lunes, 13 de julio de 2020

Pequeña nota sobre la expresión ‘docentes de base, estudiantes de base’ que sólo sirve para disimular la mediocridad académica y desidia científica de la actual Universidad pública boliviana - NELSON FERRUFINO


I. Cualquier docente, estudiante universitario no puede no reconocer y admitir, si está ubicado (es decir, claro está, si sabe dónde está), que su vida universitaria transcurre en un espacio de intelectualidad, de ciencia y estudio (al menos, hay que decirlo, en el concepto, en la Idea). Sabe que no está en un ministerio o repartición públicos o en una empresa privada o negocio familiar. Que la universidad, entonces, es un colectivo de inteligencias estudiosas: que unos (los docentes) estudian para generar, descubrir, producir conocimiento y transmitir saberes; y, que otros (los estudiantes) estudian para formarse, educarse: todos pues son iguales, por el estudio; y, se reconocen como tales (estudiosos) frente a otros colectivos civiles o estatales.
Primera conclusión: No existen docentes de base ni estudiantes de base. En la comunidad de inteligencias estudiosas solamente podemos encontrar buenos o malos docentes; buenos o malos estudiantes. Es decir, docentes y estudiantes que estudian y otros que no estudian! Que estudian más o que estudian menos. Que estudian apropiadamente o no. Que estudian para comprender y explicar y no solamente para aprender y repetir.
Las diferencias entre docentes y las diferencias entre docentes y estudiantes, que las hay, son pues diferencias cualitativas (que se ‘miden’ ante el saber y en términos de saber): son diferencias de estado, de grado y de categoría, de mérito. De estado: los docentes ya están formados; los estudiantes están en proceso de formación; es más, los docentes ya poseen un grado académico, los estudiantes aún no (diferencia de grado). Diferencias entre los docentes : de grado, unos tienen mayor grado académico que otros; de estado, unos mayor experiencia en los quehaceres (de investigación, creación y de enseñanza) universitarios, tienen un curriculum académico más extendido; de categoría, unos son asistentes, otros son adjuntos y unos terceros son catedráticos. La diferencia de categoría es un dispositivo de organización y regulación administrativa de los quehaceres universitarios y, también, un mecanismo de reconocimiento y remuneración económica…
Segunda conclusión: Las diferencias no son el resultado de ningún tipo de discriminación, ya sea etaria, social, cultural, político o económica.…
II. Decíamos que no somos « docentes de base », ni tampoco los estudiantes son « estudiantes de base ». Vamos más allá: tampoco somos « recursos humanos », « capital humano », « personal », « expertos », « consultores », « empleados o empleados públicos », « subalternos », « afiliados », etc.; ni los estudiantes son « clientes » o simples discentes o aprendices.
Pues entonces, docentes y estudiantes, somos simplemente, universitarios, sujetos universitarios, somos la universidad, la « universitas studii ». Unidos por/para el saber para « hacer (ser) universidad » y no otra cosa.
Pero, a lo que iba, es a esto: detrás de las anteriores adjetivaciones se revelan, al menos, dos ideologemas que intentan « normalizar » (y lo han logrado en gran medida) a los sujetos primarios universitarios (docentes y estudiantes) desde racionalidades sucedáneas y discursos espurios como los de la ideología educativa neoliberal y la político-sindical (dizque estamental).
- Normalización neoliberal que propugna una « reingeniería de la universidad », a través del control y devaluación de las disciplinas científicas, en el plano de la enseñanza y de la formación profesional (cuyo dispositivo es el currículum por competencias); y, a través de la « investigación por objetivos » y la lógica de los « proyectos concursables », en el plano de la investigación (cuyo dispositivo es el llamado « sistema de gestión de la ICyT »). Efecto mayor y persistente de tal « normalización »: la profundización y consolidación del divorcio, la disociación de larga data, de investigación y enseñanzas, de generación/producción de saberes y cultura y transmisión de saberes y cultura.
- Normalización político-sindical, supuestamente « democrática », que anclada a una arcaica ideología reformista, propugna medidas de « cambio universitario » de corte puramente normativo y administrativo, animadas por intereses puramente laborales o de « bienestar estudiantil » (cuyo dispositivo es el estamentalismo corporativo institucional y académico a ultranza). El efecto en el « ethos universitario » de esta perversa « normalización » es una suerte de « feudalización » de la universidad.
En el plano de la administración universitaria (académica y financiera), ambos ideologemas (históricamente herederos de la « Reforma Universitaria » y de la « Recuperación Democrática ») se desarrollan y hacen operativos, a través de un modelo de administración paraestatal antiautonomista, gerencialista, planificacionista, normativista, eficientista, controlador y evaluador.
Sobre el estamentalismo aberrante

Ver la Introducción al libro « La autonomía universitaria y otros escritos afines de José Antonio Arze »

Dos ideas en torno a las dificultades y obstáculos que impiden hacer de la universidad una “colectividad cultural”, “colectividad de (profesores y alumnos) porque ambos tienen un objetivo común: el estudio, …”:

1) la primera, en torno a una suerte de “statu quo” negociado para lograr un equilibrio aparente de los componentes de la Universidad, gracias al cual nadie asuma su dictadura y ambos “se despojen de sus atribuciones esenciales”.

Equilibrio entre,

a) por una parte, posiciones docentes, unas autoritarias, en nombre de la “soberanía de la cátedra”, otras defensivas y “por lo tanto complacientes respecto de los estudiantes”;

b) y por otra, posiciones estudiantiles, que van de la pasividad (“que tiene mucho de domesticación”) a la radicalización intolerante que proclama el “poder estudiantil”, en el afán de “volcar los términos de la dictadura”.

2) La segunda idea que denuncia la “ingenuidad o ignorancia” de referirse a los componentes de la Universidad como “estamentos”: que son “una aberración que debe desterrarse”; puesto que la “única diferencia es la de catedrático y alumno que pertenecen a un mismo grupo, es decir al colectivo universitario”.

Los “estamentos” significan pues solamente una acentuación de las diferencias clasistas y comprenden posiciones formalmente rígidas que llevan a diferenciar a los componentes de la Universidad, hasta en sus “derechos” “excluyentes para servirse de los objetos y bienes sociales secundarios”.

Sobre la “IDENTIDAD COLECTIVA DEL CUERPO PROFESORAL”

Transcripción de la anécdota reportada por S. Leys y que podemos leerla en las páginas 8 y 9 del artículo de V. Descombes (2009)

¿Qué es un profesor universitario? ¿cómo dar con la “identidad colectiva del cuerpo profesoral”? Debido a la amplitud de este tema y al no poder desarrollarlo convenientemente aquí, nos contentaremos con mencionar dos cosas: 1) el reconocimiento de que, materialmente hablando, los perfiles, roles y figuras, tanto de profesores como de estudiantes han ido transformándose en los últimos tiempos (por efecto, en gran medida, de las presiones adaptativas externas y también como consecuencia del enorme cambio tecnológico que estamos viviendo); y, 2) la toma en cuenta de esta diversidad de perfiles, roles y figuras, a la hora de transformar la universidad, no de mutarla.

Ahí va la anécdota:

“Estamos en Inglaterra. Un joven ministro de la Educación que está de visita en una grande y muy antigua universidad, se dirige al cuerpo profesoral reunido para escucharle, en estos términos: «Señores, como todos ustedes, aquí presentes, son empleados de la Universidad…». Prontamente, uno de los universitarios le interrumpe: «Disculpe, Señor Ministro, no somos los empleados de la Universidad, nosotros somos la universidad».

S. Leys concluye que los administradores, en buena doctrina, no son los empleadores de un personal que comprendería, entre otros, a los profesores; sino que, al contrario, ellos son y están, buenamente, al servicio de la universidad, la cual, se define por su cuerpo profesoral. ¿Esta conclusión es «corporativista»? Es en todo caso literalmente exacta: nuestro colega británico no eleva una pretensión discutible, se ha limitado a recordar lo que es, históricamente, la definición misma de la palabra universitas: reunión de profesores. El único punto que puede dar lugar a debate es aquel de saber si hay razones, hoy en día, para modificar esta definición…. «Nosotros somos la universidad». Señor Ministro, lo que usted quiera decir de la Universidad, usted debe decirlo justamente al cuerpo profesoral enseñante del establecimiento concernido; puesto que, es de nuestras peticiones que usted habla cuando evoca las peticiones de la Universidad a aquellos que la sirven, no hay deberes que tendríamos en relación de un empresa de la cual seríamos los empleados”.

IMAGEN: Círculos dentro de círculo (1911) – Kandinsky