martes, 3 de septiembre de 2013

Las flores que nadie puso en la tumba de Malatesta




Francescomaria Evangelisti

El 22 de julio es un día en el que, como en muchos otros de los 364 más del año, ha pasado algo a lo largo de la historia. En 1812 el Duque de Wellington paseó por los alrededores de Salamanca, nacieron Hopper y Butragueño y en 1932 murió uno de los principales teóricos del pensamiento anarquista, Errico Malatesta.

En el año del décimo aniversario de la “Marcha sobre Roma”, mientras toda la capital de los católicos estaba engalanada para recibir fascistas de medio mundo, un carro fúnebre se lleva en el silencio, y ante la general indiferencia, el cuerpo del autor de Mayorías y Minorías, controlado con la vista por los agentes de policía desplazados por todo el itinerario hasta el cementerio para evitar que alguien se una al último paseo de uno de los más prolíficos autores de la, así llamada, teoría anarquista.

Este cortejo que cruzó media Roma empezó desde cerca de mi barrio natal, en una plaza dedicada “a los héroes”, a pocos pasos de la casa donde vivió Max Biaggi [conocido motociclista n del E.] y en frente de donde nació mi padre. En los años 30 era un barrio marginal en el que había hornos de ladrillos. Los trabajadores vivían en chabolas donde la miseria se ahogaba en las tabernas, aunque desde hace pocos meses el barrio se ha incluido en el 'primo municipio', el distrito del casco antiguo. La parada del metro que por el día vomita turistas se llama Cipro, aunque originalmente tenía que ser “Moscú”, por una historia de hermanamiento de ciudades fallido.

Este año decidí acercarme a la última morada de Errico para ver si se montaba una conmemoración, acostumbrado a la ritual representación histórica de los 17 de febrero consagrados a Giordano Bruno y a todas las expresiones de disenso que son naturales en una ciudad repleta de curas y monjas e invadida por gente que quiere verlos de cerca. Siempre me había fijado en la lápida puesta sobre el portal de la casa donde comenzó el entierro censurado de Malatesta a la que hace tiempo se contraponían las sombras de los “fasci littori” que salieron de la escuela de enfrente, signo de que aun dejando antes este mundo había superado a los que impidieron a la prensa hablar de su muerte.

Hay una expresión castellana que expresa muy bien la experiencia que he vivido, “la nada”. No había ni rastro de una flor ni una sola bandera roja y negra, solo una señora que hablaba por el móvil mientras fumaba asomada a una ventana más arriba del piso donde murió Errico.

Al contrario, alrededor de su bloque se apreciaban los carteles y las pintadas hechas por las manos de los "fascistas del tercer milenio". Los anarquistas, los obreros y los taberneros han dejado el sitio a los nietos que miran con malos ojos los inmigrantes del barrio y se gastan el dinero en los absurdos bares de la zona donde el vino tinto ha dejado el sitio al toro rojo.

Si vais a Roma, seguir estas indicaciones e ir a saludar Errico Malatetsta. A lo mejor no os asegurará la salvación eterna pero os recordará que “si la Democracia pudiera ser otra cosa que un medio de engañar al pueblo, la burguesía, amenazada en sus intereses, se aprestaría a la rebelión sirviéndose de toda la fuerza y toda la influencia que la posesión de la riqueza le proporciona para reducir al gobierno a la función de simple gendarme puesto a su servicio”. 

Publicado en Periódico Diagonal (https://www.diagonalperiodico.net)
Mar, 09/03/2013

  

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