Bajo de la bicicleta. Rodeo la gran máquina amarilla que descargando su cuchara rompe el piso de asfalto. Sus soportes vibran. El ruido. Y aquí está otra máquina amarilla que con una roma púa horada el suelo, golpeándolo con un ruido que... yo... no puedo... aguantar. Iba a pasar al lado de la acción insoportable. Pero me alejo, voy, llevando del brazo a mi bicicleta, hasta la acera del frente. Camino, me apuro. No puedo evitar unos gestos de incomodidad extrema, que los obreros que descansan sentados en el suelo deben de haberme visto en la cara, una mueca de angustia.
De lejos, esta operación no parece tan desesperantemente insoportable. De lejos, hasta parecería un juguete de máquina amarilla, simpáticamente golpeteando el suelo con su grueso punzón de metal. Pero aquí, donde ocurre la cosa, esto simplemente es de donde debo escapar ya.
Esto es de anoche, de venida para acá por la calle Baptista, a una cuadra de aquí donde estoy. Abrían el suelo para colocar cable de fibra óptica de la empresa estatal de comunicaciones. Hoy la zanja ya está rellena, falta que la cubran con asfalto.
Julio 2017
EL K'EPIRI ILUSTRADO
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