Carlos
Crespo Flores
El lunes 21 de febrero, el presidente
Evo Morales daba su veredicto: “Tal vez
en el futuro será importante debatir este tema de las redes sociales, en
algunos países con mala información tumban gobiernos, perjudican a su país si
hay confrontación”. Y se quejaba: “¿Cómo,
por una cuestión de envidia de intereses de carácter sectorial o intereses
ajenos a los intereses de Bolivia, se puede hacer mentiras, calumnias, para
dañar a Bolivia, porque no hacen daño a Evo sino a Bolivia?”. Para Morales,
“quienes usan las redes sociales con mentiras están haciendo perder valores a
las nuevas generaciones”. El “Jefazo había hablado”.
Al día siguiente, un representante de su
“guardia imperial” cocalera anunciaba una reunión a nivel de dirigentes de la
Coordinadora Nacional por el Cambio (CONALCAM) para elaborar un proyecto de ley
que permita regular las redes sociales.
“Vamos a
trabajar en una propuesta con nuestros hermanos profesionales entendidos en el
tema y esa propuesta vamos a plantearle al parlamento nacional, que regule, que
haya una ley que absolutamente regule este tema de las redes sociales, que haya
frenos, porque no podemos utilizar mal esta situación para mentir, para
calumniar y confundir al pueblo”.
La suerte está echada, el “gobierno de los
movimientos sociales” ha declarado la guerra a las redes sociales. Por qué Evo
ha decidido lanzar esta ofensiva? Previo, aclarar que este objetivo no es
nuevo, ya lo estuvo mencionando a lo largo de estos años de régimen.
Las redes sociales constituyen uno de los pocos
espacios autónomos, de libre expresión, no sometidos al control estatal. Y el Referéndum
lo ha demostrado. Ha sido allá donde se ha develado y difundido la corrupción
del FONDIOC, el affaire Zapata y la conexión china, el incendio de la alcaldía
de El Alto, fundamentales a la hora de la decisión sobre la re-re elección de
Evo. Para un gobierno que busca controlar todo, centralizar la información, las
redes sociales constituyen una amenaza. En sociedades autoritarias, donde la
libertad de información está (auto) censurada, criminalizada y perseguida, las
redes se convierten en medios alternativos de circulación de la información casi
en tiempo real, pero también de convocatoria, coordinación de acciones
colectivas, como sucedió en la primavera árabe, Grecia, España, Hong Kong, etc.
Son los propios protagonistas de las acciones los que difunden la información.
Por otro lado, las redes sociales rompen la noción de
verdad construida desde el poder, sea el Estado, las corporaciones periodísticas.
Cuando un grupo de Facebook de la UTOP de LA Paz denuncia que no les dejaron
salir a proteger a la Alcaldía de El Alto, por órdenes de sus comandantes,
aquello no saldrá en la prensa oficial, pero es una fuente de la construcción
colectiva de la verdad sobre lo sucedido aquel horroroso día. Para un gobierno
estadocéntrico como el actual, la producción de la verdad debe estar sometida a
los intereses del Estado, por tanto regulada, disciplinada, vigilada; es el
Estado el que debe producir la verdad y las redes sociales son un obstáculo en
este propósito.
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