcanza memoria, recuerdo los fabulosos dribbling de Garrincha, llamado el pajarillo Mané, que embriagaba
los adversarios con una elegancia chocante: él se tomaría luego toda la cachaza
necesaria para ahogar toda la tristeza e cantarle a la vida toda la prosa que
la sola cancha de futbol no pudo ofrecerle, como una samba, para la sola
esperanza de un día no ser más triste.
Y George Best, el
irlandés del norte, que fue el quinto
Beatles, excéntrico goleador en las canchas inglesas y The Best entre
rubias y alcohol, gastándose todo el dinero y el futuro, pero deleitando los
fans de la fantasía y del buen juego con su acrobático paralelismo entre sus
jugadas y su vida. Ganó emblemáticamente el Balón de Oro en 1968, el año de las
revueltas estudiantiles, y su refrain
más famoso fue: “si el futbol es arte, entonces soy un artista.” Existen dos maneras para recordar a George
Best, la primera os causará ira, remordimiento y dolor por no haber visto a
este inmenso jugador exprimir todo su formidable e inalcanzable talento, la
secunda os donará alegría, un increíble estado de éxtasis y el privilegio de
haber podido admirar uno de los más grandes artistas deportivos jamás
aparecidos en el planeta, así un gruñón periodista deportivo quiso
homenajear al joker irlandés.
Omar Sivori, sangre y
arena, azúcar y cicuta del futbol, era el
cabezón, en Argentina con Maschio y Angelillo formaba el trio de los ángeles
con la cara sucia, que ganó el Sudamericano del ’57, conquistó Nápoles antes de
la otra cara sucia, Diego Armando Maradona, en la Vecchia Signora con Boniperti y John Charles (el único que con un
cachetazo lograba calmar sus turbulentos excesos…) formó el trio mágico y aunque no podía ser la imagen
del equipo, con sus jugadas picaras (fue uno de los inventores del túnel: el caño), un poco artista y un poco diablo,
divertía plebe y aristocracia: amable
hasta la suavidad, después de algunos segundos se ponía hasta brutal. Jugó el
Mundial de Chile de 1962 pero se cuenta que no quiso jugar la Batalla de Santiago, debido a la fuerte tensión que adentro del
estadio se había creado ya antes del partido; ganó el Balón de oro en 1961.
Para Johann Cruijff la calidad sin resultados es inútil y los
resultados sin calidad son aburridos. Cruijff, el Ajax y la Holanda de
Rinus Michels a final de los años sesenta revolucionaron el futbol, y será una revolución
también estética: la feliz síntesis de individualismo y colectividad llega a
parecerse a una anarquía organizada, porque para volverse verdaderamente
revolucionaria, la anarquía necesita de una racionalización, debe organizarse e
disciplinarse para ser eficaz, esta revolución se llamará Totalvoebal, el futbol total. Y si Michels fue la mente visionaria,
Cruijff se hizo profeta de esta revolución. El muchacho de Ámsterdam, siempre contra
toda forma de abusos, de mezquindad y de falta de belleza, encantó el público
de un equipo fundado en un barrio popular de la ciudad de los países bajos, el
Ajax y con el equipo nacional formó parte de la naranja mecánica, jugando una final de un mundial en el ’74 y
rechazando la participación en el mundial del ’78 porque Argentina estaba bajo
una dictadura militar. Todo su esprit
libre logró exportarlo al Barcelona, ciudad ideal para plasmar calidad y
resultados, y ciudad que lo adoptó enteramente: su hijo ya tenía nombre antes
de haber nacido y este nombre era Jordi, el nombre catalán más popular, pero en
aquellos años el dictador Franco era aún vivo y estaba prohibido bautizar con
aquel nombre en la España franquista, entonces Johan llevó su esposa a dar a la
luz su hijo en Ámsterdam, allí fue bautizado con el nombre catalán de Jordi.
Otro resultado de calidad del profeta del
gol.
Lo llamaban el George Best italiano, el caballo loco, Zigo-gol, Gianfranco
Zigoni debutó con la Juventus cuando tenía 17 años y de esta experiencia
lamenta solamente el haberse cortado los cabellos, una melena absolutamente
prohibida en aquello tiempos para los que eran jugadores del equipo de los Agnelli;
el rebelde con un corazón grande se presentaba a los entrenamientos con un
tabarro de piel y con una pistola acomodada en los jeans, en la noche tomaba su
Porsche y se iba a escuchar a Piero Ciampi, la voz más anárquica de aquella
época: whisky y puerilidades, libertad y revolución eran sus sueños y sus acciones
diarias. Soñaba con morir en una cancha de futbol con la camiseta del Hellas
Verona, se imaginaba el sensacionalismo en los periódicos, la recolección de
firmas para cambiar el nombre del estadio de la ciudad de Romeo y Julieta…después
de un Juventus-Real Madrid, el defensa madrileño Santamaria, que salió
enloquecido por las jugadas del nº 11 juventino, dijo a la prensa que este demonio es mejor que el negro, refiriéndose nada menos que a Pelé. Con más
de setenta años enseña futbol a los chicos de su ciudad natal, la Opitergium
(la actual Oderzo) fundada por los romanos.
“Questa non è una fiaba per bambini, è una storia vera da matti”. “Ma nulla cambierei, nemmeno l’ombra di una
virgola”. (Esta no es una fábula para niños, es una verdadera historia de
locos. Pero no cambiaría ni la sombra de una coma) es la poesía que Ezio
Vendrame mas adora, es de Federico Tavan, un poeta un poco maldito y un poco
soñador…y el un poeta del futbol, un pasoliniano (nació en la misma Casarsa della
Delizia de la infancia del Poeta) amante del vino y de las mujeres: eros y patear
la pelota fueron el escape y el refugio a una infancia hecha de soledad (fue
dejado por sus padres en un orfanato a la edad de seis años) hambre y miedo. Su
espíritu al salir del orfanato se entregó totalmente al futbol, pero fue con su
primera experiencia profesional, en una ciudad con mujeres increíbles y
generosas, que se preguntó si esta era la primera división…todo lo que muchos
consideraban errores, han sido las cosas más maravillosas de sus vida. “Mi casa
se parecía a un reparto de ginecología: las visitas empezaban a las 9 a.m. con
la señora Giuliana, a las 11 llegaría Carla, a las 14 p.m la amiga Lella, a las
6 de la tarde era la hora de la belle de
jour Fernanda, para terminar a las 22 con la novedad de la semana. No me pregunten cuantos goles
metí aquel año, pero aunque no se encuentren datos en ningún almanaque
futbolístico, aquel año fui el máximo goleador”. Durante un Vicenza-Milán le hizo
un caño a Gianni Rivera, el Abatino y
el más amado por los hinchas del equipo lombardo, a lo cual pidió ser
sustituido, el entrenador asustado por un eventual infortunio le preguntó que
le había ocurrido, el friulano le contestó diciéndole que si le hizo un túnel
al más grande jugador italiano del momento, valía la pena ser sustituido. Por
la Navidad de un campeonato en los años ochenta, a los jugadores de la
Sanvitese, equipo que estaba entrenando, regaló una confección de
preservativos: a sus épocas el sida no existía y que era mejor usarlos que
dejar la vida…o un huérfano.