Hoy en la madrugada
vi a un hombre de mi edad y a su hijo, de poco más de veinte años, golpear,
patear a un pequeño hombre de sesenta años, al que acusaban de haberles robado
un pollo, y que no se defendía para nada. Los golpeadores son vendedores de un
mercado del centro. El golpeado quizá tenía hambre. Cuando uno de los
circunstantes intervino, retratando la situación como un abuso, golpear a
alguien que no responde a los golpes, que sólo se cubre la cabeza o las
vísceras con los brazos, que ni aun dice una palabra (ellos le repetían:
"por qué robas"), el comerciante lo acusó de ser cómplice, lo amenazó
con la policía, le ordenó que "circulara". El hijo del comerciante
habló de que el defensor del hombre a quien agredían se estaba
"amotinando" -- palabra que alude al cuestionar la autoridad del jefe
o capitán de la tripulación de un barco, durante el viaje.
Así se me hace que
actúan los gobiernos: deforman las situaciones, mienten (cuántos
"profesionales" educados para engañar al servicio de la conspiración
ocho o más horas a diario contra la gente de a pie que es el gobierno); y
abusan, golpean al inerme, se valen de su disponer de la fuerza (cincuenta mil
o cien mil hombres y mujeres que se entrenan a diario para golpear, herir,
matar, los policías y militares en este país; no averiguaré el número exacto),
matan, hacen matar a los indefensos; roban, se embolsillan los bienes de todos.
Oí al circunstante
conversar con un guardia de seguridad privada y con la empleada de una
comidera: ellos compartieron su mirada y su opinión: un abuso.
lunes, 25 de febrero
de 2013
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