Carlos Crespo Flores
2014
China es uno de los países clave en
las consideraciones del cambio climático. Produce más de 6.000 megatoneladas de
dióxido de carbono (CO2) anualmente, es el mayor emisor mundial de gases de
efecto invernadero en términos absolutos, lo que representa casi el 22 % de
todas las emisiones. Sus emisiones ahora han sobrepasado la media mundial per
cápita, después de haber crecido en casi un 200 % entre 1990 y 2007. Suponiendo
que su economía siga creciendo cerca de su tasa histórica, y con ella el
apetito creciente de China por fuentes basadas en combustibles fósiles,
principalmente de energía, se espera que las emisiones de las actividades
económicas aumenten entre un 57 y un 75 % en 2025, dependiendo que proyección
es utilizada. Por ello, las políticas que Chine adopte para gobernar el cambio
climático, su capacidad nacional controlar sus emisiones y el uso de energía,
son claves en cualquier escenario futuro de acuerdos internacionales de reducción de
emisiones.
De ahí que llama la atención la
Declaración leída por René Orellana, embajador de medio ambiente y cuestiones
de desarrollo del estado Plurinacional, en nombre del G-77 + China, durante la
sesión 11 del grupo de trabajo abierto sobre consumo y producción sostenible y
cambio climático, el pasado 8 de mayo del presente. Cuando hace referencia al
“promedio alarmante de 226 millones de personas en el mundo que se ven
afectadas por los desastres o catástrofes naturales”, son atribuidos, a “las
políticas y las prácticas deficientes en materia de planificación del uso del
suelo, la gobernanza, la urbanización, la gestión de recursos naturales, manejo
de ecosistemas y los niveles de pobreza”.
El industrialismo chino y su
maquinaria de consumo es uno de los causantes del cambio climático, pero
gracias al poder que tiene en el G 77 hace aprobar declaraciones que trasladan
las causas al escenario ambiguo de las “políticas y prácticas deficientes”.
Este es uno de los verdaderos motivos del G 77 + China: legitimar a China en su
propósito de evitar responsabilidades en la crisis ecológica que ya estamos
viviendo, no comprometerse en medidas radicales de decrecimiento y
transformación industrial. Y gobiernos como Bolivia, bajo la retórica de la “Pachamama y la Madre Tierra”, terminan justificando estas nuevas modalidades de imperialismo ecológico.
Elaborado en base a
Held David, Nag Eva-Maria & Roger Charles (2011) The Governance of Climate Change in China.
Preliminary Report. LSE-AFD Climate Governance Programme Global governance.
Working paper WP 01/2011; 65 pp.
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