Las vísceras de animal forman parte de la gastronomía local valluna. Originalmente parte de la dieta de los pobres urbanos, hoy se ha popularizado, a través de los platos “mañaneros” principalmente, como las rangas, riñones (para curar la resaca), el asado de riñón, o en la tarde noche las “tripitas”.
“Mestizos descalzos de musculosos brazos”,
abrían las compuertas de un camión, “y comenzaban a arrojar al piso entrañas de
animal, cientos de estómagos, tripas, hígados, riñones, para regocijo de los
canes que se abalanzaban a atrapar algo. Exceso de muerte, calor y hediondera.
Supuso que venían del matadero municipal, pero no veía la intención. Aunque era
sábado, pronto actividad humana llenaría el lugar, casi céntrico. Para las diez
aquello estaría atiborrado de gente. Observó que de entre las casetas del
mercado comenzaban a salir mujeres de mandiles ensangrentados. Carniceras,
cocineras, fiambreras se amontonaron. Cuando los camiones partieron el sitio
parecía el infierno. Las vísceras respiraban, hacían ruidos de aire, como
vaginas que se acomodan al grosor de rugosas vergas. Casi hablaban. Las mujeres
tenían contratados cargadores con herrumbradas carretillas de metal, a las que
les habían añadido calaminas para ampliar el espacio y cargar mayor volumen. A
mano, o con palas y ganchos, iban moviendo los restos hacia los transportes.
Luego, con un peso gigantesco -se evidenciaba en las pantorrillas desnudas e
infladas de los indios- las carretillas se adentraban en el mercado. Ni caso
hacían de los perros. El precio que el matadero cobraba por deshacerse de esto
sería nimio. (Ferrufino, 2013).
IMAGEN: Descarga de vísceras, hoy, en el mercado Calatayud, esq. Lanza y Uruguay.
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