“Como nos abocamos a transformar radicalmente el mundo, cada mujer precisa, así mismo, cambiar radicalmente. Para las feministas, cada mujer es la causa del feminismo. Cada mujer tiene el derecho autoproclamado a tener derechos, recursos y condiciones para desarrollarse y vivir en democracia. Cada mujer tiene derecho a vivir en libertad y a gozar de la vida”.
(Marcela Lagarde)
Corrían los primeros años 2000 en Bolivia cuando las guerras del agua y el gas mostraban la fuerza de nuestros pueblos indígenas y de los nuevos movimientos sociales levantados, movilizados. Los aires nuevos agitaron también nuestros ajayus, espíritus jóvenes, almas de mujer, el deseo intenso de inventar nuestra propia comunidad. En diálogo con el feminismo, el ecologismo, con las diversas voces de protesta que agitaban nuestro país, creamos las “Niñas Dinamiteras”, un colectivo para crear fanzines y literatura casera, pequeñas rebeldías inspiradas en los movimientos underground de los años 70.
El arte fue para nosotras el lugar para explorar con una nueva mirada las vivencias propias y de otras, imaginando, creando nuevos lenguajes. Cuestionábamos el patriarcado a través de líricas y poesía que nos animaban a soñar y transformar, a liberar nuestros cuerpos. Nuestra consigna era “dinamitar ideas establecidas”, crear nuevos modos de ser mujer joven, escapar de los modelos impuestos. Necesitábamos concebir a un ser humano diferente a las históricas construcciones hegemónicas de hombres y mujeres
Las dulces tardes sabatinas se convirtieron en serias reuniones. Discusiones, debates, ideas embebidas de esos ajayus agitados, daban contenido a nuestra pequeña revista “Monte de Venus” (iniciada por otras compañeras en Cochabamba). La producción intelectual no nos era suficiente. Pronto, decidimos reivindicar estilos musicales distintos, el punk, para aportar desde otros imaginarios políticos al debate sobre la producción musical corporativa. Feministas rockeras con aires andinos, vegetarianas, artistas, libre pensadoras. Mujeres nuevas.
Desde esa posición organizamos campañas pacíficas (siempre nos opusimos a cualquier tipo de violencia) que cuestionaban a las corporaciones transnacionales, al consumismo y a los múltiples dispositivos de control establecidos desde el Estado y los poderes económicos. Pertenecimos a una joven generación que cargaba en sus hombros la necesidad de transformación en un país ávido de cambios. Cuestionar, revolucionar y soñar era nuestra forma de dinamitar.
Nina era nuestra hermana. Con ella nos creamos. Nacimos juntas a esta nueva forma de ser mujer. Su sonrisa y sus bromas nos acompañaron, fue siempre la más leal, la más presente, la más dulce. Con ella nos animamos a organizar una protesta y un concierto que apoyaba al movimiento cocalero —que en esos años era víctima de la represión del Estado que coartaban sus demandas políticas. En esos años recogíamos información desde las organizaciones para crear espacios de difusión y denuncia, porque los hechos de criminalización de protesta eran evidentes. En esos años Nina y nosotras develamos que esa democracia era frágil.
Con Nina nos juntamos también para estudiar y leer a feministas como Emma Goldman, Frida Kahlo, Marcela Lagarde… para leer poesía y para aprender de un músico evangelista que gratuitamente nos daba clases de guitarra y pianola en una iglesia de Miraflores. Queríamos tener nuestra banda de mujeres, con letras propias, propositiva y transgresora en una escena ocupada mayoritariamente por hombres. Mientras nosotras dos éramos las más “desorejadas” –la falta de oído musical nos caracterizaba-, Nina seguía con tenacidad y constancia sus aprendizajes musicales. Un poco después ella organizó su propia banda. Nina y su pianola lo lograron. Nosotras, sus amigas, íbamos a sus tocadas con orgullo. Nina siempre fue una mariposa.
Los años siguieron, nos graduamos de la universidad y todas tomamos caminos diferentes, activando, militando siempre por la transformación social, teniendo presente nuestro feminismo; siempre construyendo; siempre proponiendo. Seguimos siendo libres, desde cualquier lugar; desde lejos y desde cerca seguimos siendo “Niñas Dinamiteras”.
Nina es inocente, nuestro corazón está con ella.
Claudia López y Fabiola Ustarez, amigas y hermanas de Nina.
Nina Mansilla Cortez, mujer boliviana de 32 años de edad fue apresada el pasado miércoles 30 de mayo y fue imputada por terrorismo por el Estado boliviano. Remitida a la cárcel de mujeres de Obrajes en la ciudad de La Paz, guarda detención preventiva mientras su caso está en investigación,.
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