domingo, 23 de agosto de 2020

¡Trotsky se queja demasiado![1] - EMMA GOLDMAN, 1938

 Tengo ante mí dos números, febrero y abril de 1938, de la revista oficial de Trotsky, Nueva Internacional. Estos contienen artículos de John G. Wright en un ciento por ciento. Trotskista, y el mismo un Gran Magnate, pretendiendo constituir una refutación de los cargos contra Trotsky en Kronstadt. El Sr. Wright está simplemente haciendo eco de la voz de su maestro, y su material no es de ninguna manera de primera mano, u obtenido del contacto personal con los acontecimientos de 1921. Yo prefiero dar mis respetos a León Trotsky. Él tiene al menos el dudoso mérito de haber sido parte de la “liquidación” de Kronstadt.

Hay, sin embargo, varias declaraciones erróneas y muy precipitadas en el artículo de Wright que necesitan ser refutadas. Por lo tanto, voy a proceder a hacerlo de una vez y a lidiar con su maestro después.

John G. Wright afirma que La Rebelión de Kronstadt, por Alexander Berkman, “es meramente una repetición de los presuntos hechos e interpretaciones de los socialistas revolucionarios de derecha con algunas modificaciones insignificantes” – (entresacado de “La Verdad Sobre Rusia en Volya, Rusia, Praga, 1921 “).

El escritor acusa además a Alexander Berkman de “desfachatez, plagio, y de hacer, como es su costumbre, algunas modificaciones insignificantes, y ocultar la fuente real de lo que aparece como su propia apreciación”. La vida y la obra de Alexander Berkman lo han colocado entre los más grandes pensadores y luchadores revolucionarios, dedicado por completo a su ideal. Quienes lo conocieron darán testimonio de la genuina calidad de todas sus acciones, así como de su integridad como escritor serio. Ellos sin duda estarán divertidos de aprender de Wright que Alexander Berkman fue un “plagiador” y un “descarado”, y que “su costumbre es realizar algunas pocas modificaciones insignificantes.. …”

El promedio Comunista, ya sea de la talla de Trotski o Stalin, sabe casi tanto de la literatura anarquista y sus autores como, digamos, el católico medio sabe de Voltaire o Thomas Paine. La mera sugerencia de que uno debe saber lo que sus oponentes representan antes de referirse a ellos sería considerado como herejía por la jerarquía comunista. No creo, por tanto, que John G. Wright deliberadamente mienta sobre Alexander Berkman. Más bien creo que él es profundamente ignorante.

Fue el hábito de toda la larga vida de Alexander Berkman escribir diarios. Incluso durante los catorce años de purgatorio que había soportado en la Penitenciaría Occidental en los Estados Unidos, había logrado conservar su diario, el cual exitosamente me envió. En el S. S. “Buford”, que nos llevó a una peligrosa larga travesía de 28 días, mi camarada continuó su diario y mantuvo esta vieja costumbre durante los 23 meses de nuestra estadía en Rusia.

Memorias de Prisión de un Anarquista, cuya crítica conservadora le concedió ser incluso comparable a La Casa Muerta de Fiódor Dostoievski, fue fruto de su diario. La Rebelión de Kronstadt y su Mito Bolchevique son también creaciones a partir de su registro del día a día en Rusia. Es estúpido, por lo tanto, acusar que el folleto de Berkman sobre Kronstadt “no es más que una repetición de los presuntos hechos ….” del trabajo del socialismo revolucionario que apareció en Praga.

Al mismo nivel de precisión en la acusación contra Alexander Berkman por Wright se encuentra su acusación de que mi viejo amigo había negado la existencia del general Kozlovsky en Kronstadt.

La Rebelión de Kronstadt en su página 15 dice: “Había de hecho un ex general Kozlovsky en Kronstadt. Fue Trotsky quien lo había colocado allí como especialista en artillería. Él no jugó ningún papel en los acontecimientos de Kronstadt “. Esto fue confirmado por Zinóviev que todavía estaba entonces en el cenit de su gloria. En la sesión extraordinaria del Soviet de Petrogrado, del 4 de marzo de 1921, llamada a decidir el destino de Kronstadt, Zinoviev dijo: “Por supuesto Kozlovsky es viejo y no puede hacer nada, pero los oficiales blancos están detrás de él y están engañando a los marineros”. Alexander Berkman, sin embargo, hizo hincapié en el hecho de que los marineros no tendrían ninguno de los generales mascotas previos  de Trotsky, ni habrían aceptado la oferta de las provisiones y otro tipo de ayuda de Víctor Chernov, líder de los socialistas revolucionarios de derecha en París.

Los trotskistas, sin duda, consideran sentimentalismo burgués el permitir a los marineros calumniados el derecho a hablar por sí mismos. Insisto en que este enfoque para el oponente es Jesuitismo condenable y ha hecho más para desintegrar todo el movimiento obrero que cualquiera otra de las tácticas “sagradas” del bolchevismo.

El lector puede estar en condiciones de decidir entre los cargos criminales contra Kronstadt y lo que los marineros tenían que decir por sí mismos; en consecuencia, reproduzco el mensaje radial a los trabajadores del mundo, 6 de marzo, 1921:

“Nuestra causa es justa: estamos a favor del poder de los soviets, no de los partidos. Estamos a favor de representantes libremente elegidos entre las masas de trabajadores. Los Soviets sustitutos, manipulados por el Partido Comunista, siempre han sido sordos a nuestras necesidades y demandas; la única respuesta que hemos recibido fueron disparos. … Camaradas! Ellos no sólo los engañan; deliberadamente pervierten la verdad y recurren a la difamación más despreciable … En Kronstadt todo el poder está exclusivamente en manos de los marineros, soldados y trabajadores revolucionarios – no en manos de contrarevolucionarios conducidos por algún Kozlovsky, como la mentirosa radio Moscú intenta haceros creer … ¡no demoren, compañeros! Únanse a nosotros, póngase en contacto con nosotros; exijan la admisión de sus delegados a Kronstadt. Sólo ellos les dirán toda la verdad y expondrán la calumnia diabólica sobre el pan finlandés y las ofertas de la Entente”.

“Larga vida al proletariado y al campesinado revolucionarios!”

“¡Viva el poder de los Soviets libremente elegidos!”

¡Los marineros “dirigidos” por Kozlovsky, y no obstante suplicando a los trabajadores del mundo a que enviaran delegados para ver si había alguna verdad en la negra calumnia arrojada contra ellos por la prensa soviética!

León Trotsky es sorprendido e indignado de que alguien se atreva a alzar tales gritos y sollozos sobre Kronstadt. Después de todo, sucedió hace mucho tiempo, de hecho han pasado diecisiete años, y fue un mero “episodio en la historia de la relación entre la ciudad proletaria y la villa pequeño burguesa”. ¿Por qué alguien querría hacer mucho ruido en este día tardío a menos que sea para “poner en peligro la única genuina corriente revolucionaria que nunca ha repudiado su estandarte, no se ha comprometido con sus enemigos, y que por sí sola representa el futuro?” El egocentrismo de León Trotsky, conocido en todas partes por sus amigos y sus enemigos, nunca ha sido su punto más débil. Ya que su mortal enemigo le ha dotado de nada menos que una varita mágica, su propia importancia ha alcanzado proporciones alarmantes.

León Trotsky está indignado de que las personas hayan revivido el “episodio” de Kronstadt y hagan preguntas sobre su participación. No se le ocurre que los que han salido en su defensa contra su detractor tienen derecho a preguntar qué métodos había empleado cuando estuvo en el poder, y cómo había tratado con quienes no suscribían a su dictamen como una verdad del Evangelio. Por supuesto que era ridículo esperar que golpeara su pecho y dijese: “Yo también no fui sino humano y cometí errores. Yo también he pecado y he matado a mis hermanos, o ordené su asesinato”. Sólo los sublimes profetas y videntes se han elevado a tales alturas de coraje. León Trotsky no es ciertamente uno de ellos. Por el contrario, continúa reivindicando omnipotencia en todos sus actos y juicios, y a llamar anatema sobre la cabeza de cualquier persona que tontamente sugiera que el gran dios León Trotsky también tiene los pies de arcilla.

Se mofa de la evidencia documental dejada por los marineros de Kronstadt y de la evidencia de aquellos que habían estado dentro de la vista y oído el terrible asedio de Kronstadt. Los llama “etiquetas falsas”. Eso, sin embargo, no le impide asegurar a sus lectores que su explicación de la rebelión de Kronstadt podría ser “justificada e ilustrada por muchos hechos y documentos”. Las personas inteligentes podrían muy bien preguntar por qué León Trotsky no tiene la decencia de presentar estas “falsas etiquetas”, de tal forma que las personas puedan estar en condiciones de formarse una opinión correcta de ellas.

Ahora bien, es un hecho que incluso los tribunales capitalistas conceden al acusado el derecho a presentar pruebas en su propio nombre. No así León Trotsky, el portavoz de la única verdad, el que “nunca ha repudiado su estandarte y nunca se ha comprometido con sus enemigos”.

Uno puede entender tal falta de decencia común en John G. Wright. Él está, como ya he dicho, simplemente citando las sacrosantas Escrituras bolcheviques. Sin embargo, para una figura mundial como León Trotsky silenciar la evidencia de los marineros me parece indicativo de un muy pequeño personaje. El viejo dicho del leopardo cambiando sus manchas, pero no su naturaleza se aplica forzosamente a León Trotsky. El calvario que ha sufrido durante sus años de exilio, la trágica pérdida de sus cercanos y queridos, y aún más conmovedor, la traición de sus antiguos compañeros de armas, no le han enseñado nada. Ningún rayo de bondad humana o dulzura ha afectado el espíritu rencoroso de Trotsky.

Qué lástima que el silencio de los muertos a veces habla más fuerte que la voz viva. En razón de la verdad, las voces estranguladas en Kronstadt han crecido en volumen estos diecisiete años. ¿Es por esta razón, me pregunto, que León Trotsky se resiente de su sonido?

León Trotsky cita a Marx como diciendo, “que es imposible juzgar ya sea partes o personas por lo que dicen de sí mismas.” ¡Cuan patético es que no se da cuenta lo mucho que esto se aplica a él! Ningún hombre entre los escritores bolcheviques capaces ha logrado mantenerse tanto en el primer plano o se ha jactado tan incesantemente de su participación en la revolución rusa y después como León Trotsky. Por este criterio de su gran maestro, uno tendría que declarar todo lo escrito por León Trotsky como inútil, lo cual sería absurdo, por supuesto.

En desacreditar los motivos que condicionaron el levantamiento de Kronstadt, León Trotsky registra lo siguiente: “Desde diferentes frentes envié docenas de telegramas sobre la movilización de nuevos destacamentos ‘fiables’ de entre los trabajadores de Petersburgo y marineros de la flota del Báltico, pero ya en 1918, y en todo caso no después de 1919, los frentes empezaron a quejarse de que un nuevo contingente de ‘Kronstadters’ era insatisfactorio, exigente, indisciplinado, poco fiable en la batalla, y que hacía más daño que bien”. Más adelante, en la misma página, Trotsky acusa que , “cuando las condiciones de hambre se volvieron muy críticas en Petrogrado, el Buró político más de una vez discutió la posibilidad de obtener un “préstamo interno” de Kronstadt, donde una cantidad de provisiones antiguas todavía quedaba, pero los delegados de los trabajadores de Petrogrado contestaron: “Usted nunca obtendrá nada de ellos por la bondad; ellos especulan en ropa, carbón y pan. En la actualidad en Kronstadt todo tipo de gentuza ha levantado cabeza'”. Que bolchevique que es, no sólo para asesinar a sus oponentes, sino también para mancillar sus personajes. Desde Marx y Engels, Lenin, Trotsky a Stalin, estos métodos han sido siempre los mismos.

Ahora, no pretendo discutir lo que los marineros de Kronstadt eran en 1918 o 1919. Yo no llegué a Rusia hasta enero de 1920. A partir de ese momento hasta que Kronstadt fue “liquidado” los marineros de la flota del Báltico fueron sostenidos como el glorioso ejemplo de valor y coraje inquebrantable. Con el tiempo se me dijo, no sólo por anarquistas, mencheviques y socialistas revolucionarios, sino por muchos comunistas, que los marineros eran la columna vertebral de la Revolución. El 01 de mayo de 1920, durante la celebración y las otras festividades organizadas por la primera Misión Laborista Británica, los marineros de Kronstadt presentaron un gran contingente bien definido, y fueron entonces señalados como entre los grandes héroes que habían salvado la Revolución de Kerenski, y Petrogrado de Yudénich. Durante el aniversario de octubre, los marineros estaban de nuevo en primeras fila, y su re-promulgación de la toma del Palacio de Invierno fue aclamada violentamente por una masa compacta.

¿Es posible que los principales miembros del partido, salvo León Trotsky, no estuvieran al tanto de la corrupción y la desmoralización de Kronstadt, pretendida por él? No lo creo. Mas aún, dudo que sea el propio Trotsky quien sostuviera este punto de vista de los marineros de Kronstadt hasta marzo de 1921. Su historia debe, por lo tanto, ser una idea posterior, ¿o se trata de una racionalización para justificar la “liquidación” sin sentido de Kronstadt?

Sentado que el personal había sufrido un cambio, es aún un hecho que la gente de Kronstadt en 1921 estaba a pesar de eso lejos de la imagen que León Trotsky y sus ecos han pintado. En realidad, los marineros encontraron su destino sólo a causa de su profundo parentesco y solidaridad con los obreros de Petrogrado cuyo poder de resistencia al frío y al hambre habían llegado a un punto de quiebre en una serie de huelgas en febrero de 1921. ¿Por qué León Trotsky y sus seguidores han faltado en mencionar esto? León Trotsky sabe perfectamente bien, en caso de que Wright no, que la primera escena del drama Kronstadt fue puesta en escena en Petrogrado el 24 de febrero, y jugada no por los marineros, sino por los huelguistas. Pues fue en esta fecha que los huelguistas habían dado rienda suelta a su ira acumulada sobre la cruel indiferencia de los hombres que habían predicado sobre la dictadura del proletariado, que hace mucho tiempo se había deteriorado en la dictadura implacable del Partido Comunista.

La entrada de Alexander Berkman en su diario de este día histórico se lee: –

“Los trabajadores del molino Trubotchny han ido a la huelga. En la distribución de ropa de invierno, se quejan, los comunistas recibieron ventaja indebida sobre los no-partidarios. El Gobierno se niega a considerar las quejas hasta que los hombres vuelven a trabajar”.

“Una multitud de huelguistas se reunieron en la calle cerca de los molinos, y los soldados fueron enviados para dispersarlos. Eran kursanty, los jóvenes comunistas de la academia militar. No hubo violencia”.

“Ahora a los huelguistas se les han unido los hombres de las tiendas de la marina y de los muelles Calernaya. Hay mucho resentimiento en contra de la actitud arrogante del Gobierno. Una manifestación en la calle se intentó, pero tropas montadas la suprimieron”.

Fue después del informe de su Comité del real estado de las cosas entre los obreros de Petrogrado que los marineros de Kronstadt en 1921 hicieron lo que habían hecho en 1917. Ellos de inmediato hicieron causa común con los trabajadores. La parte de los marineros en 1917 fue aclamada como el orgullo rojo y gloria de la Revolución. Su idéntico actuar en 1921 fue denunciado a todo el mundo como una traición contrarrevolucionaria. Naturalmente, Kronstadt en 1917 ayudó a los bolcheviques en su actuar. En 1921 exigieron un ajuste de cuentas por las falsas expectativas planteadas a las masas, y por la gran promesa rota apenas los bolcheviques se sintieron atrincherados en el poder. Un crimen atroz, de hecho. La fase importante de este crimen; sin embargo, es que Kronstadt no se “amotinó” a partir de un cielo límpido. El motivo para esto (el motín) estaba profundamente arraigado en el sufrimiento de los trabajadores rusos; el proletariado de la ciudad, así como el campesinado.

Para estar seguro, el ex comisario nos asegura que “los campesinos se reconciliaron ellos mismos a la requisición como un mal temporal”, y que “los campesinos aprobados de los bolcheviques, se hicieron cada vez más hostiles a los ‘comunistas'”. Sin embargo, estas afirmaciones son mera ficción, como se puede demostrar por numerosas pruebas – no es la menor de ellas la liquidación del campesinado soviético, encabezado por María Spiridonova, y el hierro y el fuego utilizados para obligar a los campesinos a dar toda su producción, incluyendo su grano para la siembra de primavera.

En vista de la verdad histórica, los campesinos odiaban al régimen casi desde el principio, ciertamente desde el momento en que la consigna de Lenin, “robar a los ladrones” se convirtió en “robar a los campesinos para la gloria de la dictadura comunista”. Es por ello que los campesinos estaban en ebullición constante contra la dictadura bolchevique. Un ejemplo de ello fue el levantamiento de los campesinos de Karelia, ahogada en sangre por el general zarista Slastchev-Krimsky. Si los campesinos estaban tan enamorados con el régimen soviético, como León Trotsky quiere hacernos creer, ¿por qué era necesario precipitar este hombre terrible a Karelia?

Él había luchado contra la Revolución desde sus inicios y había conducido algunas de las fuerzas de Wrangel en Crimea. Fue culpable de atroces barbaridades en contra de prisioneros de guerra e infame como realizador de pogromos. Ahora Slastchev-Krimsky se retractó y regresó a “su patria”. Este archi contrarevolucionario y acosador de judios, junto con varios generales zaristas y guardias blancos, fue recibido por los bolcheviques con honores militares. No hay duda de que fue una justa retribución que el antisemita tuviera que saludar al judio, Trotsky, su militar superior. Pero para la Revolución y el pueblo ruso el retorno triunfante del imperialista era un ultraje.

Como recompensa por su amor recién constituido a la Patria Socialista, Slastchev-Krimsky fue el encargado de sofocar a los campesinos de Karelia que exigían la autodeterminación y mejores condiciones[2]

León Trotsky nos dice que los marineros de Kronstadt en 1919 no habrían renunciado a sus provisiones por “bondad” – no es que la bondad había sido tratada en cualquier momento. De hecho, esta palabra no existe en la jerga bolchevique. Sin embargo, aquí están estos marineros desmoralizados, la gentuza especuladora, etc., apoyando al proletariado de la ciudad en 1921, y su primera demanda es por la igualdad de las raciones. ¡Qué villanos eran esta gente de Kronstadt, de verdad!

Mucho han planteado ambos escritores en contra de Kronstadt a raíz del hecho que los marineros que, como insistimos, no premeditaron la rebelión, pero se reunieron el 01 de marzo para discutir los medios para ayudar a sus compañeros de Petrogrado, conformando rápidamente un Comité Revolucionario Provisional. La respuesta a esto es en realidad dada por el propio John G. Wright. Él escribe: “De ninguna manera está excluido que las autoridades locales en Kronstadt hicieran mal el manejo de la situación …. No es ningún secreto que Kalinin y el Comisario Kusmin, no eran demasiado estimados por Lenin y sus colegas …. En la medida en que las autoridades locales eran ciegos a toda la extensión del peligro o fallaron en tomar las medidas apropiadas y eficaces para hacer frente a la crisis, en dicha medida sus errores jugaron un papel en el despliegue de los acontecimientos … “.

La afirmación de que Lenin no estimaba demasiado a Kalinin o Kusmin lamentablemente es un viejo truco del bolchevismo para echar toda la culpa a algún inepto para que las cabezas (dirigentes) puedan permanecer inmaculadas.

De hecho, las autoridades locales en Kronstadt cometieron “errores”. Kuzmin atacó brutalmente a los marineros y los amenazó con terribles resultados. Los marineros evidentemente sabían qué esperar de este tipo de amenazas. No podían sino suponer que si a Kuzmin y Vassiliev se les permitió estar en libertad, su primer paso sería remover armas y provisiones de Kronstadt. Esta fue la razón por la cual los marineros formaron su Comité Revolucionario Provisional. Un factor adicional también, fue la noticia de que  a un comité de 30 marineros enviados a Petrogrado para hablar con los trabajadores se le había negado el derecho a regresar a Kronstadt, que los marinos habían sido detenidos y se los había puesto a disposición de la Checa[3].

Ambos escritores hacen una montaña de un grano de arena de los rumores anunciados en la reunión del primero de marzo, al efecto de que un camión lleno de soldados fuertemente armados estaban en camino a Kronstadt. Wright, evidentemente, nunca ha vivido bajo una dictadura hermética. Yo lo he hecho. Cuando cada canal de contacto humano es cerrado, cuando cada pensamiento es lanzado atrás sobre sí mismo y la expresión sofocada, entonces los rumores se levantan como hongos del suelo y crecen en dimensiones aterradoras. Además, camiones llenos de soldados y Chekistas armados hasta los mismos dientes rasgando a lo largo de las calles en el día, lanzando sus redes por la noche y arrastrando su botín humano a la Checa, fue una visión frecuente en Petrogrado y Moscú durante la época en que yo estuve allí . En la tensión de la reunión después del discurso amenazante de Kuzmin, era perfectamente natural que se les diera crédito a los rumores.

La noticia en la prensa parisense sobre el levantamiento de Kronstadt dos semanas antes de que éste ocurriera había acentuado la campaña contra los marineros como una prueba positiva de que habían sido instrumentos del bloque imperialista y que la rebelión en realidad había sido incubada en París. Era demasiado obvio que este cuento sería usado sólo para desacreditar a la gente de Kronstadt a los ojos de los trabajadores.

En realidad este adelanto de noticias fue como otras noticias de París, Riga o Helsinki, las cuales rara vez, si acaso, coincidieron con algo que había sido reclamado por los agentes contrarrevolucionarios en el extranjero. Por otro lado, muchos sucesos ocurrieron en la Rusia soviética que habrían alegrado al corazón de la Entente, los cuales nunca llegaron a conocerse – eventos mucho más perjudiciales para la revolución rusa causados por la dictadura del Partido Comunista. Por citar ejemplos basta con mencionar la Checa, que socavó muchos de los logros de octubre, y que ya en 1921 se había convertido en un tumor maligno en el cuerpo de la Revolución, y muchos otros eventos similares, los cuales me llevarían demasiado lejos tratar aquí.

No, el adelanto de noticias en la prensa de París no tenía ninguna influencia alguna sobre la rebelión de Kronstadt. En realidad, nadie en Petrogrado de 1921 cree su conexión, ni siquiera un buen número de comunistas. Como ya he señalado, John G. Wright es meramente un alumno apto de León Trotsky, y por lo tanto bastante inocente de lo que la mayoría de las personas dentro y fuera del partido pensaron respecto a la “conexión” mencionada.

Los historiadores del futuro sin duda apreciaran el “motín” de Kronstadt en su valor real. Cuando lo hagan, sin duda llegarán a la conclusión de que el levantamiento no podría haber llegado más oportunamente si hubiera sido planeado deliberadamente.

El factor más dominante que decidió el destino de Kronstadt fue la N.E.P. (La Nueva Política Económica). Lenin, consciente de la vasta oposición que este novedoso esquema “revolucionario” encontraría, necesitó de alguna amenaza inminente para asegurar una tranquila y fácil aceptación de la N.E.P. Kronstadt llegó demasiado convenientemente. Toda la máquina de propaganda aplanadora se puso inmediatamente en marcha para demostrar que los marineros estaban ligados a todas las potencias imperialistas, y a todos los elementos contrarrevolucionarios para destruir el Estado Comunista. Ello funcionó como magia. La N.E.P. fue acelerada sin ningún problema.

Sólo el tiempo podrá demostrar el costo terrible que esta maniobra ha conllevado. Los trescientos delegados, la joven flor comunista, se precipitó desde el congreso del partido para aplastar Kronstadt, eran un mero puñado de miles gratuitamente sacrificados. Ellos fueron fervientemente creyendo la campaña de difamación. Quienes quedaron vivos tuvieron un duro despertar.

He registrado una reunión con un comunista herido en un hospital en Mi Desilusión. No ha perdido nada de su intensidad tras los años transcurridos ya que:

“Muchos de los heridos en el ataque a Kronstadt fueron traídos al mismo hospital, en su mayoría kursanti. Tuve la oportunidad de hablar con uno de ellos. Su sufrimiento físico, dijo, no era nada en comparación con su agonía mental. Demasiado tarde se dio cuenta de que había sido engañado por el grito de ‘contrarrevolución’. En Krondstat los marinos no fueron guiados por generales zaristas, ni por guardias blancos – él encontró sólo a sus propios compañeros, marineros, soldados y trabajadores, quienes habían luchado heroicamente por la revolución “.

Nadie en su sano juicio verá ninguna similitud entre la N.E.P. y la demanda de los marineros de Kronstadt por el derecho a un libre intercambio de productos. La N.E.P. vino a reintroducir los graves males que la revolución rusa había tratado de erradicar. El libre intercambio de productos entre los trabajadores y los campesinos, entre la ciudad y el campo, encarna la verdadera razón de ser de la Revolución. Naturalmente “los anarquistas estaban en contra de la N.E.P.”. Pero el libre intercambio, como Zinoviev me había dicho en 1920, “está fuera de nuestro plan de centralización”. El pobre Zinoviev no podría imaginar el horrible ogro que llegaría a ser la centralización del poder.

Es la idea fija de la centralización de la dictadura, la que tempranamente comenzó a dividir a la ciudad y las aldeas, a los trabajadores y los campesinos, y no como señala León Trotsky debido a que “una es proletaria… y la otra pequeña burguesía”, sino debido a que la dictadura había paralizado la iniciativa tanto del proletariado urbano como del campesinado.

León Trotsky hace que parezca que los obreros de Petrogrado rápidamente sintieron “la naturaleza pequeño burguesa del levantamiento de Kronstadt y por lo tanto se negó a tener nada que ver con ello”. Omite la razón más importante para la aparente indiferencia de los obreros de Petrogrado. Es de importancia, por lo tanto, señalar que la campaña de calumnias, mentiras y calumnias contra los marineros se inició el 02 de marzo de 1921. La prensa soviética exudó bastante veneno en contra de los marineros. Las acusaciones más despreciables fueron lanzadas contra ellos, y esto se mantuvo hasta que Kronstadt fue liquidado el 17 de marzo. Además, Petrogrado fue puesta bajo la ley marcial. Varias fábricas fueron cerradas y los trabajadores expoliados, comenzaron a mantener consejo entre sí. En el diario de Alexander Berkman, se encuentra lo siguiente: –

“Muchas detenciones se llevan a cabo. Se observan comúnmente grupos de huelguistas vigilados por Chekistas camino a prisión. Hay una gran tensión nerviosa en la ciudad. Se han tomado precauciones elaboradas para proteger a la institución gubernamental. Ametralladoras son colocadas en Astoria, las viviendas de Zinoviev y otros bolcheviques prominentes. Proclamaciones oficiales ordenando el retorno inmediato de los huelguistas a las fábricas … y advirtiendo a la población a no congregarse en las calles”.

“El Comité de Defensa ha iniciado una ‘limpieza de la ciudad’. Muchos trabajadores sospechosos de simpatizar con Kronstadt han sido arrestados. Todos los marineros de Petrogrado y parte de la guarnición considerada como ‘poco fiable’ han sido enviados a puntos distantes, mientras que las familias de los marineros de Kronstadt que viven en Petrogrado son mantenidas como rehenes. El Comité de Defensa notificó a Kronstadt que “los prisioneros son mantenidos como garantía” para la seguridad del comisario de la flota del Báltico, N. N. Kuzmin, el presidente del Soviet de Kronstadt, T. Vasiliev, y otros comunistas. Si el menor daño es sufrido por nuestros compañeros, los rehenes pagarán con sus vidas “.

Bajo estas reglas férreas era físicamente imposible que los trabajadores de Petrogrado se aliaran con Kronstadt, especialmente si ni una sola palabra de los manifiestos emitidos por los marineros en sus documentos se permitió que llegará a los trabajadores en Petrogrado. En otras palabras, León Trotsky falsifica deliberadamente los hechos. Los trabajadores sin duda se habrían puesto del lado de los marineros porque sabían que no eran amotinados o contrarrevolucionarios, sino que habían tomado una posición junto a los trabajadores, tal como sus compañeros habían hecho, ya en 1905, y marzo y octubre de 1917. Por lo tanto, lo planteado por Trotsky es una difamación grosera y una calumnia consciente a la memoria de los marineros de Kronstadt.

En la Nueva Internacional, página 106, segunda columna, Trotsky asegura a sus lectores que nadie “podríamos decir de pasada, se molestaba en aquellos días acerca de los anarquistas”. Eso por desgracia no concuerda con la persecución incesante a los anarquistas que se inició en 1918, cuando León Trotsky liquidó la sede anarquista en Moscú con ametralladoras. En ese momento comenzó el proceso de supresión de anarquistas. Incluso ahora tantos años después, los campos de concentración del Gobierno soviético están llenos de anarquistas que permanecieron con vida. En realidad, antes del levantamiento de Kronstadt, de hecho en octubre de 1920, cuando León Trotsky nuevamente había cambiado de opinión sobre Machno, porque necesitaba su ayuda y su ejército para liquidar a Wrangel, y cuando consintió en la Conferencia Anarquista en Kharkhov, varios cientos de anarquistas fueron arrastrados en red y enviados a la prisión Boutirka, donde se mantuvieron sin ningún cargo hasta abril de 1921 cuando, junto con otros presos políticos de izquierda, fueron separados por la fuerza en la oscuridad de la noche y se les envió en secreto a varias prisiones y campos de concentración en Rusia y Siberia. Pero eso necesita de una página propia en la historia soviética. El punto en este caso es que los anarquistas fueron objeto de largas meditaciones por su parte, de lo contrario no habría habido ninguna razón para detenerlos y enviarlos a partes distantes de Rusia y Siberia, a la vieja usanza zarista.

León Trotsky ridiculiza las demandas de los marineros por Soviets libres. De hecho, era ingenuo de ellos pensar que los soviets libres pueden convivir al lado de una dictadura. En realidad los soviets libres habían dejado de existir en una etapa temprana del desarrollo Comunista, de la misma forma que los sindicatos y las cooperativas. Todos se habían anclado a la rueda del carro de la máquina estatal bolchevique. Recuerdo bien que Lenin me dijo con gran satisfacción, “Tu Gran Viejo, Enrico Malatesta, está a favor de nuestros soviets.” Me apresuré a decir: “Se refiere a soviets libres, camarada Lenin. Yo también estoy a favor de ellos”. Lenin cambio el tema de nuestra conversación. Pero pronto descubrí porqué los soviets libres habían dejado de existir en Rusia.

John G. Wright dirá que no había ningún problema en Petrogrado hasta el 22 de febrero. Esta versión está alineada con su otra repetición del material “histórico” del partido. El malestar y la insatisfacción de los trabajadores ya eran muy notorios cuando llegamos. En todas las industrias que visité me encontré con la insatisfacción extrema y el resentimiento debido a que la dictadura del proletariado se había convertido en una devastadora dictadura del Partido Comunista, con sus raciones diferenciadas y discriminaciones. Si el descontento de los trabajadores no se había desatado antes de 1921 fue sólo debido a que todavía se aferraban tenazmente a la esperanza de que cuando los frentes fueran liquidados, la promesa de la Revolución se cumpliría. Fue Kronstadt la que reventó la última burbuja.

Los marineros se habían atrevido a ponerse de pie junto a los trabajadores descontentos. Se habían atrevido a exigir que la promesa de la Revolución – todo el poder a los Soviets – debía ser cumplida. La dictadura política había dado muerte a la dictadura del proletariado. Eso y solo eso fue su ofensa imperdonable contra el espíritu santo del bolchevismo.

En su artículo Wright tiene una nota al pie de página 49, segunda columna, en la que afirma que Victor Serge en un comentario reciente sobre Kronstadt “reconoce que los bolcheviques, una vez que se enfrentaron con el motín, no tenían ningún otro recurso excepto aplastarlo”. Victor Serge está ahora fuera de las costas hospitalarias de la “patria” de los trabajadores. Por tanto, no considero como una violación de buena fe cuando digo que si Victor Serge hizo esta declaración achacada a él por John G. Wright, es que simplemente no está diciendo la verdad. Victor Serge fue uno de los comunistas de la sección francesa que estuvo bastante angustiado y horrorizado por la inminente carnicería decidida por León Trotsky de “disparar a los marineros como faisanes”, del mismo modo que Alexander Berkman, yo y muchos otros revolucionarios. Él solía ​​pasar cada hora libre en nuestra habitación corriendo arriba y abajo, tirándose el pelo, apretando los puños de indignación y repitiendo “hay que hacer algo, hay que hacer algo para detener la espantosa matanza”. Cuando se le preguntó por qué él, como miembro del partido, no levantó su voz en protesta en la sesión del partido, su respuesta fue que eso no ayudaría a los marineros y que lo marcaría para la Checa e incluso para una desaparición silenciosa. La única excusa para Víctor Serge en ese momento era una joven esposa y un pequeño bebé. Pero para él afirmar ahora, después de diecisiete años, que “una vez que los bolcheviques se enfrentaron con el motín no tenían ningún otro recurso, excepto aplastarlo” es, por decir lo menos, inexcusable. Victor Serge sabe tan bien como yo que no hubo motín de Kronstadt, que los marineros en realidad no hicieron uso de sus armas, en cualquier modalidad o forma, hasta que comenzó el bombardeo a Kronstadt. También sabe que ni los comisarios comunistas detenidos ni ningún otro comunista fueron tocados por los marineros. Por lo tanto, hago un llamamiento a Victor Serge a que señale la verdad. Que él fue capaz de continuar en Rusia bajo el régimen de camaradería de Lenin, Trotsky y todos los otros desafortunados que han sido recientemente asesinados, conscientes de todos los horrores que están ocurriendo, es su asunto, pero no puedo guardar silencio frente a los cargos contra él al decir que los bolcheviques estaban justificados en el aplastamiento de los marineros.

León Trotsky es sarcástico sobre la acusación de que él había disparado a 1.500 marineros. No, no fue él mismo quien hizo el trabajo sucio. Él encargó a Tuchachevsky, su lugarteniente, disparar a los marineros “como faisanes”, tal cual había amenazado. Tuchachevsky llevó a cabo la orden hasta el último grado. Los números se encontraron con legiones, y los que permanecieron después del ataque incesante de la artillería bolchevique fueron colocados bajo el cuidado de Dibenko, famoso por su humanidad y su justicia.

¡Tuchachevsky y Dibenko, los héroes y salvadores de la dictadura! La historia parece tener su propia manera de hacer justicia.

León Trotsky trata una carta del triunfo, cuando pregunta: “¿Dónde y cuándo se confirmaron sus grandes principios, en la práctica al menos parcialmente, siquiera en tendencia?” Esta carta, al igual que todas las demás que ya ha jugado en su vida, no le va a hacer ganar el juego. De hecho, los principios anarquistas en la práctica y como tendencia se han confirmado en España. Estoy de acuerdo, sólo parcialmente. ¿Cómo podría ser de otro modo con todas las fuerzas que conspiran contra la revolución española? El trabajo constructivo realizado por la Confederación Nacional del Trabajo (CNT), y la Federación Anarquista de Iberia (FAI), es algo nunca pensado en el régimen bolchevique en todos los años de su poder; y sin embargo, la colectivización de las industrias y de la tierra se destacan como los mayores logros de cualquier período revolucionario. Más aún, incluso si Franco vence, y se extermina a los anarquistas españoles, el trabajo que han comenzado seguirá viviendo. Los principios y tendencias anarquistas están tan profundamente arraigadas en el suelo español que no pueden ser erradicados.

 FUENTE: https://naturalezaydialectica.wordpress.com/2016/02/16/trotsky-se-queja-demasiado-emma-goldman-1938/

TRADUCCIÓN: Ignacio Argonauta

 



[1] Primera publicación: Por la Federación Anarquista, Glasgow, 1938; Introducción de los editores: Este panfleto surgió de un artículo para Vanguardia, una publicación mensual anarquista en Nueva York. Esta nota apareció en la edición de julio de 1938, pero debido al limitado espacio de la revista, solo una fracción del manuscrito original pudo ser publicado. Aquí aparece revisado y en su mayor extensión.

[2] 1Mi desilusión en Rusia“, p. 239.

[3] La Checa (Cheka) fue el órgano de inteligencia soviética encargado de la represión, siendo posteriormente sucedida por la GPU.

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