jueves, 5 de noviembre de 2020

Autonomía, Cultura y “Bullshit Jobs”

 Carlos Crespo Flores

 

El gobierno transitorio de Jeannine Añez ha eliminado el ministerio de Culturas, bajo el argumento de reducir gastos para reorientarlos a la pandemia, a pesar que el ahorro será mínimo. Artistas y gestores culturales se han opuesto, bajo el lema "soy artista, no un gasto absurdo". Los argumentos son varios: la cultura es un derecho, los artistas e institucionalidad cultural requieren el apoyo estatal, somos un país rico culturalmente.


Esta medida sólo habla de la calidad ética y estética de los actuales administradores del palacio de gobierno. Hoy, como ayer, los gobernantes de turno, en momentos de crisis o necesidades coyunturales del poder, han eliminado aquellas actividades que no brindan beneficios políticos inmediatos, como el medio ambiente o la cultura.


Pero, como defensor de la autonomía frente al Estado, solo me cabe celebrar este aparente retiro del Estado de la actividad cultural en el país. Más aún en un país donde ha sido práctica común estatal  instrumentalizar a la cultura para oscuros intereses autoritarios y corruptos. Solo recordar los catorce años de ofensiva culturalista durante el "gobierno de los movimientos sociales", financiada, promovida, impuesta, a nombre de mitologías estadocéntricas como el "vivir bien" y la "descolonización". Lastimosamente, parte de la movida cultural y artística nacional fue cooptada y/o corrompida, legitimando al ignominioso caudillo y su séquito.

 

El arte, la cultura en general no puede estar sometida a ninguna “razón de Estado”, por más “progresista” que este sea; su autonomía es fundamental para la creación artística. Más aún, los artistas no requieren ser legitimados, reconocidos por el Estado para lograr sus momentos de esplendor artístico. Es cierto, las grandes obras de la humanidad, museos, han sido posibles, en buena parte, gracias a mecenazgos, pero estos eran privados, sean reyes, aristócratas, millonarios que apoyan el arte. O iniciativas locales de apoyo a la cultura. Cuando el Estado se involucra, solo emerge “arte oficial” de mala calidad, como el “realismo socialista” de la URSS, o el “folklorismo plurinacional” nuestro.

 

Los años “azules” del país dieron lugar a la consolidación de los llamados “gestores culturales”, una suerte de mediadores entre artistas y otros “stakeholders”, expresión de esta creciente dependencia/articulación/cooptación de la cultura con el Estado. No es casual que buena parte de la demanda de reponer el ministerio provenga de este sector. Ubicaría a los gestores culturales dentro de los “bullshit jobs” (David Graeber), aquellos empleos que no hacen una contribución significativa al mundo y su desaparición no haría ninguna diferencia o que el mundo sea un lugar mejor, en este caso el arte o la cultura.

 

A los artistas les diría, ya basta de hacer “política de demanda”, de pedir todo al Estado, es lo que acostumbró a este país la izquierda, para someterla. Como la sociedad boliviana, deben (re)aprender a vivir autónomamente en todos los sentidos de la vida, construir otro tipo de relaciones sociales; ahí, el Estado, el “más frío de todos los monstruos fríos”, como llamaba Nietzsche, ha sido un obstáculo, y del cual debemos huir lo más posible.

 


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