Carlos Crespo
Flores
“Bolivia vive una "contradicción
creativa", ya que uno de los retos que tiene el país para lograr el
desarrollo es acudir a mecanismos extractivistas…Sociedades como las nuestras
con una deuda social gigantesca, necesitan de manera inmediata un conjunto de
bienes materiales, de recursos monetarios para construir escuelas, hospitales,
mejorar salarios, etc. Para eso necesitas
transformar la naturaleza e impulsar mecanismos extractivistas... Existe
la conciencia de que esta medida coadyuva
a la destrucción del planeta, pero ante la necesidad del desarrollo es
necesario este paso…Tenemos nuestras raíces indígenas y conciencia
medioambiental contemporánea de que el mundo se está dirigiendo a un proceso
irreversible de destrucción. Pero si solamente te dedicas a proteger a la madre
tierra ¿con qué alimentas a la gente? …El camino que ha tomado el Estado
boliviano es utilizar el
extractivismo para satisfacer las necesidades de la población.” (Álvaro García Linera)
La izquierda boliviana fue industrialista
y extractivista; desde las loas de Zavaleta a la industria pesada repitiendo el
slogan leninista “el comunismo es soviets más electricidad”, pasando por Sergio
Almaraz y Marcelo Quiroga, quienes estaba de acuerdo con la industrialización
minera e hidrocarburífera, pero bajo control estatal. Esta sería la garantía
para salir de la pobreza, pues el estado, “popular”, “obrero” u otra
denominación, tendrá la capacidad de redistribuir equitativamente los
beneficios.
Hoy, con el gobierno de Evo Morales
asistimos a la versión “recargada” de la ideología izquierdista de la industrialización
a marchas forzadas basada en la explotación de los recursos de la naturaleza, y
la “exposición
magistral realizada en la Universidad Nacional de Chile” por el vicepresidente Álvaro
García Linera hace unos días, sintetiza tal ideología[1].
Para pagar la “deuda social” (léase la pobreza), afirma Linera, es necesario contar con recursos
monetarios y materiales, que provienen de “transformar la naturaleza”, esto es
extractivismo. Una “externalidad” negativa necesaria, para hacer posible el desarrollo.
Otra tradición de la izquierda nacional, en todas sus fes
y dogmas partidarias, es la no distinción entre medios y fines; de esta manera,
para llegar al poder y manejarlo, no tienen problema en recurrir a cualquier
medio posible. En este caso, si es necesario destruir la naturaleza en pro de
ese “destino final” comunista, satisfacer las necesidades de la población y lograr
el desarrollo, hay que hacerlo. La crítica de Bakunin a Marx sigue siendo
actual como hace 150 años: la sociedad de la libertad no se logrará con medios
autoritarios, de allá solo surge más autoritarismo y más Estado, el Gulag. El extractivismo
es un golpe de tuerca brutal del capitalismo global, que está acelerando la
destrucción de ecosistemas, hábitats y sociedades, y Bolivia es una tuerca más.
La decisión del gobierno boliviano de abrir las áreas protegidas para la
explotación hidrocarburífera es parte de esta trágica historia.
Linera quiere articular conceptualmente algo
que en el mundo material no existe o no es posible: complementar crecimiento y
conservación[2].
Eso de “utilizar” el extractivismo para promover el desarrollo es un juego
verbal que no es posible en la realidad. Existen límites ecológicos en el
crecimiento económico, que cuando son sobrepasados, impactan directamente sobre
la gente, particularmente los pobres, y su hábitat, fenómeno que en Bolivia ya
estamos viviendo en buena parte del territorio.
Cochabamba,
julio 2015
[2]
El concepto de desarrollo
sostenible, elaborado en el marco de la cumbre de Rio 92’, aunque sus antecedentes se hallan en el informe Brundtland
de 1987, fue otro intento conceptual fracasado.
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