El enfoque dominante de las investigaciones y reflexiones acerca del Territorio
Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (TIPNIS), tienen al Estado como
referente, como si estos pueblos estuvieran condenados o predestinados a ser
parte del Estado-nación. La construcción de la carretera es parte de este
proceso de legibilización estatal, en los términos de James C. Scott.
Liberales y marxistas coinciden en que los indígenas deben ser incorporados
a la razón de Estado. Uno de los mecanismos para la intervención estatal en los
años del régimen plurinacional ha sido la otorgación o reconocimiento de derechos
indígenas, pues por este medio se legitima su presencia en los territorios
indígenas (el Estado es el ente encargado de garantizar su cumplimiento y
aplicación).
La investigación doctoral en curso sobre el (TIPNIS), del investigador
cochabambino Jaime Galarza, presentado en una conferencia virtual estos días,
brinda otra mirada, no estadocéntrica, del territorio indígena y parque
nacional, ubicado en el límite de Cochabamba y Beni. Y es el pensamiento de
James C. Scott que orienta el trabajo de Galarza.
En su libro “El arte de no ser
gobernado. Una historia anarquista Zomia. Una historia anarquista de las
tierras altas del sudeste asiático” (2010), Scott evidencia que, durante
alrededor de 1000 años, diversos pueblos ubicados en una extensa región entre China,
India, Camboya, Vietnam, entre otros países actuales, desplegaron una
estrategia de huida hacia las montañas, frente a la presión estatal, que
llegaba bajo la forma de impuestos, reclutamientos forzosos o expropiación de
cosechas. Estos territorios de acogida constituían verdaderas “regiones de
refugio” para estos pueblos, organizados autónomamente, fuera de la visibilidad
estatal.
Jaime Galarza fue director del parque nacional, en el TIPNIS, durante
doce años, por tanto, su conocimiento de la problemática del territorio, es
profundo.
La historia larga del TIPNIS, nos dice Jaime, es la historia de la
expansión estatal, eclesial y extractivista (que al final vienen a ser rostros
conjuncionados); y al mismo tiempo, es la historia de la huida de estos pueblos
indígenas monte adentro, en muchos casos mediatizada, al igual que en Zomia,
por movimientos mesiánicos, como el de la “Tierra sin Mal”.
El TIPNIS es lo último que les queda, afirma Galarza, por el drama que
supone la construcción de la carretera para el territorio, y en general su
legibilización estatal: la desaparición, no solo de la naturaleza, sino de tres
culturas locales indígenas. Un verdadero etnocidio.
La investigación de Jaime Galarza es un excepcional aporte a la necesidad
de re escribir la historia de Bolivia fuera del horizonte estatal.
Efectivamente, la historia oficial del país, liberal, marxista, nacionalista o
indigenista, se la ha elaborado con ojos estadocéntricos. Trabajos como el de
Jaime, la “Historia del pueblo chiriguano" de Thierry Saignes (2007) o el ensayo de Juan Perelman, "Rastreando los antecedentes históricos de un pacto federal en Bolivia" (2015), son una
huella para seguir.