Las Semblanzas de
Filemón
Carlos
Crespo Flores
2014
Los que hemos participado en alguna de las “t’ojpas” que Filemón Escobar ha organizado o promovido, conocemos
varios de los argumentos, anécdotas e imágenes defendidas y descritas en su
último libro “Semblanzas”. El texto
es una colección de brochazos e impresiones de personajes de la política
boliviana, particularmente sindicalistas mineros, políticos e intelectuales, pero
que en realidad constituyen una excusa para analizar el proceso Evo Morales; el
libro es un ajuste de cuentas con su pasado como fundador del IP-MAS.
Al mismo tiempo, “Semblanzas” es
una fuente de información valiosa para futuras investigaciones sobre la cultura
política minera y sindical post 52’, la vida cotidiana en las minas y en
general los proceso sociopolíticos post 52’. Descripciones del interior mina,
las jerarquías en el trabajo del socavón, la sirena, nos llevan al agreste
paisaje minero de Siglo XX, Catavi, Huanuni.
Un patrón común en las diversas semblanzas presentadas del libro, es la
reivindicación de la ética en la política y la vida sindical pre y post 52’; la
dirigencia como servicio al otro, a la base, al elector, era un principio
orientador de la actividad de estos personajes. Filemón recuerda a dirigentes
mineros como Cesar Lora, Isaac Camacho, que no solo eran grandes dirigentes,
sino que cumplían con responsabilidad sus actividades laborales, en algún caso
constituyendo un ejemplo para el resto de compañeros. Valores y prácticas hoy
venidas a menos en el movimiento sindical. Parte de esta ética es la
independencia sindical del movimiento sindical defendida por “Filipo”, en un periodo donde la COB ha
sido cooptada por el gobierno del Evo Morales y el instrumento político (pp.
259).
Filemón, como a
lo largo de su vida política, sigue creyendo que los cambios sociales y
políticos dependen de contar con un aparato, de la capacidad de los militantes
de incidir en los eventos políticos y sindicales, en los documentos políticos,
introducir un cuadro en la dirección de la FSTMB o la COB, en suma cambios
elitistas, de arriba abajo, que ha sido un rasgo característico de la práctica
política de la izquierda boliviana. Es este otro elemento que conecta a las historias
retratadas.
El libro, al ser un recuento del periodo post 52, me ha permitido brindar
evidencias de una proposición que sostengo: “el
gobierno de Evo Morales está cumpliendo o aplicando la agenda histórica de la
izquierda boliviana, y Filemón Escobar, así como los personajes retratados,
forman parte de ella: “una izquierda que viene de la senda del stalinismo hoy
encaramado a la Revolución Cubana y de las posiciones del trotskismo a nombre
del Lorismo" (80).
El MAS en el
gobierno ha unido a la izquierda boliviana; ex maoístas, comunistas soviéticos,
trotskistas, socialistas, guevaristas, izquierda nacional, en fin, la fauna
diversa de la izquierda boliviana esta con el “proceso de cambio”; como enuncia la exclamación de Ramón Rocha
Monroy: "A ellos y a todo el Estado
Plurinacional les digo: A cerrar filas. A defender este proceso de cambio.
Basta de vacilaciones". Hoy la
izquierda esta con Evo, no solo en la base dirigencial de apoyo, sino también
en el aparato represivo estatal.
La agenda de la
izquierda boliviana históricamente ha sido industrialista y extractivista. Para la izquierda boliviana, la
industrialización permitiría la soberanía, ergo la “liberación nacional”. Iluminados
por la teleología industrialista, militantes históricos como Sergio Almaraz,
Marcelo Quiroga Santa Cruz (retratado en el libro) o René Zavaleta Mercado,
lucharon por la instalación de los hornos de fundición. La clásica
definición leninista del comunismo como “soviets más electricidad” ha sido
incorporado a la ideología izquierdista nacional; el libro lo visibiliza, y Filemón
lo ratifica: “”una y mil veces
escribimos que Guillermo Lora, a nombre del programa del POR, era nada menos
que industrialista igual que el señor Stalin” (pp. 132). En el retrato
del dirigente minero Cesar Lora, hay un llamado de atención de este a su
hermano, Guillermo, sobre el futuro de la empresa estatal minera: “al MNR le ganaremos cuando sea más fuerte
la COMIBOL, defender la COMIBOL y transformarla en altamente rentable es
nuestra victoria y no la del MNR” (pp. 97). Sobre el escritor Jaime Mendoza y
su tesis del “macizo andino”, Escobar recuerda que Lora criticaba al novelista
y ensayista potosino, con argumentos progresistas e industrialistas: “Semejante
tesis andinista no puede aplicarse a nuestra época cuando el hombre actúa sobre
la geografía y la transforma a diario y corresponde a nuestro pasado primitivo
y cavernícola” (pp. 132). Del programa del POR, Filemón cita: “No se puede
concebir la industrialización sin la creación del mercado interno, esta tarea
supone que las masas campesinas se conviertan en consumidoras, lo que no será
posible si no se tecnifica la producción agropecuaria, si no se bombardea el
campo con productos manufacturados baratos y si no se logra la separación entre
las actividades artesanales y agrarias, ahora resumidas en una sola persona…”
(132-133). Como alumnos disciplinados del programa de transición trotskista,
saben que industria pesada supone consumidores, por tanto transformar a los
indígenas al mercado de consumo ha sido el sueño “misti”, compartido por izquierdistas
y derechistas.
El gobierno de Evo Morales continua esta tradición, lo reconoce
“Filipo”: “El MAS es industrialista”, se queja el sindicalista minero (pp. 147),
y la decisión de construir la carretera por el TIPNIS es la constatación mayor . Por ello,
están equivocados los disidentes y desencantados del MAS y su líder, que consideran
que “Evo ha cambiado”, no hay tal: contagiado del optimismo progresista de la
izquierda boliviana, la ideología productivista, extractivista del mandatario
ya la encontramos en su época de dirigente cocalero, cuando se oponía al
desarrollo alternativo de los “gringos” no por sus alcances, con los cuales estaba
totalmente de acuerdo, sino porque estaba vinculado a una estrategia represiva
de la coca, a nombre de lucha antinarcóticos.
Otro rasgo de la
izquierda boliviana ha sido su amor por el Estado, asumir que los cambios
sociales y políticos pasan necesariamente por la tomar del poder de Estado, sea
bajo la forma revolucionaria o electoral. Más aún, el industrialismo y
extractivismo de nuestra izquierda está vinculado a la ideología
estadocentrista; el Estado debe impulsar la industria pesada. Así,
la industrialización será planificada, impulsada, protagonizada, desde el
Estado: la izquierda boliviana estaba convencida de esta proposición. El
libro lo ratifica, todos los sujetos de la semblanza creían en un Estado
poderoso, capaz de organizar la economía y el desarrollo del país, basado
principalmente en la minería y la explotación de los RRNN. Exactamente lo que
el MAS está construyendo, aplicando una fundamental agenda izquierdista.
La idea de un
estado poderoso ha llevado a las peores dictaduras, de las que el stalinismo es
uno de sus más tenebrosos rostros. Filemón considera que estamos en riesgo de
que se consolide una dictadura stalinista en Bolivia, para referirse al
creciente autoritarismo e intolerancia del llamado “proceso de cambio”. Una de
las expresiones es la relación de Evo con Cuba, a propósito del regaño que se
hace a sí mismo por haberle propuesto a Antonio Peredo la candidatura a la
Vicepresidencia, el 2005, y haber entregado “el Instrumento Político a la vieja
izquierda tradicional y radicalmente procubana” (pp. 340). A lo largo de su
vida política sindical, particularmente en las épocas de dictadura, Filemón
estuvo en contacto con Cuba, coordinó actividades con ellos, sobre el cual el
autor da apenas unos pincelazos en el libro. Su conocimiento del funcionamiento
del estado cubano y su sistema represivo, le permite afirmar categóricamente la
presencia caribeña en el palacio de gobierno, entre ellas, las, ahora ya,
tenebrosas oficinas de inteligencia. Se podría afirmar que las decisiones
políticas estratégicas del actual régimen han sido principalmente acciones de
inteligencia, orientadas a dividir, corromper, cooptar, reprimir, perseguir:
Chaparina, el caso anarcoterrorismo, el Porvenir, los separatistas cambas, y un
largo etcétera. Por otro lado, Filemón considera que es una estrategia del
gobierno hacer pelear a los bolivianos, mineros vs cooperativistas, cocaleros
vs indígenas, municipio vs municipio, t’aras
vs q’aras; lo es, aunque no novedosa,
pues el MNR lo practicó a fines de los 50’s en el movimiento campesino, la ch’ampa guerra, como dispositivo para
debilitar y neutralizar toda iniciativa autónoma de base, solo que hoy
utilizada como parte de una estrategia político-represiva.
El
estadocentrismo de la política y la acción colectiva por parte de la izquierda
criolla tiene un fuerte contenido nacionalista; la nacionalización de los
recursos naturales, en el caso del libro los minerales, ha sido sinónimo de
estatalización. Hoy, el gobierno de Evo está cumpliendo esta agenda:
nacionalizar, esto es estatalizar la naturaleza y sus servicios, desde donde se
negocia la presencia privada y corporativa. A propósito del nacionalismo,
Escobar recuerda un texto de Guillermo Lora donde este se preguntaba si de la
revolución nacional había un arte
emergente, como ha sucedido en otros procesos revolucionarios? Lora se
respondía negativamente (pp. 160); preocupación semejante tiene Virginia
Ayllón, quien se hace similar pregunta para el proceso de cambio liderizado por
Evo Morales, con similar respuesta a Lora.
No aparecen en
las semblanzas, pero están presentes en diversos momentos de las historias y
reflexiones: Javier Medina y Rafael Puente. El año 1980-81, Vanguardia Obrera
se divide en tres fracciones, la tendencia procubana de Rafael Puente, la
posición “cobista” de Filemón y la autonomista liderizada por Javier Medina;
fue una ruptura dolorosa, que involucró a una generación de jóvenes, utilizados
por estos líderes para sus fines propios. Del libro se concluye que, hoy
Filemón está reconciliado con Medina, como se sabe, teórico del discurso
oficialista del Vivir Bien, y distanciado de Puente, aunque fueron parte del
IP-MAS.
En general las
mujeres en “Semblanzas”, son esposas fieles, buenas amas de casa (como doña
Domitila), hacendosas, calladas (el ejemplo de la esposa de Marcelo Quiroga
Santa Cruz), no parecen tener vida propia, sino en función del compañero, su
participación en las luchas sociales del sindicato minero, por ejemplo, está
ligado a su rol en el hogar y responsables de garantizar la alimentación,
educación y salud de la familia minera. Es que la izquierda boliviana ha sido
sexista, machista y patriarcal. Filemón lo evidencia y es parte de este
imaginario: sobre don Juan Lechín afirma que “el que fuese o no mujeriego, con
una buena “pinta” o no alteran el resultado ni se condicionan a ello” (ser
caudillo) (pp. 94). Ninguna palabra sobre la violencia doméstica en las
familias de los dirigentes mineros o políticos izquierdistas en general, el
abuso sexual de los jefes de partido y líderes con las camaradas. Hoy, lo que
vemos en las prácticas sociales de la militancia y liderazgos del MAS, solo reproduce
una práctica institucionalizada de la cultura izquierdista
La COB fue un Soviet?
Filemón lo afirma, y echa la culpa a la izquierda por no haber entendido
“concebir a la COB como nuestro Soviet” (pp. 104). Se me ocurren dos pinceladas
sobre esta antigua proposición filemonista. El soviet se estructuraba y
organizaba la ciudad, de arriba abajo, de manera descentralizada y autónoma,
inspirada en las prácticas anarquistas, mientras la COB desde su creación ha sido una estructura
jerárquica, de decisiones de arriba abajo, con caudillos sindicalistas, sello
del sindicalismo autoritario de cuño marxista y nacionalista con el que se fue
estructurada. En segundo lugar, dados los antecedentes de la izquierda
boliviana, estadocentrica, por tanto centralista y autoritaria, es “pedir peras
al olmo” creer que hubiera entendido a la COB como una entidad autónoma,
descentralizada de autogobierno. En la Rusia soviética, fueron los anarquistas
que hasta el final reivindicaron a los Soviets como dispositivo organizativo y
de cohesión de la revolución: los marinos de Kronsdtadt en 1921 fueron
masacrados por el ejército rojo[6], defendiendo el poder de los soviets. En Bolivia, los que podían haber
enarbolado tal consigna ya no estaban: la anarcosindicalista Federación Obrera
Local (FOL) había sido casi liquidada luego de las revueltas indígenas de 1947;
estigmatizados y criminalizados (como hoy), la movida anarquista fue desplazada
por el sindicalismo autoritario, de inspiración marxista y nacionalista,
discursos que apostaban por la forma partido. De hecho, el anarquismo está
ausente en el horizonte y recuento “filemoniano”, ignorando un movimiento
político y social fundamental en el periodo pre 52’.
"Semblanzas" representa
su alejamiento de la llamada izquierda tradicional, de la cual él ha sido parte,
pero también su declaración de fe por la filosofía del "Vivir Bien",
expresado en conceptos como la “economía de la reciprocidad” o la
"complementariedad de opuestos" (pp. 302); en el libro no está claro
que significa aquello, pero podemos tener una idea cuando hace referencia a
China: "China tomó el rumbo de la 'complementariedad de los opuestos' con
las potencias occidentales y hoy avanza a convertirse en otra potencia
mundial…" (pp. 302). China, una civilización imperial, hoy en una nueva
fase de expansión bajo la forma estado, con una política industrialista,
extractivista, ambientalmente depredadora (aporta al 22% de los gases de
invernadero), se ha convertido en un eslabón clave del capitalismo global, será una imagen a seguir? En ningún caso,
solo evidencia que Filemón no ha abandonado la ideología izquierdista de que
los cambios pasan por el Estado, que la industria pesada occidental es la base
de la soberanía y liberación nacional, pero con rostro indio, la "oposición
complementaria", el ideal donde t'aras
y q'aras cooperan y coexisten,
desplegando todas sus potencialidades.
Reseña del libro de Filemón Escobar, “Semblanzas” (2014); La Paz:
Plural Editores. Una versión preliminar fue expuesta en la presentación del
libro en el CESU.
Por ejemplo, hace una referencia a una reciente resolución del Congreso
de la COB en Tarija y las posibilidades de organizar su propio instrumento
político (pp. 90).
Se sabe de la presencia de militantes guevaristas en el aparato de inteligencia
del gobierno, como se evidenció en el caso/montaje de los "anarcoterroristas".
Al respecto, ver Rene Zavaleta Mercado, “El desarrollo de la Conciencia
Nacional” (1967).
Sobre el TIPNIS, en el libro leer la semblanza de José Mirtenbaum.
Esta ignorancia la encontramos también en Luis H. Antezana, quien en su
análisis del nacionalismo revolucionario (NR) excluyó al anarquismo; de haberlo
hecho, se habría dado cuenta que existían discursos fuera de la herradura del
NR, por su postura antiestatal y antinacionalista.