viernes, 15 de abril de 2016

El naufragio de San Simón. Crisis institucional y corporativismo en la universidad pública

Jorge Komadina Rimassa

En 2015, la Universidad Mayor de San Simón (UMSS) vivió uno de conflictos más prolongados, complejos y dramáticos de su dilatada historia. El problema comenzó el 7 de abril cuando el Consejo Universitario aprobó la Resolución 01/2015 que titularizó a los docentes extraordinarios, obviando el requisito del examen de competencia previsto por su estatuto orgánico. Esta medida fue contestada por la Federación Universitaria Local por medio de marchas, huelgas de hambre y sobre todo por la ocupación del campus universitario que impidió el desempeño normal de las actividades académicas por más de cuatro meses. Uno de los saldos trágicos del conflicto fue la muerte cerebral del estudiante de agronomía John Copaga como consecuencia de una desastrosa intervención policial. El 1 de agosto, el Consejo Universitario dejó sin efecto la aplicación de la mencionada Resolución y los estudiantes levantaron sus medidas. No obstante, de acuerdo al argumento que expondré a continuación, el conflicto de la titularización docente fue apenas el factor desencadenante de una profunda crisis institucional, cuyas causas estructurales  pueden objetivarse en varios planos.

1.      A diferencia de otras situaciones que se produjeron en el pasado, la crisis de 2015 no estuvo determinada por la confrontación entre la universidad autónoma y el gobierno: las causas de la crisis son predominantemente internas. Recordemos que en el pasado la identidad de la universidad se definía por su oposición a los gobiernos de turno, sobre todo durante el ciclo del autoritarismo militar.  Estas condiciones crearon una cultura de conflicto en la universidad pública. En otros momentos históricos, la palabra “autonomía” tenía una connotación subversiva, movilizadora y democrática. La instalación de la democracia representativa y la emergencia de nuevos actores políticos, campesinos e indígenas han desarmado en cierta manera esa confrontación secular. Durante los gobiernos del Movimiento al Socialismo (MAS), desde 2006 hasta el 2015, este antagonismo se ha atenuado (aunque no ha desaparecido completamente) en razón a la amplia legitimidad del gobierno expresada, por una parte, en las contundentes victorias electorales del MAS y, por otra parte, en el profundo arraigo que ha suscitado el “proceso de cambio” entre las organizaciones de campesinos, indígenas y obreros. Los gobiernos de Evo Morales han cumplido -por lo menos en términos relativos- con el Artículo 93 de la Constitución Política, que establece la obligatoriedad del Estado de subvencionar suficientemente a las universidades públicas, con fondos nacionales.  

2.      En 2015 San Simón vivió una grave crisis de gobernabilidad que en un sentido laxo puede ser calificada como de anomia institucional debido a los vacíos y contradicciones en las normas y reglamentos vigentes. Esta noción no debe ser entendida avant la lettre como ausencia total de leyes, sino como un momento complejo y casi caótico  de transición entre un viejo y un nuevo orden. Las viejas normas han perdido su fuerza y no pueden contener a las nuevas dinámicas sociales, esta situación genera un estado de confusión, según la conocida interpretación de Emile Durkheim.

Sea como fuere. el estatuto orgánico de la UMSS solo se cumple parcialmente y con frecuencia es interpretado de manera antojadiza y sesgada por los órganos de cogobierno. Existen muchas evidencias que sustentan esta afirmación: el sistemático incumplimiento de la convocatoria al Congreso Universitario (que de acuerdo al estatuto debe ser reunido cada dos años) y la aprobación de resoluciones de Consejo Universitario que no le competen según las normas, entre otras. Las reglas no se cumplen, se negocian o eluden sistemáticamente. En consecuencia, el principal desafío es cambiar el estatuto orgánico y los reglamentos estratégicos, adecuándolos al nuevo contexto de la  educación superior en Bolivia y el mundo. 

3.      Este cuadro anómico ha provocado una crisis de legitimidad de las autoridades y de los órganos de poder legítimos de la universidad. Asimismo, la universidad pública ha sufrido la erosión del sistema de creencias y valores que fundan la comunidad académica, esas visiones contenidas en el ideario reformista, forjado en Bolivia desde 1928, han sido sustituidas por una representación de la "U" como un campo de guerra donde moran "enemigos" que deben ser derrotados. De acuerdo a una feliz expresión de Nelson Ferrufino, San Simón ha perdido su Ethos y vive en una situación de anomalía permanente.  

4.      La expresión a la vez más prosaica e insidiosa de la crisis es la encarnizada lucha por el poder universitario.  Ciertamente, el poder es el núcleo estructurador de universidad, y es la clave para explicar el permanente vaivén entre el orden y el desorden. Pero el poder “real” no radica, como sería deseable, en los órganos formales de co-gobierno, sino en la capacidad de presión de los estamentos, las autoridades, los partidos políticos y las facultades. El sistema político interno basado en la autonomía y el cogobierno ya no puede procesar las demandas de los actores ni puede resolver los conflictos en el marco institucional. Las normas internas no se cumplen, sea porque su obsolescencia las vuelve inaplicables sea porque ellas son "negociadas" para satisfacer las presiones de los gremios y facultades. Los cortocircuitos y bloqueos del sistema formal de gobierno han sido reemplazados por una suerte de orden fáctico, clientelar y prebendal, siempre al borde de la crisis, constituido por transacciones y equilibrios entre los grupos de presión. El rasgo predominante del quehacer político universitario es la intransigente lucha corporativa, cuya finalidad es la captura de recursos públicos, espacios de poder, privilegios y canonjías.

En los últimos años los gremios docente, estudiantil y administrativo han fortalecido sus capacidades para agregar demandas y ejercer su autoridad fuera de los órganos formales de gobierno. Es triste decirlo pero las opiniones de los académicos no tienen ninguna relevancia en la toma de decisiones.  Adicionalmente, la inercia en la relación con el Estado y las formas difusas de conexión con actores externos (el sector productivo, por ejemplo) han culminado en escenarios de aislamiento que nuevamente han convertido a la universidad en una torre de marfil que se eleva por encima de los ciudadanos y de las organizaciones de la sociedad civil.

¿Y el movimiento estudiantil? Desde la I Convención de estudiantes universitarios de Bolivia realizada en 1928, el movimiento estudiantil se constituyó en un actor importante en el campo político, particularmente en la década de los años 70 y 80 cuando conformó un bloque democrático con el movimiento obrero; la universidad pública era asimismo un potente emisor ideológico de referencia para los movimientos sociales y los partidos de izquierda.  Pero a lo largo del “proceso de cambio” los movimientos  campesinos e indígenas se han convertido en sujetos protagónicos y han ocupado no solo el centro de la política, sino también del Estado. Este proceso ha provocado la desarticulación del movimiento universitario y ha disminuido la importancia política e ideológica de la universidad, estructurando un nuevo patrón de conflictividad que tiene sobre todo características gremiales. El estamento estudiantil, el actor más elocuente del proceso del largo y accidentado proceso de la reforma universitaria, ha extraviado su horizonte político e ideológico y ha encallado en la política de las “cosas pequeñas”, en la lucha por demandas sectoriales.

5.      La crisis también se ha manifestado en la constante degradación de la función académica, que es supuestamente la  “razón de ser” de la educación superior.  Si bien la ausencia de mecanismos meritocráticos y transparentes de selección docente constituye una variable importante para explicar el deterioro de la calidad en la enseñanza, también intervienen efectivamente otros factores: la masificación, la obsolescencia de los planes de estudio (basados en el modelo de asignaturas aisladas), la separación entre la teoría y los problemas que plantea la sociedad, la debilidad del sistema de investigación, la didáctica memorística. Otra de las facetas de la crisis académica es el predominio de la “función social” (el acceso masivo a la enseñanza superior) en detrimento de lo que puede llamarse la “función cognitiva”. La actual estructura académica, mal que bien, ha sido forjada para procesar la demanda masiva de títulos académicos, es profesionalizante y escolástica; sin embargo, no es adecuada para generar conocimientos, tecnología, pensamiento social, arte y cultura. Aquí también puede aplicarse una de las interpretaciones de la noción de anomia entendida como presencia de objetivos múltiples (e incompatibles) que no pueden realizarse plenamente por las limitaciones institucionales. 

6.      El nuevo contexto social y político que condiciona la labor de las universidades ha sido predominantemente configurado por las transformaciones internas del campo de la educación superior. Dos de ellas son trascendentales. Primero, el crecimiento acelerado de la matrícula universitaria con la incorporación de sectores sociales tradicionalmente excluidos de la educación superior, particularmente estudiantes de origen campesino e indígena; en la última década las universidades públicas bolivianas casi han doblado el número de estudiantes. Aunque este dato puede ser la evidencia de un amplio proceso de democratización en el acceso a la educación superior también puede ser considerado como el principal factor de desequilibrio institucional, una fuente de conflictos internos por el acceso a recursos y una causa del deterioro de la calidad de los procesos de enseñanza y aprendizaje.

Asimismo, la universidad boliviana se ha diversificado institucionalmente de manera rápida y compleja con la creación de nuevas facultades, carreras, institutos y programas especiales; asimismo, ha diseñado y ejecutado cursos de posgrado en varios campos disciplinarios. Estos procesos han convertido a la universidad pública en un sistema altamente complejo, pero rodeado de incertidumbre por las distorsiones en su sistema de gobierno.    

7.      La UMSS considera al profesor provisional como un empleado de segunda categoría: carece de derechos para postular a cargos de autoridad, su situación laboral es precaria pues debe ser nombrado cada semestre y, por tanto, es objeto de manipulaciones y chantajes por parte de los poderes. Estas condiciones de trabajo afectan sin duda la calidad de la enseñanza pero sobre todo se han convertido en una fuente permanente y peligrosa de inestabilidad institucional. Otra injusticia: a los profesores provisionales se les demanda exámenes de suficiencia y evaluaciones periódicas, cursos de especialización en docencia universitaria, pero no se les reconoce los mismos derechos que a los titulares. Este problema estructural revela pues un fracaso colectivo que se expresa en la falta de una política universitaria de selección docente.

En consecuencia, la titularización de los profesores ya no puede ser concebida como una mera formalidad  que culmina en la otorgación de un derecho de propiedad sobre una cátedra, esta visión es otra de las razones que puede explicar la crisis universitaria. Hoy, en 2016, en la sociedad del conocimiento y la información, la admisión y evaluación docente debe ser pensada desde otro registro, es decir como un proceso permanente de evaluación y perfeccionamiento de las capacidades, habilidades y competencias de los profesores. El desafío en este terreno es cambiar las reglas de admisión y permanencia docente, pero también las visiones y las prácticas académicas cotidianas.

8.      El conflicto forma parte del paisaje de la universidad pública, es casi un ritual cotidiano. En cada gestión académica se producen conflictos que alarman no solo por su cantidad, sino  también porque alcanzan  altos niveles de radicalidad, y que incluso se expresan en situaciones de enfrentamiento y violencia.  En general, los conflictos no resuelven los problemas de fondo, apenas los postergan o los camuflan con arreglos precarios y de corto plazo que poco después se convierten en fuentes de nuevos conflictos. A menudo, las expectativas electorales de los dirigentes gremiales y de las autoridades universitarias contaminan el conflicto e impiden su resolución creativa.

9.      Salvo casos aislados y ciertamente excepciones, la universidad pública no ha logrado resultados importantes y sostenibles con relación a la producción de ciencia y tecnología, una demanda claramente subordinada a la función de titulación como lo subrayé líneas arriba.  Este hecho revela una “separación” con la propia sociedad. Por tanto, el desafío es doble y aparentemente contradictorio. Por una parte, se trata de producir conocimientos en todos los campos, cultura, artes y tecnología; por otra,  le incumbe la tarea de responder a la demanda masiva de profesionalización que también plantea la sociedad.   

En sus relaciones con la sociedad civil también deben precisarse las fronteras de la autonomía universitaria.  La nueva Constitución Política del Estado abre un escenario de oportunidad para diseñar, en el marco de los estatutos internos, espacios y mecanismos de participación de organizaciones sociales (productivas, gremiales, culturales, sindicales, y otras) en la formulación de políticas y sobre todo en procesos de rendición de cuentas de los recursos públicos que percibe. Esta participación fue  una de las demandas estructurales de la reforma universitaria. Sin embargo, la transparencia y rendición de cuentas no puede ser instrumentada políticamente, ni por las corporaciones ni por organizaciones sociales, sino  responder a los marcos estatutarios de las universidades y debe realizarse a base de criterios científicos y técnicos.

Finalmente, estoy convencido de que el conflicto no es bueno o malo en sí mismo, en las actuales condiciones es tan inevitable como peligroso. Lo dañino y perverso son las formas de solucionar los problemas. Por tanto, para encarar soluciones de fondo, es preciso desdramatizar la crisis actual y concebirla como un momento de oportunidad y no de catástrofe. No será una tarea fácil pues la “marca genética” de la UMSS es su indoblegable resistencia al cambio. Esta cultura es su verdadera tragedia.  



1 comentario:

Anónimo dijo...

Carlos, es Carlos Araújo desde Brasil, un compa. Los compas de agência anarquista de notícias me han indicado usted para procurar en Cochabamba. Estare con mi companera por el dia 7 de junio, más o menos. Caso possível tomarmos um café?

Abraços desde Brasil