Carlos Walter Urquidi era parte del equipo de escritores estables en la revista Arte y Trabajo, principalmente en el periodo de su primer director, Cesáreo Capriles. Tenía el espíritu libertario y autonomista de Capriles, y talento en la pluma. Como en este texto de 1921, LOS ABÚLICOS, totalmente actual para entender los tiempos que corren.
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He aquí que llega el rebaño. El rebaño formado por los pseudo-hombres,
por los carentes de voluntad, porque nunca la tuvieron, o porque la han
perdido.
Sépase que no me refiero a los enfermos. Hablo de esa masa inconsciente,
tumultuosa y cretinezca, de la cual echa mano cualquier arbitrario, un mandón
cualquiera, para realizar sus ambiciones y ver colmados sus fines. Los abúlicos,
ignorantes hasta de la misma finalidad de su vida, se entregan ciegamente al primer
audaz que quiere usarlos. Y como son los más, son la fuerza. Son la fuerza
bruta y aplastante. Y a su empuje sucumben la razón, la justicia, el derecho,
víctimas de su inconsciencia.
Porque son como la mole granítica despeñada, que destruye cuanto
encuentra a su paso. Pero como ella, como la roca de granito, acaban por precipitarse
estruendosamente en el abismo, donde se confunde el eco de las carcajadas de
quien las impulsó…
Y como ellos nunca pueden ser causa, se prestan incondicionalmente a ser
medio, por proditorio que sea el fin.
Los abúlicos, lejos de contribuir a la eficacia del dinamismo social, le
restan constantemente energía, y constituyen la mayor rémora para su progreso.
Abandonados a sí mismos son un obstáculo, y se tornan en temible
instrumento en manos de la fullería canallesca.
Forman la enorme mesnada de los comprables, de los serviles, de los
abyectos, de los vividores de profesión, de los que han desterrado de su
lenguaje la palabra “dignidad”, que les suena a provocativa en labios de los
demás.
En las escuelas en que se crea una atmósfera opresiva y deprimente, en
los cuarteles en que se tiende a la anulación de la personalidad, en todas
partes en que la libertad es constreñida, se preparan las futuras catervas de
abúlicos!...
Y ellos abundarán mientras la ignorancia se enseñoree en el pueblo,
mientras la bestialidad reina en las masas.
Y serán, entre tanto, constante amenaza, y sembrarán por largo tiempo aún
el terror, y asolarán estúpidamente cuanto caiga bajo sus plantas, a los
feroces gritos de un Atila bárbaro y fratricida…
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En Revista Arte y Trabajo. No 21. 1921. Pp 7-8.
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