La ciclovía en la parte norte de la ciudad, está ubicada donde viven tradicionalmente los sectores de clase media y media alta de la ciudad. Asimismo, es la zona con menor contaminación atmosférica y mayor humedad en el ambiente. En suma, son considerados “privilegiados” quienes viven por allá.
La ciclovía “conecta” condominios, barrios cerrados,
casas lujosas, con lugares donde estos sectores sociales satisfacen sus
necesidades humanas fundamentales. Es decir, conecta hábitats.
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Con el boom del mercado inmobiliario local, a lo largo de la ciclovía se construyen nuevos edificios y barrios cerrados
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Un ejemplo emblemático es el BARRIO IRLANDÉS. Ubicado en las faldas del cerro San Pedro, tiene conexión directa con la ciclovía, como se puede observar en el siguiente video:
VIDEO
Al vivir cerca a la ciclovía, es normal que la
utilicen para sus desplazamientos, en muchos casos como parte de estilos de
vida “saludables”, o parte del recorrido cotidiano con sus mascotas.
Por estas razones, se argumenta que esta cicloruta alimenta la segregación espacial urbana en la ciudad, particularmente con la zona sur.
Pero, visto desde la conectividad, es posible matizar tal afirmación. Por un lado, sectores populares que recorren la ciclovía para desplazarse hacia sus fuentes de trabajo o actividad, particularmente quienes se mueven de este a oeste, como jardineros, albañiles, empleados, estudiantes.
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Pero, también es hábitat de gente de la calle: alcohólicos, cleferos, que circulan, duermen, se alimentan a lo largo de la ruta.
En una estrategia de fortalecer la ciclovía como parte de los corredores biológicos urbanos de la ciudad, es fundamental abrirla, conectarla con la ciudad y sus actividades. Una ciudad abierta, nos diría Richard Sennett, es un mecanismo para enfrentar la segregación y fragmentación urbana.