A principios de los 80’s, el Cruce Taquiña era una
zona en transición. Ese periodo, gran parte de la cuenca había sido loteada,
entre otros, a los sindicatos mineros, y con la relocalización empezaron a poblarla.
En ese tiempo se halla la narración de Claudio Ferrufino, en MUERTA CIUDAD VIVA.
Con sus amigos se están haciendo pasar como
abogados de DIRME (Dirección Regional del Menor), y como toda escena de corrupción
en nuestro país, los interesados organizan un “q’araqu” a los “doctores”. “La
reunión es a las dos. Tomaremos el colectivo 3 que nos dejará en el Cruce”. Otra
barriada sin recursos”, nos confía Claudio. Pero, el paisaje de transición
está ahí:
“La
zona no se ha liberado de su estigma rural. En los charcos nadan patos con los
picos llenos de fango. Los sapos empiezan a croar en refugios de baba blanca
con puntitos negros: sus huevos. Las hojas afiladas de los eucaliptos dan la
sensación de árboles con cientos de puñales colgantes”. (pp. 63).
Seguramente es temporada de lluvias, por la presencia
de sapos y patos nadando en las q’ochas
temporales, en un ambiente casi rural, se podría decir. Por otro lado, el texto
nos recuerda que hasta los 80’s en el Cruce había un veterano bosque de
eucaliptos, hoy desaparecido con las urbanizaciones.
Mientras, en la casa, la chupa está animada. “El doctor Nano conversa con altanera
sabiduría con un grupo de profesantes. Nadie baja el tocadiscos que suena a
todo volumen y cuya música se pierde en las estribaciones pedregosas que llevan
a una famosa cervecería” (pp. 64).
Nano,
funcionario de DIRME, es el protagonista de la bacanal y está haciendo negocios
con la familia, con el fondo de la música que llega hasta la Cervecería
Taquiña.
La zona del Cruce como espacio en transformación
rural-urbana, aparece en otro gracioso momento de la novela, con el Jallalla, un migrante boliviano de retorno
(de Suecia), quien es conducido por Claudio y su amigo, hacia su casa, pues “desde la avenida Aroma se puede tomar un
colectivo hasta más allá del Cruce”. Seguramente tomaron el colectivo 10
que llega hasta Tiquipaya, por la Av. Ecológica, nombre actual de la ruta hacia
el oeste, luego del Cruce.
¿Y que
observa, huele e imagina el escritor?
“A
las seis de la mañana los colectivos están vacíos. Ya llegaron de los pueblos
cercanos y descargaron a vendedoras que traen temprano sus productos a la
ciudad. Colas de verde cebolla desparramadas por el piso de madera del bus. Y
olor a k’allu, una ensalada de cebolla, tomate y quesillo que se usaba en los
boliches populares.” (pp.125)
Los campesinos de estos valles cercanos, históricamente
alimentaron a la ciudad. Las vendedoras son cholas, mestizas. Antes transportaban
en burros sus productos, seguramente; a principios de los 80’s lo hacían en el
colectivo, en este caso cebolla. Y la cebolla nos lleva a un platillo valluno muy
popular, donde constituye uno de sus protagonistas, el k’allu, infaltable como sajra
hora. Ferrufino, como buen cochabambino, es sensible a la comida, aun en
la extrema borrachera. Salud por ello.
IMAGEN: El Cruce Taquiña, hoy.
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