miércoles, 29 de diciembre de 2021

Los universitarios en la novela MUERTA CIUDAD VIVA: Revolución, alcohol y eros[1] Carlos Crespo Flores (INCISO UMSS)

 El año 1982 la dictadura militar había caído y se habían recuperado las libertades democráticas, traducido en la asunción de la UDP al gobierno, una amplia coalición de comunistas, nacionalistas revolucionarios, guevaristas. La universidad era una ebullición de ideas, grupos políticos…y mucha “chupa” donde se hablaba de la lucha de clases y la revolución. Es en ese ambiente donde se mueve el protagonista de la novela Muerta ciudad viva, el alter ego del escritor Claudio Ferrufino, ese momento estudiante de la carrera de Sociología.

 En otro artículo señalé que la novela es una etnografía cruda y apasionada de la ciudad y valle de Cochabamba, de su ecología y cultura. Un aspecto que el presente texto busca mostrar, es el hábitat universitario de San Simón en el periodo retratado por la novela, pues hay aspectos de la cultura política universitaria que continúan hoy. Por otro lado, la conexión política, alcohol, mujeres en la vida universitaria, se despliega a lo largo de la trama. Al mismo tiempo, se evidencian aspectos del pensamiento libertario de Claudio, tema que espero tocar en otro escrito.

 En Bolivia el autoritarismo, la corrupción y el racismo, son rasgos que atraviesan las relaciones sociales, el Estado se ha estructurado desde este horizonte, y sus crisis políticas han tenido este sello. La madre de nuestro protagonista lo sabía. De origen argentino, había llegado “muy poco tiempo después de la revolución” (de 1952), bajo égida del MNR. Y su diagnóstico es pesimista, que sin duda influyó en la formación del hijo:

“(la revolución)… no fue tal, sino un replanteo de las jerarquías. No estaba la libertad en juego; era el cambio de amo. Lo sentí de esa manera. Los mestizos letrados, igual que antes los otros, con un discurso semi-progresista se encaramaron y construyeron una dinastía de cimiento endeble. Si en el pasado era el miedo del hacendado y del cacique, ahora era al Partido y sus burócratas. Y una sarta de cipayos convertidos en dirigentes que acumularon mando y supieron hacer sentir su poder. (pp. 37-38)”

 Ella venía de la Argentina peronista, otro experimento populista dictatorial. Las afirmaciones que realiza son fundamentales para entender la actitud anti política de nuestro protagonista: la revolución del 52’ solo fue un cambio de amo, esta vez hegemonizado por el “mestizo letrado”, pero sin lograr estructurar un país, y, por otro lado, las autoritarias burocracias partidarias como los nuevos caciques. Esta visión pesimista del 52’ es disidente de la mayoría de las lecturas académicas y políticas, principalmente desde la izquierda.

 El día que la UDP llega al palacio de gobierno, nuestro testigo recuerda que en los kioscos de la Cancha y avenida Aroma (esa época considerados locales “de remate”, “cuando no queda otro lugar para continuar bebiendo”) (126), celebraban con una “cantinela de borrachos festejando el advenimiento de la controversial democracia” (126): “Viva el Movimiento, viva Villarroel[2], Hernán Siles Zuazo ya está en el poder…Con antifaz, sin antifaz, muera el Mono Paz”, vociferaban los borrachos.

 El escritor reconstruye una imagen de ese momento, de auge izquierdista, y que visualiza también el estilo de socialización de los borrachos en Cochabamba:

Vivas y mueras se sucedían. Borrachos que lloraban, borrachos que meaban. Los había que daban discursos y catedráticos con aires de perdonavidas. Para esto hemos luchado ¿no, joven? Seguro, seguro, les respondía, ch’allando con unos y con otros. La derecha había escondido el hocico en agujeros. No paseaba por allí” (126)[3].

 Bolivia, a principios de los 80’s, era una sociedad altamente politizada, y la universidad el espacio por excelencia del debate ideológico izquierdista. El hábito principal de los estudiantes universitarios era la “chupa”, momento de plática, debate y hasta pelea por estos temas. El protagonista recuerda que en las chicherías alrededor de la UMSS “se hablaba de revolución. Cómo no; en esos lupanares del trago se discutía el fin del mundo. Se vivaba al tío Ho y al Che, cuchillo, cuchara, que viva Che Guevara.” (97)

 El gobierno de la UDP, junto con la recuperación de las libertades democráticas trajo esperanza de la posibilidad de una transformación social, en el país y en la universidad, para buena parte de la población, incluyendo la clase media “progre”. Nuestro héroe y sus amigos wajtakus[4], conviviendo con los pobres y marginales de la ciudad, no lo creían así:

“No cambia. Y hablando del futuro, entre nosotros somos pesimistas de que algo vaya a cambiar. En la universidad por el entorno febril de los estudiantes a ratos creo que sí. Pero andando por el barro y oyendo a borrachos o moribundos farfullar en los callejones estoy seguro de lo contrario. (107).

 La efervescencia política de entonces en la UMSS, conviviendo con el fracaso académico, podemos imaginarla en esta descripción de las paredes en el ingreso por la calle Jordán, junto al comedor universitario:

“Cartelones de toda índole presentan candidatos para mil y una elecciones. Marx, Lenin, Trotski, rostro pegado a rostro, dan prueba de la vitalidad de la Cuarta Internacional. Un Che eternamente joven (jamás nadie podrá hablar de un Che viejo) va quedando cubierto por propaganda de diverso tipo. Mayormente política, pero también de cursillos de computación, kermesses de beneficio, y anuncios de clases de recuperación de matemáticas y física para los que se aplazaron en el examen de ingreso” (82).

 A pesar de ello, por los amigos, solía involucrarse en la movida política universitaria, “de preparación de charlas y manifiestos, cosas que me cansaban sobremanera pero que a veces no lograba eludir” (181). Pero, desconfía de los liderazgos políticos universitarios, que buscaban articularse al Estado, se distancia de ellos, pues lo de él es vivir poéticamente:

“Hombres ilustres, según decían, poblaban nuestro entorno universitario. Cada quien aspiraba no menos que a la presidencia, o a un martirologio del cual se hablaría por generaciones en los libros. Yo seguía siendo un poeta despistado, que escogió una carrera de análisis para ver si domeñaba el martirio de sus fantasmas” (15).

 O cuando está en un banco frente a las oficinas de la FUL (ingreso por la calle Sucre). “Miríadas de estudiantes pasaban delante de las oficinas” (92), pero él “estaba allí no porque participara del embuste que siempre han sido izquierdas y derechas, sino porque quería leer a Joyce en paz” (92).

 Ironiza con humor la pulsión revolucionaria universitaria. Durante un matrimonio en Cliza, homenajea las virtudes musicales del director de la banda que amenizaba la fiesta: “Notable, carajo; notable maestro!, le increpé casi a gritos. Nos abrazamos… beso ¡en la boca, carajo!, culminando el precioso encuentro de los jóvenes universitarios con su pueblo” (16).

“Encontrarse con el pueblo”[5]. Ferrufino pone en evidencia cierta p’ajpakería discursiva revolucionaria, de la izquierda partidaria de la época (otro aspecto que no ha cambiado), así como la rara disciplina partidaria de los militantes de izquierda universitaria, con quienes el escritor compartió copas y excesos, con su doble moral de comportamiento:

“Si la revolución dependiese de las reuniones de charla política, de formación de cuadros, ya nos habríamos distribuido la herencia de Lenin. Se comienza, compañeros, con la necesidad de la lucha. Los troskistas del POR se irritan pero levantan la copa y brindan. El remanente de los “elenos”, el fatídico Ejército de Liberación Nacional, repite la cantinela de volver a las montañas donde murieron de hambre. Que es interesante no hay duda, y parte de la tragedia del país. A poco del alcohol ya hacer efecto, los cuadros revolucionarios buscan escenas más mundanas: una hembra, un macho, revolcarse y teorizar acerca de un polvo como si de la Internacional se tratara” (158).

 En otro matrimonio al cual asiste con su enamorada y amigos, observa que a la fiesta “asistió la crema de la revolución social. Se reunieron los inteligentes e inteligentemente conversaron en altas esferas de pensamiento” (181).

 El ambiente de los locales a los que acudían los amigos, normalmente cerca de la universidad hacia la Cancha, retrataban la pobreza, machismo, así como la estética “trucha” de la ciudad entonces (hoy con matices se reproduce):

“Mesas de fórmica imitación de mármol. Sillas cubiertas igual, endebles. Mujeres en bolas o con bikini ofreciendo cerveza en los carteles. Bebidas “de lujo” detrás del mostrador, un polvoso whisky, singani San Pedro. Vino dulce porque los bolivianos ni idea de vino tenían. Cerveza que beben los oficinistas, tragándose la comida de sus hijos. Y los jóvenes como nosotros con chicha. Tan cerca de la revolución…” (40).

 En las borracheras estudiantiles suele haber un “padrino” amigo, que financia la sesión de alcoholismo. Son códigos de solidaridad básicos en un grupo de afinidad. En la novela, uno de ellos es Raúl, docente universitario, con quien se reunían “en el Anexo América”,… cuando… cobraba en la universidad” (122).

Como hoy, la universidad de ese periodo era una salida al desempleo juvenil y a una sociedad no future, además de medio para conocer el alcohol y otros excesos:

“Ninguno trabaja. Si quisiéramos, tampoco. Matamos las horas con picadas de fulbito. Estudiamos en la universidad ¿qué joven boliviano no lo hace? La universidad como colchón de aire que amaina el golpe de encontrarse con un país sin opciones. Venga, a por alcohol, que otra cosa no hay que hacer.” (55).

 En los 80’s Cochabamba era una sociedad donde la precariedad de la educación tornaba que los titulados de la universidad tengan un status especial, principalmente para los sectores sociales populares. En los abogados es muy evidente esta búsqueda de poder y status. En una chichería, cerca de los juzgados, “a cuadra y media de la plaza principal”, observa clientes diversos, “el cargador del mercado con una jarra pequeña de chicha y los ojos vidriados”, pero también

“el licenciado entre licenciados, con cerveza y botellas de San Pedro, caído por el alcohol en el segmento de clase que quiere olvidar y de donde proviene la mayoría. Yo no soy chusma, repite, soy doctor universitario, pero se le vidria la mirada igual a la del paisano en ojotas y pantalones cortos, con lazo en bandolera para que lo cargue la muerte esta noche de helada como un bulto cualquiera” (64).

   Señala que “los aprendices de doctores, o ya en posición de poder, dirimían el futuro en torno a vasos de cerveza yculitos’” (168). En otra escena, están con un amigo abogado, funcionario de DIRME, quien les ofrece chupa y chicas, gratis. Los lleva a un local que opera como putero. La dueña, que lo conoce, “se mueve de un lado a otro, cuchichea a sus muchachas y algunas con disimulo se marchan. Chiquillas de quince o dieciséis, huidas o robadas de sus familias en el Beni, con rasgos nativos, yuracarés, mojeñas” (103).

 Y el diálogo entre el abogado y la dueña es sabroso, ilustra la corrupción estatal, la importancia del status de abogado, los discursos con los que se legitima la prostitución. El abogado “abarca de reojo el panorama y luego de la comilona le detalla a la dueña el número de menores de edad que allí trabajan de putas. Emite un discurso de moral y la necesidad de cambiar las estructuras del país, afianzar la educación, permitir el libre acceso a las universidades y proveer de trabajos que permitan la subsistencia” (103). La señora responde

“pero estas chicas vienen a rogarme que las acoja. Si como madre para ellas soy. Les doy cama y comida. La mayoría tiene niños de pecho que no pueden alimentar. Sus novios las abandonaron luego de embarazarlas, los padres las expulsan, los padrastros las abusan. Qué quiere que haga yo, doctor, también tengo un corazón. 

Claro, claro, hija (le dice hija aunque es treinta años menor que ella), comprendo, pero yo estoy obligado a presentar un informe, que de resultado tendrá la clausura de tu local, multas y en algunos casos la cárcel. 

Doctor, doctorcito, no me haga eso. Y él replica, no estoy solo, acá los señores son agentes de investigación de la oficina y no puedo obligarlos a ceder como presumiblemente lo haré yo que la entiendo. 

Ese no es problema. Han llegado muchachas profesionales del oriente y a ellas les gustaría entretener a los doctores. Lo único que le pido es que no cerremos el local. Ustedes dispondrán de bebida, comida y muchachas por el tiempo que deseen, mientras nosotras seguimos ganándonos la vida. 

Y así, de pobretones pasamos a leguleyos, investigadores, agentes de la moral. La borrachera rebalsa. Agradable sabor de la cerveza, tan diferente al espanto de la chicha” (104). 

En otra farra, los escandalosos jóvenes recordaran “la incursión de la noche anterior en el lupanar. Irónicos, reímos de nuestros títulos universitarios, como si uno se pasara las horas y devorase los libros para conseguir un culo de alquiler” (169). 

Sin duda, en el imaginario popular inscrita en la memoria larga colonial, el universitario licenciado tiene un status especial, como un medio de ascenso social: “así no se tuviera plata, se caminara mendigando licor o pan, los universitarios se consideraban una casta apreciable. A muchos les gustaría ofrendar a sus hijas a los brazos de profesionales por venir, tal vez el único camino de movilidad social disponible” (171). Como el utilero del Wilsterman, quien, en una hilarante sesión alcohólica, ebrio, “comenzó a llorar y terminó llorando. Destacó que era un buen padre y que la joya de su hijita sería para el doctor, con quien ansiaba emparentarse. Salud, salud. Brindis por el Wilstermann, por la revolución, la belleza de la muchacha y la prestancia del doctor. Viva Bolivia, carajo. Viva la patria” (169). 

Esta servidumbre voluntaria con los abogados, Claudio lo atribuye a “la historia, las taras de la esclavitud, la idolatría venida desde los españoles sobre titulación y doctorado” (169). Para los “despreciados, detestados, pobres estudiantes”, debido a su origen social (siempre) tenían otros debajo suyo, “en su debajo”, anotaría la jerga popular” (168). Esta vida, “en mezcolanza como en un potaje híbrido, a veces incomprensible pero desentrañable” (168), se explican, nos dice el autor, “según las condiciones particulares del país” (168). 

Pero, la movida revolucionaria universitaria facilitaba a nuestro héroe y sus amigos a seducir chicas estudiantes o sus amigas: “Ya nos habíamos echado unos tragos, bien de mañana, y cantábamos revueltos canciones de revolución. Al menos la revolución traía hembras, delicadas, dadivosas, lindas, creativas.” (14). Una de las enamoradas del protagonista era universitaria y casada. Recuerda que el esposo la llevaba a su casa, “confiado en la patraña estudiantil juraba que aportaba su granito de arena a la revolución mundial” (19). Es un raro caso donde es la mujer quien “pone los cuernos”, cuando en la cultura machista de la ciudad generalmente opera al revés, incluyendo los entornos políticos de la izquierda local, donde se mueve la novela. 

Ferrufino, a través del protagonista, es muy crítico de la juventud de clase media de entonces, particularmente mujeres, que jugaban a la revolución mientras eran estudiantes (su “ida al pueblo” llama Claudio), para volver al guion social pre establecido, luego de egresar:

“Yo miro a una muchacha universitaria extasiada del ambiente. Esta mierda significa su ida al pueblo. Dormirá mejor creyendo formar parte de una élite pensante y destinada a mandar. Abrirá las piernas a otro compañero de clase de origen dudoso. Con ello volverá a sentir que sus pasos en la vida tienden a memorables, que habrá conocido el vientre de Leviatán y lo habrá deglutido antes de que el monstruo la devore.” (108) 

A una de sus novias “le gusta la mierda esa de los revolucionarios” (156). Él también se autodefine como “villista y guevarista”, pero está claro que estos rituales son “un mero atajo hacia un arribismo descarado, amén de mujeres y prestigio”. Desconfía de sus capacidades revolucionarias: “dudo que alguno llegue a empuñar otra arma que no sea su miembro para mear; incluyo a las mujeres. Arte del pavoneo. Bebida gratis. Promiscuo equivale a socialista en esta jerga universitaria” (156-159). 

Y, como seguramente buena parte de los jóvenes universitarios, el campus universitario también se torna en el lugar de la separación amorosa: “Me avisa un día que retorno a la universidad luego de haber perdido ya el semestre que hubiera sido hermoso. Y me deja una carta que habla de sueños, de mi pecho joven, de las mujeres del porvenir” (120). O el tormento que sufre cuando la amada, con quien ha roto irremediablemente, no solo ya no le contesta, y se lamenta “pasarás a mi lado en la universidad ignorándome” (120). Ser ignorado, es lo peor que puede haber, y el protagonista de la novela es muy sensible a ello. 

Posdata

A la morgue por borracho

La Facultad de Medicina se ha preciado que sus estudiantes realizan sus prácticas en seres humanos reales, en la morgue del hospital Viedma. En el imaginario de la ciudad no es el lugar más apreciado, por el contrario, es símbolo de tristeza y tragedia. Ello a propósito de una reflexión que hace la madre al protagonista por beber en los extramuros de la ciudad: “sentencia que un día sucederá en serio, que me maten, y no aparecerá nadie a recogerme y enterrarme. Acabarás disperso en las mesas de los estudiantes y alguno usará tu calavera de pisapapeles. ¿Eso esperas para ti?” (27). 

El auto ruso

Cuando la dictadura del Gral. Banzer, en la década del 70’, se realizaron extraños convenios con la entonces URSS, entre ellos de apoyo a la minería. Bajo este paraguas, llegaron cientos de jeeps rusos, como el que describe el autor, mientras una docena de estudiantes “entusiasmados” van a un “matrimonio indígena” en Cliza (más bien campesino, no? Pues Cliza es zona de colonos y piqueros vallunos):

“El jeep UAZ, ruso, traído desde las minas de Potosí, porque los rusos estaban allí en las afueras, en un complejo minero, cargaba con al menos una docena de nosotros, estudiantes, entusiasmados, partiendo de una casona de la calle Antezana, muy cerca de la Universidad, hacia un matrimonio indígena en Cliza” (14).

 


 



[1] El presente texto es parte de un estudio mayor sobre el pensamiento biorregional de Claudio Ferrufino en la novela.

[2] En realidad es “gloria a Villarroel”.

[3] Aprovechando el “tiempo de revolución…, dado el tumulto”, se robó “de las anticucheras, de las pilas de apanados y chorizos que levantan con maestría, perros calientes que devoré fríos para apaciguar el estómago resentido por la mezcla de maíz, cerveza y farmacia” (126).

[4] Quechuañol. Viene del quechua “wajtay”, golpear. Para hacer referencia al hecho que los borrachos, al beber golpean los vasos con la mesa.

[5] El populismo ruso del siglo XIX, llamado narodismo, viene derivado del lema "ir hacia el pueblo", movimiento que Claudio conoce a profundidad, desde la literatura principalmente.

miércoles, 8 de diciembre de 2021

EL FEDERALISMO ANARQUISTA O COMO DISPERSAR EL PODER Carlos O. Crespo Flores

 En adjunto pongo a vuestra consideración el ensayo EL FEDERALISMO ANARQUISTA O COMO DISPERSAR EL PODER, una reflexión sobre el federalismo desde la perspectiva libertaria.

Forma parte de la serie Papeles de Ecología Social, editado en el INCISO/UMSS

ENLACE DE DESCARGA

https://drive.google.com/file/d/1m2jorsTzfowr5x1MjUQ33t3SYU5J4D1l/view?usp=sharing





jueves, 11 de noviembre de 2021

Defender la autonomía universitaria, si; repensar el co-gobierno, también CARLOS CRESPO FLORES

 ¿Cuál es el valor de la autonomía universitaria? Cuando era estudiante, era un tópico de discusión con la variopinta izquierda universitaria. Para ellos, la autonomía universitaria no era(no es) un fin en sí mismo para garantizar la libertad académica, sino un medio, un instrumento más para la toma del poder de Estado, en este caso desde la universidad. Como en Cuba, o cualquier país del paisaje comunista, cuando el partido toma el poder, a nombre de la clase, el pueblo, o lo "nacional popular", se elimina la autonomía universitaria, y sus defensores son perseguidos. En Bolivia, sucedió con el MNR, en 1956, con la UDP el 82-85, y hoy, con el gobierno de los "movimientos sociales".

 Es que el discurso de izquierda históricamente es contrario a cualquier forma de autonomía, combate todo atisbo de descentralización del poder estatal. La izquierda cree en el Estado fuerte, centralista, que controla todos los aspectos de la vida material. Por tanto, el Estado resolverá todas las necesidades de la gente, cubierto por su manto protector. Con ese mito, antes Stalin mató a millones de rusos, hoy millones de venezolanos, cubanos, nicaragüenses son víctimas de las genialidades estatolatras de los Chavez/Maduro, Castro, Ortega.

 El gobierno del MAS, en ese sentido, está cumpliendo el viejo sueño estadocéntrico de la izquierda bolviana: tener el control estatal desde donde imponer (ahora denominado "hegemonía" en la jerga gramsciana) su verdad teleológica, para otorgar "derechos", brindar "seguridad,", crear empleos. La ley 342 es una vuelta de tuerca en la estatalización de la vida pública y privada, acelerada con el "Estado plurinacional".

 En realidad, el tema no es nuevo en la UMSS. El anterior plan de desarrollo de San Simón, ya establecía explícitamente su alineación con el Plan General de Desarrollo y la Agernda Patriótica. Los pocos que cuestionamos este documento, fuimos ignorados con fervor. Por otro lado, desde hace casi 10 años, el POA de los docentes e investigadores, es definido por la Contraloría de la República.

 Aunque tarde, la comunidad universitaria ha comenzado a reaccionar, defendiendo la autonomía. Repito lo que señalaba entonces: Lo que enseñe o investigue no será definido por ningun plan, decisión estatal o agenda externa. En todo caso, la Agenda Patriótica y el plan de desarrollo del gobierno actual, son objetos de estudio para la universidad, de evaluación crítica; en ningún caso referente obligatorio para determinar la agenda académica.

 Más aún, los temas que investigue, reflexione, son problemáticas de conocimiento, antes que medios para resolver problemas de los gobernantes y sus políticas. A propósito de la pulsión de que nuestras investigaciones deben ser orientadas a la incidencia en política pública. Me niego a ello. La Universidad no es Estado, ONG, menos Iglesia. Es el saber, el conocimiento lo que nos constituye y cohesiona. Que en este proceso se toma en cuenta el entorno, es obvio.

 Defender la autonomía es defender la libertad, un valor que los discursos autoritarios temen y persiguen. Saben que en el oscurantismo intelectual al que hemos ingresado los últimos 15 años, las universidades públicas, con libertad de cátedra, serán, como los monasterios de la edad media, islas de conocimiento y fuentes de saber.

 Si la autonomía hay que defenderla y cuidarla como la "niña de nuestros ojos", el co-gobierno docente estudiantil debe ser repensado y transformado. El co-gobierno se ha convertido en un dispositivo de clientelismo y corrupción, que legitima los micropoderes facultativos, con sus "reyes chiquitos", terminando en el poder supremo rectoral.

 Por ello, la movilización universitaria debe ser, hacia afuera, la implacable defensa de la autonomía, frente al intento estatal plurinacional, de controlar la vida universitaria. Y hacia adentro, iniciar una radical transformación académico institucional, empezando por el co-gobierno. Esto supone discutir la reducción de sus competencias y su reorganización alrededor de criterios académico antes que político partidarios.

 Asimismo, una transformación que elimine en la universidad los "trabajos de mierda" (David Graeber), aquellos que no aportan a la vida académica universitaria, que no brindan servicio a la comunidad sansimoniana y su entorno.

 Hoy, somos una universidad mediocre, destruida, por fuera desde el Estado interventor sobre la autonomía universitaria, y por dentro, por políticos corruptos, protegidos como autoridades, que han arrinconado la academia al "rincón del olvido". Yapale el perfil de los estudiantes que ingresan a la universidad: apenas saben leer, entender conceptos abstractos. Un efecto de la nefasta ley Avelino Siñani. Los docentes se adecuan a tal formación y tenemos una caída brutal de la calidad académica.

 Es la oportunidad de que la universidad se mueva, algo... por lo menos nuestras cadenas...

 

Cochabamba, noviembre 2021


IMAGEN: Shepard  Fairey 


sábado, 2 de octubre de 2021

“EL CHE … ÉL ERA UN ARGENTINO” Testimonio de Liber Forti sobre la guerrilla de Ñancahuazú

Se actualiza el enlace de este testimonio de Liber Forti sobre la guerrilla de Ñancahuazú, extraido de su libro autobiográfico "En Liber Tad".

https://drive.google.com/file/d/1uTGKRqVP7TkbChlIQeGSaQwerumegtAK/view?usp=sharing



viernes, 1 de octubre de 2021

MAN CESPED. TEXTOS CORTOS SOBRE EL ÁRBOL

 El poeta cochabambino MAN CESPED es uno de los primeros ecologistas locales; gran defensor del árbol, escribió hermosos textos sobre esta forma de planta. El árbol es una metáfora de la vida. En el día del árbol, he aquí una selección extraída de su libro “Sol y Horizontes”. 

PROTEGED AL ARBOL

PROTEGED al árbol, esa fortaleza eterna de bienes inagotables. Toda planta es una vida fácil y bella, cuya rusticidad no debe ser motivo de indiferencia o maltrato. Las plantas, con exhalaciones vaporosas, como oraciones de la tierra, atraen la gracia de la lluvia, y con sus raíces, como clavos de la vida, aseguran los terrenos defendiéndolos de los torrentes. Ellos, como frescos bálsamos en la fiebre de los yermos, son el alivio de los campos desolados; ellos son el lazo florido entre la tierra y el hombre la espontánea primicia de los tributos de la Naturaleza a la vida. Sin ellos no existiría ni criatura ni amor, porque sin ellos no habría belleza ni pan. 

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A robustecer la fuerza de nuestros ideales con el ejemplo de los árboles, que venciendo los rigores de la inclemencia y las dudas del tiempo, alzan sus ramas en aspiración de luz y cielo, yendo con fe ciega, al augusto destino, de su floración gloriosa. 

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Los hombres somos como los árboles. Mientras que la adulación es el riego de estiércol que fomenta nuestra opulencia vana, la censura es la podadera que nos quita todo lo inútil

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Dar de sí, es la noble función del altruismo; alto socialismo de la élite, socialismo cristiano que imita al árbol que es el más altruista de los seres de la creación.

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ES preciso que las nuevas generaciones se desprendan del árbol de la vieja consagración de los prejuicios seculares. Es preciso vivir la verdad, porque la mentira sólo conduce a la ruina.

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La belleza es la parábola del cristianismo de la naturaleza, que dice al árbol y al pájaro, al insecto y a la flor: "amaos los unos a los otros".

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Al campo. A saludar a los sembrados, que son los señores de la abundancia. A interrogar a los árboles, que nos responden con la ternura de las esperanzas. 

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Escuela de cultura espiritual es la contemplación de la belleza, y sobre toda razón de interés deben conservarse esas cátedras del conocimiento de Dios. Industrias malditas las que exterminan fauna valiosa para dar pábulo al lujo. Instinto criminal el que daña al árbol que embellece o da sombra al camino, el que destruye las plantas ornamentales y mata la avecilla de rico plumaje, porque apagando esas joyas vivas de la existencia, roba placidez y encanto a la vida.

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Amor al amor de la Naturaleza; al cielo, que es la piedad de la ilusión; al árbol generoso; al agua hermana, y a la tierra madre. Amor a la justicia y a la verdad; al entendimiento y a la sabiduría. Amor a la sencillez y a la bondad, a la sinceridad y a la nobleza; a todas las pequeñas grandes virtudes.

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Haced el bien, el pequeño bien, ese que no importa más que apartar una piedrecilla díscola del camino, echar de la vereda una cáscara perversa, libertar un pájaro, curar un árbol, sembrar una semilla; eso, lo pequeño, lo insignificante, es lo más grande, lo más apreciable, porque lo grande es el buen intento, el noble propósito; el hecho es sólo la materia parva que diría un teólogo, el pequeño motiva que apenas es el detalle de una forma fugitiva, siendo lo inmanente, lo sustancial, el buen espíritu de la acción.  

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Haced ahora esos bienes. Después cuando seáis mayores, podréis hacer otros bienes grandes, ya no por pequeños, sino por nobles y poderosos. Entonces el pájaro, podrá ser el niño que libertéis de la miseria; el árbol enfermo, el hombre que merezca vuestro cuidado, y la semilla podrá ser semilla de edificación, piedra fundamental de taller, de escuela o de hospital.

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La nobleza es la más pura expresión de la bondad, y la más alta calidad del sentimiento. La nobleza no es privilegio, es facultad. La nobleza es motivo docente, se puede aprender y se debe enseñar. La nobleza, no, es la sangre azul que pretende el orgullo humano, es rústica carne de Dios, que no sólo prende en el árbol, sino también en la bestia.


IMAGEN: Jacarandá y Sauce, según el pintor Germán Jaldín. 



martes, 31 de agosto de 2021

El arbolado en la ciclovía de la zona Sur (Fotorreportaje VIII) Carlos Crespo Flores (INCISO-UMSS)

 La dejadez observada en el mantenimiento de la ciclovía de la zona Sur, se reproduce en el arbolado existente a lo largo de la ruta. En el presente texto/imagen daré unas pinceladas respecto al estado de conservación de los árboles. 

Acostumbrado al paisaje de la ciclovía en la zona Norte, lo primero que llama la atención es la escasez de arbolado en toda la ciclorruta de la zona Sur.

Imagen 1. Es evidente la incipiente cantidad de arbolado en esta ciclovía 

En el tramo Tamborada hay algunos ejemplares de copa alta, como estos solitarios eucaliptos.





Imagen 2. Eucaliptos en el tramo Tamborada 

Abajo, un eucalipto maltrecho y enfermo; mientras, a su sombra, un molle hace esfuerzos por sobrevivir.

Imagen 3. La vida se reproduce a pesar de todo. Un pequeño molle arañando vida acostado a maltratado eucalipto. 

Un sauce “llorón” que valientemente parece haberse adaptado al contaminado suelo de la zona sur. Al respecto, se afirma que la variedad local de sauce, es más adecuada para el ecosistema valluno[1].

Imagen 4. Sauce llorón plantado por la HAM.

 O este joven molle, atrapado entre el cemento:

Imagen 5. Molle con el mínimo espacio para expandirse. El cemento se impone.

 Al inicio del tramo del Tamborada, se contemplan algunos olivos, seguramente plantados también por la HAM.

Imagen 6. Planta de olivo en crecimiento

 En la Av. Panamericana la situación es aún más precaria. Son contados los árboles que logran sobrevivir a la incontenible intervención antrópica, y al poco espacio que se destina para su crecimiento:





Imagen 7. Izquierda: Av. Panamericana; palmera y naranjo con fruto, encerrados por el cemento. Derecha: palmera ahogada.

Se han realizado algunas actividades de arborización, con resultados mixtos. Hay algunos individuos que han logrado sobrevivir:





 





Imagen 8. En el paisaje del tramo Tamborada, son pocas especies que han sobrevivido de las plantaciones los últimos años, por parte de la HAM.

 En general, las plantas han muerto por falta de riego, rotura del tallo, escasa atención por parte de la alcaldía municipal. Una combinación de olvido por parte del municipio y desinterés ciudadano, generan tales tristes imágenes.









Imagen 9. Las plantitas mueren, una a una, bajo el tórrido sol cochabambino

 Que un arbolito tenga una protección ayuda a su sobrevivencia, como se observa en este área verde con su arbolado protegido.

 

Imagen 10. Pequeño área verde arbolado por el municipio, pero con la protección adecuada que ha facilitado el prendimiento.

 Y mejor aun, cuando son los mismos vecinos quienes realizan tal acción, como se ve en la ciclovía de la zona Sur.  Evidencia que cuando los habitantes se involucran en el mantenimiento de las especies arbóreas y las áreas verdes, la conservación de la biodiversidad es más eficaz, como se observa en estas imágenes. 





 

 

Imagen 11. Solo los vecinos pueden garantizar el cuidado de los árboles y plantas en espacios de intensa actividad antrópica, como la ciclovía de la zona Sur.

 En el tramo Tamborada, hay otros espacios pequeños, que han sido forestados recientemente, con resultados de alta incertidumbre.

Imagen 12. Pequeños espacios verdes forestados, pero, sin atención, fracasan.

 

Para concluir, en este y el Fotorreportaje VII se ha analizado el estado de conservación (incluyendo el arbolado), usos y prácticas sociales en la ciclovía de la zona Sur, evidenciando que esta infraestructura es una más de las más de 20 instaladas en esta parte de la ciudad de Cochabamba, que reproducen formas de desigualdad socio ecológica y segregación espacial urbana.

 La trágica última escena de la película Chinatown (1974), donde el agente de policía Walsh le dice a Jack Nicholson, “olvídalo Jake, esto es Chinatown”; resume el estigma de violencia, desigualdad, corrupción, que tenía este barrio de Los Ángeles en los años 30’s. Es el sello por ser un barrio o zona segregada: la desconfianza para circular por sus calles y espacios públicos. Por el abandono en el que se encuentra la ciclovía Sur, parafraseando al film, diremos, “al final, esto es la zona Sur”.



[1] Ariel Ayma (CISMAF-ESFOR), comunicación personal.