Prólogo del editor. La Machuyunga en los ojos de Jorge Zabala y Augusto Guzmán
La Sima Fecunda es la primera novela de Augusto Guzmán, escrita antes de alistarse en la Guerra del Chaco, en 1932. De origen Totora, es probable que tenga un contenido autobiográfico, pues en la época Totora era un pueblo próspero, gracias a la economía de coca. Guzmán, en entrevista, recordó que
"La novela fue un resultado espontáneo de mi encuentro con esa geografía. Fui allí de excursión, a caminar, pero la experiencia fue tan prodigiosa que me sentí obligado a reproducirla tejiendo un argumento” (Gumucio Dagrón, 1977:113).
A quienes tenían tierras o propiedades en los Yungas de Vandiola, región donde se desarrolla la novela, todavía se les llama "yungueños". Podemos suponer, entonces, que el lugar y su entorno son reales, aunque el idilio sea "supuesto, imaginado a partir de una imagen real, la de una mujer muy joven" (Gumucio Dagrón, 1977:113).
Como prueba iniciática de todo buen totoreño, el protagonista, Jorge Peñaranda, decide ir a la Yunga. Antes del Chapare, la coca vandiola era la hoja tradicional del departamento de Cochabamba. El Inca Huayna Kapac estableció allí cocales, producidos por mitimaes traídas del valle de Cochabamba, principalmente, que estaban destinados a la corte y rituales religiosos (Meruvia, 2000). De hecho, para Guzmán, el mérito de la novela es “haber incorporado a la literatura de la época, una región ignorada, Los Yungas, y específicamente los Yungas más antiguos, los más antiguos del Collasuyo: Machuyunga” (Gumucio Dagrón, 1977: 113).
La fábrica de los sueños , publicado en 1987 por Jorge Zabala como Jorge Agrícola , es la reseña de la novela de Guzmán y primera referencia a la coca y su cultura, demostrando que desde finales de los años 80 el tema había estado en su mente, lo que culminará en su último libro. , Las Hojas del Adivino , recién en 1994.
La novela es una precisa descripción etnográfica del sistema de producción cocalero yungueño, llamado "zanjeo", probablemente de origen precolonial. No sólo se describen aspectos del manejo, mantenimiento, cosecha del cultivo, sino también facetas de la cultura material en torno a la coca.
En la novela, si bien hubo alguien que vivió como Tolstoi -don Felipe- (Guzmán, 1946:86), la Machuyunga también fue escenario de explotación despiadada por parte de sus dueños, quien es interpretado por Augusto Guzmán.
El autor y sus amigos están saliendo del pueblo de
Totora, hacia los yungas de Vandiola, la Machuyunga. Suben el cerro del Calvario, y en la cumbre
divisan el paisaje urbano, ubicada en una “hondonada áspera y disconforme”.
Frente a ellos, élevase el cerro Tunturi, “enorme, gigantesco y trunco,
haciendo la impresión de un monstruo degollado, descabezado por un cataclismo”
(Guzmán, 1946:9). Hoy, el Tunturi, es parte del circuito turístico totoreño,
desde “donde se puede ver Mizque, Pocona e Incallajta”.
Cuál es esa "montaña espesa cortada por ríos
caudalosos", que embriaga a Zabala y Guzmán? Están subiendo hacia las “cumbres de
Laymetoro” (Guzman, 1946:33). Y a ambos lados del camino, resaltan una flores
blancas, pequeñas, dispuestas en racimo” (Ídem, 1946:33); ahí es donde Zabala
señala que “el aire tiene un sabor a menta”, “inolvidable y helado perfume”,
dirá Guzmán. Es muña (Minthostachys
mollis), planta medicinal altoandina,
pero que a Jorge le altera sensualmente los sentidos, en “candorosa felicidad”
(Ídem, 1946:34).
Cuando el camino se vuelve
sendero, la cuesta se pone más dura, “el sendero subía, subía siempre” (Ídem,
1946:38); es la cuesta del Derrumbado, señalada por Zabala.
Zabala habla de hacer oculto un “cuerno con
derroteros”, en la cima del cerro Jilbani. En realidad, Jorge Peñaranda
recuerda que en la memoria popular, ese lugar, Baltasar de Peramás, el
emprendedor que reavivó la explotación cocalera en la Yunga desde 1765,
“sepultó un cuerno con derroteros”. De acuerdo a la historiadora Gabriela Behoteguy, sería el cuerno de una taruca
(ciervo andino), y “quizá lo realizó siguiendo la costumbre española de
enterrar cuernos de vaca para atraer la abundancia agrícola” (Behoteguy,
2021:36). Pero, en estas alturas
es donde uno es aquejado del sorojche, el mal de altura; por “el vértigo
y la angustia que provoca”, afirma Zabala, “ha sido llamado “el mal
cósmico"”.
Cuando empiezan a
descender, observan que el paisaje es “un tajo abierto como una llaga
interminable en la carne pétrea de las montañas” (Guzmán, 1946:41); en los
costados, como observa Zabala, emergen “frescos retoños del kuri avanzando en
varillas lánguidas desde la fronda inclasificable”. El Kuri es el otro
nombre de la tacuara (Guadua cf. weberbaueri Pilger) (Thomas & Vandebroek, 2006:191). Junto al arbusto, en las
rocas, encuentran “el grueso y tupido colchón formado por el musgo de la
montaña, empapada de humedad” (Ídem, 1946:43). Es
de color rosado y verde con fragancia de “altar de navidad”. Es la planta de
k’oa (Diplostephium
cinereum Cuatrec), muy utilizada en los rituales andinos.
En el descenso por
las “escaleras gigantescas de piedra” “tapizadas de musgos” (Zabala), llegan
a Cocapata, “cumbre dominadora de
horizontes, la más alta que puede verde desde los yungas”, “desde donde se
divisa la cuenca del Chimoré”, “…una sola selva compacta, inverosímil,
monstruosa…” (Ídem, 1946:44).
Desde esa “paradoja entre la imagen y aquello a lo que
está destinada la cosa que nos deja sin aliento”, nos guía Zabala. “En ese
abismo verde oscuro, cortado por ríos oceánicos, crece la Coca”, “En ese gran
escenario de la Jungla, en esa sima del olvido, está el bello país de la coca”.
Si, es el Machuyunga, territorio de la seductora y poderosa coca, de la cual el
botánico británico Abraham Cowley, ya
había dicho, en el siglo XVIII (traducida por el mismo Zabala): “cada hoja es fruto, y tan
sustancial pasaje,/ no fruto a su lado se atreverá a rivalizaría” (Zabala, 1994).
Tanto que el mate de coca es considerado por Zabala ideal “para vencer la melancolía azulada que
dejan mujeres engañosas”.
Zabala define el
paradisiaco amanecer yungueño “como el primer día de la creación, la génesis
del Sol fulgurante”. Ya Guzmán lo había pintado como “la fiesta bárbara y única”
(Ídem, 1946:55). En ese maravilloso
paisaje de ríos que tienen un “encanto venturoso”, las enfermedades, en ese
tiempo crónicas, de la anemia, la malaria/paludismo, parecen irreales, un “olor
a inquisición literaria”, nos dice el crítico cochabambino. Pero
están presentes; a lo largo de la novela abundan las descripciones de los
residentes, famélicos y pálidos: a los de la Machuyunga los llama “pobladores
amarillos” (Ídem, 1946:112), una mujer de “expresión intensa de fiebre en
aquella cara blanquecina” (Ídem, 1946:59) es una “k’ella” (en realidad k’ellu,
amarillo), “una mujer amarilla que vive de su trabajo” (Ídem, 1946:60).
Por otro lado, la referencia
a “la épica invasión de los yuracarés”, considerados por Zabala como “magníficos
bárbaros”, no se produce el momento de la novela, sino que es un recuerdo del
protagonista, casualmente homónimo de Zabala, Jorge, de su lectura del texto de
W. Soria Galvarro, Rasgos históricos sobre la Provincia de
Totora (1916), donde se habla de los yuracarés, que aparentemente estaban
siendo adecuadamente evangelizados, pero tuvieron un “intempestivo alzamiento”,
en 1650, se convirtieron nuevamente en sociedades “sin fe, sin rey, sin ley”
(Pierre Clastres), e irrumpieron violentamente en la región, “arrasándolo todo
con una furia vandálica e incontenible” (Guzmán, 1946:139). Llegaron al pueblo
de Pocona y amenazaron a la misma Arani, rememora Guzmán. Solo “las
innumerables fogatas en la planicie”, que tradicionalmente se encienden en San
Juan, “ahuyentaron a los salvajes” (Idem, 1946:139). Este hecho, habría sido fundamental para el despoblamiento de la yunga, durante
casi un siglo. Otros estudios ratifican, más de una revuelta yuracaré, a lo
largo del siglo XVII (Meruvia, 2000, PROEIB,2011).
Hasta
ahora, a través de Zabala, hemos visto la importancia del libro como fuente
para conocer y/o estudiar los yungas de Vandiola: su biodiversidad, sus
diversos paisajes yungueños, la coca y su cultura material, las incursiones
bélicas yuracarés, pero, existen otras problemáticas dignas de ser mencionadas, presentes en La Sima Fecunda de Augusto Guzmán.
Debería ser incorporada a las “novelas
del Chaco”, como su libro posterior, Prisionero de guerra. La movilización
llega al último rincón del país. El ambiente de la contienda llega a la Yunga y
permea las interacciones entre los protagonistas; los discursos optimistas de
los gobernantes, como son recepcionados por la gente común, y como empiezan a matizarse
con las noticias de las derrotas.
Guzmán demuestra una gran sensibilidad
con el entorno en el que se desplaza; de ahí que podemos disfrutar de
fotográficas referencias y descripciones de facetas de la vida material
yungueña, como las viviendas y otras construcciones con recursos locales; o la
gastronomía: frutas, lawas, charques y pescados
pasan por nuestros sentidos. Asimismo, escenas festivas, con mucha chicha y
licores de caña, atravesada por la música local, donde la sensualidad emerge
optimista. O la práctica de casarse entre parientes próximos, muy común en los
pueblos como Totora: Jorge se enamora de la prima Sofía.
Pero, hijo de la época evidencia los
prejuicios y prácticas no conservacionistas en la región. Un acápite dedicado a
la pesca con dinamita, muestra los graves impactos que genera. O la indignación
que siente al ver un grupo de murciélagos durmiendo entre los árboles: “indignos
de tal morada”, “acometer a machetazos contra aquella fauna repulsiva” (Guzmán,
1946:73), son algunos de los epítetos que exclama.
Me
alejo caminando por la senda yungueña, con una frase zabaliana: “Se
necesita humor en esta transición para lo religioso y puede ser su máscara, esa
gran caverna de ruiseñores y jaguares.”
Carlos
Crespo Flores
INCISO
2023
Bibliografía
Behoteguy Chávez, Gabriela (2021) Totora: Dinámicas
producción cocalera y estrategias de la homogeneización cultural. Takhi
MUSEF. Caminos del MUSEF. No 4. Pp 20-46.
Gumucio
Dagrón, Alfonso (1977) Arte y oficio del testimonio: Augusto Guzmán. En
Alfonso Gumucio Dagrón, Provocaciones. Pp. 105-123.
Meruvia, Fanor (2000) Historia
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Plaza Martínez, Pedro (coord.) (2011) Historia, lengua, cultura y educación
en la Nación Yurakaré. Cochabamba: FUNPROEIB Andes y CEPY. 353 pp.
Soria Galvarro, Waldo
(1916) Rasgos
históricos sobre la Provincia de Totora. Totora: El Porvenir. 24 pp.
Thomas, Evert & Vandebroek, Ina (2006) Guía de
Plantas Medicinales de los Yuracarés y Trinitarios del Territorio Indígena
Parque Nacional Isiboro-Sécure, Bolivia. Santa Cruz, Herbario Nacional de
Bolivia, Instituto de Ecología, Universidad Mayor de San Andrés. 525 pp.
García, Magdalena
et. Al. (2018) “Kóa, entidad andina de una planta y otros
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Zabala,
Jorge (1994) Hojas del Adivino. La Paz: Plural Editores.
La fábrica de sueños
Por Jorge
AGRÍCOLA
Camino a Totora, que es donde se publicó la novela de
Augusto Guzmán, "La Sima Fecunda", en 1932, el autor divisa, al modo
de una gran pirámide trunca al Tunturi y atravesando las colinas llega a un
pueblo de serranía incrustado en una quiebra, que es un puesto de descanso
entre Cochabamba y Santa Cruz. El autor se dirige al Yunga que es "una
montaña espesa cortada por ríos caudalosos". Sigue hasta la cumbre y el
aire tiene un sabor a menta. En los bordes de la cordillera se acerca a la
cuesta del derrumbado, subiendo por elevaciones hasta el monte de la ceja y en
la cima de Jilbani, donde hace oculto un cuerno con derroteros.
En el gran descenso se abre el sendero Kuri, alfombrado de musgo por gigantescas escaleras de piedra, se eleva la Cocapata, desde donde se divisa la cuenca del Chimoré. En ese abismo verde oscuro, cortado por ríos oceánicos, crece la coca. Hace falta humor en este tránsito a lo religioso y puede ser su máscara, esa gran caverna de ruiseñores y jaguares. Hay una paradoja entre la imagen y el propósito de la cosa que nos deja sin aliento.
El amanecer de Yungue fue como el primer día de la creación, la génesis del Sol abrasador. En ese gran escenario de la Selva, en ese pozo del olvido, está la hermosa tierra cocalera, a la sombra de las montañas que intercambian sus relámpagos como en una guerra de gigantes. El sol se vuelve piadoso y sabático. Los ríos sublimes " tienen un amuleto de suerte " y las plagas de malaria, paludismo y pantanos de serpientes venenosas, olor a inquisición literaria.
En este telón de fondo de Totora se desarrolla la épica invasión de los yuracarés, esos magníficos bárbaros ahuyentados por el fuego de San Juan, como un conjuro de fantasmas serranos como el sorojche
que por el vértigo y la angustia que provoca, ha sido llamado "el mal cósmico". Y para superar la melancolía azulada que dejan las mujeres engañosas, está la coca mate.
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