viernes, 26 de febrero de 2021

El Anderlecht y el “Gordo” Soriano -César Soto Santiesteban-

 

  

In memorian Yves Froment (+)

Poeta belga

 

 Hace algo más de un año, un día sábado en la tarde, por esas suertes de la vida, me tocó ver parte importante de una entrevista del “Negro” Fontanarrosa al entrañable escritor argentino Osvaldo Soriano, ya finado para entonces, en un canal argentino. El popular “Negro” Fontanarrosa, narrador, cuentista y uno de los emblemas del cómic argentino (Inodoro Pereyra, Boggie el Aceitoso), monopolizó un poco la charla porque, además, es un impenitente hincha de Rosario Central (la mejor camiseta de la Argentina, después de Boca y Chacarita) y gran conocedor del fútbol.

 No sé por qué azares esa tarde no estaba con la libertaria pandilla salvaje de mis amigos, disfrutando del habitual encuentro sabatino post-fulbito, en “El Solar”.  Fiel a la causa y al ritual, estaba tomando unas chelas en mi propia –no aconsejable, por larguera- compañía. Seguramente los menesteres familiares y la férula femenina habían complotado aquella tarde de sol y paz de aldea contra el cometido de la tertulia fraterna, contingencia que fue debidamente recompensada con la entrevista que paso a contar.

 Luego de hacer un largo repaso literario-futbolero (sus novelas, el amor por San Lorenzo de Almagro…), el “Negro” le pregunta al “Gordo” qué le parecía el fútbol belga, dado que era conocido que el “Gordo” viajaba con frecuencia a Bruselas, que además de tener las mejores cervezas del mundo (lo dijo el “Gordo”), tenía la calurosa y entrañable compañía de un amigo belga. Momento en el cual supe inmediatamente que se trataba de Yves Froment. Poeta enamorado de las muchas lenguas que vivía, hablaba y escribía, entre ellas la nuestra.  Cinéfilo patológico y semiólogo del cine, publicó un par de extraordinarios ensayos sobre Buster Keaton y Chaplin.  Fundador de  “TXT” la  revista de la vanguardia literaria belga de los 70’s,   Yves, entrañablemente solidario y atado al destino militante latinoamericano que le arrebató en Teoponte a uno de sus grandes amigos, el Chino Navarro;  infatigable night-walker de la conversación por su cariño a Johnny, en sus versiones negra y roja;  Yves  nuestro lowriano  cónsul, maestro y amigo que  vivió al menos  dos de sus vidas en Cochabamba -en los 60 y en los 90- los últimos años felices de su vida dando clases de cine y semiología.  De pronto surgió,  como un relámpago de Urzagasti,  la constatación de que un muerto me  hablaba de otro muerto y me dio un brinco en el corazón e inflamado por el bermejo del alcohol, me brotaron las lágrimas.

 Yves le había hecho conocer el fútbol belga llevándolo, obviamente, al estadio a beber schnaps y cerveza, una tras de la otra de un saque, dizque para combatir el inmisericorde clima, muy plausible con los fríos de esa ciudad brumosa donde llueve nueve meses al año. Y ahí, como buen hincha,  lo invitó a ver un partido del Anderlech, que tuvo una época de gloria a mediados de los setentas donde ganó dos Recopas europeas y posteriormente, y a inicios de los ochentas,  una copa UEFA, equipo  en el cual jugaba el mítico Bobby Rensenbrink, puntero izquierdo holandés –recordarán- que estrelló un disparo en el poste de Fillol a los 90 minutos cuando iban uno a uno con los gauchos, en la final mundial del 78, enmudeciendo el Monumental. Uno de los hijos de Yves, Alex, un  zurdo extraordinario, llegó a jugar inclusive en la primera juvenil del Anderlecht, mauve et  blanc.

 El “Gordo” Soriano no dijo su nombre pero yo sé que se trataba  de Yves, porque Yves me contó que eran grandes amigos y se visitaban con mucha frecuencia  entre París y Bruselas, cuando todavía el escritor argentino hacía sus primeras armas y vivía en la luminosa pobreza de un exilio verdadero. La historia de la camiseta de San Lorenzo clavada en su pared ( no sé si era la camiseta del Lobo Fischer…) y sus angustias de fin de semana para conocer los resultados del Metropolitano argentino lo desvelaban. El “Gordo” acechaba de madrugada -cerca de las oficinas de los periódicos- los cables de Reuter con los resultados del fútbol para alegrarse o rabiar la suerte esquiva del equipo de sus amores, que incluso llegó al descenso. Bueno, todo ello y otras cosas más, me contó el Yves de Soriano.

 Nacido en Namur, Bélgica, el año 1938, hace un poco más de tres años murió Yves Froment Debroux, en su cuartito, en Bruselas, triste, solitario y final, como el nombre de la novela del “Gordo” Soriano, quien, premonitoriamente, escribió este título para la oscura tumba donde yace un amigo, en el cementerio de Ixelles.

 Quiero recordarlo junto a uds. con un poema suyo, un haikú, del cual era un experimentado cultor

 

                                    Voces de mi infancia,

                                    Os escucharé

                                    Más allá de mi muerte

       

César Soto Santiesteban

Agosto 2006

IMAGEN: Anderlech de 1975-76, donde jugaba Bobby Rensenbrink

Yves Froment (1939-2003)

 



 

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