A principios de
los 80’s, los estudiantes de San Simón teníamos cuatro chicherías cercanas,
donde acometíamos duramente a los excesos alcohólicos: la UTCH, las “Garrafas”,
el “Osito”, el Libertador.
Claudio Ferrufino,
ese momento compañero en la carrera de Sociología, retrata de manera poéticamente
descarnada estos ambientes, en la novela MUERTA CIUDAD VIVA. La siguiente
escena es de una chichería, la UTCH, donde los amigos se destruyen con la
pésima chicha del local, mientras hablan de política y la revolución.
“UTCH
(Unión de Tomadores de Chicha), siglas que algún imaginativo cochabambino puso
para una ruin chichería en la esquina Ladislao Cabrera, casi Oquendo. Lo usual,
demasiada bebida, adulterada al extremo, de un amarillo claro que no procesaba
proceso normal de fermentación. Baldes de colores, chicos, grandes, los mismos
que se utilizaban para tirar agua a los baños y lavar la cagadera que el
andrajoso líquido producía con bastante celeridad.
…Se
hablaba de revolución. Cómo no: en esos lupanares del trago se discutía el fin
del mundo. Se vivaba al tío Ho y al Che, cuchillo, cuchara, que viva el Che
Guevara. Los amigos vomitaban encima de las mesas, sobrecargados.
…A
la salida un borracho besa a una mujer. Hace a un lado la cara y vomita un
chorro pestilente y amarillo: como entró salió, del mismo color. Se limpia con
la bocamanga y prosiguió el beso. La noche está romántica y la UTCH es la única
luz de la cuadra que da a la calle. Los vecinos duermen o se escudan en la
propiedad privada. Los jóvenes beben, besan, fornican.”
(pp. 96-97)
IMAGEN: Ingreso a la UTCH, hoy.
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