Uri Gordon
Traducido por Àngel Ferrero
Han pasado ya tres semanas desde el asesinato policial de Alexandros Grigoropoulos, de quince años, en Atenas, y no hay indicios de que los disturbios que han envuelto Grecia vayan a calmarse.
Aunque se espera que pronto se terminen la ocupaciones de las tres universidades de la capital (Económicas, Politécnica y Derecho), una gran manifestación estudiantil ha sido convocada para el próximo 9 de enero, y las protestas, enfrentamientos callejeros y ocupaciones de emisoras de radio y de televisión continúan a toda máquina.
Un blogger griego escribió esta semana: "Tenemos una tarea que hacer aquí, allí, en todos los sitios, en vez de volver a nuestros sofás como meros espectadores de la historia, volviendo al calor de nuestros hogares y el enfriamiento de nuestra consciencia."
Los efectos internacionales son palpables. Se han registrado manifestaciones de solidaridad y ataques a las embajadas griegas en todo el mundo, desde Moscú a Nueva York y desde Copenhague a Ciudad de México. Las declaraciones y manifiestos de las asambleas de estudiantes en Grecia son prácticamente traducidos al instante y subidos a la Red en inglés, francés, italiano, turco y serbio.
Durante los primeros días de la revuelta, los bloggers trataron de reunir una lista de todas las muestras de solidaridad que estaban teniendo lugar, pero la tarea se demostró imposible: había, literalmente, cientos de ellas; miles de personas habían tomado las calles. El último sábado, día mundial contra la violencia policial, hubo sonadas manifestaciones en más de 30 ciudades de todo el mundo.
La prensa corporativa ha salido con varias teorías para explicar las causas del malestar -frustración con un gobierno corrupto, crisis financiera mundial, y descontento de una juventud griega que encara unas magras perspectivas de trabajo seguro y con derechos-, siendo los disturbios una reacción precipitada hacia las condiciones objetivas.
Todas estas explicaciones son en realidad señuelos destinados a silenciar e ignorar las motivaciones declaradas de quienes se han rebalado.
Una declaración de los estudiantes que ocupan la Facultad de Económicas de Atenas era lo suficientemente clara al respecto: "un régimen de fachada democrática no asesina cada día a un Alex, porque mata a miles de Ahmets, Fatimas, Jorges, Jin Tiaos y Benajirs: asesina, sistemáticamente, a diario, y sin remordimientos, a la práctica población de todo el Tercer Mundo..."
"Las coordenadas por las que se movía con normalidad la sociedad saltaron por los aires cuando la bala disparada por el cerdo de [Epaminondas] Korkoneas [el policía que disparó a Grigoropoulos] violó la legalidad existente. ¿Pero quién desconoce a estas alturas que la fuerza de la ley es simplemente la fuerza de quienes detentan el poder? ¿Que la ley es la que permite el ejercicio de la violencia? El código legal es un libro vacío, nada significa, de principio a su fin; no busca otra cosa que camuflar la imposición del poder."
En otra declaración, esta anónima, encontramos lo siguiente: "¿Qué buscamos? Igualdad. Política, económica, social. Para todo el mundo. Nuestras posibilidades para convencer a los consumidores de que rechacen las mercancías que servilmente aceptan es más bien limitada. ¿Qué otra cosa podemos hacer, sino saquear los supermercados y distribuir las mercancías a todo el mundo, disolviendo así los mitos que refuerzan la desigualdad?"
No son protestas aisladas, no son quejas vagarosas. Esto anarquismo revolucionario de pura cepa.
Los medios de comunicación mayoritarios simplemente no pueden aceptar la noción de lo que está ocurriendo en Grecia es una revuelta social proactiva contra el mismo sistema capitalista y las instituciones del estado que lo refuerzan. Es hora de reconocer que el movimiento anarquista griego ha tomado con éxito la iniciativa después del asesinato de uno de sus miembros, presentando a la opinión pública los problemas de la sociedad griega de una manera atractiva a un público mayoritariamente joven.
Poca gente sabe que el movimiento anarquista griego es considerablemente el mayor del mundo en comparación con la población del país. También goza de un amplio apoyo social gracias a su legado de lucha y de resistencia contra la dictadura militar que existió en el país de 1967 a 1974. Las manifestaciones con enfrentamientos violentos son frecuentes en Grecia. Prácticamente cada dos meses se dan duras batallas campales entre la policía y los anarquistas en las calles de Tesalónica o Atenas. Los acontecimientos que ahora vemos sólo se diferencian por su amplitud y duración, no por su nivel de militancia.
Otro factor raramente tenido en cuenta es que Grecia es un país donde el aparato de seguridad del estado es relativamente mantenido a raya de la ciudadanía por la ciudadanía misma. Por ejemplo, el informe del 2007 de Privacy International sobre la vigilancia policial demostró que Grecia es el único país del mundo donde existen "defensas adecuadas" contra el abuso de la vigilancia gubernamental sobre sus propios ciudadanos. El legado de la dictadura ha creado una imagen duradera de la policía como algo inherentemente opresivo, incluso entre los estratos de la clase media.
¿Conducirán los disturbios en Grecia a una revolución anticapitalista? Sólo si el espacio que han abierto en el tejido social se amplía y profundiza, implicando a cada vez mayores sectores de la sociedad, creando instituciones enraizadas en la ciudadanía y destruyendo las viejas. Algo que no parece posible a corto plazo, mientras los sindicatos burocratizados y el Partido Comunista Griego traten de domesticar la revuelta y obtener sus réditos políticos reclamando el desarme de la policía.
Pero no cabe duda de que los disturbios en Grecia han establecido el punto de referencia de lo que puede ocurrir en los países occidentales durante la era que se avecina de crisis económica y deteriorio medioambiental. Los gobiernos europeos no dudarán en engrasar la maquinaria de sus políticas de vigilancia y represión anticipándose a un malestar civil que no hará más que acrecentarse. Pero puede que ni eso sea suficiente para someter a la población a medida que, crisis tras crisis, empieza a cuestionarse el actual orden de poder y privilegio.
Uri Gordon es el autor de Anarchy Live!: Anti-Authoritarian Politics from Practice to Theory (Pluto Press); www.anarchyalive.com
Enlace: http://www.haaretz.com/hasen/spages/1050296