Christian Parenti, 2013
STEVEN MEISEL / VOGUE
ITALIA
El cambio climático está ocurriendo con más
rapidez de lo previsto y ya sentimos su impacto en forma de sucesos climáticos
extremos: desertificación, acidificación oceánica, deshielo polar y aumento
progresivo del nivel del mar.
Los científicos que construyen los modelos
informáticos que analizan los datos sobre el cambio climático creen que,
incluso si dejamos de emitir gases de efecto invernadero a la atmósfera, los
niveles de CO2 son ya tan elevados que estamos abocados a que haya
un incremento significativo en las temperaturas globales. El cambio climático
perturbador constituye una certeza, incluso si hacemos la transición a una
economía sin combustibles fósiles; el cambio incipiente ya está haciendo
aparición en el mundo de la política.
El cambio climático llega en un mundo preñado de
crisis. Los desequilibrios actuales e inminentes producidos por él se
entrecruzan con las crisis de pobreza y de violencia ya existentes. He
denominado a la colisión de crisis políticas, económicas y medioambientales la
convergencia catastrófica. Por convergencia catastrófica no me refiero
simplemente a que los diversos desastres ocurran a un mismo tiempo,
acumulándose. Más bien, sostengo que los problemas se agravan y amplifican
entre sí, expresándose cada uno de ellos a través de los otros.
Las sociedades, al igual que las personas, se
enfrentan a los nuevos desafíos condicionadas por los traumas del pasado. Así
pues, las sociedades dañadas, al igual que las personas dañadas, a menudo
responden a las crisis de nueva aparición de forma irracional, miope y
autodestructiva. En el caso del cambio climático, los traumas previos que
predisponen a una mala adaptación, a una respuesta destructiva en el plano
social, son el militarismo de la era de la Guerra Fría y las patologías
económicas del capitalismo neoliberal. Durante los últimos 40 años, ambas
fuerzas han distorsionado la relación del Estado con la sociedad al eliminar y
socavar las funciones colectivista, reguladora y redistributiva del Estado
mientras desarrollan sus capacidades represivas y militares de forma
desmesurada. Esto, creo, inhibe la capacidad de la sociedad para evitar los
desajustes violentos que se puedan dar a medida que el cambio climático entra
en acción.
Prepararse para el apocalipsis
Son numerosos los informes gubernamentales que
han debatido los problemas sociales y militares que plantea el cambio
climático. En 2008, el Congreso [estadounidense] ordenó que la Revista
cuatrienal de defensa del 2010 (el documento programático que establece los
principios rectores de la estrategia y de la doctrina militar estadounidense)
tomase en consideración el impacto que el cambio climático puede suponer para
la seguridad nacional. La primera de estas investigaciones en ser noticia fue
un estudio encargado por el Pentágono en 2004 titulado Un escenario de
cambio climático abrupto y sus implicaciones para la seguridad nacional de los
Estados Unidos, escrito por Peter Schwartz, un consultor de la CIA y
exdirector de planificación de la Royal Dutch/Shell, y Doug Randall, de la
Global Business Network con sede en California. El informe se realizó a
instancias del octogenario teórico militar y adivino imperial Andrew Marshall.
Conocido por sus seguidores como Yoda, en alusión a la arrugada marioneta con
aspecto de enano de La guerra de las galaxias, Marshall comenzó su
carrera en la RAND Corporation en 1949 como especialista en Armageddon nuclear
y su supuesta capacidad de supervivencia (es interesante señalar la presencia
de un físico de la era atómica de la Guerra Fría entre los negacionistas del
cambio climático y los «adaptacionistas» militares). En su libro How to cool
the planet [Cómo enfriar el Planeta] Jeff Goodell apuesta con similar
entusiasmo por las soluciones de alta tecnología prometidas por la
geoingeniería, concretamente del Laboratorio Lowell Wood de Lawrence Livemore,
una discípula hippie de Edward Teller.
El informe de Schwartz y Randall trata con
acierto el calentamiento global como un proceso potencialmente no lineal. Y
pronostican la llegada de una nueva Edad Oscura.
Las
naciones sin los recursos necesarios para ello podrían construir fortalezas
virtuales en torno a sus países, preservando los recursos para sí mismos… A
medida que la hambruna, la enfermedad y los desastres meteorológicos se desaten
como consecuencia del cambio climático abrupto, las necesidades de muchos
países excederán a su capacidad para soportarlas. Esto generará una sensación
de desesperación, que conducirá a agresiones ofensivas para recuperar el
equilibrio… Europa estará sumida en luchas internas, se agolparán en sus costas
un gran número de refugiados y Asia sufrirá graves crisis por causa de la
escasez de agua y de alimentos. El caos y el conflicto serán características
endémicas de la vida. Una vez más, la guerra definiría la vida humana.
En 2007 aparecieron nuevos informes sobre el
clima y la seguridad, como el de la CNA Corporation, asociada al Pentágono, que
convocó un consejo asesor compuesto por exmilitares de alto rango para examinar
dichas cuestiones —entre ellos el general Gordon Sullivan, exjefe de personal
del Ejército de EE.UU., el almirante Donald Pilling, excomandante en jefe de la
Marina de los EE.UU. y el general Anthony Zinni, marine jubilado y excomandante
en jefe del Comando Central de los EEUU—. Este informe preveía una
contrainsurgencia permanente a escala global. He aquí un extracto destacado:
El
cambio climático actúa como una amenaza multiplicadora de la inestabilidad… A
diferencia de la mayoría de amenazas convencionales para la seguridad, en las
que un solo ente actúa de determinada manera en diferentes momentos del tiempo,
el cambio climático puede ocasionar múltiples condiciones crónicas a nivel
global y de forma simultánea. Las condiciones económicas y medioambientales en
las áreas más debilitadas se degradarán a medida que la producción de alimentos
disminuya, las enfermedades aumenten, el agua potable se haga cada vez más
escasa y las poblaciones migren en busca de recursos. Los gobiernos debilitados
o fallidos, con un estrecho margen de supervivencia, son caldo de cultivo para
el conflicto interno, el extremismo y una tendencia hacia un mayor autoritarismo
y hacia ideologías radicales. Los Estados Unidos se verán involucrados con
mayor frecuencia en estas situaciones para proveer ayuda, rescate y apoyo
logístico, o bien para estabilizar las condiciones antes de que el conflicto
estalle.
En otra sección señala que:
Cuando
un gobierno se muestra incapaz de rendir servicios a su pueblo, asegurar el
orden público y proteger las fronteras contra invasiones foráneas, se presentan
las condiciones justas para que los trastornos, el extremismo y el terrorismo
llenen el vacío. La mayor preocupación llegará a ser el movimiento de
refugiados y solicitantes de asilo que, por la destrucción ecológica, opten por
emigrar.
Al cerrar el informe apunta que «los cambios
climáticos abruptos pueden, en el futuro, dificultar la adaptación incluso para
los países más desarrollados».
Otro informe del 2007, el más riguroso de todos
desde el punto de vista científico, titulado The Age of Consequences: The
Foreign Policy National Security Implications of Global Climate Change [La
edad de las consecuencias: implicaciones sobre la seguridad nacional y la
política extranjera derivados del cambio climático] fue escrito por el Centro
de Estudios Estratégicos Internacionales y el Centro para la Nueva Seguridad
Estadounidense. Entre sus destacados autores se incluyen Kurt Campbell, antiguo
asistente adjunto del secretario de defensa, Leon Fuerth, antiguo consejero de
seguridad nacional para el vicepresidente estadounidense Al Gore, Juan Podesta,
antiguo jefe de Estado Mayor para el Presidente Bill Clinton y James Woolsey,
antiguo director de la Agencia Central de Inteligencia (CIA).
La edad de las consecuencias estableció tres
situaciones hipotéticas para el cambio climático, cada una partiendo de
diferentes cambios de temperatura media globales. Los autores se basaron en el Cuarto
informe de evaluación del panel intergubernamental sobre el cambio climático
(Fourth Assessment Report of the Intergovernmental Panel on Climate Change,
2007) pero señalaban que «las observaciones recientes indican que los
pronósticos que se han hecho a partir de modelos climáticos han sido demasiado
conservadores; los efectos del cambio climático actúan de manera más rápida y
dramática de lo esperado». El informe concibe los problemas futuros, no en
términos de guerras por los recursos entre los estados, sino como el colapso de
los estados causado por «enfermedades, inmigración descontrolada y pérdida de
cosechas que llegan a resultar excesivas para los instrumentos tradicionales de
seguridad nacional, en especial para las fuerzas armadas y otros elementos de
poder y de autoridad estatal». El exespía ambientalista James Woolsey escribió
la sección final del informe en la que describió la situación más desfavorable
posible a la que podríamos llegar. Escribe:
En un
mundo donde se experimentase un aumento de dos metros en el nivel del mar, con
previsiones de futuras inundaciones, se necesitaría un esfuerzo extraordinario
para que los Estados Unidos, o cualquier país, pudieran ver más allá de su
propia salvación. Todas las maneras en las que los seres humanos se han
enfrentado a los desastres naturales en el pasado… podrían llegar a juntarse en
una conflagración: rabia contra el gobierno por su incapacidad para resolver
las crisis repentinas e impredecibles; fervor religioso, tal vez un aumento de
cultos milenarios que anuncien el fin del mundo; hostilidad y violencia contra
migrantes y grupos minoritarios en un momento de cambios demográficos y de
creciente migración global; y conflictos internos y entre los estados por el
acceso a los recursos naturales, en particular por la comida y el agua potable.
El altruismo y la generosidad resultarían severamente mermados.
Occidente contra el resto
Otros estados desarrollados han llevado a cabo
estudios similares, muchos de ellos confidenciales. Las Fuerzas Australianas de
Defensa (ADF) elaboraron un informe sobre el conflicto climático en 2007, del
cual se filtró un resumen dos años más tarde: «Las presiones ambientales
causadas tanto por el cambio climático como por toda una gama de factores
actuarán como multiplicadores de las amenazas para estados en situación de
fragilidad en todo el mundo, aumentando así las probabilidades de aparición de
estados fallidos. Esto posiblemente aumentaría la necesidad de recurrir en el
futuro a la ADF para que lleve a cabo operaciones adicionales de
estabilización, de reconstrucción posconflicto y de asistencia humanitaria».
Los poderes europeos también se están preparando
para las amenazas a la seguridad que se darían en un mundo transformado por el
cambio climático. El Consejo Europeo dio a conocer un informe de seguridad
climática en 2008, señalando que «será difícil evitar un aumento de la
temperatura de hasta 2° C sobre los niveles preindustriales… La inversión en
mitigadores para prevenir tales situaciones, como la búsqueda de maneras de
adaptarse a lo inevitable, deben ir acompañadas por la prevención de los
peligros que el cambio climático supone para la seguridad internacional; ambas deben
verse como parte de una política de seguridad preventiva».
Empleando un lenguaje familiar, el informe indica
que «el cambio climático amenaza con saturar y poner en peligro a estados y a
regiones ya frágiles y propensas al conflicto» lo que implicaría «riesgos tanto
políticos como de seguridad que pueden afectar directamente a los intereses
europeos». También señala la probabilidad de que haya conflicto por el acceso a
los recursos naturales, dada la reducción del terreno cultivable y la escasez
de agua, daños económicos en ciudades costeras y a la infraestructura esencial,
en particular en las megaciudades del Tercer Mundo, migración causada por las
condiciones medioambientales, radicalización, tanto religiosa como política, y
tensiones por el acceso a las reservas de energía.
Los planificadores militares occidentales, cuando
no los líderes políticos, reconocen los peligros de la convergencia del
desorden político y el cambio climático. En vez de preocuparse por guerras
convencionales por la comida y por el agua prevén una geografía emergente de
guerra civil, con flujos de refugiados, progromos y rupturas sociales
provocadas por el clima. En respuesta, ven un proyecto de contrainsurgencia
abierta a nivel global.
La amenaza ecofascista
Las palabras clave en la discusión del clima son
mitigación y adaptación: es decir, que necesitamos mitigar las causas del
cambio climático al mismo tiempo que nos adaptamos a sus efectos.
Adaptación quiere decir prepararnos para vivir
con los efectos de los cambios climáticos, algunos de los cuales ya están en
marcha y son inevitables. La adaptación es un reto tanto técnico como político.
La adaptación técnica implica la transformación
de nuestra relación con la naturaleza a medida que la naturaleza se va
transformando. Tenemos que aprender a vivir con el daño que hemos causado
construyendo muros marinos alrededor de las ciudades costeras vulnerables.
Debemos devolverle terreno a los manglares y a los humedales para que puedan
romper las oleadas repentinas que traen las grandes tormentas, abrir corredores
migratorios para que las especies animales puedan desplazarse hacia el norte a
medida que suban las temperaturas y debemos desarrollar formas sostenibles de
agricultura que puedan funcionar a escala industrial, aun cuando los régimenes
climáticos cambien de manera radical.
Adaptarse desde el punto de vista político quiere
decir transformar las relaciones que la humanidad tiene consigo misma
transformando las relaciones sociales entre personas. Una adaptación política
al cambio climático que tenga éxito implicará el desarrollo de nuevas formas de
contener, de impedir y de disminuir la violencia que el cambio climático
alimenta. Esto requerirá un desarrollo económico y una redistribución de los
recursos. También se hará necesaria una nueva diplomacia que logre instaurar la
paz.
No obstante, otro tipo de
adaptación política ya está en marcha, algo que se podría llamar la política
del bote salvavidas armado que responde al cambio climático mediante el uso de
las armas, aumentando el patrullaje, excluyendo y olvidando a ciertos grupos,
cuando no reprimiéndolos y matándolos. Uno podría imaginarse el surgimiento de
un autoritarismo ambientalista emergiendo en los países desarrollados a medida
que la crisis climática empuja al Tercer Mundo hacia el caos. Mientras el
cambio climático ya alimenta la violencia mediante crímenes, represión,
disturbios sociales, guerra y colapso de los estados en el Sur global, el Norte
responde con un nuevo autoritarismo. El Pentágono y sus aliados
europeos están planificando de forma activa una adaptación militarizada que
enfatiza la contención abierta de estados ya frágiles o en proceso de
debilitamiento: una contrainsurgencia eterna.
Este tipo de «fascismo
climático» con su política de exclusión, seregación y represión es
horrible y está abocado al fracaso. Tiene que haber otro camino. Los estados
precarios del Sur global no van a hundirse sin arrastrar consigo a las
economías fuertes. Si se permite que el cambio climático destruya economías y
estados enteros no habrá número de muros, armas, alambradas, drones, ni
mercenarios desplegados de forma permanente que puedan salvar a una mitad del
planeta de la otra.
Christian Parenti es un profesor invitado en el
Centro de Cultura de Lugar y Política del Centro de Estudios de Posgrado de
CUNY y recientemente nombrado profesor titular en la Escuela para la Formación
Internacional, del Graduate Institute. Este ensayo es un extracto de su nuevo
libro Tropic of Chaos: Climate Change and the New Geography of Violence
[Trópico del caos: cambio climático y la nueva geografía de la violencia].
No hay comentarios:
Publicar un comentario