sábado, 29 de mayo de 2021

VIVIR BIEN, concepto que pasa de moda, felizmente.

 VIVIR BIEN, otro concepto que está pasando de moda, felizmente. Ni gobernantes, activistas, tampoco académicos, afines al Estado plurinacional, recurren a este mantra, para justificar, legitimar, sus acciones. Ya aparecerá otro.

 No necesitamos este tipo de conceptos que no explican la realidad, sino que prescriben como debiera ser. Concepciones idealistas al servicio del poder. El VIVIR BIEN no existe en el mundo real, pues es un ideal al cual se espera/desea/quiere llegar. 

El VIVIR BIEN se parece al DESARROLLO SOSTENIBLE, LA GESTIÓN INTEGRADA DE RECURSOS HÍDRICOS (GIRH), otros conceptos nirvana, multiuso/multipropósito.

IMAGEN: Arturo Borda.



sábado, 15 de mayo de 2021

El cholo mocontullo de Arequipa. Insultos, Modismos y Cochabambinismos en la novela Juan de la Rosa Carlos Crespo Flores

La novela histórica de Nataniel Aguirre contiene formas de hablar, insultos, locales e introducidos del siglo XIX, que han logrado resistir los golpes del olvido. Así como el rochear es un cochabambinismo introducido por el escritor en la voz de Juanito, existen otras imágenes verbales, que han ayudado a construir la lengua popular del valle. 

Modismos

Juan de la Rosa se halla atravesado de modismos vallunos, “cochabambinismos”, muchos de los cuales perviven en el habla popular. Algunos son “quechuañol”, expresión del mestizamiento temprano del valle cochabambino. Señalo algunos.

 -          Los carniceros, matarifes, como hoy, son “llamados mañazos” (pp. 264).

-          Carmencita se queja a Juanito del criollo que, al saludar, besa de manera erótica, pues anda “chenqueando a todos” (pp. 307). Chunquear tiene el sentido de acariciar, decir requiebros (Fernández Naranjo, 1975:57).

-          Como parte de su rutina diaria, el joven clérigo independentista, don Juan Bautista Oquendo, en sus visitas diarias, “se acercaba a todas las pulperías y a los puestos de la recova” (pp. 68). Mientras, la pulpería es una tienda donde se venden artículos de uso cotidiano, principalmente comestibles (RAE), la recova, cuyos puestos eran considerados “feísimos” por Aguirre (pp. 136); es un mercado popular (Fernández Naranjo, 1975:12), y el mercado de la ciudad era denominado así hasta la década del 60’. En la revolución del 14 de septiembre, Juanito observa, “un grupo bullicioso de mujeres de la recova (que) discurría por allí repartiéndoles (a los revolucionarios), además, cuchillos, dagas y machetes que ellos se apresuraban a arrebatarles de las manos” (pp. 78). Hasta hoy, las comerciantes del mercado/recova constituyen uno de los principales grupos de presión en momentos de crisis en la ciudad de Cochabamba.

-          En su destierro en Las Higueras/Sipe-Sipe, Mariquita invita a comer a Juanito exclamando: “—Comamos, niño, harto y a gusto, como Dios manda, cuando no es viernes de cuaresma (pp. 151). Hasta hace pocos años se utilizaba en el habla este sentido de asociar la celebración religiosa con la abstinencia, hecho relevante en la rica cultura gastronómica valluna.

-          Un bolivianismo clásico es ch’askañawi, entendido como una persona con ojos con pestañas largas y arqueadas (Fernández Naranjo, 1975:215). Esta relación, es retratada por la abuela, ciega, quien al reconocer por el tacto el rostro de Juanito, dice, “tu cara es suave y delicada; tus cabellos finos, sedosos y rizados; tus pestañas largas me dicen que tienes ojos de chasca …” (pp. 212).

-          Una frase frecuente del herrero Alejo es “bueno… ¡ahí está!” (pp. 61); modismo, con variantes aun escuchado en el lenguaje urbano popular: “ahí está, pues”, “ya está”. El sentido es el mismo, evitar la confrontación. Como Alejo, quien “no se obstinaba en sostener sus juicios u opiniones, cuando alguna persona querida los refutaba con calma y dulzura” (pp. 61), y emitía la expresión.

-          Doña Teresa había enviado con su criada un mensaje al Gral. Goyeneche. Esta, retornando le informa que repitió exactamente su recado: “le dije solamente lo que vuestra merced me hizo estudiar desde ayer: “que es al vencedor de los alzados; a mi chunco; que ahí va ese granadero a saludar al invencible general…” (183). Chunco viene de Chuncu, bolivianismo que significa más o menos “prenda mía” (Fernández Naranjo, 1975:57). 

Insultos

Juanito, ya maduro, mientras escribe sus memorias, en un momento de embriaguez patriótica recordando la victoria de Aroma, intenta abrazar a su esposa Merceditas, quien fingiendo cólera le dice “—¡Espantoso vestiglo! ¡Última carroña de los tiempos de la Independencia!” (pp. 51). Vestiglo es una palabra que hace referencia a un monstruo fantástico horrible, aunque ya no utilizada en nuestro medio.

 El 14 de septiembre de 1810, la gente en revuelta gritaba “—¡Viva Fernando VII! ¡Mueran los chapetones!” (pp. 73). Efectivamente, como Nataniel Aguirre nos recuerda, a los españoles, en el argot popular los denominaban “chapetones”, expresión de la “repugnancia que el pueblo sentía por (ellos)” (pp. 63)[1]. También les llamaban guampos, como cuando la Abuela le dice a Juanito “yo sé que no puedes ser dichoso… ¿quién puede serlo en este mundo con los guampos? “ (pp. 211)[2]. 

Por su parte, al ejército de Goyeneche también les decían tablas[3], “por las largas y tiesas casacas que vestían y que realmente parecían de tabla” (pp. 233). Pero la imaginación popular valluna, iba más allá; según Gustavo García, autor de un estudio introductorio del libro, en el valle de Cliza “los designaban, también con el nombre de sarracenos, a causa de que Esteban Arze dijo en una de sus proclamas “que los americanos debíamos luchar sin término con los españoles, así como estos habían luchado contra sus conquistadores sarracenos” (pp. 233). 

El odio y envidia que tenía doña Teresa hacia Rosita, desde niña, provocaba que vea “pálida” y “mordiéndose sus delgados labios” cuando todas la saludaban “afectuosamente, antes que a ella, a esa miserable botada” (pp. 315)[4]. Se decían botados a los niños abandonados por sus padres en la casa de alguna persona (Salazar Carreño, 2020:s/p); otra palabra que hemos dejado de utilizar. 

Carmencita, hija de doña Teresa, la mejor amiga de Juanito en la casa, “tenía hermosos cabellos rubios” (127), por ello, para evitar más preguntas sobre una caja de su madre, exclama: “—Cierto, no hay cómo engañarte …; es una caja para ti… ¿a quién podía yo dársela, gringa zalamera?” (308). Gringa, por el color del pelo y zalamera, entendida como demostración de cariño afectada y empalagosa (RAE). 

Carmencita hablando sobre Pedro Vicente Cañete, secretario de Goyeneche, un fiel lacayo “medio zorra y medio culebra” (250), que intentó besarla, afirma enojada: ¡Huy!, ¡qué feo, ¡qué malo, qué chinche es el tal Cañete!” (308). Según la RAE, el chinche es un “insecto hemíptero, de color rojo oscuro, cuerpo muy aplastado, casi elíptico, de cuatro o cinco milímetros de largo, antenas cortas y cabeza inclinada hacia abajo, que segrega una sustancia maloliente y chupa sangre taladrando la piel con picaduras irritantes”. En el lenguaje popular boliviano, se hace referencia más bien a una persona molesta y pesada (Fernández Naranjo, 1975:53). 

El día de la revolución del 14 de septiembre, el Overo, amigo de Juanito, capitaneando “la turba de sus compañeros armados de palos y cañas de carrizo” (73), le invita a unirse a la tropa, gritando: “¿Qué haces ahí, don Papa-Moscas[5]? Vente con nosotros, o te tomo de recluta. Palabra que aún es utilizada localmente. Según la RAE, papa-moscas es similar a papanatas, una persona simple y crédula o demasiado cándida y fácil de engañar (RAE). 

Su amigo Luis, le dice a Juanito, imitando a Goyeneche, gobernador del Gran Paititi”:

“mira a este que parece una mosca muerta, calladito como un santo de estuco, y que es más valiente que nosotros y ya se ha hecho traspasar el pecho por una peladilla. No, mil veces no, ¡cuerno del demonio!, yo no consentiré que en otra se vaya sin mí a verle la cara a mi amigo el gobernador del Cuzco, caballero del hábito de Santiago, etcétera y etcétera” (226).

Acá encontramos más de un insulto; el primero, bolivianismo aún vigente, “mosca muerta”, es un adjetivo para referirse a una persona “hipócrita,,,, que procede con disimulo y picardía” (Fernández Naranjo, 1975:98-99). El segundo, “santo de estuco”: como se sabe, el estuco es la masa de yeso blanco y agua de cola, con la cual se hacen y preparan objetos que después se doran o pintan, como es el caso de los santos tallados; estos quedan en actitud silenciosa. Como Juanito, que se hace al silencioso. Finalmente, “peladilla”, probablemente venga del cruceñismo “pelada”, para referirse a mujer, principalmente manceba (Fernández Naranjo, 1975:109); en este caso, la niña Carmencita, la hermosa hija de doña Teresa, parece tener un sentimiento amoroso infantil hacia nuestro héroe. 

Doña Teresa, furiosa porque el general Goyeneche había afirmado “este país de incorregibles mestizos” (183), exclama: “—¡Yo me muero! Pero ¿qué quiere decir su señoría con eso de mestizos? ¿No sabe que yo soy Zagardua y Altamira, sin gota de india y purita española desde el mismo Adán?” (183)… ¡Estamos frescos, si yo le llamo a él también “el cholo mocontullo de Arequipa!” (184). Hermoso insulto de origen arequipeño, ciudad de donde era oriundo el “conde de Huaqui”. Mocontullo “proviene del quechua (muqu: rodilla, articulación y tullo: hueso) Los antiguos arequipeños, llamaban mocontullo a un hueso que luego de cocinado era guardado cerca al fogón y nuevamente utilizado para darle sustancia al caldo”[6]. Sin duda, doña Teresa está mentando al origen plebeyo y ordinario de Goyeneche. 

El Maleso, un “hombre …degradado por la embriaguez y el vicio de la coca, mendigo, ratero” estaba siendo atacado por el grupo de niños, en la calle; le decían también el Pallaco, desde cuando Goyeneche, arrojaba dinero de sus balcones…, aquel infeliz había ido el primero a recoger con gritos de júbilo las monedas que caían sobre el empedrado, siguiéndole otros de su laya, que desde entonces merecieron el nombre infamante de pallacos” (220). Es un término proveniente del quechua, pallakuy, significa “recoger para sí”[7]. 

Aguirre, con la voz de Juanito contra los políticos bolivianos: “¡Lástima y muy grande es, por el contrario, que mi pueblo valeroso no haya arrancado después los calzones a los viles logreros de la política, a los capituleros y otros bichos que deshonran la democracia!” (220). En América Latina, logrero se refiere a una persona que procura lucrarse por cualquier medio (RAE). En este caso para referirse a aquellos que lucran con la política. Mientras que capitulero es aquella persona que hace propaganda de determinado líder o partido para ganarle votos. (http://www.enciclonet.com/articulo/capitulero/). Llámanse también a los que dirigen las intrigas en las elecciones, con más o menos maña[8]. Hoy se los llamaría operadores políticos. 

Cuando Juanito y sus amigos se dedican a “rochear”, tales incursiones incluían “el robo de frutas maduras e incitantes en los huertos y jardines de las orillas del Rocha” (225)…, a tal punto que era mirado como un animal muy raro, como un monstruo abominable. El labrador o hacendado que trataba de impedirlos y azuzaba sus perros contra los pobres carachupas, pilluelos en castellano y gamins en buen gabacho -nombre despectivo a los franceses”. Carachupa es el nombre quechua para la zarigüeya o comadreja, y que ha sido incorporado al argot popular valluno (Fernández Naranjo, 1975:37). Mientras que gamins es el apelativo francés para niños, críos. Finalmente, gabacho solía ser utilizado como nombre despectivo a los franceses (RAE). 

Francisco de Viedma en una de sus visitas furtivas a Rosita, esta le informa que Juanito “sabe ya leer casi de corrido” (58). Viedma exclama: “—¡Oiga! …, con que ese perillán promete ser un hombre de provecho?” (58). Perillán refiere a una persona pícara y astuta (RAE), en este caso el anciano elogia la inteligencia del niño. 

Comparando la pobreza de su hogar y de los indios y mestizos, con los españoles, Aguirre, con la voz de Juanito, señala que “los únicos felices, a su manera, debieron ser los españoles y algunos criollos, que se contentaban con vegetar en la indolencia, durante “los buenos tiempos del rey nuestro señor”. (62). Una frase para referirse a la bonanza del imperio; recuerda al poema petrarquista de Hernando Acuña (1518 - 1580), Al Rey Nuestro Señor, un homenaje al Emperador Felipe II, como una monarquía universal[9]: 

Abajo   Ya se acerca, Señor, o ya es llegada

la edad gloriosa en que promete el cielo

un grey y un pastor solo en el suelo

por suerte a vuestros tiempos reservada”

(Acuña, s/f)

 

Fray Justo recriminando al herrero Alejo, por venirse tan rápido de la batalla de Aroma: “¡Me gusta la pachorra!” ¡Que siguieses con los otros, bendito hombre de Dios! (114). Pachorra, olvidada en nuestro léxico, es flema, tardanza, indolencia (RAE). También referido a pereza, que no tiene ganas de hacer nada.

 Bibliografía

Aguirre, Nataniel (2016) Juan de la Rosa. Memorias del último soldado de la Independencia. La Paz: Biblioteca del Bicentenario de Bolivia, 2016.

 Fernández Naranjo, Nicolás (1975) Diccionario de Bolivianismos. La Paz: Editorial Los Amigos del Libro. 247 pp.

 Salazar Carreño, Robinson (2020) Familias de esclavos en la villa de San Gil (Nuevo Reino de Granada), 1700-1799.  Parentesco, supervivencia e integración social. Bogotá: Universidad del Rosario.



[1] Ver también pp. 78, 84, 96, 118, 122, 226,

[2] ver también pp. 84, 212, 260, 263.

[3] Por ejemplo, cuando Luis, el amigo de Juanito, un día se cuela en su cuarto, al grito de “—¡Viva la patria!, ¡mueran los tablas!” (pp. 233).

[4] O cuando Juanito afirma que el destierro y sus dramas familiares habían hecho que madure rápidamente, por tanto, ya era “otra persona distinta del pobre botado que entró llorando en la casa” (pp. 191).

[5] Similar a papanatas. Persona simple y crédula o demasiado cándida y fácil de engañar (RAE)

[6] La Nueva Palomino Picantería Arequipeña.  https://www.facebook.com/LaNuevaPalomino/posts/2251969994907057

[8] Juan Espinosa, Diccionario republicano (Nota del editor; en Aguirre, 2016: 221).


viernes, 7 de mayo de 2021

PROYECTO CORREDORES BIOLÓGICOS URBANOS, VISITA A LA ZONA DE ESTUDIO

 Hoy, 5 de Mayo, miembros del equipo de investigación del proyecto CORREDORES BIOLÓGICOS URBANOS, visitamos una parte de la zona de estudio, la ciclovía norte. Fue un motivo para conocernos mejor entre nosotros, conectar buenas energías, y para ello la colega Eliana Cossío, facilitó una k’oa de inicio, bautizo y agradecimiento por el proyecto. 

Una de las innovaciones metodológicas de la investigación es la entrada fundamentalmente ecológica, por ello, los colegas biólogos Luis Aguirre e Isabel Galarza fungieron de guías del recorrido, explicando las características ecológicas, las formaciones vegetales, especies endémicas (particularmente del cerro San Pedro).

 


Los amigos del canal 11TVU y el equipo de comunicación de la DICyT nos acompañaron, realizaron entrevistas y tomaron imágenes.

Desde esta mirada ecológica, una de las conversaciones gira en torno a la necesidad de vincular nuestras disciplinas, abrirnos al diálogo interdisciplinario, y hoy evidenciamos aquello.

 


En los próximos días continuaremos con la incursión a nuestra zona de estudio, esta vez la zona sur. Debemos agradecer la eficiente organización a cargo de los colegas Raúl Delgado y Jorge Miguel Veizaga.



JORGE ZABALA CON AMIGOS

 Año 1993, “Conejo” Rojas, gran tecladista de la escena jazzera local (RIP), inauguraba su pub, el CERBERUS, ubicado en la calle Adela Zamudio, detrás del templo antiguo de Cala Cala. Esa noche tocó también el trompetista cochabambino Nelson Peñaranda Bach. Quienes estuvieron la recuerdan como “una velada bonita”. Y ocasión para reunión de artistas y amigos.

Al centro de la escena encontramos al escritor Jorge Zabala con su sonrisa picarona. Por el lado izquierdo, la socióloga y cantante Chela Rivera, el pintor Freddy Escobar y dos femeninas que no las reconocemos. Por el lado derecho, “Conejo” Rojas (RIP), el historiador social Guido Guzmán, Rolex, hombre clave de la Alianza Francesa; a su lado, un francés de la época; finalmente, sentado con lentes oscuros, el fotógrafo Aldo Cardozo.

El pintor y ceramista Ivo Ríos no solo decoró y expuso sus cuadros y cerámicas, es también el hombre que tomó la fotografía.

(En colaboración Guido Guzmán e Ivo Ríos)


sábado, 1 de mayo de 2021

Editorial de la revista ARTE Y TRABAJO por el 1ro de Mayo (1922)

 El 1 de Mayo de 1922, la Revista Arte y Trabajo de Cochabamba, en su No 10, publicaba el siguiente editorial a propósito de la festividad de los trabajadores, en ese momento mayoritariamente artesanos. La crítica a la política clientelista, basada en el alcohol, el “qaraku”, el fanatismo religioso, como dispositivos de control del sector, sigue siendo actual.



Claudio Ferrufino y los aromas del eucalipto -Carlos Crespo Flores-

El eucalipto es una especie forestal que recorre la novela MUERTA CIUDAD VIVA[1], de Claudio Ferrufino; acompaña al protagonista en su recorrido etilo-erótico por la ciudad y valle de Cochabamba.

 Introducida en el país a fines del S. XIX desde Australia durante el auge minero, se ha adaptado a los ecosistemas del país, más allá de los impactos ambientales que provoca, sobre la humedad y fertilidad del suelo. El eucalipto (Eucalyptus L'Hér) es definido por la Guía de Árboles de Bolivia[2], como  

“Árboles grandes o arbustos, con corteza exfoliante que se desprende en láminas; hojas alternas o subopuestas, lanceoladas o falcadas y asimétricas, glabras rara vez pilosas, pecioladas o subsésiles, generalmente con puntos translúcidos. Flores pequeñas en umbelas o cabezuelas, a veces en panículas axilares, pediceladas o subsésiles; el cáliz lobulado caliptriforme, con una tapa o capuchón que resulta de la unión de pétalos y sépalos. Fruto un pixidio. Género australiano y de la región malaya, con más de 1000 especies” (Killeen, García & Beck, 1993:581).

 Las formas de sus hojas y proximidad con el poeta, reafirman a Ron Loewisohn su conexión con esta especie:

Aquí están los eucaliptos

con sus hojas que gotean;

en la luz gris azulada de la madrugada

están juntos en la arboleda

 

como

nueve hermanos de pelo oscuro y piel suave

hermanos. -Parecen así (extrañamente)

relacionados conmigo.[3]

 En Bolivia, son tres las especies cultivadas mas importantes, de ellas, en Cochabamba se planta la E. camaldulensis Dehnh (Killeen, García & Beck, 1993:581), y a lo largo del S XX ha formado parte del escenario paisajístico valluno. Es altamente probable que el escritor Claudio Ferrufino disfrutaba de esta especie.

 Para el protagonista de Muerta ciudad viva, su “espíritu rural, primigenio, campesino” está conectado con el eucalipto, su “susurro” y su “aroma”; de ahí que busque su “sombra, cuando tiene problemas, depresión o ansias” (112). El fresco olor mentolado del eucalipto seduce a Claudio, a traves de su personaje. En un viaje a Oruro, por tren, atravesando “parajes memorables…, a pesar de las ventanillas cerradas, el aroma de eucalipto llenaba los dos vagones de que se componía la máquina” (53). En otra escena, luego de una violenta pelea de borrachera, toma un taxi, para hallarse “echado entre eucaliptos, a la vera de la senda de tierra cerca del canal grande de riego. El sol agrada. La sombra acoge. Las hojas de eucalipto silban una monótona pero sublime canción. Y las pepitas de molle rojo alrededor hablan de asuntos dulces de infancia” (14). La asociación de este árbol mirtáceo, con el placer y el bucolismo valluno, es evidente.

 En uno de los recorridos hacia su casa, camina “al lado de las canchas auxiliares de fútbol”, donde solía jugar, “antes de encontrar las preferencias del trago y del culo” (140). El lugar “olía a eucalipto”, provocándole una “extraña sensación”. Efectivamente, en la década del 60’-70’s’ hubo un arbolado en los límites de este espacio deportivo conexo al stadium departamental, donde el eucalipto destacaba.

 Otro momento de incursión en bicicleta al entorno rural valluno, por el camino de Condebamba: visualiza “eucaliptos jóvenes, de tonos grises, (que) lucen gotitas de rocío” (109). La juventud del arbolado que observa Claudio evidencia la posibilidad que sean rebrotes. No olvidar que el negocio de los “callapos” se extendió luego de la reforma agraria, talando arboles de eucalipto para troncas y leña, que luego rebrotan.

 De una de sus amadas, Eszter, recuerda que olía a eucalipto (116)[4], y esta lo compara con un eucalipto (113). En el periodo retratatado por la novela (principios de los 80’s), el arbolado de eucalipto en el campus universitario de San Simón era importante, particularmente entre las facultades de Derecho y Humanidades, del cual hoy quedan algunos individuos. El estudiante apasionado busca a Eszter, atraviesa “los eucaliptos de cincuenta metros (que) guardan unas aves extrañas en sus copos” (83); parecen zancudas, aquellas que visitan también la laguna Alalay como parte de su escala migratoria. Más aún, cuando se entera que ha fallecido Eszter, para recordarla, toma el micro hacia Tiquipaya; por las faldas de la cordillera, sospecho, recorre lugares que habían visitado. Y, por supuesto, están ahí los eucaliptos, “que se inclinaban hacia la izquierda”, debido al “soplo (que) bajaba de una quebrada casi al frente” (121).

 Con Silvia, otra novia, están en el río de Chocaya, desnudos, dentro “el agua fría”. El joven realiza un acto pagano religioso: “remojé ramitas de eucalipto azul para utilizarlas como hisopo. Yo te bendigo, coito” (131).

 Similar a un cazador vigilante de su presa, el majestuoso árbol le sirve al protagonista como lugar de acecho: “miro a Frances Mallotto desubicado desde un eucalipto. Lo hago al sorber cerveza amarga, calculando los pasos para intentar el ataque” (86). En determinado momento deja “el refugio del eucalipto” para “encararla” (86).

 La conjunción eucalipto, molle, agua, es distintiva del paisaje valluno; es con esta vista donde el erotismo fluye: “copulan a orillas de un río seco, apoyados en un molle, con un arroyo corriendo por la espalda, mitad metidos en el agua, entre eucaliptos que bordean una herradura…” (149).

 El eucalipto es parte de la fiesta rural en el valle. No solo como leña en la fabricación de la chicha, sino también en la habilitación del espacio festivo. En un matrimonio al cual asiste con sus amigos, observa que “se habían cortado jóvenes eucaliptos para las columnatas que sostendrían la carpa… (para) albergar a doscientas personas” (174).

 En su periodo de caída en el alcoholismo y desdicha, el héroe trágico de la novela, visita a un amigo, quien le pagaba tragos de cuando en cuando”, para platicar sobre “los compañeros comunes, de Abel, de situaciones como la del Jallalla. Aires de eucalipto…” (188). Buscando a una de las novias, que había huido luego de una violenta trifulca, “bajaba y entraba a los bosquecillos de eucalipto, a los huertos frutales llamándola” (185). Aun en sus momentos de alucinación alcohólica, el eucalipto se halla presente: “bajé, desmonté cerros y esquivé árboles de tara que se veían solitarios entre molles y eucaliptos” (168). Ahí, el eucalipto se torna sombrío: “las hojas afiladas de los eucaliptos dan la sensación de árboles con cientos de puñales colgantes” (66).

 En la última escena de la novela, convertido en aparapita, vemos que se prepara “con agua hirviente y metanol, con raspaditos de naranja, un trago” (206), mientras “los eucaliptos se despiden dialogando con la brisa (y) los pájaros lo hacen con barullo. No voy todavía a dormir” (206).

 IMAGEN: Eucaliptos. Eduardo Fernández




[1] Ferrufino, Claudio (2013) Muerta ciudad viva. Santa Cruz: Editorial El País. 206 pp.

[2] Killeen, Timothy J., García E., Emilia & Beck, Stephan G. (1993) Guía de arboles de Bolivia. La Paz: Editorial del Instituto de Ecologia. 958 pp.

[3] Loewisohn, Ron (1968), “The eucaliptus trees”. En Poetry. Vol. 112. No 2. Pp. 105-106. Traduccion libre: C.C.

[4] El protagonista imagina a Eszter que “se reclina en un cuadro de maja boliviana, en marco de eucaliptos y buses achacosos…” (201).