viernes, 26 de febrero de 2010

Anarquismo y Gobiernos radicales


Larry Gambone


¿Cómo deberían conducirse los anarquistas ante gobiernos revolucionarios o de izquierda populista? ¿Debieran denunciarlos frontalmente? ¿Debieran unirse a sus movimientos? ¿Qué trampas hay que evitar? Estas preguntas son importantes ya que pueblos radicalizados están generando movimientos que están llevando al poder a gobiernos progresistas. Mientras la crisis capitalista se profundiza, es esperable que más movimientos como estos surjan.




Actualmente el anarquismo es más influyente y está más extendido que en los 70 años anteriores. Y el movimiento continúa creciendo y desarrollándose. Esto no significa necesariamente que seamos una tendencia predominante. Incluso durante el apogeo del anarquismo en los años inmediatamente posteriores a la Primera Guerra Mundial -tuvimos que coexistir en esta etapa con otras corrientes socialistas. El movimiento más importante y mayor envergadura del anarquismo -España en 1936- vio la formación de un frente unido que involucraba a CNT-FAI, al POUM de izquierda-comunista y a los militantes de base de los sindicatos socialistas.
Es una certeza decir que el cambio social –y más aún la revolución social- implicará un número de diversas tendencias, en las cuales el anarquismo será sólo una, y no siempre la predominante. Los anarquistas trabajarán junto con las otras tendencias que promueven el autogobierno y la autogestión, y esencialmente con todas las tendencias que de cierta manera ayuden a la lucha popular. Esta noción no es una cuestión polémica entre nosotros. Estamos trabajando todo el tiempo junto a otras tendencias en los movimientos ambientales, por la paz, anti-fascistas y anti-capitalistas.
El problema sobreviene a los anarquistas cuando la presión de los movimientos sociales logra instalar a gobiernos populistas, socialistas democráticos o “revolucionarios”. Ejemplos de éstos se encuentran en Bolivia, Venezuela y Ecuador. ¿Cómo, en cuanto libertarios decididos, nos comportamos ante gobiernos, que de cierta manera, reflejan y actúan según las necesidades y los deseos de los movimientos sociales y los trabajadores? Cómo reaccionamos frente a estas situaciones puede estar lleno de peligros para nuestro movimiento.
En el pasado, los anarquistas han reaccionado de dos maneras opuestas y erróneas. Una se puede llamar el “liquidacionismo”. Aquí los anarquistas pierden su programa distintivo y se disuelven en la tendencia “revolucionaria” de gobierno. Durante la revolución rusa, miles de anarquistas se unierion a los Bolcheviques o formaron organizaciones pro-Bolcheviques en sus respectivos países. Es innecesario decir que los Bolsheviques no decretaron nuestro programa. Posteriormente, el movimiento “26 de Julio” se volteó hacia el Partido Comunista, y suprimieron a los anarquistas cubanos, mientras muchos anarquistas fuera de Cuba, por solidaridad con la revolución cubana, ignoraron la situación de sus camaradas. El “liquidacionismo” significa abandonar al anarquismo completemente, a cambio de un mínimo progreso social, y a veces ni siquiera eso.
Pienso que el liquidacionismo obedece a la debilidad del anarquismo. Hubo pocos intentos de revoluciones anarquistas antes de 1917 y el anarquismo comenzaba a evidenciar ciertas falencias. El Bolchevismo parecía entonces mostrar el camino. En los comienzos de 1960 el movimiento anarquista estab en un gran reflujo y muchos anarquistas buscaban cualquier cosa para mantener el optimismo, y el ejemplo de Cuba parecía ser la respuesta. Como el anarquismo hoy es un moviemiento que crece, no veo al liquidacionismo como un problema mayor en la actualidad, aunque por supuesto uno nunca sabe con seguridad.
El sectarismo es el otro error. ¡Qué sorpresa nos llevamos cuando nos damos cuenta que los socialistas democráticos y los populistas no son anarquistas! No podemos esperar que ellos realicen nuestro programa, sino que solamente podemos esperar que realicen los aspectos de su propio programa que vayan en beneficio del pueblo. ¿Si hacen esto, deben ser condenados como enemigos tan malos como los imperialistas y los oligarcas? ¿Qué piensa el pueblo cuando los anarquistas maldicen a estos reformistas? El sectarismo separa a los anarquistas de la masa del pueblo, que no pueden entender por qué los revolucionarios están condenando aquellas acciones que están mejorando sus vidas. Lo que es aún peor, es cuando el sectarismo lleva a una propaganda que imita la de los reaccionarios. Según el sectario, un vaso nunca está medio lleno, sino que siempre está medio vacío. Si triunfa la reacción, ésta torturará y asesinará a los sectarios junto con las otras tendencias, y su sectarismo permanecerá como un gusto amargo en las bocas del pueblo derrotado. [1]
Este es particularmente el caso en América Latina, en donde la movilización del pueblo lleva inmediatamente a la polarización entre las masas y la oligarquía y sus partidarios. Si la oligarquía gana la ventaja en esta lucha el resultado es la supresión de los movimientos populares, la tortura y la masacre. Pensar que uno puede mantenerse al margen durante esta polarización, o que esto es "solamente una lucha entre facciones burguesas”, es vivir en un mundo ideal.
Una causa del sectarismo es la fetichización de las lecciones supuestas o reales del pasado. Los Bolcheviques se volcaron contra sus aliados en el anarquismo, y también lo hizo Fidel Castro. Dondequiera que el estalinismo asumiera el control, los anarquistas y las otras tendencias radicales fueron eliminadas. De esta trágica historia se ha desprendido una visión tácita que cualquier revolución o gobierno Marxista, verdaderos o no, seguirá este modelo. Pero la historia cambia y no es simplemente la repetición de un mismo patrón estático. El estalinismo no es una manifestación platónica, asomándose en el cosmos, apenas esperando para manifestarse en el primer brote de cambio revolucionario.
Las alternativas al estalinismo -trotskismo, socialismo democrático y anarquismo- eran demasiado débiles en los 1940s y ‘50s. El estalinismo era hegemónico en este tiempo. Pero el pueblo aprende en base a la experiencia qué sirve y que no. Lo qué una vez fue visto como un modelo viable para el cambio revolucionario -un Estado de partido unico más nacionalización de la riqueza productiva– no es visto ahora como una respuesta. No se genera a partir de él la clase de sociedad que cualquier persona quiere.
El movimiento comenzó a alejarse de la hegemonía del modelo estalinista a fines de los 1960s. El gobierno de Unidad Popular en Chile intentó crear el socialismo mediante un proceso democrático. La revolución Sandinista en Nicaragua no tomó una dirección estalinista. En vez de suprimir todas las tendencias excepto la suya, favorecieron una democracia de varias tendencias -incluso para la derecha, una amabilidad que no les fue reconocida.
¿Qué deben entonces hacr los anarquistas frente a los nuevos regímenes revolucionarios o progresistas que trabajan en cierta medida por el interés de la población? Primero, establecer que nuestra lealtad está con el pueblo, no con el gobierno -con ningún gobierno. Si el pueblo apoya un gobierno progresista, es porque ese gobierno está respondiendo a sus deseos. Un ataque frontal directo contra tal gobierno –antes de que comience a trabajar en realidad contra sus partidarios- es algo futil que crea un abismo entre nosotros y el pueblo.
Debemos ser reservados mientras el gobierno actúe de alguna manera según el interés popular. Cuando se desvíe de esa trayectoria, le criticamos. Pero hay también maneras de criticar que no alienen al pueblo. Debemos tener una actitud de reforzamiento positivo: Que nunca deje de hablarse de la necesidad de la democracia directa y de la autogestión. Si el gobierno progresivo es renuente a ir más allá de las palabras, nuestro presión interminable sobre estos puntos serán críticas de gran alcance, pero no serán consideradas como un ataque negativo. Nuestra meta debe ser empujar al gobierno progresista, desde debajo, al punto de quiebre, donde o le toca exponer su carácter reaccionario o donde comienza a disolverse en medio del fortalecimiento del poder popular. Y si este proceso no se puede llevar a su desenlace libertario, debemos ganar una base fuerte en el pueblo, en los sindicatos, en las poblaciones y en las organizaciones sociales, para defender nuestras conquistas y para construir una base para el siguiente paso en la lucha.
Debemos estar junto con el pueblo, si el pueblo gana una cierta medida de gobierno autónomo y de descentralización, nosotros debemos estar allí, empujando estas medidas al máximo. Si el gobierno revolucionario anima las cooperativas, debemos formarlas o unirnos a ellas, cerciorándose de que sean autónomas y democráticas. Si los reaccionarios intentan restablecer su dominio con un golpe, un fraude electoral o una invasión, debemos estar al frente de la resistencia, no como lacayos del gobierno, sino como partidarios de los movimientos populares que los reaccionarios destruirán si recuperan el poder. Nuestro lema no debe ser “defendamos nuestro gobierno”, sino “defendamos al pueblo… nuestras poblaciones, sindicatos, cooperativas, etc.” Nunca debemos aliarnos con la reacción, ni siquiera verbalmente, no importa qué diferencias tengamos con el gobierno progresista.
Algunas experiencias personales
En 1972 un gobierno socialdemócrata (NDP) fue elegido por primera vez en la Columbia Británica. En esa misma época estábamos intentnado construir al movimiento anarquista. Había unas 25 personas interesadas en el anarquismo y la mitad de ellas estaban en nuestro grupo. El gobierno del NDP introdujo “cordones verdes” para proteger el ambiente junto con reservas agrícolas para proteger la tierra cultivable de los especuladores de propiedades. Aumentaron el seguro social de $95 a $160 mensuales y crearon un mecanismo de control democrático descentralizado del sistema de seguridad social. Prohibieron los castigos físicos en las escuelas y otras medidas represivas. En lugar de condenarlos por coptar al movimiento ambiental o el control de las comunidades, como habrían hecho los sectarios, nosotros no dijimos nada. En realidad, entre nosotros, estábamos encantados con lo que estaban haciendo y nos mantuvimos ocupados en la creación de un movimiento anarquista para ocupar nuestro tiempo atacándolos, lo que hubiera sido como una pulga tratando de denunciar al elefante, en cualquier caso.
Lo que ocurrió fue que la mitad de nuestro grupo estaba tan fascinado con las acciones progresistas del gobierno, que propusieron unirse al NDP en bloque para desde ahí presionar para que se llevara el control comunitario a su límite. Cuando algunos nos negamos, la facción liquidacionista se separó y decidió unirse por su cuenta. Nosotros los denunciamos y por un tiempo hubo una amarga hostilidad entre ambos grupos. Los anarquistas que no entramos en este juego, somos quienes formamos el movimiento anarquista en Vancouver que existe hasta nuestros días. Respecto a los “anarquistas del NDP”, nos volvimos a hacer amigos después de un tiempo y ellos continúan siendo simpatizantes del anarquismo hasta nuestros días.
En retrospectiva, pienso que el liquidacionismo surgió porque la gente no tenía una concepción acabada del anarquismo. La experiencia de los sectarios, tan frecuente entre las sectas de izquierda, es una sobre-reacción en sentido contrario. Por lo demás, carecíamos de compañeros más experimentados que pudieran habernos ayudado. Estábamos empezando de cero, por así decirlo. No nos equivocamos en evitar ataques al NDP, pero nos equivocamos en no educar a nuestra militancia sobre las diferencias entre la socialdemocracia y el anarquismo.
1.Durante la campaña para derrocar a Allende, la CIA financió una huelga de conductores de camiones. Los sectarios de ese momento exaltaron la huelga como ejemplo de la "lucha de clases” contra los reformistas malvados de Allende.

Dirección:: http://www.alasbarricadas.org/noticias/?q=node/13166
Enlaces:[1] http://anarkismo.net/article/15916

jueves, 25 de febrero de 2010

ENTREVISTA A COLIN WARD (1924-2010)

LA MIRADA ANARQUISTA: CONVERSACIÓN CON COLIN WARD
David Goodway
Nacido en 1924, Colin Ward ha sido arquitecto, urbanista y pedagogo y ha escrito ensayos sobre filosofía, política y sociología. Desde muy joven ha venido colaborando con el grupo anarquista Freedom, posiblemente el colectivo libertario intelectual más importante del pasado siglo. En Freedom participaron en la difusión y actualización del pensamiento libertario gentes tan interesantes y capaces como Vernon Richards -del cual nos hemos ocupado anteriormente en nuestra revista-, Maria Luisa Berneri, Nicholas Walter, Herbert Read, George Woodcock, Alex Comfort… Desde la experiencia acumulada en sus ochenta años Colin Ward va repasando en una amplia conversación con David Goodway los diversos aspectos y avatares de su intenso compromiso político, a la vez que recuerda y rinde homenaje a sus compañeros de lucha. Lo que ahora publicamos es un extracto del libro Conversazioni con Colin Ward. Lo sguardo anarchico, publicado en Italia por Elèuthera a partir de la edición original inglesa.
¿Qué te atrajo de la idea anarquista en una época, los años treinta, en la cual el entusiasmo por el comunismo estaba en su apogeo?
No estoy seguro del todo de cómo conseguí no ser infectado de la idolatría por Stalin que afligía a la izquierda británica. Pero entre las publicaciones que se vendían en la librería anarquista de Glasgow, que yo frecuentaba, estaban los escritos de Emma Goldman y de Alexander Berkman. El mismo Frank Leech había impreso y publicado el panfleto de Emma Goldman Trotsky Protests Too Much (Trotsky protesta demasiado). Me habían impresionado muy pronto la obra de Arthur Koestler y la de George Orwell. Lilian Wolfe, una veterana de los primeros años de Freedom Press, había puesto mi nombre en la lista de destinatarios de varios periódicos de la disensión, como Politics, que Dwight MacDonald publicaba en 1944: todas aquellas publicaciones tenían un rasgo en común, la aversión respecto del estalinismo omnipresente en la prensa de la izquierda «regular». En 1944 Freedom Press había publicado el libro de María Luisa Berneri Workers in Stalin’s Russia (Trabajadores en la Rusia de Stalin), que conocería más reediciones en la posguerra y que sostenía que el criterio fundamental para juzgar cualquier régimen político era: ¿en qué condiciones se encuentran los trabajadores?, y según este criterio el régimen soviético era un desastre, con los mismos extremos de riqueza y pobreza del mundo capitalista. El libro se había editado en un momento en el cual, por acuerdo tácito, la prensa británica no criticaba a la Unión Soviética. Estoy seguro de que las generaciones posteriores no acabarán nunca de comprender hasta que punto las ideas marxista y estalinista habían condicionado las teorías de los intelectuales ingleses y europeos.
¿Cómo explicarías ese apasionamiento casi religioso?
Fue una especie de conversión para muchos: la búsqueda de certezas extremas. Quizás fue Orwell quien la definió «patriotismo desplazado», refiriéndose con esto a cuantos, habiendo abjurado de una lealtad incondicional al país de nacimiento, la aplicaban, como un esparadrapo, a otro país. Se observa bien en el decenio de la posguerra, en el cual los marxistas ingleses, desilusionados del estalinismo, ofrecieron su lealtad a la Yugoslavia de Tito y, desilusionados de nuevo, pasaron inmediatamente a la Cuba de Castro. No conozco armas capaces de vencer esta tendencia, excepto la del ridículo.
¿Cómo defines el anarquismo? ¿Eres socialista? ¿Tu ser anarquista incluye la concepción de los sindicalistas, de los individualistas, de los pacifistas…?
Para dar una definición del anarquismo siempre recurro a las palabras de apertura de un artículo escrito por Kropotkin para la undécima edición de la Enciclopedia Británica en 19051, en el cual explica que es El nombre dado a un principio, o a una teoría de la vida y del comportamiento en base a la cual la sociedad es concebida sin gobierno: la armonía en su interior se obtiene no por sumisión a la ley o por obediencia a cualquier autoridad, sino por libre acuerdo estipulado entre los varios grupos, territoriales y profesionales, constituidos con fines de producción y consumo, pero también para la satisfacción de la infinita variedad de necesidades y de aspiraciones de un ser civil.
Estoy totalmente de acuerdo con esta definición, que después Kropotkin extiende. Eso significa que soy, por definición, un socialista o aquello que Kropotkin habría definido como un anarcosindicalista. Pero del mismo modo subrayo siempre que existe un terreno común para personas que han llegado a un acercamiento al anarquismo a través de diferentes rutas. Creo que el grupo de Freedom Press de los años de la guerra reunió gente que expresaba todas las tendencias, y que ésta ha sido una característica de aquellos que han estado ligados a Freedom durante toda su historia. En realidad no me fío de los anarquistas que pasan su tiempo demoliendo la posiciones de otra facción anarquista.
Comprendo lo que dices, pero debo insistir en un aspecto. No veo ninguna referencia al socialismo (propiedad común de los medios de comunicación, de distribución y de intercambio) en la definición que has tomado de Kropotkin.
Porque la mayor parte de las versiones de socialismo que conocemos implican la actividad de un gobierno central o local. Pero el movimiento cooperativo supone en todo el mundo una multiplicidad de formas de propiedad común de los medios de producción, de distribución y de intercambio, sin depender del Estado.
Cierto, pero pienso que la definición de Kropotkin se atiene al específico campo del anarquismo y no del socialismo, aunque tenga bastantes implicaciones socialistas ¿En que relaciones estás, personalmente, con el sindicalismo?
Me parece que el control obrero de la producción es el único acercamiento compatible con el anarquismo, por eso soy automáticamente un defensor de los objetivos del sindicalismo. He visto a menudo como una minoría militante intentaba alimentar conflictos de importancia secundaria hasta hacerlos convertirse en luchas extremas, perdiendo inevitablemente el apoyo de la mayoría y consiguiendo que los obreros normales temieran la militancia. Los sindicalistas, como los novelistas y los sociólogos, tienden a sobrevalorar la presencia de las grandes fábricas fordianas, organizadas con precisión militar, en el sector manufacturero, cuando, como revelaba Kropotkin hace un siglo, el puesto de trabajo típico es el de una pequeña oficina. Quizás, cuando los sindicalistas consigan disminuir un cierto romanticismo histórico, sabrán explotar plenamente las nuevas tecnologías de la comunicación para combatir el capitalismo internacional a escala global.
¿Y el individualismo?
No es necesario que te diga que las personas más individualistas que he conocido estaban entre aquellas que rechazaban la ideología del individualismo y creían firmemente en el comunismo anarquista. No es una interpretación, sino una observación cotidiana.
¿Y el pacifismo?
También he podido observar a varias generaciones de anarquistas que han tenido posiciones diversas concernientes a la violencia y a la no violencia. Recuerdo a un simpatiquísimo viejo irlandés, un anarquista de los viejos tiempos, Matt Kavanagh, que repetía a menudo: «¡El problema de los pacifistas es que te golpearían con el puño en la nariz sin pensárselo dos veces!». Pero a quien considera ingenuo o simplista el pacifismo contemporáneo, le aconsejaría leer el libro de mi amigo Michael Randle, Civil Resistance, que discute los límites y la potencialidad de la acción pacifista.
Estoy seguro que George Orwell -quien durante la Segunda Guerra Mundial dedicó tanto tiempo a atacar la posición pacifista de amigos suyos como Alex Comfort y George Woodcock- observaba, pese a todo, que los más dispuestos a criticar la ideología de la no violencia son también aquellos que tienen más presente la naturaleza horrible, sórdida y arbitraria de la violencia.
Durante toda tu vida adulta has estado ligado a la misma casa editorial de Londres, Freedom Press ¿Quieres explicarme algo de su historia?
El primer número de Freedom salió en 1886, a cargo de una mujer extraordinaria, Charlotte Wilson, que mantenía correspondencia con Kropotkin y con su mujer, Sophie, pidiéndole que fuera a Inglaterra después que Kropotkin hubo salido de la cárcel en Francia, en enero de 1886. La notoriedad de él y la capacidad organizativa de ella produjeron una revista que retomaba la apuesta de la experiencia ginebrina de Kropotkin con Le revolté en 1878, y de la parisina de La Rèvolte, en 1885.
El periódico fundado entonces consiguió sobrevivir, pese a las irrupciones de la policía y las encarcelaciones durante la Primera Guerra Mundial, hasta 1928. En aquel año, Tom Keell, que había sido el inquieto director editorial desde 1907, dejó Londres con su compañera Liliam Wolfe para ir a la Whiteway Colony, una comunidad Tolstoyana de la Inglaterra occidental que, desde su fundación en 1898, se había convertido en hospitalario refugio de muchos anarquistas.
Keell continuaba publicando un Freedom Bulletin para los abonados que quedaban y, mientras tanto buscaba vislumbrar las señales de un reinicio de la actividad anarquista. Estas se presentaron en 1936, cuando fue interpelado por Vernon Richards, hijo de un viejo anarquista italiano trasladado a Londres, Emidio Recchioni (1864-1934), el cual tenía un conocido negocio de alimentación, el King Bomba, en el número 37 de Old Compton Street, en el Soho.
Vero, como se llamaba en realidad y como lo llamaban los amigos, había fundado una revista, Free Italy, que a partir de 1936 fue sustituida por Spain and the World. Y Tom Keell se felicitó del hecho de que fuera un nuevo espacio para albergar las ideas y los viejos opúsculos que había guardado. Cuando la Guerra de España se encaminó ya a su triste conclusión, en 1939, la revista volvió a cambiar de nombre, primero a Revolt y después a War cmmentary- for Anarchism, para después retornar a la cabecera original Freedom, en 1945.
¿Quiénes eran las personalidades más importantes de Freedom Press y cómo te han influenciado?
Las personalidades centrales eran sin duda Vero y María Luisa Berneri, incluso por el simple hecho de que participaban hacia tiempo en la redacción de la revista. Vero desde 1936, cuando tenía 21 años, y María Luisa desde su llegada a Inglaterra en 1937, cuando tenía 18 años, después que su padre, Camillo Berneri, había sido muerto en Barcelona.2 El conocimiento que tenían del movimiento anarquista internacional, de sus tendencias y sus principales exponentes, y la capacidad de utilizar otros idiomas hacían que sus opiniones fueran las más escuchadas.
Vero era un hombre fascinante y se dedicaba con deleite al arte culinario, preparando platos deliciosos con ingredientes simples. Había estudiado ingeniería civil y hasta su detención había trabajado en las construcciones ferroviarias. Era fascinante escucharlo cuando hablaba de trenes y estaciones, pero no ha escrito nunca nada con ese argumento. Desgraciadamente ha muerto, a los 86 años. Me ha apenado siempre no haber conseguido convencerlo para que escribiera sobre varios aspectos de su vida: sobre los niños urbanos, las vías férreas o la horticultura, respecto de todo lo cual tenía una experiencia directa y cosas importantes que decir.
Luego, inútil decirlo, todos estaban enamorados de María Luisa. Un famoso periodista inglés, Frances Partridge, la describe de esta manera, narrando una visita, hecha el 22 de enero de 1941, al escritor Gerald Brennan y a su mujer: «Tenían como huésped en su casa a una amiga, la anarquista italiana María Luisa, que se había casado con el hijo de King Bomba, el tendero del Soho. Creo que es la chica más bella que haya visto nunca, y su belleza se acompaña de una extrema dulzura, de una voz baja y ronca y de una evidente inteligencia». Y cuando Lewis Mumford, también autor de un estudio sobre las utopías, escribió la recensión del libro de María Luisa, Viaje a través de la utopia3 halló que era «un libro que solo una inteligencia audaz y un espíritu ardiente están en condiciones de producir».
Tengo poquísimos recuerdos personales de María Luisa. Recuerdo especialmente una ocasión en la cual habíamos comido juntos en un modestísimo restaurante griego, comiendo moussaka y discutiendo sobre la importancia de William Morris. Se comportaba como si aquella normalísima comida fuese una ocasión especial, como en efecto lo era para mí. La conocía solo hacia dos años y a menudo me he preguntado cuales y cuantos libros habría escrito, si no hubiese muerto trágicamente con solo 31 años, en 1949.
Otro miembro de la redacción de Freedom Press que contribuyó inmensamente en aquellos años fue George Woodcock. Había nacido en Canadá, en 1912, y lo habían traído a Inglaterra de niño. Y a Canadá retornó en 1949, destacando como uno de los más conocidos autores del país. Ante el estallido de la Segunda Guerra Mundial tenía una postura pacifista, en 1940 había publicado una revista de literatura, Now, y en 1942 había entrado en la atareadísima redacción de War Commentary.
Era de largo el más prolífico de nuestros polemistas, escribiendo una serie de panfletos en un campo en el cual la propaganda anarquista en inglés (y quizás en otras lenguas) era muy débil: el de la aplicación de las ideas anarquistas en aspectos específicos de la sociedad. Me atrajeron sus escritos porque entre ellos estaba el ensayo Railways and Society y un panfleto sobre el problema de los alojamientos Homes or Havels? Pero para mi tuvo sobre todo importancia su estudio sobre el regionalismo en una serie de artículos para Freedom (más tarde agregado, me parece, a su biografía de Kropotkin), donde relacionaba a los geógrafos racionalistas franceses como Reclús, a través de Kropotkin y de Patrick Geddes, con las tesis sobre descentralización de Ebenezer Howard, la Regional Planning Association of America y la obra de Lewis Mumford. George murió en 1995 en Vancouver.
John Hewetson (1913-1990) había llegado al anarquismo, pasando por el Forward Movement, nacido de la escisión de una asociación pacifista, la Peace Pledge Union, y había empezado a escribir en War Commentary en 1942. Ejercía como médico y en el momento de su arresto era médico jefe de traumatología en el hospital de Paddington. Salido de prisión, durante el resto de su vida ejerció como médico generalista en los barrios pobres de Londres. Estuvo entre los primeros en batirse por la contracepción gratuita y por el aborto y por mantener una actitud abierta respecto de los consumidores de drogas.
Philip Sansom (1916-1999) provenía de la misma zona de Londres que yo y enseñaba grafismo publicitario. Era ya objetor al servicio militar cuando, en 1942, descubrió a los anarquistas y a los surrealistas de Londres. En War Commentary y después en Freedom se ocupaba del mundo sindical pero dibujaba también viñetas de gran fuerza satírica. En la posguerra trabajó en la imprenta que imprimía la revista y recuerdo bien dos ocasiones en las que me telefoneó al trabajo para pedirme permiso para tirar copias de más de mis artículos para distribuirlos como octavillas desde su «palco» de orador en Hyde Park. Yo, es inútil decirlo, me sentí enormemente halagado por su petición, y aún lo estuve más cuando me pidió que escribiera el prólogo de su opúsculo Syndicalism: the worker’s New Step. La característica principal de su carácter era una generosidad sin reservas, y de él me quedan en la memoria las francas risotadas y las canciones improvisadas.
Cuando entré en la redacción de Freedom Press, de ella formaba parte también John Olday (1904-1977), las ilustraciones del cual para la revista se recogen en el volumen March to Death, donde se reúnen noticias y artículos del tiempo de la guerra elegidos por Maria Luisa Berneri. La primera edición del libro es de 1943, pero ha sido reeditado recientemente.
Olday había pasado la infancia en Hamburgo, su padre era inglés y su madre alemana (su verdadero nombre era Arthur William Oldag) y en la Alemania anterior al nazismo había formado parte de un movimiento juvenil similar al de los Wanderroget, participando después en la lucha contra el nazismo. Las autoridades alemanas no ignoraban sus actividades y aprovechó la doble nacionalidad para refugiarse en Inglaterra en 1938. Allí publicó su autobiografía, Kingdom of Rage y en 1939 se enroló voluntario en el ejército inglés. Cuando decidió desertar, otros compañeros del grupo de Freedom tuvieron la ingrata tarea de lanzar su fusil (un Lee Enfield de cañon largo) en el canal próximo sin dejarse ver.
Estuvimos los mismos meses en prisión por haber incitado a los soldados a quedarse con las armas. Olday era un hombre fascinante, que me explicaba anécdotas folclóricas sobre revolucionarios alemanes, como Max Hölz, y que me enseñó algunos acordes de guitarra. Al inicio de los años cincuenta John Olday emigró a Australia, pero después de veinte años volvió trayendo de gira a la escena gay inglesa y alemana un espectáculo de cabaret (…).
Los colegas de la redacción de Freedom han tenido una fuerte influencia sobre mi, no sólo en la interpretación del anarquismo, sino en tantos otros aspectos. No hay que olvidar que de los 18 a los 23 años había estado en el ejército, la mayoría del tiempo en lugares remotos, y procedente de esa nada me encontré en un ambiente que a mis ojos aparecía refinado y cosmopolita. Entre las nuevas alegrías que podía disfrutar estaba la de la comida, sobretodo la cocina italiana y francesa. Y obviamente, trabajando en el centro de Londres había hecho conocer a mis colegas del estudio de arquitectura el King Bomba, donde un siempre sonriente Eugenio Celoría suministraba a todos sugerencias gastronómicas mientras empaquetaba los manjares.
(…) pero, quizás, el rastro más profundo que me ha dejado el grupo de Freedom Press viene de su actitud de libertad y de apertura en los debates sobre sexo. No creo que ningún otro grupo político tuviese en su programa algo al respecto, y mucho menos los marxistas. El artículo de Maria Luisa Sexuality and Freedom publicado en la revista de George Woodcock Now (núm. 5, 1945) estuvo entre los primeros en abrir el debate en la prensa inglesa sobre las teorías de Wilhem Reich. Y John Hewetson fue un pionero, entre los médicos de sexo masculino, de la contracepción gratuita y del aborto voluntario. También él, como Maria Luisa, estaba interesado en las implicaciones sociales de las tesis de Wilhem Reich. Uno de sus colegas en el ambulatorio del servicio sanitario nacional en Londres era el doctor Robert Ollendorf, el cuñado de Reich […].
Explícame algo más de la cultura anarquista de los años cuarenta y cincuenta
En los años cincuenta se había pensado en constituir un círculo anarquista en pleno centro de Londres: al principio había uno alejado, en Holborn; no lejos de la librería de Freedom. En 1954 el círculo se trasladó, con el nombre de Malatesta Club, a Percy Street, en las cercanías de Totthenham Court Road, una zona en la cual cien años atrás se habían instalado muchos anarquistas alemanes, rusos e italianos. El mismo Malatesta había habitado allí, trabajando como electricista. El club albergaba conciertos de jazz tradicional y una larga serie de oradores interesantes. Lo que recuerdo con más placer son ciertas canciones satíricas, escritas y cantadas por Philip, que se acompañaba de un tambor hecho con una caja de cartón. Tras cuatro años el club fue obligado a cerrar a causa del aumento de los alquileres en el centro de la ciudad.
No se estilaba todavía ocupar edificios vacíos para hacer centros sociales (la única excepción era el Tenant’s Corner, un palacio ocupado en la zona sur de Londres, que durante veinte años ha ofrecido asesoría a los inquilinos de las casas comunales sobre los métodos para crear cooperativas locales).
Después, estaban las escuelas anarquistas y las Summer Schools…
Si, estaba la escuela progresista de Burgess Hill, en la zona norte de Londres, que entre el personal docente tenía a muchos anarquistas: Tony Weaver, Tony Gibson, Marjorie Mitchell. Por lo que recuerdo ahí se desarrolló la primera escuela anarquista estival, en 1947, seguida de otra en Liverpool en 1948 y en Glasgow y en la isla de Arran (en el estuario del río Clyde, en Escocia) en 1949. Varios años después uno de los anarquistas de Glasgow de mi generación, Robert Lynn, organizó una escuela estival anual en aquella ciudad.
Uno de los organizadores de la primera escuela de verano anarquista donde participé era el psicólogo Tony Gibson (1914-2001), que enseñaba en la Burgess Hill School, el cual continuó organizando campos de verano para niños y adultos de 1946 a 1957. En Londres, en efecto, entre los anarquistas había una vida social más bien intensa, pero quien debía utilizar los domingos para escribir artículos no tenía ocasión de participar en todas las iniciativas.
Para mi la persona más simpática entre los supervivientes de la generación anarquista precedente era Matt Kavanagh, un irlandés que, como Lilian Wolfe, había entrado en el grupo de Freedom antes de la Gran Guerra y que había conocido en persona a Malatesta, Kropotkin, Emma Goldman y toda una generación de míticos oradores anarquistas.
Dos chicos del lugar, Norman Potter y su hermano, que había tomado el seudónimo de Louis Adeane, se aproximaron al anarquismo gracias a Matt. Louis se convirtió en poeta y crítico, colaborando con la revista de George Wodcock, Now. En la inmediata posguerra me encontraba a menudo con él y su compañera, Pat Cooper, pero en 1951 se trasladaron a Cornualles y el pobre Louis murió, todavía joven, poco tiempo después.
Norman Potter se dedicó al diseño y a la producción de muebles. Es el autor del libro What is a designer?, considerado un texto fundamental en la materia. En los años cincuenta me encontraba a menudo con Norman y Caroline en la hospitalaria casa de los Hewitson, pero después lo he visto sólo a intervalos de diez años, cuando intentaba ablandarme para que hiciese el discurso inaugural a sus estudiantes de Londres, Bristol o Plymouth. Cuando murió, en 1995, las necrológicas pusieron en evidencia la deuda que tenía, como yo, respecto del grupo de Freedom Press.
En mi papel de divulgador anarquista hace muchos años que me intereso por la sociología de los grupos autónomos y el de Freedom Press, como lo conocí en el inicio, me parece un ejemplo interesante, en cuanto contaba con una sólida red interna, basada en la amistad y en compartir las competencias, y en una serie de redes externas de contactos en diversos ambientes.
Uno de ellos, gracias a John Hewetson, era el de la experimentación en el campo de la medicina social, con el centro sanitario de Peckham, en la zona sur de Londres; otro atañía a la experimentación didáctica, con la Summerhill School de A. S. Neill, donde Maria Luisa hizo una serie de fotografías, y con la Burgess Hill School.
Precisamente en la Burgess Hill School conocí a Herbert Read, que era uno de los directores de la escuela. Sus Poetry and Anarchism, publicado en primera edición por los TIPI de la Faber en 1938, y The Philosophy of Anarchism, publicado por Freedom Press en 1940, están entre aquellos textos fundamentales, la influencia de los cuales empujaron a definirse anarquistas a tantos de mi generación y alguno más anciano que yo. Lo que es válido para variados lectores suyos, incluido Murray Bookchin.
En los años treinta, cuando Philip Samsom era todavía un estudiante en West Ham, él y sus compañeros se impresionaron mucho por la lectura del libro de Read Art and Industry, publicado en 1934. Poco antes de que Philip muriese le había enviado la colección de ensayos de Read que tu preparaste, Herbert Read Reassessed, y me telefoneó para confirmarme que cuando, en 1943, había entrado en el movimiento libertario se había sorprendido de que su maestro de diseño era un defensor de la anarquía.
A Alex Comfort lo conocí en 1946, cuando todavía estaba en el ejército, aunque ya libre de participar en las reuniones del domingo por la noche del London Anarchist Group. El encuentro con George Orwell llegó mientras bebía un té en la Holborn Hall de Grays Inn Road, cuando George Woodcock lo convenció para intervenir en una reunión para pedir la liberación de aquellos desafortunados exiliados españoles prisioneros en Francia, primero por los alemanes y después por los ingleses e internados aún en un campo de concentración en Lancashire.
Read y Comfort eran los anarquistas ingleses más conocidos en la época ¿Qué impresión te producían como personas? ¿Y qué opinas de su obra?
Read era un tipo tranquilo y gentil, pero cuando nos cruzábamos evitaba dirigirme a él porque sabía que era importunado continuamente por aspirantes a poeta y novelista que solicitaban su ayuda para publicar sus obras noveles. A mi sólo me interesaba pedirle permiso para publicar el texto de una transmisión radiofónica en Freedom Press o en Anarchy.
Apreciaba a Read porque su actividad de promoción del anarquismo llegaba a un público mucho más vasto que el que la mayor parte de nosotros nunca podría soñar. Su Education through Art4, junto al opúsculo publicado por Freedom Press, The Education of the free men, eran importantes no tanto por el contenido sino porque daban un referente de todo respeto a los enseñantes que, ya ellos mismos luchaban porque se reconociese el rol del arte en la educación. Hasta finales de los años setenta he llevado a cabo (entre otras cosas) la tarea de difundir el recurso de la expresión artística en la educación ambiental y he podido verificar que los escritos de Read gozaban todavía de una alta consideración en el campo intelectual.
Las relaciones con Alex Comfort eran más simples, porque tenía un carácter alegre y bromista. Como sabes, su primera toma de posición pública a favor de la libertad sexual se encuentra en el libro que le había publicado en 1948 Freedom Press, Barbarism and sexual Freedom, basado en las conferencias que daba en el London Anarchist Group. Ningún lector actual puede hacerse una idea exacta de lo sofocante que podía ser el clima sexual en aquellos días, incluso para quien llevaba una vida normal, y le sería difícil valorar completamente la sutil inteligencia de Comfort, que recurría a la ironía para desnudar y desmontar los comportamientos autoritarios. Para mi ha sido importante el método abierto con el cual nos ilustraba a todos nosotros de los temas centrales de la sociología.
No he dicho nada de Read y Comfort como novelistas y poetas, porque su importancia, en mi opinión, está en los textos que han afrontado temáticas sociales y no en las «obras de creación».
Pero si entré a formar parte de la serie de redes de relaciones y de debate que les incluía también a ellos lo debo, en el fondo, a la iniciativa que un Vernon Richards de veintiún años había puesto en marcha a finales de 1936 para hacer renacer la prensa anarquista en Londres. En el número que celebraba los cien años de Freedom, Philip Sansom escribió:
«Si Richards no hubiera sacado a la calle Spain and the world, toda la historia del movimiento anarquista inglés moderno hubiera sido, no digo diferente, sino inexistente, porque es de aquella primera simiente que nació. Y el movimiento actual, con todas sus ramificaciones, se ha desarrollado en gran parte gracias al grupo inspirado por Freedom Press».
BIBLIOGRAFIA EN CASTELLANO SOBRE AUTORES DEL GRUPO FREEDOM
BERNERI, Maria Luisa
• Viaje a través de la Utopia. Ed. Proyección. Buenos Aires, 1968.
COMFORT, Alex
• Autoridad y delincuencia en el estado moderno. Ed. Americalee. Buenos Aires, 1960.
• Los fabricantes de angustia. Ed. Granica. Buenos Aires, 1970.
• Naturaleza y naturaleza humana. Ed. Proyección. Buenos aires, 1969.
• Darwin y la mujer desnuda. Ed. Seix Barral. Barcelona, 1965.
READ, Herbert
• Anarquía y orden. Ensayos sobre política. Ed. Tupac, Buenos Aires, s/f.
• Al diablo con la cultura. Ed. Proyección. Buenos Aires, 1965.
RICHARDS, Vernon
• Enseñanzas de la Revolución Española. Ed. Belibaste. París, 1971 y Ed. Campo Abierto. Madrid, 1978.
• Malatesta Vida e Ideas. Ed. Tusquets. Barcelona, 1975.
WALTER, Nicholas
• Acerca del anarquismo. Incluido en Anarquismo hoy. Ed. Proyección. Buenos Aires, l972 . Ruta. Caracas, s/f.
WARD, Colin
• Esa anarquia nuestra de cada día. Ed.Tusquets. Barcelona, 1982
• La libertad de circular. Después de la era del motor. Incluido en Contra el automovil. Ed. Virus. Barcelona, 1996.
WOODCOCK, George
• Anarquismo. Ed. Ariel. Barcelona, 1978.
• El principe anarquista (en colaboración con Ivan Avakumovic). Ed. Jucar. Gijón, 1978.
• Gandhi. Ed. Grijalbo. Barcelona, 1978.
1 Incluido en la selección que elaboró Roger Balwin y que fue publicada por Tusquets, en 1977, con el título Folletos Revolucionarios.
2 Camillo Berneri fue asesinado en Barcelona durante los sucesos de mayo de 1937 por agentes comunistas.
3 Editorial Proyección. Buenos Aires, 1968.
4 Educación por el arte. Ed. Paidós. Barcelona, 1978.

http://www.theyliewedie.org/ressources/biblio/es/Goodway_David_-_La_mirada_anarquista_conversacion_con_Colin_Ward.html

domingo, 21 de febrero de 2010

Colin Ward o como construir la anarquía hoy (1924-2010)



Colin Ward, el gran anarquista, académico y periodista británico, ha muerto el 11 de febrero.

Ward fue siempre atento a las formas como la sociedad ya funciona cooperativamente, y nos incitó a entender tales impulsos y experimentos como un potencial latente para el anarquismo. Algo de lo que usualmente pasa como enfoques de sentido común de la educación, arquitectura u organización social son temas que Ward tocó en su trabajo y desde entonces está en nuestra conciencia popular. Muchos de nosotros hemos sido tocados por la obra de Ward, a veces sin siquiera darnos cuenta.

Ward ciertamente creía que existen tiempos y lugares donde se debe enfrentar al estado, pero el suyo era un anarquismo que era al mismo tiempo constructivo, creativo e inmensamente práctico. Logró llamar la atención de mucha gente fuera del movimiento anarquista.

Después de la II guerra mundial, Colin se aproximó al legendario semanario Freedom (creado por Kropotkin, a fines del S XIX y hasta hoy pervive –http://www.freeedompress.org.uk/), donde contribuyó periódicamente. Sus tempranos reportajes periodísticos se referían al movimiento okupa británico de los años 40’s, que para consternación del gobierno laborista, miles de trabajadores respondieron a la escasez de vivienda, tomando y adaptando bases militares en desuso. Ward los veía como un ejemplo de lo que posteriormente llamaría “anarquía en acción”: autogestión directa y cooperativa.

Entre 1961-70, Colin Ward editó Anarchy, seguramente la más interesante revista teórica anarquista publicada en Reino Unido. A través de la revista, Colin maduró las ideas que culminarían en su libro “Anarchy in action” (1973), uno de los fundamentales en su obra.

Todas las sociedades, afirmaba Colin Ward, son plurales; ellas resuelven problemas y satisfacen necesidades, utilizando una variedad de mecanismos. Usan técnicas comerciales y de mercado; usan la autoridad y técnicas burocráticas y directivas, y también utilizan técnicas mutualistas, de ayuda mutua y de cooperación autogestionada.

“Anarquía” para Colin es simplemente cualquier espacio social en la que las técnicas de mutualidad predominan; un espacio social en el cual la gente entra (y sale) libremente; se relacionan como iguales; y hacen algo creativo para resolver un problema, satisfacer una necesidad o solo disfrutar de la creatividad en si misma. Y el objetivo del anarquismo es intentar empujar e impulsar a la sociedad en la dirección de mayor anarquía en este sentido.

Así, Colin enfatizó que la anarquía en los hechos ya está en gran parte de nuestro mundo social, incluyendo las diversas formas asociativas, mutualistas, igualitaristas y de espacios sociales cooperativos. Y su propaganda frecuentemente estaba orientada a mostrar como algunos problemas sociales relevantes podrían ser mejor enfrentados con técnicas de auto ayuda libre y cooperativa.

En el tema de la vivienda, Ward fue crítico de los esfuerzos estatales británicos, liderizados por especialistas en vivienda provenientes de la clase media, para proveer vivienda a las clases trabajadoras. En este contexto, apoyaba las experiencias de la izquierda alternativa de cooperativas autogestionadas, como las cooperativas de inquilinos, así como proyectos autoconstruidas y la “okupación”. Señaló repetidamente la ilógica de los gobiernos locales, a menudo controlado por los laboristas, que preferían destruir viviendas sociales no utilizadas que permitir sean ocupadas por los “okupas”.

Por otro lado, Colin Ward se oponía fuertemente al perfeccionismo anarquista, la visión de que la anarquía debería ser para “todos o para nadie”. Su concepción de la anarquía y el anarquismo le permitía presentar la anarquía no como el “todo o nada” sino en términos de “más o menos”.

Asimismo, estuvo profundamente interesado en la ciencia social empírica. La disponibilidad de técnicas anarquistas para atacar los problemas sociales, era para Ward, una hipótesis de trabajo, que debía ser validada por la investigación.

Su propia investigación gradualmente tomó un carácter histórico, al buscar documentar y explorar la forma como la gente ordinaria ha realizado usos “no oficiales” de su medio ambiente. Ward ponía especial énfasis en la creatividad de la gente ordinaria y las formas como usamos la energía inventiva para transformar nuestros ambientes. No tenía problemas en imaginar una sociedad inmersa en la libertad y el orden espontáneo, porque sabía que la libertad y el orden espontáneo era lo que sostenía a la sociedad en primer lugar, aun si a veces debía tomar una forma atrofiada.

Uno se sus libros más influyentes y leídos es “the child in the city” (el niño en la ciudad -1978), donde expresa amorosamente la forma como los niños realizan sus propios usos creativos de los ambientes urbanos con los que son confrontados.

Colin realmente apoyó la confluencia de dos tradiciones; por un lado, él fue formado por la tradición teórica del anarquismo, conocía a los clásicos, especialmente el texto de Kropotkin “Campos, fábricas y talleres”. Por otro, Ward estaba también animado por las difusas tradiciones de las clases trabajadoras y tradiciones autogestionarias para hacer que las cosas funcionen, para hacer el mundo mejor en una forma simple, pero medible. Buscó llevar estas tradiciones al diálogo, para su mutuo beneficio.

Los temas sobre los que Ward escribía –anarquismo, vivienda, ambiente, transporte, arquitectura, usos no oficiales del espacio, la educación de los niños- estaban siempre lleno de ejemplos positivos de la forma como la gente vive ahora, y la manera como podemos vivir en el futuro. Muchos veían en él la evidencia que había más vida que la protesta permanente; como Gustave Landauer, Colin consideraba que el estado es una relación y de lo que se trata es construir otro tipo de relaciones sociales, y con Paul Goodman estaba de acuerdo cuando este observaba que 'una sociedad libre no puede estar en la sustitución por un "nuevo orden" del viejo orden; ella debe ser la extensión de la esfera del libre actuar, hasta que haya cambiado la mayor parte de la vida social'.

Sociedad de Amigos contra el Estado

Elaborado en base a los siguientes textos homenaje:

NN (2010) Colin Ward: pioneer of mutualism; http://www.nextleft.org/2010/02/colin-ward-pioneer-of-mutualism.html.
Walke, Jesser (2010) Colin Ward, RIP; http://reason.com/blog/2010/02/17/colin-ward-rip
Tonkin, Boyd (2010): The good life of a gentle anarchist; http://www.independent.co.uk/arts-entertainment/books/features/boyd-tonkin-the-good-life-of-a-gentle-anarchist-1903818.html