jueves, 31 de enero de 2013

Los anarquistas empujan la revolución en Egipto

Puede que los medios de comunicación estén perplejos ante el surgimiento de anarquistas en Tahrir, pero la verdad es que el anarquismo estuvo tras el impulso insurreccional desde el comienzo.

Traducción de un texto escrito por Jerome Roos en http://roarmag.org

Cuando decenas de miles de egipcios abarrotaron la Plaza Tahrir el viernes para conmemorar y continuar la revolución que había dado comienzo dos años antes, un destacable e inesperado espectáculo tuvo lugar allí. Tras dos años de promesas rotas y de continua violencia estatal , un grupo de activistas – prometiendo protestar junto al resto de sus compañeros – se posicionaron en las barricadas vistiendo de negro desde la cabeza a los pies, armados con improvisados lanzallamas y protegidos con uniformes de seguridad hechos por ellos mismos.

Cuando fueron preguntados por los periodistas, los activistas enmascarados dijeron que rechazaban hablar con los medios, pero misteriosamente “mencionaban el anarquismo” como fuente de inspiración para sus tácticas. Un día antes, la agencia Associated Press ya había informado sobre el surgimiento de un “grupo previamente conocido que se hacía llamar Black Bloc (Bloque Negro)”, que había advertido a los Hermanos Musulmanes de que no usaran su “brazo militar” para endurecer sus métodos contra los manifestantes y reclamaban la autoría de los recientes ataques incendiarios contra las oficinas de la hermandad islamista.

¿Qué es el Bloque Negro y por qué está surgiendo de pronto en las calles de El Cairo? Habitualmente denigrado por los medios conservadores y liberales como un núcleo duro de matones violentos, el Bloque Negro realmente es más una táctica de acción directa que un grupo claramente definido, mediante la cual (a veces actuando de forma violenta y otras de manera pacífica) activistas vestidos de una forma similar se presentan como un frente unificado y para no ser reconocidos por las fuerzas de seguridad. Mientras que la mayoría de participantes en las acciones de Bloque Negro se oponen explícitamente a los actos violentos contra las personas, los ataques contra la propiedad son una forma de acción directa más dentro del arsenal de su diversidad táctica.

En este sentido, los anarquistas de Egipto están claramente inspirados por algunas de las tácticas de Bloque Negro que hemos visto en otros lugares: desde la izquierda autónoma de la Alemania de los 70, pasando por los movimientos antiglobalización y la Batalla de Seattle de 1999, hasta la más reciente revuelta juvenil de 2008 en Grecia en respuesta al asesinato por parte de la Policía de Alexis Grigoropoulos, un adolescente de 15 años. Pero aunque la inspiración de los movimientos externos jugó un papel innegable en la reciente aparición del Bloque Negro en El Cairo, la realidad es que el anarquismo no es algo nuevo en Tahrir. Más bien, los activistas, las prácticas y las ideas anarquistas han estado en el corazón del levantamiento sin líderes de Egipto desde el mismo comienzo.

 Muchos de los seguidores de fútbol – los llamados “Ultras” que aportaron el ímpetu militante para la caída de Mubarak – se han identificado desde hace tiempo con las ideas anarquistas, mientras que el anarquismo fue una de las principales fuentes de inspiración tras el Movimiento Juvenil 6 de abril, cuyas acciones solidarias con una huelga en una fábrica de El-Mahalla El-Kubra en 2008 suelen ser consideradas como un importante antecedente del levantamiento de 2011. Las filas de estos movimientos están viéndose reforzadas recientemente por jóvenes desilusionados que lucharon en la primera línea contra los aparatos de seguridad de Mubarak, para encontrar sólo las mismas fuerzas estatales bajo el mando de los islamistas. Como dijo un activista : “Sólo nos gobiernan bastardos”.

Ahora que los Hermanos Musulmanes han detenido de forma efectiva el “largo camino hacia las instituciones” de la revolución, y ahora que los partidos de la oposición han demostrado ampliamente su lamentable incapacidad para ofrecer un contrapeso creíble a las fuerzas fundamentalistas, muchos jóvenes egipcios simplemente han perdido la fe en la capacidad de las instituciones representativas de llevar a cabo las demandas revolucionarias de pan, libertad y justicia social. En esta época de ilusiones desbaratadas, muchos de estos jóvenes revolucionarios encuentran que el anarquismo – que hace un énfasis radical en la democracia directa, la auto-organización horizontal y el apoyo mutuo – les proporciona la única alternativa esperanzadora contra la tiranía.

Es aquí donde la lucha de los egipcios comienza a conectar visiblemente con las luchas que están en marcha en Occidente. Mientras los anarquistas egipcios están ocupando un espacio activo para acabar con el poder fundamentalista y el estado de violencia, sus compañeros del otro lado del Mediterráneo se presentan como el último baluarte contra la ascensión de la violencia contra los inmigrantes en las calles de Atenas. Miembros del partido neonazi Amanecer Dorado se han visto implicados en ataques racistas contra no-griegos, incluyendo un pescador egipcio. Pero mientras el Estado se sienta y permite a Amanecer Dorado infiltrarse en las fuerzas policiales, lo anarquistas han decidido luchar. Asaltando las sedes de Amanecer Dorado y vigilando los barrios pobres mediante patrullas antifascistas motorizadas compuestas por cientos de militantes, los anarquistas griegos son vistos como héroes por la aterrorizada minoría inmigrante de la ciudad.

¿Y qué hay de las inequívocas raíces anarquistas del movimiento social más espectacular que ha emergido en Occidente en las últimas décadas? Como muchos observadores y activistas han señalado, el rechazo del movimiento Occupy Wall Street a llevar sus demandas a la clase política y su compromiso con la organización horizontal basada en las decisiones tomadas por consenso le dio a Occupy no sólo su carácter innovador, sino que también hizo que sirviera de altavoz de las frustraciones sobre la crisis del sistema representativo en cualquier lugar, permitiendo que se extendiera por el mundo como una oleada de indignación popular.

Desgraciadamente, sigue habiendo quienes de algún modo siguen apostando por los anticuados modelos de activismo político basados en los partidos y orientados por el Estado. Depositando  sus esperanzas en la representación elegida o en teorías abstractas sobre algún inevitable cataclismo futuro, estos “revolucionarios” continúan delegando en otros para que hagan la revolución por nosotros. Pero igual que Tahrir se vuelve a situar una  vez más  en la primera línea del frente mundial de la resistencia popular, nos envía un mensaje importante a nosotros: en las luchas globales del siglo XXI, son los anarquistas los que empujan la revolución.

Fuente: http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/23396
2013
 Militantes, ondean la bandera anarquista en el interior de una sede asaltada de los Hermanos Musulmanes / Fuente: Arab Anarchists

Bloque Negro en la revuelta egipcia

miércoles, 30 de enero de 2013

¡Anarquistas! CARICATURAS DE AYER Y HOY

Por Manuel de los andamios

El que la mayoría de la población maneje y reproduzca prejuicios contra los anarquistas no debería ser ya ninguna novedad. Hace mucho que ese fenómeno acompaña los pasos de estas ideas y de quienes se han propuesto vivirlas y promoverlas. Ciertamente es un problema que hay que afrontar si acaso nos mueve el deseo de invitar a discutir puntos de vista más allá de nuestros reducidos círculos de gentes y espacios. Por eso nace este pequeño escrito, para analizar la situación y contribuir al debate en torno a las formas de superar la querella, entendiendo que si bien parte importante de los prejuicios han sido alimentados desde “afuera”, también tenemos nuestra propia cuota de responsabilidad pasada y presente en torno a ello.

Las caricaturas que se manejan son variadas. La más recurrente y constante en el tiempo sin duda es la del anarquista como sinónimo de terrorista pone-bombas. Pero antes de detenernos en ella pasaremos revista por otras que si bien parecen lejanas en el tiempo, no falta la ocasión en que retornan resignificadas al presente, y no precisamente para ayudarnos.

Caricaturas de ayer…
Durante las primeras décadas del siglo XX el anarquismo estaba estrechamente relacionado con el sindicalismo, por ello muchas de las caricaturas construidas en ese entonces tenían que ver con el rol activo que desempeñaban aquellos en el mundo de las organizaciones laborales revolucionarias. Se decía que los ácratas (y también los socialistas) eran agitadores profesionales. Gente floja que solo se dedicaba a interrumpir la paz social e impedir por medio de las huelgas la libertad de trabajo. Alborotadores, enemigos de la civilización y el progreso económico, delincuentes, “apaches”. Desquiciados que veían males en donde no los había, sembradores de odios infundados. Vividores. Esos eran los conceptos que se utilizaban para calificar a los llamados agitadores profesionales. Con el tiempo, esa denominación se unió a la idea del agitador extranjero, es decir, un tipo que inyectaba doctrinas foráneas a los apacibles trabajadores locales (Cómo si la idea de Estado, Iglesia y Capital, así como la lengua, no hubiesen sido introducidas desde afuera). El internacionalismo a ultranza de los revolucionarios de entonces y sus constantes llamados en contra de las guerras estatales, era utilizado por los patrioteros para justificar la idea de que los anarquistas servían con sus desórdenes a intereses foráneos. A los libertarios de la región chilena se les acusó de servir al Estado peruano, en esa región ocurrió lo mismo, en los Estados Unidos de la Primera Guerra Mundial se sostuvo que los IWW de allí, trabajaban para el Estado Alemán.

Todas estas imágenes no fueron construidas al azar, al contrario, fueron explotadas con el claro objetivo de desprestigiar a los revolucionarios, atacar a sus organizaciones y desvirtuar y deslegitimar las luchas de los trabajadores. La idea también era aislar a los subversivos, levantando la dualidad “trabajadores honrados y pacíficos versus trabajadores flojos y levantiscos”. ¿Quiénes estaban detrás de estas caricaturas? La clase política gobernante, la oligarquía, sus senadores y diputados, y sobre todo su prensa, con El Mercurio a la cabeza, naturalmente. No faltaron los trabajadores que hicieron eco de la misma creencia. Fruto de tan patriótica unión fue la dictación en 1918 de la Ley de Residencia con la cual echaron del país a varios compañeros antiautoritarios cuyo crimen, además de no aguantar la miseria ambiente, no era otro que haber nacido por casualidad en otro punto de la Tierra. En Argentina y por los mismos motivos, habían aprobado esa Ley en 1902.

Hoy en día el vínculo entre los anarquistas y las organizaciones laborales no es tan estrecho como en ese entonces. Por lo mismo la idea de estos subversivos como provocadores de huelgas no es manejada por los medios. En ese caso prefieren utilizar la imagen del “comunista” consolidada tras el declive de la presencia ácrata en este país. A lo que sí se recurre de vez en vez, es a vincular a los difusores libertarios con supuestas relaciones de subordinación y financiamiento desde cúpulas extranjeras. Esa tesis se utilizó por ejemplo en el “Caso Bombas” (desde Italia, se dijo).

Este último fenómeno en todo caso no es exclusivo de los antiautoritarios, pues lo mismo ocurrió con los comunistas cuando se les señalaba que eran “pagados desde Moscú y La Habana”, con los activistas que luchan contra los megaproyectos energéticos cuando son acusados de ser pagados por grupos y ONG´s europeas, y últimamente con las comunidades autónomas del pueblo mapuche, apoyadas y entrenadas según la prensa por las FARC e incluso por la ETA.

Anarquía y petardos. Una constante histórica e histérica.
Como se ha esbozado más arriba, la imagen más recurrente sobre los anarquistas es la de un pone-bombas. Acá no interesa discutir si la colocación de artefactos explosivos en lugares no habitados es o no una estrategia útil para el contexto actual en los sitios puntuales en que convivimos. Eso vale para otra reflexión. Esta es una conversación sobre estereotipos. Y si de caricaturas hablamos, no podemos obviar que el anarquismo a nivel mundial ha sido identificado con las bombas.

El origen histórico de esta relación se vincula con el desarrollo en Europa durante las últimas décadas del siglo XIX de la llamada “propaganda por el hecho”, que –en parte- consistió en una estrategia de acción en donde el asesinato selectivo de altas personalidades consideradas enemigas de los trabajadores y los anarquistas, cumplía el objetivo de hacer justicia, llamar la atención, agudizar conflictos, etcétera. Así cayeron presidentes, reyes, generales y ministros. Además, también se atentaba contra los espacios y edificios representativos de los principales pilares de la sociedad autoritaria de entonces, a saber: Estado, Capital e Iglesia. Las expresiones de violencia política libertaria se trasladaron a otras partes del mundo, alcanzando especial notoriedad en ciudades como Buenos Aires. En Chile la imagen se alimentó con algunos atentados que si bien no fueron del todo aclarados en cuanto a su autoría, fueron vinculados inmediatamente a los anarquistas (1911, 1912, 1913, 1918, 1920).

La propaganda por el hecho era aceptada y difundida por sus protagonistas y por un sector particular y minoritario del heterogéneo movimiento anárquico, pero por la acción conjunta de los medios masivos de comunicación, se perpetuó la idea de que así eran en general todos los anarquistas (¡ay de los tolstoyanos!). Y sin embargo el uso de la violencia política generaba y genera numerosas disputas y peleas internas entre los propios ácratas.

Cuando ya avanza el siglo XXI estas imágenes vuelven a surgir de la mano de los cientos de atentados explosivos que han sido atribuidos, con razón y sin ella, a los anarquistas. Hace unas décadas eran los grupos marxista-leninistas los catalogados como dinamiteros, caricaturizando de igual forma a la generalidad del espectro socialista autoritario. Pero ahora que volvieron los anarquistas y algunos han elegido estos métodos, la gran prensa vuelve a meterlos a todos en el mismo saco.

Y nos guste o no, de la mano de la pólvora la palabra “anarquía” ha vuelto a instalarse en la prensa de masas. Sin duda aquello tiene el natural objeto de perseguir y desprestigiar a las ideas antiautoritarias (¡es la prensa del poder!), pero no se puede obviar el hecho de que hoy por hoy, por lo menos en estos confines, más gente tiene una imagen –aunque vaga y distorsionada- del anarquismo. Cuestión que no se daba desde tiempos remotos. Hace unos años nadie se preguntaba siquiera qué diablos era la anarquía. Hoy como ayer las ideas y expresiones antiautoritarias son mucho más que eso. Diversas y ricas iniciativas, algunas radicalmente opuestas a las bombas, dan vuelta por todo el territorio. Su descripción (y la de sus problemáticas) escapa al objetivo de este escrito. Hay una gran distancia entre lo que “somos” y lo que se selecciona para mostrar de nosotros (¿hay un “nosotros”?). Ignorar esa cuestión por considerarle “discusión superada”, creo, es entregarse a los designios del poder en lugar de plantarle cara.

Caricaturas de hoy…y unas preguntas
Las anarquistas ya no son agitadoras sindicales incorregibles. Ahora son otros estereotipos, aunque tan flojos y poco útiles para la santa patria como los anteriores. Además del pone-bombas ya mencionado, ahora se trata de “okupas”, gente vestida de negro, muchas perforaciones y tatuajes, parchecitos de bandas de nombres indescifrables, cara de malos, gustosa de música punk, conspicuos bebedores y reconocidos marihuaneros, no comen carne, y…son violentos. También hay quienes dicen que son hijos de familias de clase media disfuncionales y que tienen déficit atencional. Comer guaguas ya está pasado de moda. Como se ve, nuevas imágenes contienen la misma vieja urgencia de anular a los “otros” de turno.

El heterogéneo campo anárquico está lleno de elementos (vestimentas, consignas, actitudes) que contribuyen a levantar estereotipos inservibles. Y esto no es solo un problema para difundir nuestras ideas, también es un problema para nosotros. ¿O es otro mundo de uniformes el que buscamos?

Acá no se trata de reivindicar un verdadero tipo de anarquistas ni de presentarlos
como blancas palomitas. Pues en ese extremo no faltan los que pretenden imaginar al anarquismo como una cosa puramente intelectual y exenta de contradicciones o salidas violentistas para determinados problemas. Tampoco se trata de asumir que anarquista es cualquier cosa que sea llamada de esa forma.

Claramente hemos sido bastante de esas caricaturas, pero sin duda somos mucho más que ello. Los estereotipos no sirven, pues no somos homogéneos ni queremos serlo, y toda caricatura es un impedimento para conocer a las personas y las ideas en su complejidad. Por lo mismo, si entendemos que aquellas son una traba para la exposición y debate de nuestras ideas, también nos debe urgir a nosotras la necesidad de estudiar la realidad y a quienes nos rodean sin construir caricaturas de ellos tampoco.

Es cierto que la prensa y los de arriba nos han demonizado. Y lo seguirán haciendo. Eso no nos puede sorprender y no podemos exigirles a quienes son nuestros enemigos y trabajan para ellos que nos traten de forma distinta. Somos nosotras quienes debemos ganar la batalla de la comunicación. Y somos nosotros los que debemos dejar también de ser caricaturas.
FUENTE: El Surco. Periódico mensual anarquista. Año 4 • Nº 42 • Santiago, región chilena • Enero-Febrero 2013.
http://periodicoelsurco.files.wordpress.com/2013/01/elsurco_enero_febrero.pdf

jueves, 24 de enero de 2013

¿Anarquismo insurreccional vs. traición – delación: el juzgamiento autoritario en el anarquismo?

Seguramente estaré también sumada a la lista de mujeres “traidoras y delatoras” por lo que voy a decir. Consciente de ello, no me esconderé en el anonimato de seudónimos, grupos, movimientos, colectivos o lo que fuera, por lo cual me identifico con el nombre “legal” que me dio el Estado, mi familia y como me conocen.
Ya van varios comunicados, en diferentes tonos y colores, donde ponen en cuestionamiento la ética de Virginia Aillón y de Nina Mansilla, tildándolas de ser “traidoras y delatoras”, unos producidos obviamente desde aquí y otros anunciados desde otros países.
El 29 de mayo pasado, con una orden fiscal de allanamiento a sus domicilios fueron llevados a declarar a 12 personas por estar implicadas en acciones “terroristas” e “intento de homicidio” por las supuestas explosiones de bombas de cajeros automáticos bancarios y en el Viceministerio de Medio Ambiente. De toda esta lista, en principio sólo dos personas quedaron con cárcel preventiva, dos con arresto domiciliario, y el resto fueron liberados por tratarse de “menores de edad”. Posteriormente, otra persona fue detenida con cárcel preventiva.
Pero, nadie hasta el momento se ha pronunciado sobre esta primera lista de la fiscalía donde tenían 13 nombres: ¿de dónde salieron estos nombres?, ¿cómo relacionaban un@s con otr@s?, ¿quién delata a quién?, ¿es un montaje del Estado para reprimir?, ¿es una mezcla de ambas cosas?, ¿tod@s l@s que nos autoproclamamos libertari@s somos “terroristas”?, ¿tod@s somos insurrecionales para ser anarquistas?, ¿tod@s conocemos a tod@s?
Seguramente, algun@s querrán contestar estas preguntas, u otr@s darán “lecciones” de anarquismo “real, verdadero, histórico o contemporáneo”. En verdad no me interesa, pues cada un@ construye su respuestas desde lo que es y desde lo que cree, siente, piensa, vive e interactúa. Cada un@ tiene sus éticas. Yo construyo las mías, desde lo que creo, siento, pienso, vivo e interactúo como libertaria.
Y desde ahí digo. Nina Mansilla, cuata, hermana, amiga, compañera, comadre desde hace 15 años es INOCENTE de las acusaciones que le imputa el Estado. Virginia Aillón, cuata, hermana, amiga, compañera, comadre desde hace 12 años es la mujer más valiente, coherente y ética que conozco. Nina ha pasado 5 meses en prisión y enfrenta un juicio desde arresto domiciliario acusada de “terrorismos e intento de homicidio”. Virginia Aillón, junto a mí y otr@s cuates, herman@s, amig@s, compañer@s, desde el primer día de su arresto hicimos comunicados, interpelamos al Estado y al Sistema Judicial, organizamos acciones solidarias para recaudar fondos, la visitamos en la cárcel, hicimos plantones, pusimos nuestro cuerpo, nuestra identidad, nuestra cara, nuestro tiempo, nuestros esfuerzo y lo seguiremos haciendo hasta ver libre y declarada inocente a Nina.
Nunca hemos hecho NADA en CONTRA de las  otras personas encarceladas. En todo caso, hicimos lo mismo por Henry, y algun@s lo siguen haciendo, sin embargo,  a Virginia Aillón y a mí, el propio Henry nos solicitó que ya no lo hagamos. En profundo respeto político libertario a su decisión, nos retiramos de las estas acciones directas por y para él.
Ninguna de estas actuaciones, suponen el delatar o traicionar a las personas “autoproclamadas” como las autoras de las acusaciones que le imputan a Nina. El pedir que “asuman sus responsabilidades” en coherencia y ética con ell@s mism@s frente a Nina y los otros presos, es acaso ¿pedir cárcel para ell@s?, ¿por ser libertarias tenemos que ser como ell@s?, ¿por pedir que sean coherentes le estamos dando datos al Estado?, ¿interpelar a la justicia por la inocencia de una inocente es ser anti-libertaria?, y pluralizo porque comparto plenamente la solicitud de Nina y Virginia. Así que, “comunicadores y manifestantes anarquistas”, súmenme a la lista de juzgadas.
El silencio es cómplice. Y desde mi voz digo a tod@s quell@s auto denominados “anarquistas” que hacen sendos discursos para atrincherarse y rayar una cancha imaginaria de los límites, definiciones, proclamas, frases (intelectuales por cierto) y lo que es peor, para juzgar a las otras, para ponerlas en una “otredad” de descalificación ética y humana, sepan que yo no soy “militante” de ningún “ismo”. Por lo tanto me quedo en esta “otredad”, en la que gustan colocar a l@s que no son como ustedes. Y eso sí es autoritario, eso sí es ser sistémico, eso sí es poner en riesgo a Nina y a Virginia, eso es sí es prejuzgar —al peor estilo del sistema judicial boliviano—, eso sí es darle más aliento al Estado represor. Y lo que es peor, eso sí es ser cobardes (la peor de las traiciones) cuando se nombra sin auto nombrarse, cuando se incita a “quitar” la solidaridad por un@s (tal como lo hicieron en un comunicado de agosto).
Sorprende que la semana pasada, los “Salvajes por la anarquía en Bolivia” luego de casi 6 meses de la detención carcelaria luego de seguir con la cantaleta de “traidoras”, recién hacen acciones de solidaridad por dos personas encarceladas. Desde lo que se tilda como la  “comodidad” de vidas intelectuales, me alegra que al fin hagan algo, donde se aplica lo de “más vale tarde que nunca”. Ojalá se desgasten más en acciones solidarias directas, en interpelaciones al Estado, al sistema judicial, que en la elaboración de “comunicados y manifiestos” dirigidas a joder y mellar a dos mujeres valientes y libertarias.
Para finalizar, sólo queda pedir que las voces éticas y valientes que así lo quieran, se sumen a mi repudio frente a la arremetida contra Nina Mansilla y Virginia Aillón.
Paula Estenssoro Velaochaga.
C.I. 1075652 Ch.
La Paz, 10 de diciembre de 2012

miércoles, 23 de enero de 2013

ELLOS Y NOSOTROS.I.- Las (sin) razones de arriba.

Enero del 2013.

Hablan los de arriba:
“Nosotros somos los que mandamos. Somos más poderosos, aunque seamos menos. No nos importa lo que digas-escuches-pienses-hagas, siempre y cuando estés mudo, sordo, inmóvil.
Podemos imponer como gobierno a gente medianamente inteligente (aunque ya es muy difícil de encontrar en la clase política), pero elegimos a uno que ni siquiera puede simular que sabe de qué va el asunto.
¿Por qué? Porque podemos hacerlo.
Podemos usar al aparato policíaco y militar para perseguir y encarcelar a verdaderos delincuentes, pero esos criminales son parte vital nuestra. En cambio elegimos perseguirte, golpearte, detenerte, torturarte, encarcelarte, asesinarte.
¿Por qué? Porque podemos hacerlo.
¿Inocente o culpable? ¿Y a quién le importa si eres uno o lo otro? La justicia es una puta más en nuestra libreta de direcciones y, créenos, no es la más cara.
Y aunque cumplas al pie de la letra con el molde que imponemos, aunque no hagas nada, aunque seas inocente, te aplastaremos.
Y si insistes en preguntar por qué lo hacemos, te respondemos: porque podemos hacerlo.
Eso es tener el Poder. Se habla mucho de dinero, riquezas, y esas cosas. Pero créenos que lo que excita es este sentimiento de poder decidir sobre la vida, la libertad y los bienes de cualquiera. No, el poder no es el dinero, es lo que puedes tener con él. El Poder no es sólo ejercerlo impunemente, también y sobre todo, hacerlo irracionalmente. Porque tener el Poder es hacer y deshacer sin tener más razón que la posesión del Poder.
Y no importa quién aparezca al frente, ocultándonos. Eso de derecha e izquierda, son sólo referentes para que el chofer estacione el auto. La máquina funciona por sí sola. Ni siquiera tenemos que ordenar que castiguen la insolencia de desafiarnos. Gobiernos grandes, medianos y pequeños, de todo el espectro político, además de intelectuales, artistas, periodistas, políticos, jerarcas religiosos, se disputan el privilegio de agradarnos.
Así que jódete, chíngate, púdrete, muérete, desilusiónate, ríndete.
Para el resto del mundo no existes, eres nadie.
Sí, hemos sembrado el odio, el cinismo, el rencor, la desesperanza, el valemadrismo teórico y práctico, el conformismo del “mal menor”, el miedo hecho resignación.
Y, sin embargo, tememos que eso se transforme en rabia organizada, rebelde, sin precio.
Porque el caos que imponemos lo controlamos, lo administramos, lo dosificamos, lo alimentamos. Nuestras “fuerzas del orden” son nuestras fuerzas para imponer nuestro caos.
Pero el kaos que viene de abajo…
Ah, ése… ni siquiera entendemos qué dicen, quiénes son, cuánto cuestan.
Y luego son tan groseros de ya no mendigar, esperar, pedir, suplicar, sino ejercer su libertad. ¡Habrase visto tamaña obscenidad!
Eso es el verdadero peligro. Gente que mira para otro lado, que se sale del molde, o lo rompe, o lo ignora.
¿Sabes que nos ha dado muy buen resultado? Ese mito de la unidad a toda costa. Entenderse sólo con el jefe, dirigente, líder, caudillo, o como se llame. Controlar, administrar, contener, comprar a un@ es más fácil que a muchos. Sí, y más barato. Eso y las rebeldías individuales. Son tan conmovedoramente inútiles.
En cambio, lo que sí es un peligro, un caos verdadero, es que cada quien se haga colectivo, grupo, banda, raza, organización, y en su lado aprenda a decir “no” y a decir “sí”, y que se pongan de acuerdo entre ellos. Porque el “no” apunta a quienes mandamos. Y el “sí”… uf… eso sí es una calamidad, imagínate que cada quién construya su propio destino, y decidan qué ser y hacer. Sería tanto como señalar que nosotros somos los prescindibles, los que sobramos, los que estorbamos, los que no somos necesarios, los que debemos ser encarcelados, los que debemos desaparecer.
Sí, una pesadilla. Sí, claro, sólo que ahora para nosotros. ¿Te imaginas de qué mal gusto sería ese mundo? Lleno de indios, de negros, de cafés, de amarillos, de rojos, de rastas, de tatuajes, de piercings, de estoperoles, de punks, de darket@s, de chol@s, de skater@s, de esa bandera de la “A” tan sin nación para comprarla, de jóvenes, de mujeres, de put@s, de niñ@s, de ancianos, de pachucos, de choferes, de campesinos, de obreros, de nacos, de proles, de pobres, de anónimos, de… de otr@s. Sin un espacio privilegiado para nosotros, “the beautiful people“… la “gente bien” para que nos entiendas…. porque se ve a la legua que tú no estudiaste en Harvard.
Sí, ese día sería noche para nosotros… Sí, todo reventaría. ¿Que qué haríamos?
Mmh… no habíamos pensado en eso. Pensamos, planeamos y ejecutamos qué hacer para impedir que ocurra, pero… no, no se nos había ocurrido.
Bueno, en el dado caso, pues… mmh… no sé… puede ser que buscaríamos culpables y luego, pues buscar, no sé, un plan “B”. Claro que para entonces todo sería inútil. Creo que entonces recordaríamos la frase de ese maldito judío rojo… no, Marx no… Einstein, Albert Einstein. Me parece que fue él quien dijo: “La teoría es cuando se sabe todo y nada funciona. La práctica es cuando todo funciona y nadie sabe por qué. En este caso hemos combinado la teoría y la práctica: nada funciona… y nadie sabe por qué.”
No, tienes razón, ni siquiera alcanzaríamos a sonreír. El sentido del humor siempre ha sido un patrimonio no expropiable. ¿No es una pena?
Sí, a no dudarlo: son tiempos de crisis.
Oye, ¿y no vas a tomar fotos? Digo, para arreglarnos un poco y ponernos algo más decente. Nah, ese modelito ya lo usamos en “Hola”… ah, pero qué te contamos, se ve claro que tú no has pasado del “libro vaquero”.
Ah, no podemos esperar a contarle a nuestr@s amig@s que nos vino a entrevistar uno tan… tan… tan… otro. Les va a encantar. Y, bueno, a nosotr@s nos va a dar un aire tan cosmopolita…
No, claro que no te tememos. En cuanto a esa profecía… bah, se trata sólo de supersticiones, tan… tan… tan autóctonas… Sí, tan de región 4… jajajaja… qué buen chiste, deja lo apuntamos para cuando veamos a l@s chic@s…
¿Qué?… ¿no es una profecía?…
Oh, es una promesa…
(…) (sonido de titutata-tatatatá, del esmartfon)
Bueno, ¿policía? Sí, para reportar que vino alguien a vernos. Sí, pensamos que era un periodista o algo así. Se veía tan… tan… tan otro, sí. No, no nos hizo nada. No, tampoco se llevó nada. Es que, ahora que salíamos al club para ver a nuestr@s amig@s, estamos viendo que han pintado algo en el portón de entrada al jardín. No, los guardias no se dieron cuenta de quién. ¡Claro que no!, los fantasmas no existen. Bueno, está pintado así con muchos colores… No, no vimos ningún bote de pintura cerca… Bueno, le decíamos que está pintado con muchos colores, así, muy colorido, muy naco, muy otro, nada qué ver con las galerías donde… ¿qué? No, no queremos que mande ninguna patrulla. Sí, ya sabemos. Pero hablamos para ver si pueden investigar qué quiere decir lo que está pintado. No sabemos si es una clave, o una lengua de ésas raras que hablan los proles. Sí, es una sola palabra, pero no sabemos por qué nos produce escalofríos. Dice:
¡MARICHIWEU!”
(continuará…)
Desde cualquier rincón, en cualquiera de los mundos.
SupMarcos.
Planeta Tierra.
Enero del 2013.

http://enlacezapatista.ezln.org.mx/2013/01/20/ellos-y-nosotros-i-las-sin-razones-de-arriba/

lunes, 21 de enero de 2013

Prólogo al libro de Lewis Mumford "Textos Escogidos"

Daniel Mundo

Tradicionalmente la técnica fue concebida como un apéndice del hombre que venía a subsanar sus falencias congénitas o a aminorar sus imposibilidades naturales: a diferencia de todo el reino animal los hombres debemos inventar un mundo artificial para poder vivir. La técnica y la lengua son los dispositivos que permiten tal construcción. Para un pensamiento centrado en la grandeza del hombre, en la exaltación de sus cualidades incomparables (la solidaridad, la generosidad, la valentía, la duda existencial, la comprensión y la interpretación de lo vivido, etc.), no es descabellado pensar a la técnica como un instrumento a su servicio, que de un modo racional y ético éste gobierna para su propio beneficio y engrandecimiento. Ahora bien, la hora de este tipo de pensamiento y de esa manera de concebir a la técnica parece llegar a su fin. La obra de Lewis Mumford encarna el esfuerzo agónico por retardarlo[1].

La tarea que se propuso era titánica. Es verdad, sin embargo, que la generación a la que perteneció Mumford fue la última para la que este tipo de pensamiento aún guardaba sentido. Mumford nació en Queens en 1895, vivió toda su vida en New York —capital del siglo XX— y murió en 1990. Cuando el pensamiento sobre la técnica comenzó a transformarse, es decir, cuando la injerencia de la técnica empezó a tener una preeminencia por sobre los valores humanos, Mumford ya era un hombre formado. Aunque sus obras fueron de las mejores radiografías que se le hicieron, no iba a poder aceptar el creciente dominio que la técnica ejercería sobre los deseos y pasiones del ser humano. Que él abogara en defensa del hombre, que él aún creyera que “la técnica es neutral” y que depende del uso que se haga de ella la positividad o negatividad de sus efectos[2], que siguiera planteando la necesidad de darle fines y valores humanos a los inventos técnicos, para no mencionar sus propuestas utópicas o superadoras, da cuenta de lo que cambió el mundo, el pensamiento y la técnica en los últimos cincuenta años. Como casi siempre, y en el caso de Mumford también, las respuestas son mucho menos iluminadoras que las preguntas de las que partieron.

Por ejemplo: buena parte de su obra está dedicada a historiar y pensar la relación entre la técnica y la cultura y la formación del ser humano, con el objetivo consciente o inconsciente de desnudar el mito que defiende la neutralidad de la técnica. Es su humanismo empedernido el que no lo deja aceptar del todo la sumisión que sufre el hombre al aparato que él mismo creó. Su análisis de la sociedad moderna a más de setenta años sigue evidenciando, sin que debamos ser especialistas para verlo, el indeclinable proceso en el que aún nosotros hemos sido moldeados. Su propuesta para revertir este proceso y devolverle al hombre los principios orgánicos de los que nunca debió alejarse, si bien fueron efectivos en su vida —pues sin duda Mumford vivió de acuerdo a ellos—, hoy suenan a impostura bienpensante. Son doblemente ineficaces: dejan al crítico cultural con el regocijo de haber hecho bien la tarea, sin necesidad de intervenir en la realidad. ¡Cómo no vamos a defender sus consignas inclaudicables: “Si hemos de salvarnos de la amenazadora catástrofe de las funciones técnicas, debemos restablecer la primacía de la persona humana”[3]!

Pero ¿a qué se refiere Mumford cuando menciona a la persona humana? He aquí su aliento anarquista: un ser de iniciativas que tiene la capacidad de discriminar y tomar decisiones, que puede y desea autogobernarse y orientar su vida y elegir su estado de ánimo; seres que saben escuchar sus sueños y vivir en consecuencia, y que luego de actuar son capaces de comprender lo que hicieron —sin justificarse ni absolverse—, de interpretarlo y finalmente de reconciliarse con ello[4]. En la facultad de comprender encuentra Mumford el rasgo típico del ser humano:

“Si todos los inventos mecánicos de los últimos cinco mil años fueran borrados habría sin duda una catastrófica pérdida de vida, pero el hombre continuaría siendo humano. En cambio, si desapareciese la facultad de comprender (…) el hombre se sumiría en un estado cercano a la parálisis, más desvalido y brutal que el de cualquier animal”[5].

¿Quién no se ampararía bajo la sombra de un ser humano como ése? Sin embargo, lo que encontramos en nuestra vida cotidiana es algo muy distinto: un ser mezquino, preocupado principal o únicamente por su propio beneficio, que calcula sus entregas y las devoluciones, un ser impersonal y egoísta. Mumford, para caracterizar a este nuevo homúnculo, hablará del hombre posthistórico, un ser que sólo sobrevivirá si se integra y adapta al  xtenuante y/o placentero ritmo de la máquina[6]. ¿En qué consistirá la preocupación central de este nuevo ser? “En el dominio de las energías naturales y el dominio de la vida humana mediante la posesión de esas energías”[7]. La explotación de la naturaleza y el dominio del yo integran junto con la conquista de los nuevos espacios (antes de ayer, la colonización del Nuevo Mundo; para el imaginario en el que escribe Mumford, el alunizaje; hoy, la exploración del espacio interior del cuerpo, el ADN, etc.) y la capacidad artificial de producir vida (la clonación, la fertilización técnica, el proyecto Genoma Humano, etc.) los objetivos patentes de la modernidad que aún siguen vigentes. Lo que cayó es su faz humanitaria, o mejor, humanista: lo que se desea conservar o mejorar ya no es el hombre, es la vida. Lo que sobrevivirá pertenece a la biotécnica:
“Dentro de la cultura posthistórica la vida misma se reduce a lo predecible, el movimiento mecánicamente condicionado y regulado, habiéndose eliminado todo elemento no calculable, es decir, creador[8].

El hombre posthistórico es un nihilista consumado. Puede sacrificar la memoria si con eso erradica de su vida el dolor; la esperanza, si con eso se salva del esfuerzo y el desencanto.

Es comprensible el tono apocalíptico que aquí asume la voz de Mumford. En el hombre posthistórico o posmoderno se cumplirían los vaticinios más oscuros que el romanticismo de Mumford había presagiado: obediencia, conformismo, uniformidad, estandarización, impersonalidad, repetición compulsiva, rutina metódica. Lo peor, tal como lo ve Mumford, ni siquiera son estas conductas, que podrían complementarse con otras donde “las cosas salvajes e indomables” se pondrían en juego; es la complacencia y la felicidad con las que se consuman, como si no hubiera opción, lo que las convierte en siniestras. Una raza de seres que come un pastiche gourmet, pero que ha olvidado “que comer comida fue en otro tiempo un placer”. Si como lo recuerda Mumford, en su origen el concepto de técnica abarcaba también a la experiencia artística, y suponía un modo de vivir elegido, una forma de vida creada e investida, en el modo de vida técnico que impone la regimentación social moderna lo que se sacrifica es el plus o la diferencia entre lo artístico y lo técnico. Como un músico que tiene una buena técnica para interpretar una gran variedad de obras, pero al que le falta ese excedente audible que lo convierte en un artista. O al revés: cuando el arte apela a una técnica arbitraria y caprichosa, con manchas arrojadas desde el pomo del óleo, y el alcoholismo regurgita en el interior de ese ser-creador masificado y repetitivo, lo que podrá extraerse de allí para iluminar el futuro valdrá como prueba documental. Un síntoma de la enfermedad del presente. Ése era el presente neoyorkino de Mumford.

Mumford tuvo dos grandes flancos para acosar a su presente: uno es este que venimos desplegando, en el que se contempla no sólo lo creativo de la técnica, no sólo lo que la técnica genera en contra mismo de su supuesto hacedor, sino también el poder destructivo que despierta la misma monomanía técnica. Por un lado —como decanta por sí solo al revisar a casi todos los pensadores de ese momento histórico—, el poder de la bomba atómica como la capacidad del género humano de autodestruirse y hacer desaparecer todo lo conocido. Por otro lado, partiendo del principio de que el poder creativo del ser humano debe necesariamente manifestarse, lo puede hacer de dos modos: de un modo positivo, con obras y construcciones; o de un modo negativo, complaciéndose “en la creación negativa, esto es, la destrucción”[9] o las desobras. Las vanguardias artísticas son una muestra de ello.

Ahora bien, si bien es cierto que “cada vez nos tornamos más bovinos, vulpinos y simiescos”, Mumford no resiste la tentación de darle otro final a sus críticas profecías. La integración mundial —afirma— es un hecho, y es un hecho que las condiciones laborales están cada vez más facilitadas por la técnica; el giro que hay que provocar en la cultura debe conducir al hombre de “una economía de la adquisición” y el consumo compulsivo a una “economía lúdica”, regional y limitada. El ser humano deberá hacer carne la unidad orgánica entre él, la naturaleza y la técnica: “La principal tarea del hombre consiste hoy en crear un nuevo ser”[10]. Pero la fisonomía que Mumford imagina para ese ser proviene, como era de esperar, del pasado: un Súper Hombre generoso. Lo cierto es que, tal como lo profetizaba oscuramente el mismo Mumford —casi en contra de sí mismo—, ese nuevo ser es hoy —y lo será mucho más mañana— un ensamblaje indistinguible o un híbrido de naturaleza-ser-humano-técnica. No son los viejos valores del humanismo los que han primado.

El otro flanco por el que Mumford aborda críticamente a la Época Moderna consiste en pensar la organización o (no) planificación urbana que la caracteriza, y que pululaba bajo sus propios ojos, en la Nueva York que él amó, por ejemplo. Mumford parte de que el modelo urbano de la modernidad es la megalópolis, esa ciudad con millones de habitantes en las que se asienta el poder monopólico del capitalismo, que sólo se maneja con una economía monetarista y un tipo de financiación basado en el crédito. Si bien la forma básica de vida metropolitana consiste en el hacinamiento y el movimiento incesante de muchedumbres, los diversos estilos de vida que imperan en ellas fundan los estándares vitales que rigen como paradigmas de la vida moderna: desde la limpieza del cuerpo hasta la moda o el consumo cultural o el prestigio pecuniario, etc. La clásica dicotomía de la sociedad de masas que confunde masificación e individualismo.

Lo que caracteriza a las megalópolis modernas es, básicamente, su red de transportes: el sistema de transporte en sentido horizontal, tanto público como privado (ferrocarriles, planificación de calles y sendas peatonales, ómnibus, subterráneos, carreteras, etc.), como el transporte en sentido vertical: los ascensores y los edificios con más de cuatro o cinco pisos. Por supuesto que las transformaciones técnicas intervienen en la vida de la ciudad: los medios de transporte o la canalización del agua, por ejemplo; pero lo que suelen estimular estos “adelantos” es precisamente lo que se volvió el problema central de la urbe: la congestión, tanto de habitantes, pasajeros, automovilistas como de residuos o información. Para Mumford sólo algunos arquitectos clarividentes, como Frank Lloyd Wright, propusieron soluciones creativas, es decir, no-técnicas, a los gravísimos problemas que asolan a estas ciudades monstruosas[11]. En la era de los funcionarios, los arquitectos y urbanistas perdieron de vista que “lo que define a una ciudad no es el número sino su arte, su cultura
y su propósito político”[12].

En La ciudad en la historia Mumford plantea que las megalópolis no son un invento moderno, pues en el pasado ya hubo algunos casos: Babilonia, Roma, etc. Estos casos son contados. Hoy, en cambio, abundan en todo el globo terrestre. Ahora bien, hay otro tipo de ciudad que la modernidad aún no conoce, al que Mumford le da el nombre necrópolis: la Roma Imperial es el ejemplo. En determinado momento la megalópolis implosiona. Las prácticas de entretenimiento masivo (desde la lucha de gladiadores hasta el indiscriminado uso de los aparatos de televisión), la concentración de la riqueza, lo fastuoso de los monumentos, la estandarización del gusto producida por la publicidad y el periodismo, los sistemas de distribución energética, el apelotonamiento de la población, las vías de comunicación, etc., terminarán funcionando a espaldas de las necesidades y deseos auténticamente humanos, y la ciudad, así, entrará casi sin advertirlo en su proceso de decadencia y muerte. Mumford apuesta que la iniciativa humana sabrá prever esto y habrá trasladado al hombre a otro rincón del mundo donde ya está construyendo su nueva morada, y el nuevo estilo de vida que esta morada habilita. Un tema que Mumford también llegó a prever es qué sucederá cuando no haya rincón del planeta que no esté ya colonizado y planificado.

Sin embargo, por ahora, uno de los más graves problemas creados por la técnica moderna en lo que respecta a la vida urbana, y que la afecta para siempre, es para Mumford el automóvil. Desde ciudades cuya prioridad es la circulación de los automóviles —para favorecer la cual, por ejemplo, se distribuyen en los accesos a la ciudad playas de estacionamiento intentando administrar el tráfico, o se construyen autopistas que la atraviesan en lo alto—, hasta ciudades planificadas in vitro, como Los Ángeles, para habitantes que no desean ni caminar ni utilizar el servicio público de transporte. De algún modo toda la naturaleza terminó sometida sirviendo al automóvil. Mumford, a mediados del siglo, se alarmaba al comprobar que el automóvil, fetiche o símbolo de la vida norteamericana, ya formaba parte de la vida europea. Lo que lo sosegaba era que el automóvil europeo renunció a la fastuosidad que el norteamericano deposita en el tamaño. No es el primero en comprender que ese medio de locomoción individual convierte a las calles en simples lugares de pasaje, y que altera los nervios y obliga tanto a conductores como a peatones a un grado de atención que ningún otro medio de comunicación supone. Los argentinos nos enorgullecemos por los automóviles que poseemos. La cantidad de autos a estrenar vendidos en un mes representa para nosotros un índice de prosperidad o de crisis económica.

No es de extrañar que en un mundo de funcionarios y especialistas —donde las obras semejan informes, y los pensamientos, papers— la figura de Mumford llame la atención. Perteneció a la última o a la penúltima generación para la que el saber no estaba compartimentado en claustros ni encerrado en  cademias, así como lo creador del arte no dependía de su valuación en el mercado. Por ello Mumford apelaba aún al pensamiento, a la comprensión y a la experiencia artística. Su obra es demasiado amena y vasta como para suponer que una antología de sus trabajos alcanza para conocerla. Espero que ésta sirva como una simple invitación para leer alguno de sus libros, que aún se consiguen en las librerías de viejo de Buenos Aires. Yo releo a Mumford y remedo ese gesto suyo de aferrarse a la mano del ser humano, aunque pocos como él vieron venir la avalancha que lo arrasaría. No podía abandonar al hombre así como Ahab no era capaz de deshacerse de su presa o víctima; o Bartleby, de desactivar su impotencia.

Agosto 2008
Pp 7-18

Mumford, Lewis
Lewis Mumford: Textos escogidos - 1a ed. -
Buenos Aires : Ediciones Godot Argentina, 2009.
224 p.


[1] Es significativo que el primer libro de Mumford haya sido una biografía de H. Melville. Melville no sólo fue uno de los escritores más representativos de la Norteamérica del siglo XIX; inventó dos personajes que por diversos motivos se convertirían en emblemas fácticos o contrafácticos del hombre moderno: Ahab, el capitán de Moby Dick, y el escribiente Bartleby. Algo desmesurado como lo que representan estos personajes hay también en la obra de Mumford.
[2] Mumford responsabilizaba al “capitalismo privado” el haber hecho de la técnica un dispositivo pernicioso para la sociedad. Esto no significa que Mumford no haya defenestrado al colectivismo soviético. Hoy parece evidente que la sociedad (salvo pocas excepciones) no tiene ninguna intención de renunciar a ese capitalismo que “la pierde”.
[3] Arte y técnica, Buenos Aires, Editorial Nueva Visión, 1958, p. 49.
[4] Mumford optaba por el mito de Orfeo antes que por el de Prometeo para explicar el connubio entre la técnica y el hombre: por los símbolos y el canto, antes que por el fuego, los hombres fueron capaces de reunirse, crear comunidad y amarse. Es por la lengua, no por la técnica, que los hombres podemos prolongar e intensificar los instantes significativos de nuestra vida; Mumford comprendió que su perpetuación técnica —al pre-disponerlos como siempre-presentes— les resta valor hasta volverlos
insignificantes.
[5] Man as Interpreter, Nueva York, Harcourt Brace and Company, 1950.
[6] El concepto de “hombre posthistórico” Mumford lo toma del libro de su amigo Roderick Seidenberg que lo lleva por título.
[7] “El hombre posthistórico”, en Las transformaciones del hombre, Buenos Aires, Sur, 1960, p. 184.
[8] 8. Op. Cit., p. 186.
[9] 9. Op. Cit., p. 199.
[10] 10. Op. Cit., p. 206. Mumford recurre a los conceptos de Patrick Geddes para pensar la posible “regionalización” que en el futuro ordenará al planeta. Ver los capítulos “La estructura general de la civilización” y “La política del desarrollo regional” de Las culturas de las ciudades, Buenos Aires, Emecé, 1945. El último capítulo es un análisis del probable nuevo orden urbano afincando en una matriz social democrática que integre todo el globo terrestre.
[11] Lo hace en las notas periodísticas que Mumford publicaba con asiduidad en The New Yorker, algunas de las cuales están recopiladas en F. Lloyd Wright y otros escritos, Buenos Aires, Ediciones Infinito, 1959; o La carretera y la ciudad, Buenos Aires, Emecé, 1966. Las reflexiones ácidas que Mumford despliega sobre las planificaciones que se practican en las ciudades occidentales, y en particular las que se ejecutan en Nueva York, no pueden dejar de iluminar lo que se está produciendo en la Buenos Aires de principios del siglo XXI: la prosperidad económica aniquila la vida en común.
[12] La ciudad en la historia, Buenos Aires, Ediciones Infinito, 1979, p. 158.