viernes, 10 de noviembre de 2017

ANARQUISMO Y EDUCACION EN BOLIVIA


Carlos Crespo Flores

A principios del siglo XXI, el anarquismo goza de buena salud. Más aún, en el contexto de regímenes centralistas y autoritarios, adornados de ribetes progresistas y revolucionarios, se ha convertido en la filosofía de la acción, no solo de resistencia, sino también constructiva. Uno de ellos ha sido la dimensión educativa.

El anarquismo desde sus inicios ha considerado la educación como una parte importante del éxito del movimiento. Un libro reciente de Marcelo Maldonado, Esbozos de pedagogía libertaria en el altiplano, reconstruye la experiencia de implementación de escuelas indígenas (se habla de 51) por parte de los anarquistas de la ciudad de La Paz, organizados en torno a la central anarco-sindicalista Federación Obrera Local (FOL) y su expresión rural, la Federación Agraria Departamental (FAD), durante el periodo 1946’-47’, en el altiplano paceño, entonces bajo dominio del sistema hacendal.

Históricamente, ha existido un prejuicio casi atávico sobre los anarquistas, asociados a prácticas violentas y nihilistas; generaban un “espanto desmedido”, como señala Marcelo a propósito del sentimiento provocado desde el momento que el anarco sindicalismo se afincó en el altiplano paceño. Por ello, el experimento pedagógico de la FOL/FAD rompe con esta imagen, y evidencia la dimensión creativa, proactiva de la movida anarquista.

En su autobiografía, Líber Forti recuerda el periodo estudiado por Maldonado. De hecho, el grupo de teatro “Nuevos Horizontes”, del cual Forti era parte, apoyó activamente la estrategia educativa y cultural de la FAD: “El mismo año 1946, algunos integrantes de Nuevos Horizontes tuvieron relación, en la ciudad de La Paz con campesinos y mineros. Esa relación sirvió para que, como en el caso de la FAD, se les colaborase en la gestión cultural de ellos, de esa organización. Para ello, Oscar Vargas del Carpio, Claudio Marañón, Antonio Toro y otros más (…) publicaron algunos números del periódico de esta Federación, “Tierra y Libertad”.

Como el libro de Marcelo analiza con precisión, la sindicalización campesina en el altiplano paceño estaba articulada a una estrategia educativa. El año 1947 Líber Forti se encontraba en La Paz, trabajando como linotipista en el periódico La Razón; el militante ácrata recuerda que “en el altiplano…, el concepto de sindicato fue asociado al de escuela...había mucho interés en que los niños campesinos tuvieran educación...”.

La sede sindical campesina compartía ambientes con la escuela, con todos los bemoles que ello suponía: “….se dieron casos en que los mismos campesinos construyeron una habitación, ahí en el campo, que en el día y para los niños fuera escuela, y de noche para los campesinos, sindicato. Fue realmente importante...y ellos, los campesinos decidieron que en esa habitación, cuando se hicieran las reuniones del sindicato en las noches, no se fumaría porque el olor del tabaco quedaría impregnado...entonces iba a molestar a los chicos durante el día, en sus clases”.

El colectivo artístico de Líber Forti fue parte de los que elaboraron los contenidos y material didáctico para estas escuelas: “...entonces, se trataba de que los niños campesinos aprendan a leer y escribir y...este...había que hacer algunas cartillas. Y las hicimos pues, los integrantes de Nuevos Horizontes, los hicimos”.

Son posibles experiencias como del 47’, hoy? Las aventuras pedagógicas libertarias del altiplano paceño fueron posibles, no solo por la capacidad de estructurar alianzas con el movimiento indígena, sino también porque no había Estado en la región y a las elites hacendales no les interesaba promover la educación indígena. Hoy, cuando el Estado está llegando a todas las regiones del país, en el contexto de la ley Avelino Siñani, que centraliza los contenidos, competencias, y donde todo pasa por el control estatal, difícilmente se podría implementar experimentos pedagógicos como en el periodo 46’-47’; menos pensar en escuelas alternativas, tipo Summerhill o las escuelas libres de Barcelona. La universalización del derecho a la educación ha supuesto homogeneizar currículos, contenidos, métodos, sometidos a los propósitos del Estado Plurinacional; por tanto escuelas autogestionarias no pueden existir. La Avelino Siñani, tengo la impresión, que busca introducir enfoques de autonomía y autogestión pedagógica, pero en una estructura institucional y organizativa jerárquica y autoritaria. Ejemplos como la autoevaluación o la inclusión de lo productivo constituyen ejemplos visibles.