miércoles, 29 de julio de 2015

ANARQUISMO EN BOLIVIA: AYER Y HOY. Videos de las presentaciones

Estimadxs,
agradeciendo al cc. Coco, reenviamos las direcciones para ver las presentaciones en la mesa ANARQUISMO EN BOLIVIA: AYER Y HOY, en el marco del VIII Congreso de Estudios Bolivianos (23-24 julio 2015) en la ciudad de Sucre. Favor difundir. 
 
 

Silvia Rivera Cusicanqui
Comunalidades Anarquistas:


Huáscar Rodríguez
“Sindicatos, individualismo y anarco-capitalismo La recepción y difusión del anarquismo en Cochabamba (1920-1950)”


Marcelo Maldonado
"Katari irrumpiendo la paz': Huelgas agrarias anarquistas y Las escuelas en haciendas"
https://www.youtube.com/watch?v=zMK3JiTP0Fs


Virginia Allyón
 Poder y contrapoder en la literatura boliviana: Borda y Mundy


Nayra Corzón
La máquina irónico-Ludica de Hilda Mundy (Opúsculo Veinticinco)


Nina Cortés
“De herencias  libertarias a sobre vigencias contestatarias”


Juan Perelman
Tesis sobre federalismo en Bolivia


Carlos Crespo
Autonomía y Autogestión en OECAS



martes, 28 de julio de 2015

Silvia Rivera habla de ir "más alla de las palabras". En mesa sobre anarquismo del VIII congreso de los “Bolivianistas” (Sucre 23-24/VII/15)



Sentada en el suelo de la biblioteca pública, con la pollera extendida como una flor de cucarda, Silvia Rivera Cusicanqui, la socióloga e historiadora boliviana más importante dentro de la corriente de los estudios poscoloniales latinoamericanos, argumenta con vehemencia sobre sus convicciones intelectuales de mujer indígena y luchadora, con una postura política sobre la situación del país, que desafía los discursos oficialistas sobre los movimientos sociales.
Rivera ha llegó a Sucre para disertar en el VIII Congreso de Estudios Bolivianos; el tema: las prácticas de resistencia de los artesanos y obreros anarquistas de principios del siglo XX en La Paz. El auditorio está lleno, ella inicia con algunas bromas y luego, poco a poco, va desentramando desde sus reflexiones teóricas una vision crítica de la historia boliviana.
Concluida su intervención, se toma unos minutos para conversar sobre su exposición a pesar de la marea de colegas que se ha volcado a la testera para hacerle consultas, pedirle libros y ofrecerle sus expresiones de respeto. El evento continúa, así que ella sale del auditorio para ofrecer esta entrevista, que inicia cuando se acomoda en el suelo lanzando esta expresión: “En el piso se sientan las cholas”.
Hoy habló de una categoría analítica con la que usted define una práctica política de los sectores populares paceños de principios del siglo XX organizados en la Federación Obrera Local (FOL), lo que usted llamó el “Anarcho comunitarismo”, ¿podemos ahondar en este tema?
Digamos que es una especie de neologismo que yo medio que me invento para distinguir aquellas doctrinas que se ponen de moda y que cierta elite las asume de un modo muy liviano, y que les dura como les dura una epidemia de infancia, digamos como una escarlatina, y después vuelven al redil, eso pasa con el mundo que llamamos k`ara, con el mundo que puede llevarse a un socialismo k`ara, o a un mundo digamos de elitismo, es el sinónimo del elitismo, y el elitismo tiene que ver con el divorcio entre lo que se dice y lo que se hace, entonces, en estas formas  de sociabilidad que yo llamo anarcho comunitaristas, nuestra clave ha sido encontrar coherencia entre las palabras y los actos, a tal extremo, que no permitían que ningún universitario de la élite se apareciera en la FOL a enseñarles, porque le decían "yo le voy a creer a usted el rato que usted sepa de arar o hacer un mueble, o construir una casa, y ahí recién podemos escuchar sus doctrinas". Con esto quiero decir que hay un intelectual salido del trabajo manual, de la experiencia de lucha, y hay otro intelectual, otro tipo de intelectual salido del mundo libresco, salido de las universidades donde las modas son efímeras, y las modas a veces capturan a los sectores disidentes y los convierten en un mercado de palabras.
Pero usted crea esta categoría, que es una palabra.
Es una palabra que quiere escapar de la captura y por eso es antipática como palabra y riesgosa.
¿Y quizás puede resultar también jocosa?
Si, tiene algo, porque si me toman demasiado en serio, ya van a empezar los intelectuales y la universidad de Pitsburg y no se quién más, a hacer un chenko con mis ideas, y no me da la gana.
Usted lleva esta distinción al terreno del lenguaje, pero explica también que se trata de una disputa en el terreno del lenguaje en el momento en que se experimenta la resistencia. ¿En ese contexto existen otra formas de expresión?
Los códigos de vestimenta, la performance pública, el aparecer digamos en medio de un bloqueo de caminos, donde los soldados que están ahí tratando de despejar el bloqueo y están muertos de hambre, y las señoras vienen y hacen un aptapi y los soldados están ahí antojándose, y el rato que se están yendo les invitan las sobras, eso es todo un discurso político, les están diciendo "nosotros producimos lo que ustedes consumen", es todo un manifiesto ese gesto. Bolivia está lleno de eso y mi libro Sociología de la Imagen es precisamente la exploración en el mundo del mas allá de las palabras y tratar de hacer de las palabras un recurso de comunicación y no un fetichismo del lenguaje, porque es bien fácil, de todas las palabras se apropia el Estado y los poderes, y nos andan jalando la lengua por todo lado para remozar sus discursos, pero lo que pasa es que no cambia nada en sus vidas.
Lo que me llama la atención es que las formas de resistencia y la forma en que se expresan estas formas de resistencia que están ligadas a la vida cotidiana, como usted comentaba, encuentran otros vehículos para comunicarse,  ¿Usted quiere rescatar eso al crear una nueva palabra?
Yo tengo que venir a veces a encuentros, porque obviamente yo tengo una cierta trayectoria de alguien que piensa y que escribe, pero yo no me debo a ese mundo letrado al cien por ciento, porque me parece que la realidad pasa más abajo del radar de la academia y de la política, sobre todo de la macropolítica, y encuentro que es altamente riesgoso el esfuerzo que hace el Estado sobre todo éste Estado, por capturar nuestras palabras, por usarlas de un modo distorsionado, para crear una apariencia de lo que no hay. No hay plurinacionalidad, lo que hay es extractivismo, desarrollismo, lo que hay es brutalidad al referirse a lo indio. Evo Morales certifica a los indios, cuando le da la gana los pone arriba o los baja, como  si ellos y ellas no tuvieran su  propia palabra. Entonces yo que estoy fuera del circuito estatal, y no me acerco mucho por precaución, necesito también protegerme un poco, y de esa manera genero cierto tipo de reflexiones, que no son convencionalmente académicas pero que son teóricas, y eso mucha gente joven me entiende, con eso me basta, y si del radar para arriba no me entienden, mejor.
¿Ahí entra el tema de la diversidad que usted mencionaba en su exposición?
Claro es una práctica cheje, es una práctica mezclada, manchada que básicamente nos ha permitido sobrevivir.
Sobre la trayectoria de Silvia Rivera
Silvia Rivera es una intelectual de ascendencia ayamara nacida en 1949, cuya vinculación a las luchas de los movimientos sociales bolivianos, le ha valido una vasta obra de reflexión sobre la historia y la sociología boliviana. De su paso por el movimiento katarista surge su libro “Oprimidos pero no vencidos. Luchas del campesinado aymara y qhichwa de Bolivia, 1900-1980”. Este libro ha sido editado en varias ocasiones en castellano y otros idiomas y se ha convertido en un clásico del pensamiento boliviano de la segunda mitad del siglo XX. Entre la diversidad de aportes teóricos de Rivera, se le reconoce el lúcido análisis de lo que se llamó el “colonialismo interno”, entendido como forma de reproducción de un orden dominante y excluyente de la población campesina e indígena de Bolivia. Por ello, se la ubica como uno de los principales referentes de los estudios postcoloniales latinoamericanos, junto a Walter Mignolo, Santiago Castro Gomez y Aníbal Quijano.
Junto a otros intelectuales, en 1983, Rivera funda el Taller de Historia Oral Andina, entidad pionera en los estudios de la memoria oral de los indígenas del altiplano, que publico una serie de estudios, que analizan la resistencia de las clases subalternas.
Rivera posee una vasta producción bibliográfica, pero también ha producido documentales que reflejan la lucha de los anarquistas bolivianos a principios del siglo XX.
En 1990 recibió la Beca Guggenheim, y en 1993 fue nombrada Profesora Emérita de la UMSA, y también ha sido profesora invitada de diversas universidades de todo el mundo.
En 2014 el Programa de Investigación Estratégica de Bolivia (PIEB), le entregó el premio nacional de ciencias sociales y humanas a la trayectoria intelectual.
Un fetichismo
Silvia Rivera - Socióloga: "Mi libro Sociología de la Imagen es precisamente la exploración en el mundo del mas allá de las palabras y tratar de hacer de las palabras un recurso de comunicación y no un fetichismo del lenguaje".
El peligro
Silvia Rivera - socióloga: Es altamente riesgoso el esfuerzo que hace el Estado sobre todo, este Estado, por capturar nuestras palabras, por usarlas de un modo distorsionado, para crear una apariencia de lo que no hay, no hay plurinacionalidad, lo que hay es extractivismo, desarrollismo, lo que hay es brutalidad al referirse a lo indio”.

En su presentación, Silvia Rivera, disfrazada de chola, utilizó una antigua manta que le obsequió una de la cholas anarquistas de la FOF paceña en la década del 80'. Este reportaje fue publicado por el periódico sucrense "Correo del Sur", el 24/VII.




sábado, 11 de julio de 2015

EL ODIO A LOS ÁRBOLES Rafael Barrett, 1907

Que un advenedizo construya una casa, con el dinero rápidamente ganado en honradas y secretas operaciones comerciales, está bien. Que construya una de esas lúgubres y sangrientas y vulgares masas de ladrillo; con agujeros enrejados y techo de teja, está menos bien. Pero lo que hace estremecer es que os declare: «Ahora voy a arrancar todos los árboles en torno para que la propiedad quede linda».Sí, es necesario que se vea limpia, desnuda, con sus insolentes colores que profanan la suavidad de los matices campestres, la fachada reluciente y tonta. Es necesario que se diga: «Esta es la casa nueva de Fulano, de ese que ahora está tan rico». Es necesario que pueda contemplarse sin obstáculos el monumento a la actividad de Fulano. Los árboles sobran; «quitan la vista». Y hay algo más que en vanidad en el afán de pelar el suelo; hay odio, odio a los árboles.

¿Es posible? ¿Odio a los seres que, inmóviles, con los nobles brazos siempre abiertos, nos ofrecen sin cansarse jamás la caricia de su sombra, la fecundidad silenciosa de sus frutos, la poesía múltiple y exquisita que elevan al cielo? Se asegura que existen plantas dañosas. Tal vez, mas no por eso las debemos odiar. Nuestro odio las condena. Nuestro amor quizás las transformaría y las redimiría. 

Oíd a un personaje de Víctor Hugo: «vio gentes del país muy ocupadas en arrancar ortigas; miró el montón de plantas desarraigadas y ya secas, y dijo: -Esto está muerto. Esto hubiera sido sin embargo algo bueno si de ello hubieran sabido servirse. Cuando la ortiga es joven, su hoja es una excelente legumbre; cuando envejece, tiene filamentos y fibras como el cáñamo y el lino. La tela de ortiga vale tanto como la tela de cáñamo. Es por lo demás la ortiga un excelente pasto que se puede segar dos veces. ¿Y qué necesita la ortiga? Poca tierra, ningún cuidado, ningún cultivo... Con un poco de trabajo que se tomara, la ortiga sería útil; se la descuida y se vuelve dañosa. Entonces se la mata». «¡Cuántos hombres se asemejan a la ortiga!» -Y añadió después de una pausa-: «Mis amigos, tened esto: no hay malas hierbas ni hombres malos. Sólo hay malos cultivadores».

¡Ay! No se trata de cultivar, sino de perdonar a los árboles. ¿Cómo aplacar a los asesinos? No hay sitio de la república, de los que he recorrido, en que no haya visto funcionar el hacha estúpida del propietario. Hasta los que nada tienen destruyen las plantas. Alrededor de los ranchos se extiende un árido yermo cada año mayor, que da miedo y tristeza. Según el adagio árabe, una de las tres misiones de cada hombre en este mundo es plantar un árbol. Aquí el hijo arranca lo que el padre plantó. Y no es por ganar dinero; no aludo a los que explotan las maderas.Sería una explicación, un mérito; hemos llegado a considerar la codicia como una virtud. Aludo a los que gastan dinero en arrasar el país. Obedecen a un odio desinteresado. Y la inquietud aumenta cuando se nota que las únicas mejoras que se hacen en las plazas de la capital consisten en arrancar, arrancar y arrancar árboles.

Odio doblemente feroz en una comarca donde el verano dura ocho meses. Se prefiere el sol abrasador a la dulce presencia del árbol. Se diría que los hombres no son ya capaces de sentir, de imaginar la vida en los troncos venerables, que tiemblan bajo el hierro y se desploman con lastimero fragor. Se diría que no comprenden que también la savia es sangre y que sus víctimas se engendraron en el amor y en la luz. Parece que las gentes viven esclavizadas por un vago terror y que temen que el bosque proteja facinerosos y anime fantasmas. Detrás del árbol adivinan la muerte. O bien, obsesionados por un dolor sin forma, quieren copiar en torno suyo el desolado desierto de sus almas.Y entonces, en la nuestra la irritación se cambia en piedad. Muy desesperado, muy hondo ha de ser el mal de los que, en resignado mutismo, perdieron el cariño primero, el cariño fundamental que hasta las bestias sienten, el santo cariño a la tierra y a los árboles.  
http://www.martincrespo.net/laenamorada/laenamorada/El_Odio_a_los_Arboles.html



Texto escrito por Rafael Barrett en 1907.
Fragmento de la película LA ENAMORADA

sábado, 4 de julio de 2015

LA IDEOLOGIA EXTRACTIVISTA DE LA IZQUIERDA BOLIVIANA, AYER Y HOY

Carlos Crespo Flores

“Bolivia vive una "contradicción creativa", ya que uno de los retos que tiene el país para lograr el desarrollo es acudir a mecanismos extractivistas…Sociedades como las nuestras con una deuda social gigantesca, necesitan de manera inmediata un conjunto de bienes materiales, de recursos monetarios para construir escuelas, hospitales, mejorar salarios, etc. Para eso necesitas transformar la naturaleza e impulsar mecanismos extractivistas... Existe la conciencia de que esta medida coadyuva a la destrucción del planeta, pero ante la necesidad del desarrollo es necesario este paso…Tenemos nuestras raíces indígenas y conciencia medioambiental contemporánea de que el mundo se está dirigiendo a un proceso irreversible de destrucción. Pero si solamente te dedicas a proteger a la madre tierra ¿con qué alimentas a la gente? …El camino que ha tomado el Estado boliviano es utilizar el extractivismo para satisfacer las necesidades de la población.”  (Álvaro García Linera)

La izquierda boliviana fue industrialista y extractivista; desde las loas de Zavaleta a la industria pesada repitiendo el slogan leninista “el comunismo es soviets más electricidad”, pasando por Sergio Almaraz y Marcelo Quiroga, quienes estaba de acuerdo con la industrialización minera e hidrocarburífera, pero bajo control estatal. Esta sería la garantía para salir de la pobreza, pues el estado, “popular”, “obrero” u otra denominación, tendrá la capacidad de redistribuir equitativamente los beneficios.

Hoy, con el gobierno de Evo Morales asistimos a la versión “recargada” de la ideología izquierdista de la industrialización a marchas forzadas basada en la explotación de los recursos de la naturaleza, y la “exposición magistral realizada en la Universidad Nacional de Chile” por el vicepresidente Álvaro García Linera hace unos días, sintetiza tal ideología[1]. Para pagar la “deuda social” (léase la pobreza),  afirma Linera, es necesario contar con recursos monetarios y materiales, que provienen de “transformar la naturaleza”, esto es extractivismo. Una “externalidad” negativa necesaria, para hacer posible el desarrollo.

Otra tradición de la izquierda nacional, en todas sus fes y dogmas partidarias, es la no distinción entre medios y fines; de esta manera, para llegar al poder y manejarlo, no tienen problema en recurrir a cualquier medio posible. En este caso, si es necesario destruir la naturaleza en pro de ese “destino final” comunista, satisfacer las necesidades de la población y lograr el desarrollo, hay que hacerlo. La crítica de Bakunin a Marx sigue siendo actual como hace 150 años: la sociedad de la libertad no se logrará con medios autoritarios, de allá solo surge más autoritarismo y más Estado, el Gulag. El extractivismo es un golpe de tuerca brutal del capitalismo global, que está acelerando la destrucción de ecosistemas, hábitats y sociedades, y Bolivia es una tuerca más. La decisión del gobierno boliviano de abrir las áreas protegidas para la explotación hidrocarburífera es parte de esta trágica historia.

Linera quiere articular conceptualmente algo que en el mundo material no existe o no es posible: complementar crecimiento y conservación[2]. Eso de “utilizar” el extractivismo para promover el desarrollo es un juego verbal que no es posible en la realidad. Existen límites ecológicos en el crecimiento económico, que cuando son sobrepasados, impactan directamente sobre la gente, particularmente los pobres, y su hábitat, fenómeno que en Bolivia ya estamos viviendo en buena parte del territorio.

Cochabamba, julio 2015




[2] El concepto de desarrollo sostenible, elaborado en el marco de la cumbre de Rio 92’, aunque  sus antecedentes se hallan en el informe Brundtland de 1987, fue otro intento conceptual fracasado.