martes, 7 de marzo de 2017

El futbol y sus profetas rebeldes y libertarios

“El futbol es el arte de comprimir la historia universal en 90 minutos” -George Bernard Shaw-

“La pelota es como una mujer, ama las caricias” -Eric Cantona-

“Cada vez que un chico patea algo en una calle, allí empieza la historia del futbol”                         -Jorge Luis Borges-

Una religión en busca de un dios, esta definición que puede desorientar a moros y a cristianos, no puede lograrlo con los chicos nacidos después de la llegada de la tele: pero una larga mirada hacia atrás nos conduce en la China del XI siglo antes de Cristo, durante la dinastía Han, con el nombre Tsu-chu se practicaba un deporte con una pelota rellenada de plumas o de cabellos de mujer, el juego consistía en meter solamente con el uso de los pies la pelota adentro de una arco hecho de cañas de bambú: durante la dinastía Han era considerada una actividad física fundamental. Todas las grandes civilizaciones empezaron a popularizar el deporte jugado con la pelota. Seiscientos años más tarde que en la China, en Japón se jugaba un deporte similar, llamado Kemari, la mayor diferencia con el futbol moderno es que la pelota no debía tocar el suelo. Los aztecas, por ejemplo, se dice que practicaban el Tlachtli, una mezcla entre tenis, fútbol y baloncesto en el que se prohibía el uso de las manos y los pies y el capitán del equipo derrotado era sacrificado. Para el pueblo azteca, el Tlachtli era una actividad de gran importancia y lo demuestra principalmente la localización del terreno de juego, normalmente situado en el terreno sagrado, ya que el juego tenía una finalidad religiosa. Además de ser un ritual, su importancia se ampliaba al terreno político y el económico. Noticias de una actividad lúdica ejercida con una pelota nos conduce a los poemas homéricos, los griegos practicaban un juego llamado Sferomachia, deporte que con el tiempo fue adoptado por los legionarios romanos, transformándolo en un método de entrenamiento para los guerreros: el Harpastum, literalmente rasgar con fuerza, se jugaba en canchas arenosas, por dos equipos con igual número de jugadores, con una pelota rellenada de pieles o de trapos, el fin era llevar la pelota más alla del borde de la cancha adversaria. Este deporte tuvo un gran suceso entre los legionarios que lo difundieron en varias zonas del Imperio Romano. En Florencia se jugaba lo que hoy conocemos como el Calcio Storico Fiorentino: en una cancha rectangular rellenada de arena, durante cincuenta minutos veintisiete “carcianti” por cada equipo se desafiaban como antecesores de un deporte de caballeros jugado por hooligans. El prototipo del futbol, como lo conocemos hoy, nació el 24 de octubre del 1857 con la fundación del Sheffield Football Club, el club de futbol más antiguo que aún participa en la Northern Premier League Division One South, de Inglaterra. Pero fue John Alexander Brodie, un ingeniero civil, a darle en el 1889 el toque futbolístico, eliminando su matriz rugbística. Su visión modernizadora, le permitió la introducción de las mallas, y cambió para siempre el sabor de anotar un gol, absolutamente normal hoy pero profundamente revolucionario a la época. Desde aquella final de la FA Cup del 21 marzo del 1891, juagada en el Oval de Londres, el futbol inició su irrefrenable trayectoria de una religión en busca de un dios.

Y aunque al horizonte no veamos ningún Olimpo digno de una poesía, a veces fanática y a veces inocente, a veces codiciosa y a veces parsimoniosa, muchos profetas rebeldes y libertarios han entusiasmado, han hecho delirar, reír y llorar a millones de fieles del deporte más popular en el mundo.

No sé imaginar un jugador excéntrico de Tsu-chu, uno lleno de fantasía que jugara Kemari o  Tlachtli, un griego armonioso que jugaba a la Sferomachia o un legionario que deliciaba el público que asistía a los interminable partidos de Harpastum…hasta donde la memoria alcanza memoria, recuerdo los fabulosos dribbling de Garrincha, llamado el pajarillo Mané, que embriagaba los adversarios con una elegancia chocante: él se tomaría luego toda la cachaza necesaria para ahogar toda la tristeza e cantarle a la vida toda la prosa que la sola cancha de futbol no pudo ofrecerle, como una samba, para la sola esperanza de un día no ser más triste.

Y George Best, el irlandés del norte, que fue el quinto Beatles, excéntrico goleador en las canchas inglesas y The Best entre rubias y alcohol, gastándose todo el dinero y el futuro, pero deleitando los fans de la fantasía y del buen juego con su acrobático paralelismo entre sus jugadas y su vida. Ganó emblemáticamente el Balón de Oro en 1968, el año de las revueltas estudiantiles, y su refrain más famoso fue: “si el futbol es arte, entonces soy un artista.” Existen dos maneras para recordar a George Best, la primera os causará ira, remordimiento y dolor por no haber visto a este inmenso jugador exprimir todo su formidable e inalcanzable talento, la secunda os donará alegría, un increíble estado de éxtasis y el privilegio de haber podido admirar uno de los más grandes artistas deportivos jamás aparecidos en el planeta, así un gruñón periodista deportivo quiso homenajear al joker irlandés.

Omar Sivori, sangre y arena, azúcar y cicuta del futbol, era el cabezón, en Argentina con Maschio y Angelillo formaba el trio de los ángeles con la cara sucia, que ganó el Sudamericano del ’57, conquistó Nápoles antes de la otra cara sucia, Diego Armando Maradona, en la Vecchia Signora con Boniperti y John Charles (el único que con un cachetazo lograba calmar sus turbulentos excesos…) formó el trio mágico y aunque no podía ser la imagen del equipo, con sus jugadas picaras (fue uno de los inventores del túnel: el caño), un poco artista y un poco diablo, divertía plebe y aristocracia: amable hasta la suavidad, después de algunos segundos se ponía hasta brutal. Jugó el Mundial de Chile de 1962 pero se cuenta que no quiso jugar la Batalla de Santiago, debido a la fuerte tensión que adentro del estadio se había creado ya antes del partido; ganó el Balón de oro en 1961.

Para Johann Cruijff la calidad sin resultados es inútil y los resultados sin calidad son aburridos. Cruijff, el Ajax y la Holanda de Rinus Michels a final de los años sesenta revolucionaron el futbol, y será una revolución también estética: la feliz síntesis de individualismo y colectividad llega a parecerse a una anarquía organizada, porque para volverse verdaderamente revolucionaria, la anarquía necesita de una racionalización, debe organizarse e disciplinarse para ser eficaz, esta revolución se llamará Totalvoebal, el futbol total. Y si Michels fue la mente visionaria, Cruijff se hizo profeta de esta revolución. El muchacho de Ámsterdam, siempre contra toda forma de abusos, de mezquindad y de falta de belleza, encantó el público de un equipo fundado en un barrio popular de la ciudad de los países bajos, el Ajax y con el equipo nacional formó parte de la naranja mecánica, jugando una final de un mundial en el ’74 y rechazando la participación en el mundial del ’78 porque Argentina estaba bajo una dictadura militar. Todo su esprit libre logró exportarlo al Barcelona, ciudad ideal para plasmar calidad y resultados, y ciudad que lo adoptó enteramente: su hijo ya tenía nombre antes de haber nacido y este nombre era Jordi, el nombre catalán más popular, pero en aquellos años el dictador Franco era aún vivo y estaba prohibido bautizar con aquel nombre en la España franquista, entonces Johan llevó su esposa a dar a la luz su hijo en Ámsterdam, allí fue bautizado con el nombre catalán de Jordi. Otro resultado de calidad del profeta del gol.

Lo llamaban el George Best italiano, el caballo loco, Zigo-gol, Gianfranco Zigoni debutó con la Juventus cuando tenía 17 años y de esta experiencia lamenta solamente el haberse cortado los cabellos, una melena absolutamente prohibida en aquello tiempos para los que eran jugadores del equipo de los Agnelli; el rebelde con un corazón grande se presentaba a los entrenamientos con un tabarro de piel y con una pistola acomodada en los jeans, en la noche tomaba su Porsche y se iba a escuchar a Piero Ciampi, la voz más anárquica de aquella época: whisky y puerilidades, libertad y revolución eran sus sueños y sus acciones diarias. Soñaba con morir en una cancha de futbol con la camiseta del Hellas Verona, se imaginaba el sensacionalismo en los periódicos, la recolección de firmas para cambiar el nombre del estadio de la ciudad de Romeo y Julieta…después de un Juventus-Real Madrid, el defensa madrileño Santamaria, que salió enloquecido por las jugadas del nº 11 juventino, dijo a la prensa que este demonio es mejor que el negro, refiriéndose nada menos que a Pelé. Con más de setenta años enseña futbol a los chicos de su ciudad natal, la Opitergium (la actual Oderzo) fundada por los romanos.


“Questa non è una fiaba per bambini, è una storia vera da matti”.  “Ma nulla cambierei, nemmeno l’ombra di una virgola”. (Esta no es una fábula para niños, es una verdadera historia de locos. Pero no cambiaría ni la sombra de una coma) es la poesía que Ezio Vendrame mas adora, es de Federico Tavan, un poeta un poco maldito y un poco soñador…y el un poeta del futbol, un pasoliniano (nació en la misma Casarsa della Delizia de la infancia del Poeta) amante del vino y de las mujeres: eros y patear la pelota fueron el escape y el refugio a una infancia hecha de soledad (fue dejado por sus padres en un orfanato a la edad de seis años) hambre y miedo. Su espíritu al salir del orfanato se entregó totalmente al futbol, pero fue con su primera experiencia profesional, en una ciudad con mujeres increíbles y generosas, que se preguntó si esta era la primera división…todo lo que muchos consideraban errores, han sido las cosas más maravillosas de sus vida. “Mi casa se parecía a un reparto de ginecología: las visitas empezaban a las 9 a.m. con la señora Giuliana, a las 11 llegaría Carla, a las 14 p.m la amiga Lella, a las 6 de la tarde era la hora de la belle de jour Fernanda, para terminar a las 22 con la novedad  de la semana. No me pregunten cuantos goles metí aquel año, pero aunque no se encuentren datos en ningún almanaque futbolístico, aquel año fui el máximo goleador”. Durante un Vicenza-Milán le hizo un caño a Gianni Rivera, el Abatino y el más amado por los hinchas del equipo lombardo, a lo cual pidió ser sustituido, el entrenador asustado por un eventual infortunio le preguntó que le había ocurrido, el friulano le contestó diciéndole que si le hizo un túnel al más grande jugador italiano del momento, valía la pena ser sustituido. Por la Navidad de un campeonato en los años ochenta, a los jugadores de la Sanvitese, equipo que estaba entrenando, regaló una confección de preservativos: a sus épocas el sida no existía y que era mejor usarlos que dejar la vida…o un huérfano.


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