domingo, 30 de enero de 2022

VISCERAS Y MARGINALIDAD EN MUERTA CIUDAD VIVA Carlos Crespo Flores

 Las vísceras de animal forman parte de la gastronomía local valluna. Originalmente parte de la dieta de los pobres urbanos, hoy se ha popularizado, a través de los platos “mañaneros” principalmente, como las rangas, riñones (para curar la resaca), el asado de riñón, o en la tarde noche las “tripitas”.

 Como muestran las imágenes actuales, el espectáculo de las vísceras en el ingreso a los mercados de nuestra ciudad es brutal, y ha sido crudamente retratada por Claudio Ferrufino, en su novela autobiográfica MUERTA CIUDAD VIVA.

 Está amaneciendo en la esquina de la Uruguay y Lanza, frente al Mercado Calatayud, donde despierta el protagonista, aun mareado, luego de haber bebido “la más infame chicha que vaya uno a saber cómo sube los pasadizos del cerro San Miguel”.

 Y lo que ve, al principio le parece una alucinación, pero era real:

“Mestizos descalzos de musculosos brazos”, abrían las compuertas de un camión, “y comenzaban a arrojar al piso entrañas de animal, cientos de estómagos, tripas, hígados, riñones, para regocijo de los canes que se abalanzaban a atrapar algo. Exceso de muerte, calor y hediondera. Supuso que venían del matadero municipal, pero no veía la intención. Aunque era sábado, pronto actividad humana llenaría el lugar, casi céntrico. Para las diez aquello estaría atiborrado de gente. Observó que de entre las casetas del mercado comenzaban a salir mujeres de mandiles ensangrentados. Carniceras, cocineras, fiambreras se amontonaron. Cuando los camiones partieron el sitio parecía el infierno. Las vísceras respiraban, hacían ruidos de aire, como vaginas que se acomodan al grosor de rugosas vergas. Casi hablaban. Las mujeres tenían contratados cargadores con herrumbradas carretillas de metal, a las que les habían añadido calaminas para ampliar el espacio y cargar mayor volumen. A mano, o con palas y ganchos, iban moviendo los restos hacia los transportes. Luego, con un peso gigantesco -se evidenciaba en las pantorrillas desnudas e infladas de los indios- las carretillas se adentraban en el mercado. Ni caso hacían de los perros. El precio que el matadero cobraba por deshacerse de esto sería nimio. (Ferrufino, 2013).

 Es la primera página del libro. Claudio entra con bolapie en la fotografía que realiza de nuestra amada Cochabamba. Es un párrafo que sintetiza de manera brillante la violencia y marginalidad de la ciudad.




IMAGEN: Descarga de vísceras, hoy, en el mercado Calatayud, esq. Lanza y Uruguay.