jueves, 16 de mayo de 2013

Jugando sobre las rodillas de Malatesta: "es suficiente el olor del poder para corromper". Una charla con Luce Fabbri (1908-2000)

"Era chica, apenas tenía cinco años, pero conservo el recuerdo de este hombre de densa barba, que vino una noche a visitarnos, y pasó horas jugando con nosotros, los niños. Traía un mecano como regalo. Ese mismo día había salido de la cárcel: se llamaba Errico Malatesta".

Luce parece feliz al evocar ese encuentro: fragmentos de su existencia, apasionantes pasajes de su apasionante camino por la vida. La escucho a mi vez embelesado, tratando de no perder ningún matiz de esa voz que parece llegar de lejos. Conocí Luce Fabbri a través de sus escritos, durante una investigación sobre "Volontá", la revista teórica de los anarquistas italianos. Trataba de profundizar en los años de la fundación, y la sucesiva tentativa de relanzar el movimiento en Italia. La Segunda Guerra Mundial había terminado hacía poco, y los anarquistas volvían de las prisiones y del exilio, que durante más de 20 años los habían mantenido lejos. También Luce pensó entonces en volver, "pero la salud...". Un compañero que conocí en su casa, al comentar su primer encuentro con ella sesenta años atrás, recordaba: "nos pareció increíblemente culta y profunda, y comía como un pajarito. Estaba tan pálida que daba la impresión de que no iba a estar mucho tiempo entre nosotros". Sin embargo, el mes de julio, Luce cumplió 92 años.

Los escritos de aquel tiempo impresionan por su forma resuelta y aguda, su determinación a sustraerse de las categorías del inevitable lugar común, aún libertario. En las largas tardes trascurridas con la cabeza gacha sobre la revista, buscaba el hilo de Ariadna que me ayudara a escapar de las limitaciones de la reconstrucción historiográfica. Trataba de extraer de aquellas voces del pasado sugestiones para inventar futuros posibles. Y del futuro, y de la posibilidad de despertar nuestras existencias soñolientas y saturadas, de ese tiempo lejano deseaba hablar con Luce.

En realidad la charla comenzó unos meses atrás en Milán, en la redacción de "A Rivista anarchica". Encontré a Pablo Finzi, coordinador del mensual, poco antes de salir hacia Brasil, y empecé a hablar con él, desahogando sobre su imparable activismo la vena escéptica que me atormentaba: "Los anarquistas me parecen demasiado apegados a su fascinante pasado", le dije. "La vida, los nuevos fermentos, están en la calle; diferentes y mutables, pero reales". Hablaba, y en mi hablar, insatisfacción y dolor se hacían palabra. "De nada sirve catalogar lo que es, o mejor lo que parece, ser 'libertario'. Los movimientos juveniles, por su naturaleza, son imposibles de asimilar y son frecuentemente contradictorios. El Hip-hop es un buen ejemplo: un crisol de pasiones y deseos que se transmutan cotidianamente en arte callejero". Y bajo la mirada más inquieta de Pablo, arrojaba la piedra: "Los anarquistas deberían dejar de lado un poco sus maravillosas arquitecturas teóricas y ensuciarse más las manos…".

Pablo me aconsejó reflexionar, precisar mi pensamiento y escribir sobre él. Pocos días después, el polvo y los gritos de esta vital América Latina. El olor agrio de las dictaduras de los años 70 y 80 detrás de los actuales compromisos de los políticos de las renacidas democracias. Sin Tierra, Zapatistas y movimientos indígenas, caras y palabras; un accionar a años luz del triste fideísmo de los bolcheviques que esperaba encontrar. Me uní a los anarquistas uruguayos en la Avenida de Montevideo: "¿Dónde están los desaparecidos?".

Y aún Luce: "Estoy contenta porque lo que acontece confirma que nosotros teníamos razón. En Uruguay, como en todos lados, la izquierda se ha acercado al poder, perdiendo sus características originarias y asimilando aquello que quería combatir. Es suficiente el olor del poder para corromper. Pienso en los revisionistas anarquistas, como Machno con su Plataforma, orientados hacia la toma del poder durante el brevísimo periodo necesario para cumplir… Nosotros no debemos acercarnos al poder".

 

"Aún en la gestión de cualquier estructura emerge un carisma, capacidades, lideres…".
"Lo importante es sentir adentro que el poder no se quiere, de lo cual estoy segura en lo que respecta a mí misma y a los compañeros que conozco; es cierto que pueden haber compañeros más débiles...".

"¿Cuál es la diferencia entre el poder y la autoridad reconocida al líder de un grupo?".
"Somos seres humanos que no tienen una defensa, una coraza interior para protegerse de sus pulsiones. Se trata de un proceso: pequeñas laceraciones y concesiones, algo intangible. No suele pasar que de repente nos percibamos autoritarios: sos seguro de vos, y como te sentís seguro, podés llegar a aceptar otra y otra laceración. De esa manera te encuentras entrampado en un engranaje y empezás a decirte: 'No es el momento: qué pasaría si pierdo ahora el poder …'. Y te respondés: 'pues no, no lo voy a dejar". Así, paso a paso se difuminan los ideales: creo que existe una gran diferencia entre el ejercicio de un gobierno provisional y decir claramente 'no quiero el poder', aún a condición de sufrir el de otro. Es preferible tener un pie ajeno en la cabeza, que poner el propio sobre la cabeza de otro".

"¿Estabas pensando acaso en la Revolución Española?".
"Sí, pensaba en ella; y en Federica Montseny y su recorrido. Los anarquistas pasaron teóricamente por el poder…".

"¡Pero, si fueron ministros!".
"Sí fueron ministros, pero no podían hacer mucho…".

"Quizá más en Cataluña...".
"Sí, yo creo que quien tuvo realmente el poder y lo ejerció fue Santillán. Santillán fue muy, muy anarquista y llegó un momento en el cual en Cataluña los anarquistas prevalecieron. La CNT era muy fuerte y Santillán era su representante. Pero el gran golpe recibido por el anarquismo contemporáneo fue el Ministerio de los Cuatro, y no fue tan grave la presencia de Federica al Ministerio de la Sanidad, donde algo de bueno se pudo hacer. García Oliver tenía nada menos que el de Justicia".

"Entonces, ¿los anarquistas no deberían haber aceptado?".
"Estábamos en guerra; ese fue un motivo muy fuerte. Franco estaba ganando, los compañeros estaban atrapados en el sur; si las cosas no hubieran cambiado, pronto hubieran sido obligados a concentrarse en Alicante, con la única perspectiva de intentar embarcarse al exterior. Ellos se convencieron de que, para no perder la guerra, era necesario actuar de aquella manera. Los jueces de la situación eran ellos, y no los que se quedaron cómodamente en sus casas, pero sigo convencida de que no hubieran debido aceptar".

"Me viene a la mente una parábola de Gandhi sobre la necesidad de hacer compromisos con la propia conciencia cuando se trata de evitar grandes males. Si en mi pueblo veo el carnicero salir de su tienda amenazando con un gran cuchillo, deberé tratar de pararlo. Y si él, fuera de sí, empieza a lastimar y matar a la gente, deberé intentar pararlo, y para eso puede que sea necesario actuar con violencia. Este punto de vista evidencia la esterilidad de los dogmatismos y el valor de la acción. Una postura de coherencia absoluta puede conducir a la parálisis…".
"El ejemplo de la votación me parece emblemático. La repugnancia al voto para los anarquistas se convierte en un dogma de fe. Nosotros no queremos delegar nuestra soberanía, la queremos ejercitar directamente, aunque a veces se pueda llegar a conseguir algo con el voto. Lo importante es no presentarse como candidato; votar o no votar, no veo que pueda influir.

"Sos una gran herética…".
"Yo generalmente no voto, pero una vez lo hice".

"Yo, en cambio voto, cosa que horroriza a mis compañeros anarquistas, y voto en función del mal menor".
"El rechazo al voto es un prejuicio; creo que jamás hemos sido partidarios del mal menor: o todo o nada. Pero suele ocurrir que cuando se quiere todo, no se obtiene nada".

"En la historia reciente del movimiento se me ocurre la tentativa de Masini en Italia, que se propuso como candidato a las elecciones administrativas, lo que produjo contraposiciones muy duras, y posturas que recuerdan a excomunicaciones. Otro ejemplo es el de Cesare Zaccaria, por muchos años redactor de Volontá. En la mitad de los años 50, se acercó al liberalismo del cual provenía. También en ese caso se produjo una suerte de condena y luego Zaccaría fue definitivamente borrado. ¿Qué piensas de esta dura postura en las confrontaciones de las opciones que se alejan de los fundamentos del anarquismo, o que se desvían de él?".
"Si alguien se presenta como candidato y acepta un encargo institucional como anarquista, crea confusión en la mente de la gente. Es necesario tomar una posición para evitarlo y para que se vuelva a respetar el significado de las palabras. Pero hace falta ver un poco mas allá; en la resistencia contra los nazis acontecieron las cosas más extrañas. Bifolchi fue elegido alcalde de un pequeño pueblo en el sur de Italia".

"También Ugo Fedeli, quien fue exiliado en Uruguay en los años 30 y después expulsado, se encontró en la mima situación".
"De Fedeli no sabía. Pero fue un momento de extrema confusión -la guerra, los partisanos- lo cual es parte de la historia del movimiento".

"Después de la confusión resurgieron las corrientes. ¿Cómo viviste las infinitas diatribas internas de aquel periodo?".
"Yo a los individualistas nunca los entendí. No comprendo cómo pueden sostener una visión del futuro sin considerar al hombre como un ser social. El hombre no puede concebirse sin el lenguaje, que es de todos y nos vincula los unos a los otros. El lenguaje es el sedimento de una sociedad, y nosotros somos la síntesis de muchos esfuerzos colectivos".

"Una pregunta un poco provocativa: la agresividad es fruto del miedo...".
"Y También de las ganas de poder".

"Y también de las ganas de poder; pero si se considera la historia del movimiento me sorprende la vehemencia del conflicto entre las distintas facciones. ¿Si entre ellos son y fueron tan agresivos, de qué tienen miedo los anarquistas?".
"Creo que este es el argumento más fuerte en contra de la anarquía. 'Si nunca están de acuerdo entre ustedes, ¿cómo van a poder hacer funcionar una sociedad sin autoridad? Es difícil discutir reconociendo la buena fe del adversario, pero es la única vía".

"Volvamos al miedo de los anarquistas. Pienso en la "Adunata dei refrattari", pero también en polémicas y tomas de posición más recientes. ¿Cuántos compañeros mojaron la pluma en el veneno…?".
"Cuando aún se hacía. Pero contestá vos, que dijiste que la agresividad es fruto del miedo…".

"Tal vez el deseo de imponerse sobre la opinión del otro, de sentirse más fuerte y seguro; el problema es la autoestima…".
"No se dan cuenta: apenas en las reuniones uno habla un poco mejor, consigue convencer mejor, adquiere una posición, una tarea especial, y la defiende. No deja hablar más a los otros, y también ésta es una forma de poder. Es inevitable, somos todos personas, sometidos a nuestros instintos".

"Votaciones, líderes, agresividad latente, miedo y deseo de poder son temas que encontraste en tu trayectoria, y que caracterizan el presente. El pasado, como sostenían ustedes en "Volontá", deja de tener sentido si no se vive como estímulo para la acción y el cambio. Aparece entonces un tema fundamental: la capacidad del anarquismo contemporáneo de recoger e interpretar fermentos y señales concretos. ¿Para vos, los anarquistas saben todavía escuchar?".
"No sé si en el nuestro campo se han evaluado suficientemente los cambios ocurridos en la estructura social, y más concretamente los efectos de la venida a menos del proletariado como clase mayoritaria y consciente de sí misma. Me pregunto si nuestros métodos se habrán sabido adaptar realmente a una situación tan nueva. No se puede hablar más de insurrección: se vuelve importante el pequeño paso, la victoria circunstancial. Creo estar aún en deuda con "A Rivista" por una respuesta a una entrevista que me hicieron hace mucho tiempo, en la que me definí partidaria de las cooperativas. Estoy convencida de que el cooperativismo, bien entendido, constituye un paso adelante. A pesar de que sea un sistema corrompible y accesible a las deformaciones del mercado, se basa en un principio fundamental: el de la solidariedad".

"¿Para vos, la competencia es un anti valor?".
"En un régimen capitalista es la raíz de la violencia: es un anti valor".

"¿Cómo evalúas entonces el componente "experimentalista", que reconoce en la competencia entre diferentes sujetos económicos como cooperativas, pequeñas empresas y artesanos una condición de desarrollo social?".
"Mi padre era experimentalista, y yo también. Una economía solidaria, así como una economía capitalista, puede ser llevada a cabo de distintas formas. Pero sin embargo cuando mi padre decía 'se experimentaran los varios sistemas' se refería al ámbito socialista".

"El tema del experimentalismo evoca a Camillo Berneri…" .
"Si la memoria no me engaña, mi padre sostenía que Berneri estaba 'navegando en aguas peligrosas', pero, en particular en los últimos tiempos, la idea de la experimentación libre lo fascinaba".

"Para terminar, un pensamiento sobre los años que nos esperan".
"Yo creo que la frontera entre presente y pasado está representada por Hiroshima. Todo lo que fue escrito antes debería ser revisado en función de la muerte atómica. Alrededor de Los Álamos se produjo recientemente un incendio, lo cual me parece una metáfora. El capitalismo, aunque ahora manifieste señales de crisis, es un animal duro de morir, pero capaz de profundas mutaciones, las cuales en la era de la globalización, van empeorando la situación de la gente. Los anarquistas lograrán comprender el cambio que se está produciendo. Adecuando los instrumentos al nuevo contexto, llegarán a una renovada concepción de la revolución social, que podría situarse en una perspectiva cercana a la del Movimiento Sin Tierra".

(18 de mayo de 2000. Montevideo, Uruguay)
Massimo Annibale Rossi Traducciòn: Massimo Annibale Rossi y Dìdac Sanchez Costa



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