martes, 31 de mayo de 2016

Vieja academia, titulares, extraordinarios y escalafón docente

Guido de la Zerda Vega

Es notorio que los proyectos de transformación académica o de cambio curricular, -por mencionar los más atingentes- suelen mostrarse como los cambios que amenazan el statu quo de los profesores, peor aún si se plantean exámenes de admisión, selección y evaluación dentro de la vieja usanza política universitaria.
La transformación curricular ha significado –una modernidad mal entendida- reducción de las carreras de cinco a cuatro años, remoción de horas y de profesores, manteniendo lo viejo y añadiendo TICs como soluciones mágicas a los añejos planes de estudio. Los alumnos, ahora con la transformación curricular tienen un hartazgo de siete a ocho materias por semestre condenándoles a priori a un rendimiento dudoso, sino al fracaso.  
En el caso de los exámenes, estos se han visto cuestionados por el manejo discrecional y político que las facultades han hecho en su aplicación.
Sin embargo, lo que me interesa enfatizar en estas notas es, que un examen de titularización, aunque sea llevado con la mayor idoneidad y transparencia posible, no resolverá por sí mismo el problema de la calidad académica. Titularizados o no, por resoluciones o por los procedimientos establecidos en el reglamento de la docencia, en el marco de la estructura vigente, no se resolverá el problema académico y político, sólo se agudizará, y esa es y ha sido la crisis de abril-agosto del año 2015.
La discusión de fondo podría comenzar preguntándonos: ¿Por qué no se aplicó el escalafón, una vez concluida la etapa de evaluación que titularizó a un porcentaje importante de docentes? Se dice que han sido razones de tipo económico, -podrían ser ciertas-, pero la que mejor calza con la práctica de las corporaciones, son las explicaciones políticas: intereses creados de éstas y de los grupos de poder, etc.
En todo caso, mi objetivo es mostrar, -desde una visión más técnica y académica-, cómo la vieja academia es el factor central que hace inviable la aplicación del actual escalafón. Una primera constatación es que la estructura de la Universidad Pública está diseñada para reproducir un proceso académico de horas/aula, horas/pizarra, y no de horas/ investigación, en tanto el escalafón exige un profesor o docente-investigador, que además de labores docentes, debe realizar labores de investigación y/o interacción social, de producción intelectual y/o cursos de perfeccionamiento y debe además participar en la vida universitaria.
Un profesor ordinario tiene derecho a 80 horas mes mínimo de clases, incluso puede dar 124 horas, aunque se le reconozcan salarialmente sólo 112 horas. Si no alcanzase esas 80 horas mínimas el docente está condicionado o debe inclinarse a tareas de administración académica, ya sea de rector, decano, director, jefe de carrera, administrativo de planta, o finalmente realizar tareas de investigación precarias para completar sus horas, las cuales se le pagaran horas/simple, es decir, la mitad del sueldo docente.
Con esta estructura académica docente y de absolutización de la enseñanza/clase, hasta “los académicos” terminan por sucumbir a la mala política universitaria de los grupos de poder encaramados en las distintas facultades, aceptando el oro y el moro, para alcanzar un salario digno. Y esta situación se ha complicado aún más con el techo salarial fijado en la Ley Financial, la cual impone que un científico y un político deben ganar lo mismo, en este caso, el presidente de la república. Como van las cosas, estamos condenados a seguir el camino de la política y no así de la ciencia, cerrando ineluctablemente el desarrollo de una vida académica meritocrática.
Sin embargo, debemos aventurarnos a plantear una posible solución al entuerto universitario. Para comenzar debemos decidirnos qué camino tomar, el de una universidad tradicional de enseñantes y aprendices, o el de una universidad de docentes/investigadores, y por lo tanto, la vigencia de una pedagogía de la investigación, o la implementación de un nuevo sistema de enseñanza y aprendizaje basado en la investigación, y en cual no sólo el profesor, sino también el alumno sea el otro actor y su mejor realización. 
En este esquema, el profesor no puede enseñar 80 horas mes pizarra, debe enseñar el tiempo pertinente de manera que tenga horas reales para la investigación, manteniendo un salario adecuado. Este problema, es también el del profesor de escuela, que para alcanzar un sueldo aceptable debe enseñar en dos o más escuelas, y por lo tanto, está imposibilitado de investigar o mínimamente leer un libro.
Es verdad, la crisis educativa pasa por un problema económico de fondo, pero también es un problema de concepción y de visión educativa, en el cual nuestras políticas educativas no dan pie con bola.



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