‘Detrás de cada
gran hombre hay una gran mujer’. ‘Eso era hasta ahora, cabrones’, debió de
pensar aquel grupo de mujeres que acabaron hartas de estar en la última fila
de grupos al estilo de Led Zeppelin en su día. Muchas de ellas, cansadas de
calificadas de abanderadas y groupies de las bandas que más hacían sudar en la
recién estrenada década de los 90, decidieron crear su propio movimiento: el riot
grrrl.
No fue nada
premeditado, de hecho, nació como nacen muchos de los movimientos más
perdurables: bajo un cúmulo de rabia. En este caso, un gruñido, una ira
onomatopeica (grrr) acompañó el alumbramiento. Un parto sin precedentes al
grito de ‘Esto está pasando sin tu permiso’. Para muchos pasó
desapercibido, y otros cuantos no sabían ni que existía hasta que tres rusas
encapuchadas cantaron ‘Virgen María, madre de Dios, ¡hazte feminista! ¡echa a Putin!’.
Eran las Pussy Riot. Olvidémonos de ellas por un momento, pulsemos
'rewind' y vayamos a aquella revolución de mentes, sí, y de vaginas.
‘Girl day’
El punk
feminista toma forma en la International Underground Pop Convention de
agosto de 1991, en Olympia (Washington). Allí se celebró el ‘Girl day’, un
encuentro para chicas contra el machismo en el rock. Entre las
participantes, adivinad: L7, Bikini Kill, Tiger Trap o Bratmobile, máximas
exponentes del riot grrrl. «El primer álbum de Bikini Kill,
‘Pussy Whipped’, me cambió la vida», dice Ramón Oriol, melómano
empedernido y escritor (pronto verá publicado su libro ‘Auge y caída de la
música alternativa’). Aunque el álbum que más le ha obsesionado jamás,
reconoce, es el publicado por Huggy Bear,
‘Weaponry Listens to Love’. «Pocas veces he oído más pasión que entre los
surcos de este disco», aclama.
Hay quienes acusan
a estas 'punkarras' feministas de odiar a los hombres. Es cierto que en
muchas ocasiones daban preferencia a las mujeres al entrar. Algunos conciertos
riot, por ejemplo, no comenzaban hasta que ellas estaban en las filas de
delante y ellos, en las de detrás. En otros casos más extremos, no dejaban
entrar a público masculino o les obligaban a llevar vestidos.
Quizá era una
forma de compensar tanto concierto rudo, tal y como explica Mabel Damunt,
componente, junto a su hermana Lidia, de Hello Cuca,
el grupo riot grrrl español por excelencia. «A mitad de los noventa, la
escena musical era muy masculina, y el riot grrrl surgió en una escena muy
particular de EEUU donde parte del punk había derivado en el hardcore,
que se caraterizaba por unos conciertos en los que la fuerza física
parecía la condición necesaria para disfrutar. Todo esto era muy hostil para
muchas chicas que también querían formar parte».
Kathleen Hanna, líder de la
banda Bikini
Kill, contó en varias ocasiones que en los conciertos se encontraron con
una confrontación permanente con parte del público masculino que no
entendía la política del grupo. Sin embargo, los hechos demuestran que no eran
anti-hombres. Un ejemplo: el cantante principal de Huggy Bear era
un hombre, Chris Rowley.
Música y política
Las riot grrrl,
en realidad, no inventaron ningún estilo musical. Solo le dieron un sentido
político incluso más rabioso. Las bandas que se crean a principios de los
90 maman de los pechos de otras bandas de post-punk femeninas como The Raincoats
o The Slits o de cantantes como Patti Smith. Si la escena musical punk anterior ya salía
directamente de las tripas, las riot grrrls iban un paso más allá: se
rajaban de arriba a abajo para enseñarlas. Más incisivo, más convulso. Un
ejemplo fue lo que hizo la cantante de L7, Donita Sparks, en pleno
concierto. Retiró algo de su entrepierna y lo lanzó al público al grito de ‘¡Tomad mi tampón, hijos de puta!’.
Una de las
organizadoras en Madrid del Ladyfest, festival autogestionado y feminista que se
celebrará del 20 al 23 de junio, defiende la postura directa propia del riot
grrrl. «Hay gente que dice que no ve sentido a hablar de feminismo. Nosotras no
te vamos a explicar por qué es necesario, te lo vamos a plantar».
Pero, ¿qué gana
la música cuando yace junto a la política en las tabernas más sucias de la
escena underground? «Lo gana TODO», destaca Ramón Oriol. «Pienso en gente extremadamente
lúcida de ayer y de hoy como Emma Goldman, que durante mucho tiempo fue considerada la mujer
más peligrosa de América, los punk-rockers ingleses The Clash, o los norteamericanos Fugazi,
muy posiblemente el grupo más vital e importante de todos los tiempos», añade.
En España, el
riot grrrl también desembarcó, pero más como un pulso acelerado que como un infarto,
al contrario de como sucedió en sociedades como la estadounidense y la
británica. Fue no solo gracias a la música de las hermanas Damunt (Mabel y
Lidia), sino a su fanzine ‘Miau!’, creado en septiembre de 1996 sobre
feminismo, cómic y grupos de música. «Una llamada a la acción», resume
Mabel Damunt.
Ramón Oriol,
por su parte, rondando en aquel momento la veintena, lo vivió como un alivio.
«Descubrí que no estaba solo en mis inquietudes y gustos musicales tras una
larga travesía en el desierto musical español de la época, copado como
estaba por ñoño indie-pop de letras absolutamente vacías y que no
transmitían nada».
‘Free Pussy Riot!’
La bilis
rabiosa que dio lugar al punk feminista volvió a subir por las gargantas
de muchos ciudadanos cuando las tres componentes de las Pussy Riot fueron encarceladas
en 2012 (más tarde, una de ellas quedó en libertad). Para algunos supone la
llegada sin permiso a las calles de un movimiento que había quedado relegado
a las cloacas. Para otros, como Ramón Oriol, es «algo nuevo». «Es la
actualización a los convulsos momentos que estamos viviendo de un mismo sentir
anti-patriarcal, anti-autoritario y radical», concluye. Algo nuevo pero con las
raíces explosivas y vigorizantes del gruñido riot. fuente: http://www.gonzoo.com/zoom/story/tomad-mi-tampon-hijos-de-puta-529/
2013
Donita Sparks lanza su tampón al público
Publicaciones del movimiento Riot Girrrl
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