“Mi sueño del
todo personal,
no es
propiamente lo de construir
bombas, porque
no me gusta matar gente.
Quisiera más
bien escribir libros
que fueran como
bombas, es decir
libros que sean
utilizados
en el momento
exacto en el que se escriben
o que son leídos
por alguien.
Después deberían
desaparecer.
Libros, de
hecho, destinados a desaparecer
al poco tiempo
después de haber sido leídos o utilizados.
Los libros deberían
ser unas bombas,
nada más”.
-Michel Foucault-
La sociedad del
espectáculo es la sociedad del lenguaje alienado. Lo que se pone en la hoguera
es todas las facultades críticas, se incinera de raíz cualquier forma de disidencia:
como una vez se quemaban herejes y brujas, hoy en día hay quemas de palabras,
privadas de cualquier sentido, de toda verdad. Hay una necesidad, por lo tanto,
de recuperar la posesión de las palabras, del lenguaje ¿Cómo? Sólo en la
práctica.
Los bandidos
(los que están sujetos al estado de excepción permanente) no tienen voz, sino
que, como observa Hannah Arendt, ellos no tienen un lenguaje (que se define
sobre la base de Aristóteles, como la especificidad del hombre en cuanto ser
dotado de la facultad de pensar y hablar o para regular la convivencia, por lo
tanto de hacer política, con la palabra). Son esclavos (que de hecho Aristóteles
no contaba entre los seres humanos).
En el análisis
de Guy Debord, la sociedad del
espectáculo (de la cual los medios de comunicación no son que el icono) es
la sociedad del triunfo de la mercancía (del fetichismo de la mercancía, de
acuerdo con el análisis marxista clásico) y de la alienación humana. Pero si el
espectáculo es la comunicación humana, entonces la alienación no solamente
consiste en la expropiación de la actividad productiva del hombre (como el
análisis marxista clásica), sino también en alienación del lenguaje mismo. El
hombre no crea ya nada. Se limita en sufrir. Vivimos en el Imperio de la
pasividad. Y en este sentido todos somos bandidos.
Y nuestra tarea
es tomar de nuevo la palabra.
En
las piras encendidas queman las brujas
Sus
cuerpos de éxtasis rebelde a todo poder
Queman
los locos Queman los profetas
Bárbaros
inquísidos por jueces y por sacerdotes
Queman
a los herejes Queman Fra’ Dolcino
Que
en la montaña tomó las armas por consejo divino
Y
queman los libros que son armas apuntadas
Por
aquellos que retoman las palabras contra quienes las robaron
A
palabra incendios de palabras
A
palabras más allá de las palabras
A
palabras adentro las palabras
A
palabras armados de palabras
Se
funden en el fuego en aquel cementerio
Las
palabras negras y su fondo blanco
Y
se hacen cenizas para rociar la cabeza
Para
luego bajarla muda a los pies de quienes han juzgado
Que
no sea ceniza, sino pólvora
A
cabeza cortada todo es mucho más claro
Y
que cada letra se haga capital
Centro
infinito acabado y descentralizado de un orden innatural.
Les Anarchistes
Traducción: Mauricio Bagatin
No hay comentarios:
Publicar un comentario