Carlos
Crespo Flores
La
coherencia de medios y fines es un orientador de la práctica anarquista: la
sociedad de la libertad de la libertad no se puede construir con medios
autoritarios, como la forma partido, es la clásica crítica libertaria al
marxismo en sus distintas feligresías.
Por
esta razón la literatura libertaria gusta reconstruir y visibilizar las
historias de prácticas de libertad y autonomía, de resistencias anti
autoritarias, con medios anti autoritarios. Es el proceso lo que importa, más
allá de cómo terminan –normalmente recomponiendo la dominación, al Estado y los
podres dominantes-; son esos momentos de anarquización
de la vida social, de ruptura de la cotidianeidad del poder, donde se visualiza
la sociedad que se desea construir. El anarquismo es fundamentalmente una
práctica prefigurativa, como afirmaba Buenaventura Durruti durante la
revolución española, “a nosotros no nos
dan miedo las ruinas, porque llevamos un mundo nuevo en nuestros corazones. Ese
mundo está creciendo en este instante".
A
principios de los 80’s, en el contexto de la recuperación de la democracia en
el país, por tanto de la autonomía universitaria, en la UMSS emerge un
movimiento estudiantil independiente, anti partido, que en su momento debilitó
el poder de los partidos y jerarquías político partidarias. Si, fue Primera
Línea, de la cuál fui parte.
Más
allá de como terminó la movida –cooptación del movimiento por parte de los
poderes dominantes universitarios-, deseo recordar algunos rasgos de sus
orígenes y proceso de estructuración. En el contexto de la entropía en la que
se halla el movimiento estudiantil de San Simón, nuevamente capturado por los
partidos políticos y su dictadura (sean estos de izquierda o derecha,
oficialistas o de oposición), recordar este experimento de autonomía libertaria
evidencia que, para el sector estudiantil, existe vida fuera de la forma
partido político y “t’ojpas” logieras en la UMSS.
Primera
Línea, surge, paradójicamente, de un partido político, Vanguardia Obrera (VO).
Luego de la dictadura garcía mesista
salía de una crisis interna, con una fracción “fierrera” cubanófila que había
escindido el partido. La VO, originalmente de tendencia trotskista, defendía
desde tiempo ha, la tesis de fortalecer a la Central Obrera Boliviana (COB)
como órgano de poder, dada su experiencia histórica, por tanto con capacidad de
liderizar un proceso de transformación anticapitalista en Bolivia. Esta
posición, que excluía a la forma partido como horizonte organizativo, chocaba
directamente con toda la izquierda boliviana; de hecho, se aproximaba, desde
lecturas del joven Trotsky y de Rosa Luxemburgo, hacia una orientación anarcosindicalista.
No es casual que en la VO militaran también algunos que se autodefinían como
libertarios o anarquistas.
De
esa manera, el partido promovía el trabajo en organizaciones de base para
convertirlas, se decía, en “órganos de poder”. La militancia, por tanto se
metió a realizar trabajo de base en los lugares donde trabajaba, vivía o
estudiaba, “suicidando” el partido. Cuando la UDP llegaba al gobierno el 82’,
la VO dejaba de existir como forma partido.
Los
que estudiábamos en la UMSS nos involucramos en movimientos estudiantiles de
base, desde las carreras. Algunos logramos participar de centros de
estudiantes, como Sociología, Tecnología. Era el tiempo de las elecciones de la
FUL, la UDP tenía su frente, también los maoístas, los trotskistas –como hoy
URUS--… y aún los “elenos”. Con otros grupos políticos minoritarios (el PS-1,
otras fracciones trotskistas, guevaristas) logramos organizar el Bloque
Revolucionario 25 de Julio –BR-25. Días antes a las elecciones, el candidato
del frente[1] manipula
con los demás grupos, nos excluyen de la lista final, y aparecemos fuera del
frente. Con una movida de pasillo, típica de la izquierda boliviana para “·serrucharse
el piso”, nos habían eliminado del juego electoral.
Esa
experiencia marcó al grupo, profundizando las pulsiones anti partido. El año
siguiente nueva elección, en Sociología, habíamos ganado el centro de
estudiantes con una lista independiente, con el nombre de Primera Línea[2]. Tomamos
el nombre para el frente estudiantil universitario independiente que se
organizó en base a una diversidad de colectivos, grupos de afinidad que habían emergido
en diversas carreras con la consigna anti partido y la reivindicación de una
mirada académica a las luchas estudiantiles, dado que la mayoría de sus líderes
eran considerados “buenos alumnos” y académicamente responsables. Y la mecha
prendió, en Tecnología, donde se llamaban Izquierda Revolucionaria Autonomista (IRA) o Corriente Revolucionaria Estudiantil Autonomista (CREA)
en Economía. Fue desde la conjunción de t’ojpas facultativas independientes que
hizo posible, por primera vez derrotar a toda la izquierda boliviana autoritaria,
con una lista independiente, totalmente diversa y romántica. El resto es
historia.
Lo
que unía a Primera Línea era el anti partidismo, el reconocimiento que los
partidos políticos eran un obstáculo para cualquier transformación académica y
política en la universidad. Para los partidos políticos, el sistema
universitario es un espacio más de intervención, de disputa hegemónica, como
parte de la estrategia mayor, la toma del poder de Estado, decíamos.
La
postura anti partido implicó la reivindicación de otras formas democráticas de
base. En el caso de Sociología, el año 1984, se tradujo en la implementación de
un nuevo formato de elección del centro de estudiantes, basado en
representantes de curso, rompiendo de esta manera el poder corporativo de los
partidos, y estructurando una directiva plural. El experimento duró dos años,
pues los partidos y grupos de poder retornaron con vigor.
Hay
dos rasgos más que solo los menciono. Primera Línea fue el primer grupo en
deconstruir la forma de hacer política, pues incorporó creativamente la
simbología pop y situacionista del 68’ en su propaganda, e hizo de lo lúdico
uno de las fuentes de seducción a la causa independiente. Finalmente, la
independencia le permitió abrirse a una diversidad de ideologías y tendencias,
desde indianistas kataristas –ese momento racialmente estigmatizados- militantes
desencantados, hasta libertarios autonomistas, pasando por liberales de
izquierda. Esta convivencia fue creativa mientras duró.
Este
es el legado de Primera Línea.
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