In memorian Yves
Froment (+)
Poeta belga
Hace algo más de un
año, un día sábado en la tarde, por esas suertes de la vida, me tocó ver parte
importante de una entrevista del “Negro” Fontanarrosa al entrañable escritor argentino
Osvaldo Soriano, ya finado para entonces, en un canal argentino. El popular
“Negro” Fontanarrosa, narrador, cuentista y uno de los emblemas del cómic
argentino (Inodoro Pereyra, Boggie el Aceitoso), monopolizó un poco la charla
porque, además, es un impenitente hincha de Rosario Central (la mejor camiseta
de la Argentina, después de Boca y Chacarita) y gran conocedor del fútbol.
No sé por qué
azares esa tarde no estaba con la libertaria pandilla salvaje de mis amigos,
disfrutando del habitual encuentro sabatino post-fulbito, en “El Solar”. Fiel a la causa y al ritual, estaba tomando
unas chelas en mi propia –no aconsejable, por larguera- compañía. Seguramente
los menesteres familiares y la férula femenina habían complotado aquella tarde
de sol y paz de aldea contra el cometido de la tertulia fraterna, contingencia
que fue debidamente recompensada con la entrevista que paso a contar.
Luego de hacer un largo
repaso literario-futbolero (sus novelas, el amor por San Lorenzo de Almagro…),
el “Negro” le pregunta al “Gordo” qué le parecía el fútbol belga, dado que era
conocido que el “Gordo” viajaba con frecuencia a Bruselas, que además de tener
las mejores cervezas del mundo (lo dijo el “Gordo”), tenía la calurosa y
entrañable compañía de un amigo belga. Momento en el cual supe inmediatamente
que se trataba de Yves Froment. Poeta enamorado de las muchas lenguas que
vivía, hablaba y escribía, entre ellas la nuestra. Cinéfilo patológico y semiólogo del cine,
publicó un par de extraordinarios ensayos sobre Buster Keaton y Chaplin. Fundador de
“TXT” la revista de la vanguardia
literaria belga de los 70’s, Yves,
entrañablemente solidario y atado al destino militante latinoamericano que le
arrebató en Teoponte a uno de sus grandes amigos, el Chino Navarro; infatigable night-walker de la conversación
por su cariño a Johnny, en sus versiones negra y roja; Yves
nuestro lowriano cónsul, maestro
y amigo que vivió al menos dos de sus vidas en Cochabamba -en los 60 y en
los 90- los últimos años felices de su vida dando clases de cine y
semiología. De pronto surgió, como un relámpago de Urzagasti, la constatación de que un muerto me hablaba de otro muerto y me dio un brinco en
el corazón e inflamado por el bermejo del alcohol, me brotaron las lágrimas.
Yves le había hecho
conocer el fútbol belga llevándolo, obviamente, al estadio a beber schnaps y cerveza, una tras de la otra
de un saque, dizque para combatir el inmisericorde clima, muy plausible con los
fríos de esa ciudad brumosa donde llueve nueve meses al año. Y ahí, como buen
hincha, lo invitó a ver un partido del
Anderlech, que tuvo una época de gloria a mediados de los setentas donde ganó dos
Recopas europeas y posteriormente, y a inicios de los ochentas, una copa UEFA, equipo en el cual jugaba el mítico Bobby Rensenbrink,
puntero izquierdo holandés –recordarán- que estrelló un disparo en el poste de
Fillol a los 90 minutos cuando iban uno a uno con los gauchos, en la final
mundial del 78, enmudeciendo el Monumental. Uno de los hijos de Yves, Alex, un zurdo extraordinario, llegó a jugar inclusive
en la primera juvenil del Anderlecht, mauve
et blanc.
El “Gordo” Soriano
no dijo su nombre pero yo sé que se trataba de Yves, porque Yves me contó que eran grandes
amigos y se visitaban con mucha frecuencia entre París y Bruselas, cuando todavía el
escritor argentino hacía sus primeras armas y vivía en la luminosa pobreza de
un exilio verdadero. La historia de la camiseta de San Lorenzo clavada en su
pared ( no sé si era la camiseta del Lobo Fischer…) y sus angustias de fin de
semana para conocer los resultados del Metropolitano argentino lo desvelaban.
El “Gordo” acechaba de madrugada -cerca de las oficinas de los periódicos- los
cables de Reuter con los resultados del fútbol para alegrarse o rabiar la suerte
esquiva del equipo de sus amores, que incluso llegó al descenso. Bueno, todo
ello y otras cosas más, me contó el Yves de Soriano.
Nacido en Namur,
Bélgica, el año 1938, hace un poco más de tres años murió Yves Froment Debroux,
en su cuartito, en Bruselas, triste, solitario y final, como el nombre de la
novela del “Gordo” Soriano, quien, premonitoriamente, escribió este título para
la oscura tumba donde yace un amigo, en el cementerio de Ixelles.
Quiero recordarlo
junto a uds. con un poema suyo, un haikú, del cual era un experimentado cultor
Voces de mi infancia,
Os escucharé
Más allá de
mi muerte
César Soto Santiesteban
Agosto 2006
IMAGEN: Anderlech de 1975-76, donde jugaba Bobby Rensenbrink
Yves Froment (1939-2003)
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